lunes, 30 de mayo de 2016

Sembrar buena semilla


SEMBRAR BUENA SEMILLA 
por Francisco-Manuel Nácher 

      Lo mismo que cada semilla incluye en su ser al futuro árbol, toda acción incluye en su núcleo su futura consecuencia. Así que una acción no es sino la semilla de un resultado. Según desees, pues, las consecuencias, deberás escoger las acciones. Eso es el discernimiento.             Pero, sigamos razonando, aunque al revés, hacia atrás: La causa a que hemos aludido no deja de ser, a su vez, una consecuencia de otra causa anterior. Y ésta de otra… y así hasta llegar a una primera causa, la causa única, Dios, el Ser Supremo. Eso es irrefutable. 
       Llegados aquí surge, lógicamente, la pregunta: ¿Entonces es Dios el responsable de todo lo que sucede? Por supuesto. Por eso ha organizado y previsto Su obra como ha creído más conveniente. Y, entre Sus decisiones, está la de hacernos seres creadores como El, libres como Él y capaces de comprender los mecanismos de la naturaleza, único modo de poder llegar a crear. Y, precisamente porque ha basado Su obra, entre otras, en la Ley de Causa y Efecto, ha establecido los mecanismos para que, sin dejar de ser libres, recojamos los resultados de nuestras acciones, vayamos aprendiendo de nuestros errores y de nuestros aciertos y, al fin, lleguemos al gran resultado de la Gran Causa: La consecución de la perfección. 
      Es un proceso perfecto, asombrosamente calculado, maravillosamente equilibrado, en el que nada se pierde, ni se extravía, ni se malogra, sino que todo acaba actuando para terminar confluyendo en el fin último. Por eso se dice que todo actúa siempre para el bien. 

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