lunes, 19 de marzo de 2012

LA LEY DE REPULSIÓN



LA LEY DE REPULSIÓN
por Francisco-Manuel Nácher

Las desgracias, las enfermedades, las contrariedades, los fracasos y el
dolor en general, no son sino un anticipo del efecto de las fuerzas de
repulsión, pertenecientes al astral inferior, llamado también Purgatorio, y
que, atraídas por las de la misma vibración que nosotros hemos emitido, en
ésta o en otras vidas, con nuestros pensamientos, palabras, deseos,
sentimientos o actos negativos, hacen que actúen sobre nosotros en este
plano. Esas fuerzas groseras del Purgatorio son las que, una vez allí, nos
arrancan materialmente del cuerpo de deseos o astral la parte del mismo
que encarna el dolor que con ellos hicimos. O sea, que vibra como el mal
del que somos autores.

* * *


LA INFALIBILIDAD Y SUS RAZONES



LA INFALIBILIDAD Y SUS RAZONES
por Francisco-Manuel Nácher

El dogma de la infalibilidad pontificia y de los concilios tiene su
razón de ser, desde el punto de vista de los mundos ocultos. Lo curioso es
que la propia iglesia ignora esas razones. Veámoslas y hagamos algunas
consideraciones complementarias.

1.- La iglesia, desde que, en tiempos de Constantino, accedió a
convertirse en religión del imperio y, con ello, se sometió al poder civil,
fue perdiendo los conocimiento ocultos, base de la religión cristiana, los
mismos que el propio Cristo impartió en secreto a sus discípulos, como
repetidamente aseguran los Evangelios. Comenzó a dejar que el
emperador, que guerreaba, subyugaba, arrasaba, crucificaba y atropellaba
cruelmente a otros pueblos, exactamente lo contrario de lo que Cristo había
predicado, nombrase obispos y convocase los concilios y decidiese sobre
asuntos de fe. Y, como los emperadores no eran precisamente santos
iluminados, emplearon esas posibilidades en beneficio de sus propios
intereses terrenales y, con ello, los verdaderos cristianos, los depositarios
de ‘’la verdad’’, se empezaron a ver perseguidos y relegados por esos
obispos y esos concilios y, finalmente, tuvieron que ocultarse a la vista del
público, de donde les viene el nombre de “ocultistas”.

2.- El sacramento del orden, realmente establecido por Cristo y, sobre
todo, la consagración de obispos, verdaderos sucesores de los Apóstoles,
confiere a éstos últimos una estrecha conexión, una vía abierta, entre el
vehículo intuicional, o sea, el Espíritu de Vida, y el cuerpo etérico. Por
tanto, pueden recibir intuitivamente el conocimiento de la verdad.

3.- El conocimiento intuitivo, a diferencia del conocimiento
discursivo, que alcanza la verdad mediante el razonamiento, la contacta
instantánea y directamente. Es decir, la intuición nos proporciona
súbitamente la verdad y la certeza de poseerla, pero no las razones para ese
convencimiento ni la explicación de la verdad misma.

4.- Y de ahí deriva el problema: Los obispos saben intuitivamente lo
que hay que hacer, lo que hay que enseñar, lo correcto, lo que se ajusta a
las enseñanzas de Cristo, o sea, a las exigencias de las leyes naturales.
Saben por intuición que el mal uso de la fuerza creadora sexual es nefasto

para el hombre; que la vida es sagrada y está en el embrión desde el
momento de la concepción; que el cuerpo de la mujer, por tener una
configuración en todos sus vehículos exactamente opuesta a la del hombre,
le impide ser ordenada sacerdote etc.; y por eso predican la pureza y
condenan todo exceso sexual, anatematizan contra el aborto provocado, se
niegan a admitir la ordenación de las mujeres, etc. Pero no saben explicar
el por qué de su postura. Por eso, ante la certeza de que sus conocimientos
intuitivos contienen la verdad y ante la necesidad interna que sienten de
conducir a su pueblo por el camino correcto, y debido a la ausencia de esos
conocimientos ocultos que la iglesia perdió en el siglo IV, se ha visto en la
necesidad de exigir fe ciega a sus fieles.

5.- Tal estado de cosas ha podido perdurar mientras las masas eran
analfabetas e incultas. Pero, a medida que la instrucción se ha ido
generalizando y la gente ha ido empezando a pensar por su cuenta y a
hacer preguntas, la iglesia, privada de respuestas y de poder civil, se ha
visto obligada a adoptar una actitud defensiva, llenando la doctrina de
Cristo de dogmas - como el de la infalibilidad pontificia y de los concilios
- y de tabúes y de anatemas y de Índices de Libros Prohibidos y de
condenas de la interpretación personal de las Escrituras y de prohibiciones
de hablar a los teólogos, etc.

