lunes, 20 de enero de 2014

EL PRESENTE / Boletín Nº 41 - Centro Rosacruz de Madrid



EL PRESENTE
por Francisco-Manuel Nácher

1.- El tiempo ha sido y sigue siendo una de las grandes incógnitas 
para todos los pensadores de todas las épocas. Realmente, aún no se puede definir exactamente. Lo medimos, al parecer lo vivimos, se nos escapa entre los dedos, nos domina, nos condiciona, nos 
envejece...pero no lo podemos acabar de comprender ni, por tanto, de dominar.
Generalmente dividimos el tiempo en tres zonas de su ser: el 
pasado, el presente y el futuro, las tres inaprehensibles, relativas y sólo concretas para cada uno de nosotros individualmente.
El pasado se extiende desde el origen hasta el instante actual. El 
Presente es tan sólo ese instante. Y el futuro es lo que aún no ha 
llegado y está tras el presente. Pero el pasado crece continuamente y el futuro, a pesar de irse convirtiendo, primero, en presente y, luego, en pasado, es ilimitado, sin un fin previsible.
Para poder introducirnos, un poco, en esa parte del tiempo que 
llamamos presente, se hace necesario, previamente, repasar nuestra 
constitución como espíritus vivientes en este mundo. De otro modo 
nos resultaría imposible este estudio. Vamos, pues, a dar ese primer 
paso en este asunto tan abstruso.

2.- Nuestra composición:
a.- Somos seres compuestos, complejos, fruto de muchos millones 
de años de evolución. Evolución que, por cierto, no ha terminado sino que, prácticamente, acaba de sobrepasar su punto medio. Como origen de nuestra aparición a la manifestación está la chispa divina que somos, a la que llamamos mónada, que nace en el Mundo de los Espíritus Virginales y que, como el Dios del que trae origen, se manifiesta en tres aspectos o espíritus. Esa chispa divina posee todas las facultades, capacidades y poderes de la divinidad misma, por ser una parte de ella, pero no posee conciencia individual, sino grupal, y ha de efundir, poner en acto, todas esas capacidades divinas, que posee sólo en potencia.

b.- El primer aspecto de nuestra Mónada, el más elevado, es el 
Espíritu Divino, que se sitúa en el Mundo del mismo nombre, 
inmediatamente por debajo del de los Espíritus Virginales, siendo el 
siguiente en densidad a éste. La nota clave de nuestro Espíritu Divino es la Voluntad. La Voluntad es la primera causa de todas nuestras actuaciones conscientes. En ella se origina la fuerza que nos permite manifestarnos en cualquier mundo situado por debajo.

c.-  El segundo aspecto de nuestra Mónada es el Espíritu de Vida, que se sitúa en el mundo del mismo nombre y que es el siguiente en densidad.  Su nota clave es amor-sabiduría estática-intuición. Esta Sabiduría es la que formula lo que la voluntad quería, 
la que crea su arquetipo espiritual, impregnándolo siempre de Amor, que es la sangre de la Creación, y facilitando, a veces, su transmisión al plano físico, como intuición, que no es sino el conocimiento directo de la verdad, sin pasar por el razonamiento.

d.- El tercer aspecto de nuestra Mónada es el Espíritu Humano
que se sitúa en la Región Abstracta del Mundo del Pensamiento
que sigue en densidad al anterior. Su nota clave es la Sabiduría 
Activa, es decir, la realización de lo ordenado por el Espíritu Divino y concebido por el Espíritu de Vida.

e.- Los tres Espíritus juntos constituyen lo que llamamos nuestro 
Yo Superior o Ego aunque, a veces, se denomina Ego al Espíritu 
Humano, que es el que, en nuestro estadio de evolución actual, 
podemos contactar.

f.- Descendiendo al siguiente mundo, más denso que el del 
Espíritu Humano, llegamos al Mundo del Pensamiento, que está 
formado por materia cuyo estado normal es el de ebullición, de 
movimiento continuo, y cuya actividad consiste en pensar, razonar, 
elucubrar, juzgar, deducir, inducir, etc., cosas que hace por sí misma incansablemente, cuando no está siendo sometida a la autoridad de la Voluntad, que puede hacer que cese en sus devaneos sin finalidad alguna, y se concentre exclusivamente sobre el tema que aquélla lesometa para que, entonces, piense, razone, elucubre, juzgue, deduzca,induzca, etc. Dice Max Heindel que la mente puede resolver cualquier problema que se le someta, siempre que se la concentre debidamente. 
Hemos de tener en cuenta que, en el Mundo del Pensamiento, los 
pensamientos son reales, son cosas, son los objetos de ese mundo, con existencia propia, que consiste en su contenido mental: un 
razonamiento, un juicio, un silogismo, etc.

