miércoles, 16 de enero de 2013

EL BUEN MAESTRO




EL BUEN MAESTRO
por Francisco-Manuel Nácher

El buen maestro debe reunir dos requisitos imprescindibles para
serlo: “Saber” y “saber enseñar”. Porque, si sabe mucho y no sabe
enseñarlo - y enseñarlo supone ponerse en el lugar del alumno, primero, despertar su interés por el conocimiento, luego, y transmitir la enseñanza de forma inteligible y asimilable, después -, no será un verdadero maestro.

Y, si sabe enseñar, pero no tiene nada que transmitir, tampoco será lo que el alumno necesita. Sigue, pues, sólo a los que pretendan enseñarte algo y reúnan esos dos requisitos. Si no, déjalos. Perderías el tiempo con ellos.

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EL AMOR - SABIDURÍA



EL AMOR - SABIDURÍA
por Francisco-Manuel Nácher

Casi nunca caemos en la cuenta de que los Grandes Seres que
dirigen nuestra evolución, y a los cuales oramos, funcionan en otros
planos muy distantes y distintos del nuestro, y que hemos de esforzarnos  para comprender cómo será allí lo que aquí denominamos, sentimos y concebimos de un modo determinado. 

Si a un pez de las zonas abisales, a miles de metros de profundidad,
que ha provisto su cuerpo de puntos de luz fosforescente para atraer a sus víctimas, le preguntásemos qué entiende él por luz, no cabe duda de que nos respondería con un concepto estrechísimo, aunque suficiente para él, incomparable con la luminosidad del sol que nosotros conocemos.

Y, si preguntásemos a una célula de nuestro estómago, qué
entiende por distancia, por dimensión o por velocidad, nos expondría ideas y conceptos totalmente distintos de los que nosotros manejamos con esas mismas denominaciones.

Pues hemos de ser conscientes de que a nosotros nos ocurre lo
mismo con respecto a los Grandes Seres.

Y que lo que aquí llamamos amor y lo que llamamos sabiduría, a
Su nivel, ha de ser algo totalmente distinto.

Y, ¿qué será?, ¿a qué equivaldrá, traducido a nuestro nivel?
Lo primero que hemos de tener en cuenta es que esos Seres no
tienen su conciencia centrada en el Mundo Físico ni en el Mundo del Deseo ni siquiera en la Región del Pensamiento Concreto y que, por tanto, sus concepciones, sus vivencias, están limpias de todo vestigio material, emocional, egoísta, separatista o razonador.

Claro que, nosotros, si a lo que llamamos amor le quitamos el
componente emocional e, incluso, el intelectual, no nos queda
prácticamente nada. Es lo mismo que le ocurre al pez abisal con la luz del sol, cubierta por las sombras de las profundidades del mar, y a la célula gástrica con la distancia, la dimensión y la velocidad, si reducimos el mundo al tamaño de un estómago.

¿Cómo “quedan, pues, el Amor y la Sabiduría, cómo son en
realidad, si nos elevamos a las alturas de los Grandes Seres?

El Amor-Sabiduría, nota clave de la Segunda Persona de la
Trinidad, Cristo, no es ni amor, tal como los hombres lo solemos
entender y sentir, ni sabiduría tal como los hombres la solemos concebir y definir.

Ese Amor de Dios, al que los estudiantes de lo oculto debemos
tender con todas nuestras fuerzas es, en realidad, una “comprensión
perceptiva”, un darse cuenta de las causas y procesos que han llevado a una situación determinada - ignorancia, en el fondo - y, prescindiendo de toda crítica y, por tanto, de toda influencia astral (emociones, sentimientos) y mental (ideas, conceptos, razonamientos), comprender e identificarse con lo que debe ser amado. Eso es el verdadero Amor. 

Es el silencio benéfico que lleva la curación en sus alas.

Eso hacía Cristo: no criticar, no condenar, sino comprender e
identificarse con el otro. Y ésa es la base del Perdón: la comprensión.

La verdadera Sabiduría, por su parte, si sublimar es transformar un
sólido en gas sin pasar por el líquido, la verdadera Sabiduría, digo, es la sublimación del intelecto, de los aspectos superior e inferior de la mente.

Es una mezcla de intuición, percepción espiritual, colaboración con el Plan divino y apreciación intelectual espontánea del contacto
establecido.

Esa verdadera Sabiduría, por su propia naturaleza, se fusiona con
el verdadero Amor para dar lugar a un sentido esotérico: el llamado
“Amor-Sabiduría” de los Grandes Seres, infinitamente superior a
nuestras concepciones, que no son sino meras caricaturas, deformaciones e interpretaciones insuficientes suyas.

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EL AMOR-SABIDURÍA.- Francisco-Manuel Nácher López



CRITICAR



CRITICAR
por Francisco-Manuel Nácher

Está de moda criticar, siempre que por criticar se entienda encontrar mal lo que hacen los gobiernos, las religiones, los empresarios, las instituciones, los vecinos y hasta los amigos y parientes, y asegurar que nosotros lo haríamos mejor. Y, claro, a poco que se piense, se descubre lo irracional de esa postura: Por un lado, porque carecemos de la información que los interesados poseen para actuar como actúan y, por otro, porque nuestra crítica nada aporta para solucionar el problema y sólo sirve para
nuestra autocomplacencia, convencidos como estamos de nuestra
sabiduría, nuestra agudeza y hasta nuestro genio. Pero ¿no sería más racional, más lógico y más constructivo que, en vez de estudiar y criticar a los demás nos estudiásemos a nosotros mismos y, comprobado, como comprobaríamos sin duda, que dejamos mucho que desear, nos dedicásemos con todas nuestras fuerzas a cumplir fielmente todas nuestras obligaciones de ciudadanos, de empresarios, de trabajadores, de padres, de esposos, de hijos, de religiosos, de miembros de asociaciones, clubs, etc.?

¿No funcionaría todo mejor y hasta quizá resultaría innecesaria la crítica?

Es, pues, mejor norma de conducta actuar correctamente y ver en los demás todo lo positivo, dejando que actúen como creen que deben hacerlo y opinar y aconsejar sólo si se nos pide opinión o consejo, que meter las narices donde no se nos ha llamado.

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