6.- El ocultismo cristiano, sin embargo, conserva aquellos
conocimientos ocultos y puede explicar, y de hecho explica, todo lo que la
iglesia es incapaz de aclarar. Por eso se ha dado, de modo cíclico, a lo
largo de los siglos, el acercamiento y el alejamiento entre los Hijos de los
Hombres - los clérigos - y los Hijos de la Viuda - los ocultistas - y han
producido, cuando han coincidido, grandes obras, como el templo de
Salomón - costeado por Salomón pero construído por Hiram Abif - o las
catedrales góticas - sufragadas por la iglesia pero construídas por los
maestros iniciados - y, cuando se han alejado, grandes persecuciones como
la Inquisición, el Índice o las excomuniones.

7.- En eso estamos. Una gran parte de la Humanidad, desilusionada
con la religión tradicional, que es incapaz de aclarar las cosas, se aleja de
ella y busca, donde puede, a alguien que lo haga. Y ahí está el peligro: Que
quien lo haga no actúe desinteresadamente, por amor, sin esperar nada a
cambio – “gratis lo recibís, dadlo gratis”, dijo Cristo a sus discípulos -
sino para amasar beneficios, prebendas, poder o, incluso, expresamente
para hacer el mal. Y la iglesia, cerrada en sus dogmas, cada vez más y más
herméticos y más inexplicados, mientras pierde seguidores en los países

más avanzados, sólo logra ampliar el número de fieles en los pueblos del
tercer mundo, la mayor parte de cuyas poblaciones aún no han llegado al
punto de hacerse y hacer preguntas y de exigir respuestas.
Es triste, pero es así. Cada cual, y es la ley natural, cosecha lo que ha
sembrado. Y no bastan la buena fe ni la buena intención. Hace falta el
conocimiento. Al fin y al cabo, como sabemos, el único pecado de la
Humanidad es el de la ignorancia.

* * *


LA INEXACTITUD DE LA PALABRA





LA INEXACTITUD DE LA PALABRA
por Francisco-Manuel Nácher

El nombre de una cosa intenta siempre, en cualquier idioma, describir
o simbolizar alguna característica de la cosa nombrada, ordinariamente la
más importante o la más significativa, pero nunca todas las que en sí
posee, ya que resulta totalmente imposible. Cada palabra, pues, tuvo una
razón de ser y una intención cuando nació. Luego, por similitud, por
analogía, por proximidad, las palabras fueron - y siguen haciéndolo -,
derivando unas de otras, pero conservando esas dos características: Un
significado y una descripción o referencia. Aunque siempre parciales.
Y, como lo que usamos para comunicarnos son palabras, nos
transmitimos siempre un mensaje parcial.
De ahí la pobreza de la palabra hablada y, consecuentemente, de la
escrita, ante lo mucho que las cosas son y contienen y sugieren y
recuerdan; ante lo mucho, lo muchísimo, que habría que decir y que nunca
diremos, porque no sabemos y, por tanto, no podemos.
Cuando decimos "casa" o "bosque" o "mar", por supuesto
provocamos en quien nos oye la evocación de los estímulos sensoriales
relativos a esos objetos y la idea que los representa. Pero esa idea
responderá más a la creación del que nos oye o lee, por ese reflejo
condicionado que el sonido o la palabra escrita provoca en su mente, que a
lo que nosotros hemos pensado al pronunciarla o escribirla y, menos aún,
se aproxima a lo que esos objetos realmente son y significan y contienen
para nosotros.
Pero si, en vez de nombrar cosas concretas y perceptibles por los
sentidos, nombramos o escribimos sobre el "amor" o la "virtud" o la
"alegría" o la "amistad", ¿qué es lo que realmente estaremos
transmitiendo? Casi nada. Tan sólo provocaremos el reflejo condicionado
que hará que nuestro interlocutor o nuestro lector saquen de su propia
memoria los datos, las vivencias allí acumuladas y las hagan presentes a su
propio ojo interior. Pero eso no tendrá nunca nada que ver con lo que
nosotros hayamos visto con el nuestro en nuestra propia pantalla mental al
pronunciar o escribir aquellas palabras.

