jueves, 5 de septiembre de 2013

HEMOS PERDIDO EL MIEDO



HEMOS PERDIDO EL MIEDO
por Francisco-Manuel Nácher

Como individuos, cada uno de nosotros vivimos en un miedo
permanente a todo, y en una búsqueda de amor que, lo sepamos o no, lo reconozcamos o no, representa para nosotros la seguridad. Pero colectivamente, como conjunto, hemos perdido el miedo. Y ése es el problema actual de la Humanidad.
Me explico: El miedo supone siempre una mirada hacia el futuro.
Nadie tiene miedo del pasado. Y el miedo al futuro puede perderse sólo de dos maneras.
La primera, consiste en no mirar al futuro, en no fijarse más que en el momento presente, en no prevenir, en no soñar, en no prepararse, en no meditar, en no aprender del pasado, en no pensar adónde se quiere ir, en buscar sólo lo que el presente, fugacísimo y realmente inexistente, nos puede ofrecer, en ignorar conscientemente que el mañana llegará de modo inevitable y nos alcanzará y que ese mañana será, sólo y nada más que la consecuencia de este presente que tanto nos atrae. Se trata, pues, de una postura irracional. Es simple irresponsabilidad, imprudencia, temeridad.
Esta pérdida o ausencia de miedo se da, tanto a nivel individual como a nivel colectivo. Y, cuando alcanza esas cotas, como ahora, la Humanidad y la Tierra corren grave, gravísimo peligro de morir en plena vorágine de "hoy" y sin haber pensado ni preparado un mañana que, aparentemente, no tiene ya objeto.
La segunda manera de perder el miedo se da, generalmente, a título
individual, cuando el hombre se descubre a sí mismo como ser humano, se estudia, se conoce, se reconcilia consigo mismo, replantea su vida, sus expectativas, su posición en el universo y su escala de valores, se convence de que la felicidad está, y ha estado siempre, en su propio interior, la halla y, consecuentemente, pierde el miedo. Se ha convertido en un valiente, es decir, en alguien capaz de vencer conscientemente al miedo, en desintegrarlo, en volverlo a su verdadero ser: un sentimiento irracional.
Esta pérdida del miedo que supone, al mismo tiempo, el hallazgo del amor, se da, como he dicho, y pocas veces, a nivel individual. Sin embargo, lo mejor que podría ocurrir a la Tierra y, consiguientemente, a la Humanidad, es que la mayor parte de sus componentes, y aún mejor todos, alcanzasen ese grado de valentía. Es el único camino para no desembocar en la ley de la selva, que nos haga tener que empezar a crear, de nuevo, la civilización.

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EXPLORADORES DE DIOS


EXPLORADORES DE DIOS
por Francisco-Manuel Nácher

Lo mismo que los ejércitos envían patrullas de reconocimiento a
explorar el terreno y averiguar dónde está el enemigo, de qué fuerzas dispone, etc., para tener la necesaria información y actuar en consecuencia, y la Humanidad envía cosmonautas al espacio, y el investigador ensaya y hace pruebas antes de formular su descubrimiento y utilizarlo como conocimiento, el Logos Solar envía oleadas de vida a investigar los mundos inferiores y a suministrarle información sobre ellos.
Y, lo mismo que los exploradores forman parte del ejército, y los
astronautas de la Humanidad, y los experimentos de la mente del
investigador, nosotros formamos parte de Dios y hemos de
proporcionarle información sobre los mundos físico, de deseos y mental, ya que Él es nuestro origen y nuestro destino y, por eso, en Él vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser.
Ésa es la causa de nuestro nacimiento a la existencia y de nuestro
renacimiento cíclico, y es la razón de que todos seamos distintos y de que los hijos no sigan los consejos de los padres y prefieran adquirir la experiencia en cabeza propia y no en la ajena. ¿Qué utilidad tendríamos los hombres para Dios si todos hiciésemos lo mismo y sintiésemos lo mismo y pensásemos lo mismo y fuéramos todos iguales? ¿Qué información le íbamos a suministrar? ¿Y cómo iba Él a evolucionar a través nuestro?

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¿CUÁLES SON LAS ENSEÑANZAS ROSACRUCES?


