EL ARTE Y SUS INTERPRETACIONES
por Francisco-Manuel Nácher
Desde el siglo de Pericles, el arte se ha inspirado en el arte griego. No obstante, el arte griego fue uno de los caminos, uno de los muchos modos posibles de interpretar la naturaleza y sus fuerzas internas, y de plasmarlas.
Antes de la Grecia Clásica, sin embargo, hubo otros sistemas, otras
visiones, otras percepciones y consiguientes plasmaciones de la realidad, caminos que quedaron prácticamente “prehistorizados”, olvidados, preteridos, despreciados, y que murieron como consecuencia de su abandono.
Pero estaban ahí, habían nacido legítimamente y eran un patrimonio
de la Humanidad, en cuanto suponían otra manera de ver las cosas, cuando el hombre no empleaba preponderantemente la razón para interpretar la naturaleza y sus fenómenos.
Por supuesto, los restos arquitectónicos y las obras de los primitivos
actuales son muestras de esas visiones, de esas percepciones, de esas manifestaciones, distintas de la griega. Pero todas ellas tenían, y tienen, un elemento común: La visión sacralizada del Cosmos y de todo lo que contiene. Tan legítima, no sólo como sensación, como percepción, como concepto, sino como sistema de manifestación, como arte.
Los movimientos cubistas, futuristas, surrealistas, etc., en el fondo,
no han sido sino búsquedas de percepción y de expresión por caminos distintos del seguido por el arte desde Pericles hasta nuestros días. Lo que ocurre es que, como estamos habituados a lo griego, todo otro camino, toda otra interpretación nos parece extraña, inaccesible, y exige un esfuerzo de comprensión.
Y ahí está la clave: No hay que esforzarse desde lo conocido, desde
lo habitual, y comparar y sacar conclusiones. No. Hay que recurrir a lo desconocido o, mejor, a lo olvidado por falta de uso, a lo almacenado en nuestro subconsciente desde hace miles de años; sobre todo, a la visión mágica de la naturaleza, la personalización de sus fuerzas, la sacralización de sus fenómenos. Sólo así se debe contemplar y estudiar, y se puede comprender y admirar, el arte de un Chagall, de un Picasso o de un Miró.
Y, quien no sea capaz de sacar de su almacén interior de antigüedades esacapacidad de visión asombrada y respetuosa de la naturaleza, se verá obligado, como hacen los más, a alabar ese arte que no entienden o a decir honestamente que no lo comprenden, que son los más valientes.
Hay una pregunta importantísima que subyace a todo lo dicho:
¿Cómo sería hoy el mundo si el siglo de Pericles no hubiera existido? Y aún hay otra, más profunda, más importante, que la subyace también:
¿Cómo sería el mundo sin el uso de la razón, pero con imaginación y percepciones sensoriales y suprasensoriales?
La Historia es una gran maestra, pero resulta inútil si no se la
comprende. Y sólo se la puede comprender poniéndose en el lugar de sus protagonistas. Y ello requiere esfuerzo de investigación, de información, de reflexión, de asimilación y de imaginación. Y una gran honestidad. De otro modo, es sólo una inútil sucesión de acontecimientos incomprensibles.
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