Y, si lo que pronunciamos o escribimos es el nombre de alguien, la
inexactitud es infinitamente mayor. Si decimos o escribimos "Juan", quien
nos oiga o lea traerá a su mente el recuerdo que tenga de cuantos Juanes
haya conocido. Y, si hablamos de un Juan concreto, visualizará lo que de
él sabe. Pero nunca lo que nosotros conocemos ni lo que, al pronunciarlo o
escribirlo, hemos visto, sentido ni pretendido expresar. Porque un hombre
es un mundo, un universo de vivencias, de experiencias, de ideas, de
sentimientos, de juicios, de comparaciones, de conclusiones, de
aspiraciones... y cada hombre tiene los suyos, absolutamente personales e
intransferibles.
Decir "Juan", pues, es no decir nada. O, mejor, es decir algo distinto,
completamente distinto para cada oyente o cada lector.
O sea que, por mucho que la memoria y la inteligencia y la voluntad
de quien nos oye o nos lee se esfuerce, nunca agotará el contenido de lo
que "casa" o "amor" o "Juan" significan y representan para nosotros.
De ahí la incomunicación o, por lo menos, el desentendimiento a que
estamos condenados.

* * *


sábado, 10 de marzo de 2012

LA IMPORTANCIA DEL PENSAMIENTO




LA IMPORTANCIA DEL PENSAMIENTO
por Francisco-Manuel Nácher

Cristo dijo claramente:“Como una persona piensa en su corazón,
así es ella”.
Max Heindel insiste frecuentemente en que “el pensamiento es
creador”.
Shakespeare escribió: “Ninguna cosa es buena ni mala. Es sólo el
pensamiento el que las hace tales”.
Tenemos dos fuerzas internas: una conserva lo bueno que tenemos;
la otra, destruye lo malo para sustituirlo por algo mejor (unas veces es la
desgracia, otras la enfermedad, otras, la muerte). En todo momento ha de
actuar una de esas dos fuerzas. Y es la voluntad la que las pone en
funcionamiento a ambas.
Si accionamos la primera, y mientras lo hagamos, pensaremos que
somos felices y estaremos sanos, jóvenes, llenos de energía, buenos,
positivos, etc., porque renovaremos indefinidamente nuestra felicidad.
Pero, si nos distraemos o nuestra voluntad flaquea, estaremos
accionando la segunda y, entonces, pensaremos que somos viejos,
enfermos, desgraciados, tristes, o algo parecido, y lo seremos
Si, perennemente, sentimos gratitud, amor y alegría, seremos
felices. Si sentimos envidia, resentimiento, odio o miedo, seremos
desgraciados porque, en la vida del espíritu, no hay lugar para esos
sentimientos.
Dios quiere para sus criaturas la felicidad y, si armonizamos el
alma y el cuerpo con la felicidad, estaremos obedeciendo Sus leyes y
cumpliendo Sus deseos.

* * *

LA INDIVIDUALIZACIÓN



LA INDIVIDUALIZACIÓN
por Francisco-Manuel Nácher

Hace mucho tiempo que me rondaba por al cabeza una pregunta que me
martirizaba porque no le había encontrado respuesta, y era ésta:
Si todos nacimos a la vez y éramos todos chispas divinas idénticas a la hora de
nacer en la hoguera divina, ¿cómo hemos podido llegar a una tan gran diferenciación
y ser tan distintos unos de otros, hasta el punto de que no hay dos hombres iguales?
Últimamente, esta pregunta me volvió a martirizar. Pero, como me había
ocurrido siempre, no me atreví a acometerla mediante una meditación por miedo a no
encontrarle la respuesta. Lo cual significaba una notable falta de confianza en mí
mismo.
Sin embargo, la respuesta estuvo siempre ante mis ojos, pero no la veía. Y,
como no la veía, se me hizo patente el domingo pasado de un modo muy ilustrativo.
La cosa ocurrió así:
Como cada domingo, para asistir a los Servicios Devocionales de mi Centro
Rosacruz en Madrid, fui en mi coche a la estación, lo aparqué y me dirigí a ella.
En la estación, para acceder al andén, hay que poseer, como es lógico, un ticket
o un abono. E introducirlo en la ranura de una de las cinco máquinas de control que
allí hay colocadas. Al introducir mi billete, la máquina me lo escupió
inmediatamente. Lo volví a introducir y me lo volvió a expulsar. Entonces lo
introduje en la máquina siguiente, que lo retuvo un momento, para expulsarlo
también; la tercera repitió el proceso pero antes me hizo creer, durante un rato, que se
lo quedaba, para terminar devolviéndomelo; y, por fin, la cuarta admitió mi ticket sin
problemas.
Esto ya me había sucedido algunas veces antes, pero no le había dado
importancia puesto que siempre se resolvió en alguna otra de las cinco máquinas
controladoras de la estación.
Pero el domingo pasado tenía aún flotando en mi mente la pregunta sobre la
individualización, así que la relacioné enseguida con lo sucedido con los billetes y las
máquinas y…la solución vino sola en esta serie hilvanada de hechos:
- Las máquinas son simple materia física con alguna ayuda de vibraciones
eléctricas y magnéticas que pertenecen al plano etérico. Pero no poseen ni cuerpo de
deseos ni, menos aún, mente de ningún tipo.
- Todas las máquinas, cuando nacieron, eran iguales y es de suponer que, al
principio de su actividad, reaccionaran todas igual, pues todas estaban constituidas
por las mismas piezas de los mismos materiales, funcionando del mismo modo y
haciendo el mismo trabajo.
- Sin embargo, desde su nacimiento habían cambiado, ya no actuaban todas

