El Decálogo, por dentro

  

 EL DECÁLOGO, POR DENTRO
 por Francisco-Manuel Nácher 

     - Esta ya no es una época de mandamientos, de decálogos para regular nuestra conducta. La Humanidad ha superado ese estadio en que había que decirle lo que podía y no podía hacer y conducirla con mano dura.
      - Yo no estaría tan seguro. 
      - ¿Por qué? 
      - Porque tú partes de una concepción equivocada de los Mandamientos de Jehová. 
      - ¿Equivocada en qué sentido?
      - Yo diría que en todos. 
      - ¡Hombre!. ¿En todos? ¿Podrías demostrármelo? 
   - Demostrarlo no podré. Lo que sí que puedo hacer es razonar contigo para que tú comprendas que hay otra interpretación más lógica de los mandamientos y de su finalidad. 
      - De acuerdo, me es igual. Te escucho.
     - Bien. En primer lugar has de tener en cuenta que los Mandamientos fueron dados a los que estaban siendo seleccionados para constituir la raza-raíz de la posterior raza aria, que comprende todos los actuales blancos. 
       - ¿Y por qué precisamente a los blancos actuales?
    - Porque eran los egos más avanzados en la oleada de vida humana. Verás. La raza anterior a la aria, según las crónicas ocultistas de hace muchísimos milenios, fue la raza atlante - que comprendió también muchas subrazas - y que, cuando dio de sí todo lo que podía dar, obligó a los gobernantes de la evolución humana - personalizados o dirigidos por Jehová - a seleccionar entre todos los más avanzados y crear con ellos una raza-raíz para la siguiente gran raza que, como te he dicho es la llamada aria y que, por cierto, nada tiene que ver con la acepción racista de los nazis. 
    - ¿Y qué pasó? 
    - Pues pasó que, para educir de una raza otra más avanzada es preciso darle unas normas y exigir que las cumpla para que sus miembros vayan desarrollando ciertas facultades que poseían sólo rudimentariamente y que serán las características distintivas de la nueva raza-raíz y sus subrazas. En el Éxodo se relata la historia de aquellos momentos. Por ello a los hijos de Israel de la Biblia, que eran, en realidad, los llamados "semitas originales", se les prohibía contraer matrimonio con las hijas de otros pueblos, con el fin de realizar en su seno una selección de características definidas. 
     -¿Y qué características había que desarrollar?
   - Varias. Entre ellas la voluntad. Por eso se estableció el sacrificio, es decir, la entrega voluntaria a Dios, la pérdida de lo que el hombre más estimase: Sus bienes, una parte de sus ingresos, los primogénitos de su descendencia y de la de sus ganados, etc. Todo eso, para un pueblo muy materializado exigía un gran esfuerzo de voluntad. Pero, como si no cumplían, ahí estaba Jehová para castigarlos, no tenían más remedio que obedecer y así, mediante la repetición de ese esfuerzo, contrario a sus propios intereses, desarrollaron la voluntad que, en estadios posteriores de la evolución - ahora, por ejemplo - sería muy útil.
    - De acuerdo. ¿Y qué tiene eso que ver con el Decálogo?
   - Mucho. Piensa que Jehová, aunque pensamos que se comportaba como un Dios cruel e injusto, obraba movido por un inmenso amor a sus criaturas y en todo momento pretendía lo mejor para ellas, aunque su visión momentánea no les permitiese comprenderlo así. En esa tesitura, Jehová promulgó Su Decálogo que no era más que una serie de consejos para que su raza elegida pudiese avanzar más deprisa.
     - No comprendo. Explícate.
   - Lo haré por partes. El plan de Dios en cuanto a la evolución del hombre se refiere, pretende que éste se convierta en un dios creador al final de su recorrido. Bien, para ello ha de adquirir una serie de facultades - en ello estamos - además de las ya adquiridas anteriormente. 
    - ¿Y por qué hay que adquirirlas? 
    - La oleada de vida humana, como todas las oleadas de vida, está constituida por una serie de chispas emanadas de y en Dios, que nacen sin consciencia de sí mismas, sin saber que existen y que son seres distintos de los demás, y teniendo, en potencia, todas las posibilidades de un dios creador. Pero, para obtener la autoconsciencia y desarrollar esas facultades divinas, necesitan varios vehículos que han de evolucionar en los distintos planos de existencia, o sean, el físico, el astral, emocional o de deseos y el mental. 
     - Comprendo.