g.- El Mundo del Pensamiento se divide, atendiendo a la densidad 
de su materia, en dos Regiones: la superior, menos densa, llamada 
Región del Pensamiento Abstracto, y la inferior, más densa, 
denominada, Región del Pensamiento Concreto.
La Región del Pensamiento Abstracto es la sede de nuestro 
Espíritu Humano, como hemos dicho.

h.- En la Región del Pensamiento Concreto, más densa, como 
hemos dicho, que la Región Abstracta, está situado nuestro siguiente vehículo: la Mente. La mente es el último vehículo que, a lo largo de nuestra evolución, hemos adquirido, ya que se nos ha otorgado, si bien hace unos millones de años, en el presente Período Terrestre, en que nuestra oleada de vida ha adquirido el estadio humano. Se encuentra aún en su estadio mineral. Su finalidad es, utilizando las propiedades de la materia mental de que está formada, servir de enlace entre los tres Espíritus y los tres vehículos inferiores a la mente, es decir, más densos que ella, y que, junto con la propia mente, constituyen lo que llamamos nuestro Yo Inferior o Personalidad. Sirve, pues, la mente para reflejar en los mundos superiores lo que sucede en los mundos inferiores, para que la Mónada, nuestro Espíritu, nuestro verdadero Yo, que es el que ha de evolucionar poniendo en acto todas las facultades divinas que posee aún en potencia, tenga conocimiento de ello y pueda reaccionar y actuar y aprender y adquirir experiencia en 
esos mundos, para él desconocidos, y con los que se ha de ir 
familiarizando a lo largo de su evolución, a medida que despierta a su propia individualidad y despliega sus poderes. Y sirve, igualmente, para que los vehículos de la Personalidad reciban órdenes y mensajes del Yo Superior.

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pueden seguir leyendo desde aquí, gracias.

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viernes, 17 de enero de 2014

CUANDO EL HOMBRE NO ESTABA



CUANDO EL HOMBRE NO ESTABA
por Francisco-Manuel Nácher

Resulta casi imposible de concebir una época del mundo en que no
existiera el hombre. Nos parece carente de sentido que hubiera
inundaciones, terremotos y huracanes y, menos aún, primaveras y
atardeceres, sin hombres que los pudieran contemplar. ¿Para qué tanto esfuerzo y tanta belleza?

¡Hasta tal punto tenemos metido en los tuétanos nuestro papel de
protagonistas del Cosmos!

Y, sin embargo, aquellas primaveras y aquellos atardeceres debieron existir, y los cataclismos naturales se debieron producir y la aparentemente inútil lluvia sobre el mar debió ser una realidad. Y todos ellos juntos han conducido, los viera el hombre o no, al estado actual de la Tierra y sus habitantes, incluído el hombre.

Pero, ¿existió la belleza antes que el observador? ¿O la belleza es tan sólo una aportación de éste, intrascendente en la economía de la
naturaleza? ¿Por qué hasta el Renacimiento nadie había caído en la cuenta de que el paisaje podía ser hermoso? ¿Por qué hasta Kant nadie se había propuesto contemplar la razón como objeto de estudio? ¿Y, hasta Gustavo Adolfo Bécquer nadie descubrió en la literatura española la acogedora intimidad del asonante? ¿Y, hasta Freud, nadie se percató de que la dimensión inconsciente del hombre era tan amplia y tan definitiva, o más, que la consciente? ¿Y, por qué hasta Marx nadie había observado la importancia e influencia de la riqueza en el desarrollo de la historia? ¿Y, por qué hasta hoy nadie se había apercibido de que lo que no se narra o se
describe o fotografía y, sobre todo, no se televisa, es como si no existiese y no es tenido en cuenta...?

¿No habremos cerrado el círculo y, en la época de los multimedia,
regresado a la situación inicial, puesto que la mayor parte de los
acontecimientos de todo tipo acaecen, sin que nadie se entere ni se
preocupe de ellos ni de su influencia en la evolución de todos?

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¿CUÁL ES LA CAUSA?