igual. Es decir que, ante el mismo estimulo, cada una reaccionaba de manera distinta.
- ¿Cuándo empezaron a diferenciarse? Seguramente cuando una mota de polvo
de un ticket o una caída de tensión eléctrica en una décima de segundo determinada o
un ticket defectuoso hicieron que se alterase su manera de reaccionar.
- Y, desde aquel instante, ya fueron distintas y siguieron caminos distintos, es
decir, produjeron efectos distintos en los varios viajeros cuyos billetes controlaron. Y
unos viajeros se enfadaron, otros desistieron y compraron un ticket nuevo, otros,
como yo, insistieron hasta ser aceptados o, incluso, alguno perdió su tren, con todas
las consecuencias de ello derivadas, a causa de la no admisión de sus tickets. O sea,
que en cuanto empezaron a actuar saliéndose de las normas, todas iguales, para las
que fueron creadas, empezaron a crearse un karma individual.
Ahí estaba, pues, la respuesta: si unas máquinas, compuestas exclusivamente de
materia física, todas con el mismo arquetipo inicial en todos los sentidos, y sin dejar
de ser simple materia física, se habían diferenciado tan pronto y actuaban de modo
distinto frente al mismo estímulo, ¿qué hubiera ocurrido si hubiesen adquirido un
cuerpo de deseos individual y una mente propia y eso hubiera ocurrido a lo largo de
millones de años? 
Y es que, si nos centramos en un asunto, siempre nos llega la solución del
problema. Sea el que sea.

* * *

viernes, 2 de marzo de 2012

LA IMAGINACIÓN, INSTRUMENTO DE LA CREACIÓN




LA IMAGINACIÓN, INSTRUMENTO DE LA CREACIÓN

por Francisco-Manuel Nácher

Sabemos que una de las finalidades de nuestras reencarnaciones
consiste en el desarrollo de la voluntad.

La voluntad es una fuerza clave, tanto para la creación del universo
como para la actuación de cualquier ser o de cualquier cosa.
El hombre actúa por propia voluntad o sometido a la de otro hombre.

Y los seres de oleadas de vida posteriores a la nuestra actúan gracias a la
voluntad de sus espíritus-grupo. Pero también las innumerables oleadas de
vida que nos preceden están dotadas de esa fuerza. Todos, absolutamente
todos los seres poseen esa energía misteriosa, capaz de traer a la existencia
algo inexistente, sencillamente porque esa fuerza es la fuerza del Padre, el
primer aspecto de la manifestación del Absoluto, origen de todo y, cuya
manifestación llamamos el Ser Supremo. Porque, la nota-clave del Padre es
"Voluntad".

Si meditamos sobre ella, sin embargo, observaremos que la voluntad,
para funcionar, para producir sus maravillosos efectos, necesita de la
previa existencia de la imagen mental de lo que se quiere crear: No es
posible poner en marcha la voluntad para producir algún efecto si antes no
se sabe qué efecto se desea producir: No puedo pasear si no lo imagino
antes, ni puedo pintar si no sé antes qué quiero plasmar, ni puedo comer, si
no lo anticipo mentalmente.

¿Y qué es ese algo anterior a la voluntad? ¿Qué es lo que produce lo
que será el objeto del acto volitivo? Pues es, simplemente, la imaginación.
Es ella la que crea la imagen - de ahí su nombre - del pensamiento, palabra,
sentimiento o obra que el posterior acto de voluntad hará propios y
convertirá en manifestados, en existentes, pasándolos de potencia a acto.
Es la imaginación la que ha hecho posible que la voluntad actúe y dé
lugar a cuanto existe en el universo. Incluso antes de la Manifestación, el
Absoluto tuvo necesidad de imaginar lo que el Ser Supremo sería para
manifestarse en Él, y Éste tuvo que imaginar lo que sería la Creación, para
traerla al mundo manifestado. La imaginación, pues, si bien se piensa, es la
fuerza básica, la simiente de todo lo existente.