    - El cuerpo físico es el más antiguo y, por tanto, el más perfecto, que posee el hombre, es decir, el espíritu o Ego en evolución. Por eso, cuando los cuerpos pertenecientes a una raza empiezan a no poder dar ya más de sí, cuando los espíritus que los usan ya no pueden aprender nada nuevo usándolos, se impone seleccionar a los más avanzados y, con ellos, formar la simiente de una nueva raza-raíz que dé lugar a cuerpos más aptos, más perfectos desde el punto de vista de la evolución. 
       - Ahora lo veo claro. Entonces Jehová intentaba eso, ¿no?
      - Si, claro. Te he dicho que la raza anterior a la Aria fue la Atlante, con siete subrazas, y aún hubo otra antes en la Época Lemúrica; cada una de ellas mejorando la anterior y adicionando facultades o capacidades. 
     - ¿Y cuál fue la nueva adquisición de la futura raza Aria? 
   - La mente. Esta facultad, más bien instrumento o vehículo del Ego, le fue entregado al hombre en la Época Atlante, pero sólo a los que en la evolución habían llegado al punto en que pudiesen recibirla. Y los más avanzados de esos son los que se reunieron para formar la raza-raíz de la futura raza aria, los semitas originales. ¿Lo comprendes? 
    - Sí. ¿Y qué pasó con la mente?
    - Con la mente no pasó nada. Nuestra humanidad actual está tratando de desarrollarla y de que se convierta en el instrumento más importante, predominando y controlando la emotividad, los sentimientos, lo que hoy llamamos la visceralidad. Como sabes, aún estamos bastante lejos de conseguir que la gente piense antes de recurrir a las manos. Por otra parte, la mente es el instrumento que utilizamos para crear. 
     -¿Para crear? 
  - Sí, claro. Nosotros, aunque no nos demos cuenta, somos creadores, estamos continuamente creando, primero con la mente y luego realizando en el mundo físico lo que con ella hemos creado. ¿Tú no te has dado cuenta de que te es imposible hacer algo si no lo piensas antes? 
    - Ahora que lo dices, pues sí. Es cierto. 
    - Pero también es cierto que la mayor parte de nuestras creaciones, por no decir todas, son erróneas e incompletas y necesitan de reformas, rectificaciones o repeticiones. Lo que se pretende de nosotros es que desarrollemos la mente hasta tal punto que seamos capaces de crear, de primera intención, cosas perfectas, sin necesidad de rectificaciones y sin tener que cargar luego con las consecuencias de nuestros errores. 
     - Comprendo perfectamente.
    - Como el propósito de Jehová era aconsejar a sus criaturas, les entregó el Decálogo, que no era más que un compendio de verdades que podían acelerar su evolución.
        - ¿Verdades? 
      - Sí. Se trata de consejos para orientar al hombre y que no se enfrente a las leyes naturales.        - ¿Y cómo funciona eso? 
      - Verás. El universo entero, pero nosotros nos ceñiremos a nuestro mundo, está regido por una serie de movimientos o corrientes de energía o de voluntad superior, que siempre actúan en el mismo sentido, y que nosotros llamamos "leyes naturales". 
      - ¿Me puedes poner un ejemplo? 
    - Claro. Por ejemplo, la ley de la gravedad. O la de la resistencia eléctrica, o la de la refracción de la luz o la de la transmisión del sonido o la de la palanca, etc. etc. 
      - ¿Eso son leyes naturales? 
      - Claro. Y la misión del hombre es ir descubriéndolas, asimilándolas y aplicándolas para su propia evolución. Si no se hubiera descubierto toda la serie de leyes naturales que hoy conocemos, nuestra civilización no hubiera alcanzado el nivel que tiene. Ten en cuenta que todos los fenómenos de la naturaleza, todos sin excepción, obedecen a alguna o algunas leyes naturales. Y que si esas leyes no se cumplen, los fenómenos correspondientes no se producen. 
     - Eso no lo entiendo bien.
    - Pues está muy claro. Por ejemplo: Desde tiempos antiquísimos el hombre ha aspirado a volar y no lo ha conseguido. ¿Por qué? Porque sus inventos no tenían en cuenta una serie de leyes naturales y, como consecuencia de esa ignorancia, no las cumplían y el hombre no podía volar. Y ¿cuándo ha podido volar el hombre? Pues cuando ha descubierto y obedecido las leyes que rigen la aerodinámica, la composición de fuerzas, la hélice, la combustión y expansión de líquidos y gases, etc, etc. Pero siempre que se incumple una ley natural, se produce un accidente. Sin excepción, porque las leyes naturales no admiten errores ni excepciones ni favoritismos. Por eso la humanidad continúa sus investigaciones en todos los campos, para descubrir las leyes naturales que aún desconoce y evitar fracasos, que es lo mismo que evolucionar más deprisa. Los accidentes, pues, los fracasos, son el acicate para que la humanidad se esfuerce,  aplique su mente a la naturaleza, discurra y le arranque sus secretos para dominarla.