¿CUÁL ES LA CAUSA?
por Francisco-Manuel Nácher (1997)

Si la publicidad tiene como fin exclusivo el crearnos la necesidad del consumo.
Si el alcohol y el tabaco está demostrado que causan verdaderos
estragos en la sociedad.
Si se supone que los políticos son, por lo menos, inteligentes y saben pensar.
Si todos ellos aseguran que sólo pretenden el bienestar de la mayor
parte de los ciudadanos posible.
¿Cómo es que no prohiben instantánea y terminantemente la
publicidad del tabaco y el alcohol?
¿Cómo se explica que se sancione gravemente a los deportistas que
se drogan y, al mismo tiempo, todos los acontecimientos deportivos estén patrocinados y sirvan de escenario para, precisamente, anunciar el tabaco y el alcohol?
¿Y cómo se explica que se sancione a los automovilistas el exceso de velocidad y se permita la publicidad y la construcción y venta de vehículos que alcanzan velocidades de vértigo, destinadas inevitablemente a ser sancionadas?
¿Nos interesan esos políticos?

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CONSEJOS AL QUE EMPIEZA A TRABAJAR



CONSEJOS AL QUE EMPIEZA A TRABAJAR
por Francisco-Manuel Nácher

1.- Entra en tu trabajo con sencillez y humildad, sin pretender saber las cosas.

2.- Sonríe a todos.

3.- Llega siempre, en todo, al fondo del asunto o del problema. Hasta que entiendas todo el proceso y todo el meollo y el cómo y el por qué.

4.- Ayuda siempre a todos, incluso a los que no te lo pidan.

5.- No te enfades con nadie nunca. Nadie es perfecto y, por tanto, es ilógico enfadarse porque los demás no lo son.

6.- Toma tu trabajo como lo más importante. Es tu propia aventura, tu propia vida. Por tanto, desarróllalo lo mejor que te sea posible.

7.- Aprende todo lo que puedas de todos los demás. Cuanto más
sabes, más vales.

8.- Trata, hasta que lo consigas, de convertirte en el mejor en algo
importante o necesario. Si te haces imprescindible, triunfarás.

9.- No desprecies ni a tus jefes ni a tus subordinados ni a tus
compañeros. Son hombres como tú y, en algún aspecto, seguro que te aventajan, aunque en otros los aventajes tú.

10.- Trata de adquirir, a toda costa:

- Sentido de responsabilidad.

- Honestidad.

- Espíritu de lucha.

- Capacidad para estar informado de lo que pasa a tu alrededor
y, en general, en el mundo en que trabajas.

- Estudio de los asuntos desde todos los ángulos, aún los más
descabellados.

- Empeño en resolver todos los problemas que se presenten,
pues todos tienen una solución, que es la mejor.

11.- Si te captas la confianza de tus jefes, ganarás y aprenderás a su
lado.

12.- No te canses de tu trabajo. Hazlo bien, perfecto, y entonces
podrás pedir un cambio.

13.- Fuera de las horas de trabajo, si hace falta tu ayuda y puedes,
préstala.

14.- En tu tiempo libre, lee, lee y lee. Si lees valdrás mil veces más
que si no lees. El hombre que lee, está salvado social, cultural y
laboralmente. Y selecciona tus lecturas. Exígete cada vez más.

15.- Lleva una alimentación sana y, sobre todo, equilibrada:
Proteínas, hidratos de carbono, grasas, vitaminas y minerales básicos diariamente.

16.- Toma, si puedes, cada mañana el batido de leche con germen de trigo, levadura de cerveza, azúcar de caña, polen y miel. Así empezarás tu jornada con lo básico y necesario.

17.- No caigas en el tabaco ni en el alcohol ni, mucho menos, en las
drogas; no hacen ningún bien, hijo, ni a la salud ni al bolsillo. Y, en
cambio, hacen mucho daño a ambos.

18.- Si, además de tu trabajo, puedes hacer algo con él relacionado,
con lo que puedas aprender más, no dudes en hacerlo, aunque te cueste algún esfuerzo.

19.- Procura buscar amigos que sepan más que tú y de los que puedas aprender. No te juntes con los sin futuro o sin ganas de trabajar. Nunca te harán ningún bien. Ayúdalos, siempre que puedas y siempre que te necesiten, pero no intimes con ellos ni los frecuentes.

20.- Todo el tiempo que se pasa en un bar es un tiempo, no sólo
perdido, sino negativo.