Al llegar a esta conclusión uno siente, en lo profundo de su ser, todo
lo grave, lo trascendente que es la buena utilización de la imaginación, la
perfecta y cuidadosa formación de las imágenes de aquello que luego la
voluntad se encargará de hacer que sea.

Y ahí está nuestro papel, nuestro rol en la vida, nuestra tarea. Todo
cuanto existe a nuestro alrededor, pero no sólo en el mundo físico sino en
los demás planos, ha sido una vez, antes de llegar a la existencia, una
imagen “no nata”, de lo que es hoy, en la mente de alguien. Lo que
nosotros seremos, pues, en el futuro, lo que será nuestro entorno, lo que el
futuro nos deparará, nuestra salud, nuestra suerte, nuestra actuación,
nuestros errores y aciertos, todo dependerá de la calidad de las imágenes
que pongamos a disposición de la voluntad, para que ésta las acepte y las
lleve a efecto.

De ahí la importancia del control de nuestra imaginación que, de una
manera poco profunda, se enuncia como el "control de nuestros
pensamientos".

Ciertamente, el pensamiento es fundamental, pero antes del
pensamiento hay una imagen y un acto de voluntad que hacen posible el
nacimiento de ese pensamiento que, a su vez, podrá luego plasmarse, si la
voluntad así lo quiere, en cualquiera de los mundos en que dicha voluntad
actúe.

* * *

LA ILÓGICA E INTERMINABLE BÚSQUEDA DE LA FELICIDAD





LA ILÓGICA E INTERMINABLE BÚSQUEDA DE LA FELICIDAD

por Francisco-Manuel Nácher


La vida es hermosa. Pero no nos damos cuenta. Nos la pasamos
esperando que llegue algo que la hará feliz. Y, esperando ese algo, que
nunca llega, aunque miles de veces parece próximo, se nos pasa y se nos
acaba sin habernos proporcionado ese momento de felicidad.
Curiosamente, sólo hallamos atisbos de plenitud y de dicha
recordando momentos pasados, que entonces no nos parecieron
especialmente felices, o imaginando momentos futuros, adornados con
toda suerte de circunstancias deseables.

Sin embargo, ni el pasado ni el futuro existen. Y, por tanto, la
felicidad que pueden proporcionarnos es una felicidad artificial, de
ficción y que no acaba de satisfacernos.

Pero, ¿qué hacemos con el presente? Desgraciadamente, se nos
escurre entre los dedos sin que nos paremos a estudiarlo, de tan
preocupados como estamos por ese momento feliz, tan esperado y que,
no sé por qué misteriosa razón, ubicamos siempre en el futuro.
Tratemos, desde hoy, sin embargo, de mirar al presente, ese
presente que siempre está ante nosotros, en nosotros, y puede que nos
llevemos una grata sorpresa. Porque, mientras nos sentimos
desgraciados, el mundo que nos rodea está preñado de belleza, de
armonía, de gracia, de equilibrio, de música, de felicidad...Y, mientras,
ciegos a todo menos a nuestro egoísmo, nosotros lamentamos cualquier
contratiempo, a nuestro alrededor cantan los pajarillos y las plantas abren
sus capullos y ríen los niños y el sol transforma en diamantes las gotas de
rocío y las nubes dibujan mil figuras en el cielo y la mar arrulla
continuamente a la playa adormecida y las mariposas adornan el cielo y
las flores lo llenan todo con sus aromas...Y nosotros, ciegos y sordos y
ajenos a todo, excepto a nuestra fantasía egoísta, no vemos nada ni oímos
nada ni percibimos nada y nos sentimos solos y olvidados y
desamparados y desgraciados, en medio de la dicha y la plenitud y la
alegría y la vida, que lo llenan todo, que lo constituyen todo...
¿Por qué no damos un frenazo en esa estúpida huída hacia delante
en que hemos convertido nuestra existencia, y disfrutamos la belleza y la
plenitud y la armonía de que está repleto cada instante? Es sólo cuestión
de intentarlo, de mirar dentro de las cosas y dentro de nosotros mismos, y
pronto veremos la mano de Dios que, incesantemente, vela por nosotros,

nos ayuda, nos acaricia, nos protege y nos empuja suavemente hacia
delante posada en nuestro hombro...

Cada instante, pues, cada persona, cada animal, cada ser, cada
acontecimiento, están llenos de vida, de luz y de amor. Sólo tenemos que
mirar, y veremos. Y dejaremos de sentirnos desgraciados. Y de esperar
ese momento en que nos llegará la felicidad que ya tenemos y que no
habíamos aprendido a ver ni a disfrutar.

* * *