     - Ahora lo comprendo.
   - Pues bien, en aquella época remota, Jehová quiso, mediante su Decálogo, avisar al hombre de lo que era erróneo y le conduciría al fracaso, a retrasar su evolución.
      - ¿Entonces, según tú, el Decálogo es una serie de consejos? 
      - Por supuesto. 
    - Caramba. Pues no lo parecen. Dan la impresión de verdaderos mandatos totalmente imperativos.
    - Eso depende de cómo lo tomes. Te lo voy a exponer de otra manera. Si tú quisieras aconsejar a alguien sobre el uso de la palanca, por ejemplo, podrías decirle muchas cosas y, entre ellas ésta: "No utilices una palanca sin un punto de apoyo". Y si quisieras ilustrarle sobre el vuelo, podrías decirle: "No intentes volar con más peso que impulso tengas". Y si quisieras ayudarle a mantener el equilibrio podrías aconsejar: "No saques el centro de gravedad de la base de sustentación". Y así podría ponerte miles de ejemplos. ¿Te parecerían buenos consejos? 
     - Por supuesto. 
    - Buenos si tu amigo los observaba. Porque si no, fracasaría. ¿No es así?
     - Sí, claro.
   - Porque si tu amigo se empeñaba en trabajar con una palanca sin utilizar un punto de apoyo, de nada le serviría su esfuerzo. Y si pretendía volar sin la suficiente fuerza, se estrellaría. Y si construyese torres inclinadas con el centro de gravedad fuera de la base de sustentación, se le derrumbarían, ¿no? 
     - Cierto. 
   - Pues con los mandamientos ocurre exactamente lo mismo, porque se trata de consejos para acomodar las conductas de la humanidad a las leyes naturales que rigen la evolución humana. 
   - Explícate. 
   - Para explicarlo, lo mejor es ir viendo uno por uno los mandamientos y comprenderás lo que te digo y te darás cuenta de que son magníficas ayudas para los hombres, si éstos los cumplen. Y, por otra parte, magníficas enseñanzas para comprender las causas de sus males, si no los observan. Y, en todo caso, para darse cuenta de que somos nosotros mismos los que arrojamos sobre nuestras cabezas el dolor, la enfermedad,  las desgracias, los sufrimientos, y que Dios, en todo momento, nos está queriendo ayudar sin interferir en nuestro libre albedrío, pues Su meta es que lleguemos a dioses creadores como Él y no es posible un dios creador sin libre albedrío y sin saber crear perfectamente. 
     - De acuerdo. Empecemos, pues, a estudiarlos. El primero, si no recuerdo mal dice: "No tendrás otro Dios más que a mí”. 
    - Yo preferiría empezar por otro. Luego nos será más fácil llegar a éste mandamiento. Tú sabes que los tres primeros se refieren a nuestra relación con Dios y los siete últimos a nuestras relaciones con el prójimo, ¿no? 
     - Pues no lo sabía. 
     - Bien. Por eso me gustaría, si no tienes inconveniente, empezar por el primero de los siete que se refieren a la convivencia.
     - De acuerdo, ¿por qué voy a tener inconveniente? Todo esto es interesantísimo.
     - Empecemos, pues. El cuarto mandamiento dice : "Honrarás a tu padre y a tu madre".
     - Sí. Y yo pregunto por qué y qué pasa si no lo hago. 
    - Pues verás. A todos nosotros, los constituyentes de las razas blancas, y que somos los que estamos utilizando los cuerpos más avanzados de toda la oleada de vida humana, antes de iniciar el proceso del renacimiento, se nos da la oportunidad de escoger entre tres o cuatro proyectos o posibilidades de vida, con el fin de que seamos nosotros mismos, nuestro Yo Superior que es quien evoluciona, los que decidamos qué facultades queremos desarrollar, qué trabajos queremos hacer, qué lecciones hemos de aprender, qué deudas de destino deseamos pagar, etc. 
    De modo que cada uno elegimos los padres que tendremos, el ambiente en que nuestra vida se desenvolverá, el cónyuge que nos ayudará en esa vida, el tiempo que viviremos, etc.