21.- Haz deporte, el que sea: Footing, tenis, natación, gimnasia, pingpong, etc. Te hará mucho más bien que cualquier otro modo de utilizar tu tiempo libre.

22.- Escucha música sinfónica de vez en cuando, aunque sería
preferible que lo hicieses todos los días. Te hará bien. Y huye de la música rock, pop y similares. Es nefasta para la estabilidad, la elevación y el equilibrio.

23.- Nunca hagas algo sólo porque otro u otros los hagan. Ten
siempre tu propia opinión y atente a ella.

24.- No vivas reaccionando simplemente a lo que ocurre en tu
entorno. Que las causas de tus pensamientos, de tus palabras y de tus obras sean internas; que sepas por qué y para qué piensas, dices o haces lo que piensas, dices o haces, y que, además, sepas que es bueno.

25.- Ten en cuenta que tu pensamiento es creador, es decir, que si
piensas algo y lo deseas insistentemente, se realizará; por eso, procura desterrar siempre los pensamientos negativos y sustituirlos por sus opuestos.

26.- Todas las cosas tienen su lado bueno. Búscalo.

27.- Fíjate metas en la vida. Pero metas accesibles. A medida que las vayas alcanzando, desarrollarás confianza en ti mismo y podrás fijarte otras más ambiciosas. De todos modos, allá, en el fondo de tu corazón, ten siempre al alcance de tu pensamiento, la ilusión de una vida plena, positiva y feliz; y enfoca todas las metas como escalones que te lleven a ella.

28.- Tú sabes que, aunque estemos lejos, nuestras almas y nuestros
pensamientos estarán en contacto. Por tanto, no te sientas nunca solo ni abandonado. Tu madre y yo estaremos siempre contigo. Somos tus padres.

29.- Reza todos los días. Acostúmbrate a ello. Rézale a tu Dios
interno. Pero no para pedirle cosas para ti, sino para asegurarte de que está allí dentro, de que está siempre contigo, de que te acompaña y te escucha y te inspira siempre.

30.- Prepárate en todo momento para tu futuro. El futuro llega
siempre. Y llegará un día en que formarás una familia y serás responsable de ella. Prepárate, pues, ahora, conscientemente, para entonces y no confíes en improvisar y acertar, porque eso no funciona.

31.- No te consideres nunca inferior a nadie. Tú tienes a Dios
contigo, tú eres Dios y, por tanto, no te sientas nunca humillado ni menos importante. Si está Dios contigo, ¿qué te puede faltar?

32.- Cuando tengas un momento bajo, recurre a tu Dios interno;
aprieta los dientes, arremángate y lucha. Nadie es superior a ti, si tienes confianza en el éxito y luchas por él. Siempre que tus fines sean constructivos.

33.- Viste siempre lo mejor que puedas. Observa que los que visten
bien, siempre producen mejor impresión que los desaliñados. Por tanto, para ser bien acogido, viste siempre bien. No hablo de marcas comerciales, que no son necesarias, sino de ir limpio, presentable, agradable a la vista, afeitado, peinado... en una palabra: Bien.

34.- No te dejes llevar nunca por la víscera, por el mal genio, por el
orgullo. Luego te arrepentirías y sería más violento aún. Si te dejas llevar por las emociones, dirás y harás cosas que de verdad no querías decir ni hacer y, como al mismo tiempo las piensas y el pensamiento es creador, no te imaginas el mal que puedes hacer a los demás y, fundamentalmente, a ti mismo.

35.- Es mejor siempre callar y respirar hondo, que explotar. Tenlo
presente y evitarás muchas situaciones desagradables.

36.- Dedica un rato cada día a meditar. Relájate y piensa. No dejes
nunca que la mente piense por ti o piense sola; que piense lo que tú
quieras. La mente es como un caballo salvaje y, si la dejas suelta, pensará y pensará, sin ningún fin determinado y sin ninguna utilidad; en cambio, si la sujetas y la usas para que piense sobre el asunto que tú quieras meditar y sólo ése, sin salirse de él, llegarás a dominarla; y la mente es un instrumento maravilloso y potentísimo cuando se la domina. Medita, pues, para pensar sobre los problemas que se te presenten, sobre ti, sobre tu Dios interno, sobre la vida, etc. Pero siempre dirigiendo y controlando tú a la mente, y no al revés.