¿CUÁLES SON LAS ENSEÑANZAS ROSACRUCES?
Carta a la Sede Central de agosto de 1989
por Francisco-Manuel Nácher

El Manual de Instrucciones y Normas y Reglamentos para la
Administración de Centros con Carta Patente y Grupos de Estudio de nuestra Fraternidad establece, hablando sobre el Estrado que,
quienes desde él hagan uso de la palabra, “deberán limitarse a exponer solamente aquellos temas que sirvan para difundir las Enseñanzas de la Fraternidad Rosacruz”.
Pero, ¿qué alcance tiene ese mandato? ¿cuáles son las
Enseñanzas de nuestra Fraternidad? ¿dónde empiezan y dónde
terminan?
Con una interpretación restringida, prácticamente literal, parece
querer decir que sólo se podrá repetir lo que se contiene en los libros de Max Heindel y de su esposa y tal como en ellos se contiene. O sea que, prácticamente, la actuación desde el Estrado debería limitarse a leer dichos libros.
Pero, enseguida surge la pregunta: ¿Y qué pasa con los libros de
Corinne Heline, sobre los que nada se ha dicho oficialmente por la
Sede Central? ¿ Y con los de Elman Bacher? ¿Y con lo que se dice en los artículos que aparecen el Rays from the Rose Cross, escritos por probacionistas y aún por estudiantes?
Por un lado, pues, no sabemos dónde terminan las Enseñanzas,
puesto que los trabajos últimamente citados, no cabe duda de que se publican por la propia Fraternidad, con el exclusivo fin de difundir sus propias Enseñanzas. Y tampoco cabe duda de que adoptan las más variadas formas literarias: Artículos, poemas, cuentos, parábolas, leyendas, mitos, etc.
Pero, por otro, si admitimos esto, ¿por qué no admitir también
los escritos de otros probacionistas que no se publican en dicha revista porque no escriben en inglés? Porque, ¿qué tienen los estudiantes y probacionistas de habla inglesa que no tengan los de habla hispana o francesa o portuguesa, por ejemplo?
Vistas así las cosas, no resultaría posible fijar unos límites,
porque lo que para unos podría resultar aceptable, para otros podría no serlo. Es el peligro de las interpretaciones literales.
Hay que tener siempre en cuenta que, en toda ley, se dan,
simultáneamente, la mens legis y la mens legislatoris, literalmente “la mente de la ley” y “la mente del legislador”, es decir, por un lado lo que dice la ley textualmente, literalmente, gramaticalmente, y, por otro, lo que el legislador quería decir con esas palabras. De ahí la necesidad de la interpretación, que compagina ambas.
La cosa, pues, no parecería tener fácil solución si no nos
fijásemos en dos cosas:

1ª.- Que Max Heindel resume toda su filosofía en la afirmación
de que “El servicio amoroso y desinteresado que
prestamos a los demás es el camino más corto, más
seguro y más gozoso hacia Dios”
2ª.- Que Cristo resume los diez mandamientos de Moisés en sólo
dos: “Ama a Dios sobre todas las cosas y a tu prójimo
como a ti mismo”. Y no vamos a dudar de que nuestra filosofía lo
único que pretende es difundir la doctrina de Cristo.
Con estas dos ideas claras, la única interpretación
plausible de lo establecido por el Manual de Instrucciones es la de
que está prohibido exponer desde el Estrado todo lo que
se oponga a lo enseñado por la Filosofía Rosacruz.
Estaría prohibido, pues, predicar el odio o la apropiación indebida o el egoísmo, o asegurar que no tenemos cuerpo vital o que éste no es
importante para nuestra evolución, o afirmar que el infierno existe y es eterno, o pretender que Eva fue realmente formada de una costilla de Adán.
Pero de ningún modo podría estarlo el exponer lo que esté de
acuerdo con nuestra Filosofía, sea cualquiera el modo en que se haga.
Y, por tanto, será correcto describir el funcionamiento del cuerpo de deseos, y relatar lo ocurrido en el Gólgota con la sangre de Cristo, y explicar en qué consiste la Inmaculada Concepción, pero será igual de correcto hablar del amor desinteresado, del servicio al prójimo o de la caridad o de la fe o de la devoción con el fin de fomentarlas. Y todo ello se podrá hacer, bien directamente, bien mediante símiles, historias, parábolas, poemas, cuentos, mitos, leyendas, etc. Porque lo interesante no es la forma, sino el contenido. Ya que cada cual tiene unas posibilidades de expresión y unas capacidades de comprensión exclusivas, y cada cual, por tanto, responde a ambas y evoluciona con ambas. Por eso, cada uno de esos trabajos gustarán siempre más a unos que a otros. Pero eso es normal. Y todos estarán dentro de lo que decía Cristo, de lo que dijo Max Heindel y de lo que debemos decir quienes seguimos a ambos.
De otro modo el Estrado se convertiría exclusivamente en una
especie de cinta magnetofónica en la que estuvieran grabados los
textos de los libros de la Fraternidad. E, incluso entonces, nadie podría evitar que esas palabras, las mismas siempre, cada cual las entendiese de modo distinto, según su personal y exclusiva capacidad.
Está claro, pues, que lo que el texto del Manual de Instrucciones citado hace es prohibir lo que vaya en contra de las Enseñanzas, tanto de Max Heindel como de Cristo, que son las mismas.

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