    - ¿Entonces todo está previsto de antemano? ¿Dónde queda, pues, el libre albedrío y, consecuentemente, la responsabilidad?
  - Tranquilo. No todo está previsto de antemano, sino las líneas principales, los acontecimientos más importantes. Lo demás queda a nuestro albedrío y es donde hemos de manifestar nuestra propia epigénesis.
     - ¿Epigénesis? ¿Y eso qué es?  
   - La epigénesis es la facultad que, como dioses creadores en formación que somos, tenemos todos los humanos, de poner en funcionamiento causas nuevas para producir sus respectivos efectos. Me explico: Si bien es cierto que toda causa produce su efecto correspondiente y no otro, y que todo efecto tiene su causa correspondiente y no otra, no todo en la naturaleza es absolutamente mecánico. Precisamente nosotros, los hombres, cuya vida es, en casi todo, simple consecuencia de causas anteriores, puede modificar los resultados previsibles poniendo en movimiento causas nuevas, que no derivan de otras anteriores, es decir, dando nacimiento a nuevas cadenas de causas y efectos. 
     - Me parece quererlo comprender, pero no lo veo demasiado claro. 
     - Te pondré un ejemplo. Si tú, desde antes de nacer, tienes fijada tu muerte en el minuto tal del día tal del año tal en tal sitio y por tal motivo, puedes alargar tu existencia si llevas una vida ajustada a las leyes naturales; en otras palabras, si cumples los mandamientos. 
    - ¿Y eso por qué? 
    - Muy sencillo. Porque lo que Dios quiere es que avancemos lo más posible ya que, al fin y al cabo formamos parte de Su plan, y Su voluntad tiende a completarlo, pero sin violentar nuestra libertad en ningún momento. Entonces, si tú te adaptas completamente a esa voluntad divina, te conviertes en un centro de irradiación de vibraciones positivas, en un ejemplo viviente, en una fuente de enseñanzas y eso sólo puede ayudar a quienes te rodean y, consecuentemente, acelerar la realización del plan divino. Por eso, en esas circunstancias, tu vida se verá prolongada. ¿No te ha chocado que, en términos generales, la gente dedicada a hacer el bien, los que, de modo altruista, se dedican a servir al prójimo, suelen tener vidas sanas y largas? ¿Y no has comprobado que los libertinos, los negativos, aunque tengan muchos bienes, no llegan a edades muy avanzadas ni viven sanos? He dicho en términos generales, pues también existe quien previó vivir muchos años con determinado propósito y los vivirá aunque su vida no haya sido exactamente lo que el Yo Superior esperaba en el momento de decidirla. Pero también hay quien lleva una vida tan sumamente negativa, quien se rodea de tal cúmulo de vibraciones destructoras que, aunque en principio tenía prevista una vida de equis años, esa vida se ve truncada antes del plazo. De todo esto no hay que extraer conclusiones individualizadas porque cada hombre es distinto y cada uno tiene su plan de evolución que va desarrollando a su manera, siempre con la asistencia de Dios o, mejor dicho, de Sus colaboradores. 
    - ¿Sus colaboradores? 
   - Claro. ¿Crees que Dios en persona se preocupa de cada uno de nosotros? Por supuesto, todos formamos parte de Él, y por eso, en Su conciencia sabe todo lo que hacemos y lo que nos ocurre, pero son los intermediarios, las oleadas de vida superiores a la humana y algunos, muy avanzados, pertenecientes a ella, los que se encargan de transmitir Sus energías, canalizar las cosas, colaborar en la labor de realización de Su plan, porque para su evolución lo necesitan hacer así, lo mismo que nosotros no podemos prescindir de los demás ni de los animales ni de las plantas y, consciente o inconscientemente, estamos influyendo en sus evoluciones de modo definitivo. 
      - Sí, lo comprendo.
     - Pues volvamos a los padres. Desde el momento en que tu Yo Superior da su conformidad para ser padre o madre de un espíritu hermano, que nacerá como hijo tuyo, estás comprometiéndote a dar mucho: Tu amor, tu libertad, tus esfuerzos, tus sacrificios, tu enseñanza.. y, si eres madre, además, tu sangre y parte de tu propia vida. ¿No es, pues, lógico y justo que ese hijo que te escogió como padre o como madre te deba respeto, gratitud y amor? ¿Cuál crees tú que debe ser la consecuencia de la falta de respeto, de gratitud y de amor hacia los padres, a tenor de la ley del karma? 