Tras todo esto, quiero desearte lo mejor. Tu madre y yo viviremos
cada día de tu experiencia como si fuera nuestra. Te queremos, no lo olvides.

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CARTA A MI HIJO



CARTA A MI HIJO
por Francisco-Manuel Nácher

Querido hijo:
Has llegado a una edad en la que tienes que ir aprendiendo a utilizar
la mente, a adquirir discernimiento, a no perderte en la maraña que la vida pone ante tus ojos.
Como yo también pasé por eso y he caminado ya bastante y hasta he llegado a abrir una pequeña trocha en la selva de la vida, por donde puedo discurrir con relativa tranquilidad, creo mi deber (a la vez que, como parte de mi ser que eres, no puedo por menos de desearte lo mejor), darte algunos consejos que, a modo de brújula, te puedan servir para orientarte en tu safari vital y conducirte a los puntos que te hayas prefijado en tu programa de viaje a lo largo de esta existencia.
Comienza esta lectura con la idea de que Dios existe y de que tú
formas parte de Él, como la formo yo y tu madre y tu hermana y todos los seres de este mundo y aún de todos los mundos.
Piensa, consecuentemente que, si este mundo es parte de Dios, no
puede ser malo, ni feo, ni negativo y que, por tanto, si alguna vez lo
percibes así, el defecto no estará en él sino en ti: El mundo es hermoso, la vida es maravillosa, el amor es la savia de la vida de Dios, la sangre que lo hace funcionar todo adecuadamente, que todo lo comprende, que todo lo disculpa, que todo lo purifica, que todo lo supera, que todo lo hace bueno.
Adopta, pues, al amor como hilo conductor de tu vida, como origen de tu actividad y como fin de la misma. Hecho esto:
- Si te parece que en el mundo no hay más ley que la de la propia
ambición, sabe que la ambición es necesaria, pero tiene sus límites y éstos se encuentran donde empiezan los derechos de los demás.
- Si parece no haber más metas que el éxito, el dinero y el poder, sabe que el éxito es efímero y se cobra un altísimo precio; que el dinero es una magnífica energía si se emplea bien y un instrumento peligrosísimo si se usa indebidamente; y que el poder es sólo una oportunidad que se nos da para ejercerlo promoviendo el progreso, la fraternidad, la responsabilidad y la ilusión.
- Si parece que el amor, el verdadero amor, ha degenerado y no se
eleva por encima del sexo, recuerda que el amor es el fundamento del universo, es la fuerza que hace posible la vida, es la vida misma; mientras que el sexo es sólo una función fisiológica encaminada a asegurar la supervivencia de las especies, razón por la cual su ejercicio va acompañado de placer. Sabe también que, entre los hombres, el sexo debe ir acompañado del amor y no sólo del deseo porque si no, se queda a nivel exclusivamente animal y es degradante.
- Si parece que la amistad, la verdadera amistad, no se encuentra ya, sabe que la amistad es hija del amor y, como él, imperecedera,
inconsumible, sublime cuando es verdadera y que, aunque algunos no lo crean así, sigue existiendo.
- Si parece que la familia es un lazo debilísimo, puramente genético,
sabe que la familia es un conjunto de seres, unos de los cuales ofrecen sus genes y sus cuerpos y la mayor parte de sus energías a lo largo de todas sus vidas, a otros que, a su vez, se aprovechan de ello y se desarrollan hasta la madurez. Y que ese sacrificio sólo se puede hacer por amor, porque el amor es también la base de la familia.
- Si parece que los abuelos estorban y hay que alejarlos, sabe que
esos abuelos dieron su juventud y todas sus energías, y renunciaron a muchos sueños y aspiraciones y proyectos, sólo por amor a sus hijos, y éstos les deben una gratitud y un amor que sólo llegarán a comprender cuando ellos, a su vez, sean padres. Y sabe que los abuelos son los eslabones entre generaciones, son la memoria de la familia, los que han de enlazar el pasado de la misma con su futuro, relacionando así su propia generación y las anteriores con la de sus nietos y que, si los abuelos faltan del hogar, los nietos se quedan sin raíces, sin historia, sin anécdotas, sin antepasados, víctimas de una gravísima amnesia sociológica.
- Si parece que el egoísmo domina a todos los hombres en todas sus
actuaciones, sentimientos y deseos, sabe que el egoísmo es antinatural y tiende a destruir, a monopolizar, a excluir, y que acaba destruyendo al egoísta, haciéndolo desgraciado, solitario, triste, frustrado e insatisfecho de sí mismo.
- Si la vida sana parece haber perdido la batalla frente al tabaco, el
alcohol, la droga, el exceso en la comida y la adulteración de los alimentos, sabe que las leyes naturales son inamovibles y que, inexorablemente, se cobrarán en falta de salud, en cánceres, en incapacidades, en dolor, en privaciones y en muertes prematuras las transgresiones que aquellas conductas suponen.
- Si todo el mundo parece conocer y exigir sus derechos pero casi
nadie recuerda sus obligaciones, sabe que todo derecho entraña una
obligación correlativa y que el vivir en sociedad debe ser un constante equilibrio entre unos y otras.
- Si el hábito de fijarse en y resaltar sólo lo imperfecto, lo erróneo, lo desagradable, lo incompleto; si el ejercer permanentemente la crítica negativa y con verdadera fruición, parece ser la labor cotidiana de quienes se dirigen a los demás, sabe que lo negativo lo es sólo por comparación con lo positivo y que todos quienes así actúan conocen, por definición, la existencia de lo hermoso, lo armónico, lo acabado, lo completo, lo positivo. Tú esfuérzate por ver sólo esto último que, aunque no lo parezca, abunda más que lo primero.
- Si, al parecer, ya no hay Dios, ni vale la pena rezar, ni creer en algo, ni hay que agradecer nada, sabe que, como te he dicho, Dios existe y nos abarca a todos y, queramos no reconocerlo, somos parte de Él y en Él vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser.
- Si está generalmente aceptada la práctica de la calumnia, la injuria, la difamación, la envidia, el odio, la infidelidad, sabe que, quien así actúa está aún aprendiendo a convivir con sus semejantes y que, día llegará en que, purgadas las consecuencias de su actuación y desarrolladas las virtudes opuestas a esos errores, comprenderá cuán tristes e inútiles fueron sus esfuerzos.
- Si todos responden a la ofensa con la ofensa, al odio con el odio y a la violencia con la violencia, sabe que es mucho mejor no hacerlo así y que cada día se nos ofrecen oportunidades sin cuento de devolver bien por mal y enseñar a los demás una manera de vivir más hermosa y más ajustada a las leyes naturales.
-Si la máxima justificación parece ser el decir: "¿Qué puedo hacer si
soy así?", sabe que cada uno es fruto de su voluntad y de su imaginación y que, si te fijas metas hermosas y aplicas luego tu decidida voluntad, las alcanzarás, y tú mismo te sorprenderás del cambio que en ti se habrá realizado.
- Si los hombres parecen preocuparse más de aparentar que de otra
cosa, sabe que lo verdaderamente importante es "ser tú" y que si tú eres bueno e intentas permanentemente mejorar, no necesitarás aparentar nada, sino que tu propia bondad superará, con mucho, todas las inútiles apariencias.
- Si parece que el verbo "estar" y, sobre todo, el verbo "tener"
prevalecen sobre el verbo "ser", sabe que el verdaderamente importante es éste último; que lo que interesa es cómo seas, pues el lugar que ocupes puede variar y lo que tengas lo podrás perder, pero lo que seas formará parte de ti, será tu tesoro. Un tesoro del que nadie te podrá privar. Usa, pues, hijo mío, tu discernimiento. Acostúmbrate a ver más allá de los acontecimientos, de las modas, de las costumbres, de las actitudes, de las representaciones, y mira al fondo de las cosas.
- Si alguna vez te sorprendes justificando tu conducta o tus
pensamientos o deseos con la frase "todos lo hacen", comienza a alarmarte:

Los líderes lo fueron porque nunca hicieron lo que hacía la masa y, si bien ésta, al principio, pudo escarnecerlos, despreciarlos, ridiculizarlos, perseguirlos y hasta matarlos, terminó adoptando sus ideas, imitando sus costumbres y admirando sus vidas. Tiende en todo momento, pues, a ser un líder, seguro de tus propias ideas y a manifestarte como eres o, mejor aún, como deseas ser, siempre que ese ideal sea bello, bueno y, por tanto, positivo, y no te preocupes de las críticas, las burlas, los desprecios...ni las lisonjas.
- Cada día, cuando te despiertes, agradece la nueva oportunidad que se te da, piensa que ese día es el primero de lo que te queda de vida y...vive. Vive queriendo a la vida, queriendo a tus semejantes, a las plantas, a los animales, al sol, a las estrellas, a la lluvia, al viento, al mar... porque, aunque no te des cuenta, con ello estarás amando a Dios y Él te responderá con un derramamiento de paz que te hará ser feliz y comprender más el amor, y te sentirás más bueno, más completo, más realizado, más preparado, más capaz, más enérgico para acometer la labor que en tu existencia tienes decidida. Es cuanto te desea, de corazón, tu padre.

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CAMINAR EN LA LUZ


CAMINAR EN LA LUZ
por Francisco-Manuel Nácher

Aunque no nos percatemos de ello, la mayor parte de la
Humanidad estamos centrados en el plexo solar, en la boca del
estómago. Me explico: Todas las órdenes y decisiones, sensaciones y emociones de nuestra vida consciente se centralizan en el epigastrio. A poco que nos relajemos y nos concentremos, nos daremos cuenta de ello.
Es como un cosquilleo, como un murmullo vital permanente que se
exacerba cuando nos emocionamos, nos irritamos o reaccionamos
visceralmente, que es lo que solemos hacer, ya que se trata de nuestro modo normal de vivir y actuar.
Pero, para nosotros, estudiantes de lo oculto, eso ha de ser un punto
de partida para dar, lo antes posible, el siguiente paso evolutivo.
Todos estamos de acuerdo en que el principal problema lo tenemos
en el cuerpo de deseos, centrado en el plexo solar. Y también lo estamos en que la clave está en la mente, centrada en la cabeza, que ha de tomar el papel de aquél, racionalizando nuestra vida.
Pero, incluso racionalizando nuestra vida, recurriendo a la mente
concreta cada vez, dejamos al plexo solar como rector de nuestras vidas, pues la mente concreta es separatista, exclusivista, egoísta. Es un vehículo y adolece de los defectos de la materia que forma los vehículos.
¿Qué hacer, entonces?
En primer lugar, tratar de elevar nuestro techo espiritual.
¿Y cómo se logra?
Es cuestión sólo de voluntad, de deseo ferviente y de constancia.
Cada vez que nos concentramos, que meditamos, que oramos o que nos acordamos, a lo largo de del día, hemos de elevarnos espiritualmente lo más alto posible.
El mejor sistema, por lo menos al principio, es rezar el
Padrenuestro. Rezado conscientemente, es decir, sabiendo las relaciones que cada frase establece y visualizándolas y tratando de sentirlas cada vez que se pronuncian, mental o físicamente, llegaremos a “percibir” esos movimientos de energía que invocan a lo alto desde cada uno de nuestros principios (de todo nuestro ser a la Divinidad, del Espíritu Humano al Espíritu Santo, del Espíritu de Vida a Cristo y del Espíritu Divino al Padre) y que descienden, desde la propia Trinidad, a cada uno de nuestros vehículos (del Padre al cuerpo físico, de Cristo al cuerpo vital, del Espíritu Santo al cuerpo de deseos y de la Trinidad toda, al cuerpo mental), llenándolos de vida y de energía espiritual.
Practicándolo asiduamente se llega a adquirir cierta sensibilidad a
esas corrientes de adoración y de respuesta.
Una vez adquirida esa sensibilidad, se puede ya producir la
elevación y percibir la respuesta a voluntad.
Cuando esto se ha logrado, hemos de percatarnos del nivel del que
partimos al elevarnos y ser muy conscientes de él. Y del nivel a que
lleguemos. Y visualizarlo también, como si intentásemos salir de un
pozo y cada esfuerzo para conseguirlo partiese de un punto y llegase a otro. Y hemos de intentar, cada vez, llegar más arriba.
Es una lucha titánica, porque es algo a lo que ni la voluntad ni la
mente están acostumbradas. Pero hay que hacerlo. Como dice Max
Heindel, ¡no hay que dejar de intentarlo!
Con esa práctica, se llega a “percibir”, a “ver” con los ojos internos
de la imaginación, el techo que cada vez alcanzamos. Y nuestra meta, en cada intento, ha de ser sobrepasarlo, aunque sea sólo en unos milímetros.
Al hacerlo así, la respuesta de arriba es cada vez más perceptible y
confortadora. Es como si, desde fuera del pozo, se nos tendiese una
mano amorosa para ayudarnos a subir.
Pasado algún tiempo, percibiremos una leve luz en lo alto, al final
del pozo. Desde entonces, nuestra meta ha de ser alcanzarla, llegar a ella.
Pero no se trata sólo de subir hasta la luz, que hay que hacerlo, sino
de atraer, de arrastrar diría yo, esa luz hacia abajo.
Ese esfuerzo terminará cuando hayamos situado la luz en el centro
de nuestra cabeza. Entonces se percibe como lo que es: como una luz.
Una especie de globo blanco, de un blanco indescriptiblemente
luminoso, mayor que la cabeza, sobresaliendo de ella, perfectamente
“visible” para uno mismo, no se sabe por qué sentidos, dormidos o
despiertos, con los ojos cerrados o abiertos, pero inefablemente real.
Esa luz hace posible al, no sólo servir de referencia, sino producir
cierta acomodación y succión hacia ella, el situar nuestra conciencia en ese punto entre las cejas que Max Heindel asegura ser el refugio, el agarre, la sede del espíritu.
Pasados unos días, se deja de ver la luz, bien de modo natural o por
haberse uno habituado a percibirla. Pero, aunque con permanentes fugas y descensos de la conciencia hasta el plexo solar, nos vamos
familiarizando con el esfuerzo consciente de voluntad de centrarla en la frente.
Esa elevación, apenas se logra, aunque sea momentánea, produce
varios efectos inconfundibles:

1º.- Al haber pasado la mente superior o Espíritu Humano a regir
nuestra vida, la sensación o cosquilleo del plexo solar, que caracterizaba su mando, desaparece y se siente allí una gran paz.

2.- Al estar centrada nuestra conciencia en la mente abstracta,
pierden todo interés los estímulos basados en el plexo solar y en la
mente inferior, separatista y discriminadora, y se disipan las emociones, sentimientos y pensamientos negativos y egoístas, al tiempo que los positivos se perciben, pero limpios y sublimados.

3.- Se tiene la sensación de una gran paz en la parte delantera de la
cabeza, como un vacío o silencio desconocido, al que no tarda uno en habituarse y que resulta altamente tranquilizador. Y se tiene la impresión de verlo todo, incluso el mundo físico, desde más arriba que antes, como si se hubiese crecido, cosa que realmente se ha hecho, si bien espiritualmente.

Claro que el mantenimiento de la conciencia en ese punto es difícil.
Son millones de años, desde la Época Atlante, que tenemos centrada la conciencia en el plexo solar, de modo que, en cuanto dejamos de concentrar la atención con ese objeto, automáticamente desciende y se sitúa en su sitio de “siempre”, lo cual no es del todo cierto porque, durante nuestro estadio animal, teníamos situada la conciencia en la cápsulas suprarrenales.
Pero el camino ya ha sido, no sólo trazado, sino recorrido. Y ya se
ha percibido la luz. Y resulta ya inevitable el esforzarse cada vez más eficientemente para centrar la conciencia en su nuevo hogar y percibir de nuevo la luz y vivir en la luz y caminar en la luz.
A esas alturas, ya uno puede intentar, no sólo aceptar
intelectualmente que es una entidad espiritual encarnada, sino que, a través de su mente, está en contacto constante con la Mente Universal.

Y se hace comprensible la afirmación de San Juan que repetimos
en nuestro Servicio del Templo: “Si caminamos en la Luz, como Él, que está en la Luz, tendremos comunión unos con otros”.
No hemos de olvidar, sin embargo, que entre el plexo solar y la
cabeza está el corazón. Y, en esa ascensión lenta, laboriosa y elevadora hacia arriba, habremos de hacer una etapa en nuestro corazón y dejar allí una amarre para siempre. De modo que, aunque el ascenso hacia la cabeza continúe, ya nunca se pierda contacto con el corazón, que es quien hace posible que nuestros pensamientos, palabras y obras posean el necesario porcentaje de amor altruista y desinteresado. Sólo esa ligazón en el corazón nos permitirá llegar a la meta que nos anunciaba Max Heindel siempre que tenía ocasión: “pensar con el corazón y amar con la mente. Es decir, pensar con amor y amar con inteligencia.
Ni que decir tiene que todo este proceso puede llevar meses, años y
aún vidas. Pero hemos de intentarlo. Es algo por lo que todos hemos de pasar. Y ello dependerá, a partir de hoy, sólo de nuestro nivel evolutivo y de nuestro propio esfuerzo.

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