       - Lo veo clarísimo. Pero me has dicho que sólo los más avanzados, los que constituimos, en términos generales, las razas blancas, tenemos la posibilidad de escoger los padres y yo me pregunto ¿qué pasa con los otros?
        - Los otros son conducidos por la ley del karma. Renacen, como todos, porque esa es una necesidad, como el crecer o el envejecer, pero se les hace nacer en los padres que los encargados de administrar la ley del karma entienden que son los más convenientes, para que obtengan el máximo de evolución. Ten en cuenta que su Ego, su Yo Superior, al haber evolucionado menos, aún no está en condiciones de ser Él mismo el que elija, con ciertas garantías de acierto.
        - Entonces en todas las encarnaciones todos evolucionamos, ¿no? 
       - En general, sí. Pero como somos seres libres y esa libertad se nos respeta y no somos aún perfectos, cometemos muchos errores, nos dejamos llevar por los deseos egoístas, con lo cual nos alejamos de las leyes naturales y creamos nuevo karma y al final de la encarnación, muchas veces comprobamos que, en realidad, hemos retrocedido en nuestra evolución.
        - Es tristísimo, después de tanto esfuerzo, ¿no? Pero se me está ocurriendo una pregunta muy interesante.
       - ¿Cuál? - ¿Podemos retroceder, de tal modo que nos veamos obligados a renacer en una raza con cuerpos físicos menos evolucionados?
        - Rotundamente, sí. Todos los que utilizamos cuerpos de la raza blanca hemos pasado ya antes por otras razas y hemos pertenecido a la raza amarilla y a la raza negra, con sus diferentes subrazas. Pero si nuestra vida demuestra que aún no somos capaces de usar dignamente un cuerpo más perfecto con miras a nuestra propia evolución, nos veremos renaciendo en una raza que ya había sido nuestro hogar para, así, "repetir curso", dicho en términos académicos. Un caso típico de retraso lo tenemos en los antropoides que, si bien pertenecen a la oleada de vida humana, ya en la Época Lemúrica quedaron rezagados, degenerando sus cuerpos desde entonces hasta su estado actual. Y los simios más pequeños aún degeneraron luego a partir de los antropoides. Eso en cuanto a los cuerpos que utilizan pero, en cuanto a sus espíritus, a sus Egos, siguen perteneciendo a nuestra oleada de vida. -          Es trágico.
     - Por supuesto, pero hemos de aprender a usar el libre albedrío y la inteligencia para conocer y cumplir las leyes naturales. Ten en cuenta que nosotros tenemos mucha prisa y lo queremos todo enseguida, pero en la naturaleza no ocurre nada de repente ni se adquiere nada sin pagar antes su precio y que ese precio es siempre un esfuerzo. 
     Bien, pasemos ahora a estudiar el siguiente mandamiento, el quinto, que establece: "No matarás". 
     - Vamos a ver qué tiene dentro.
    - Pues tiene mucho y generalmente mal entendido. Date cuenta de que el mandamiento no distingue ni qué se mata ni cómo se mata ni por qué se mata; simplemente, prohíbe matar. Dicho esto, piensa que cada uno de nosotros estamos evolucionando o, lo que es lo mismo, aprendiendo lecciones o adquiriendo experiencia o desarrollando facultades que, poco a poco, nos van haciendo llegar a la perfección que necesitamos para convertirnos en dioses creadores. Y piensa que en todo el universo no hay más que una vida: La vida de Dios. El hombre, pues, puede, y de hecho lo hace, participar de esa vida como si fuera la propia; lo que no puede hacer es crearla ni, mucho menos, destruirla. Sin embargo, puede destruir los cuerpos y con ello frustrar, temporalmente, claro, el plan divino. 
      - Lo pienso y empiezo a comprender.
     - Date cuenta de que renacer es el único medio que tenemos para evolucionar y, por tanto, cada renacimiento es una oportunidad de oro para aprender lecciones, para adquirir experiencia, en una palabra, para acercarnos a la meta. Y piensa que cada uno de nosotros no somos sino un centro de la conciencia divina, un elemento de Su plan, una pieza de Su puzle, necesaria para completarlo. ¿Qué derecho tenemos ninguno de nosotros a privar a un hermano de su posibilidad de evolucionar? Fíjate que, en términos generales, tardamos unos mil cien años en renacer. 
      - ¿Tanto?
      - Sí. Hablo en términos generales. Hay muchas excepciones debidas sobre todo a razones kármicas, pero esa es la regla general.
      - ¿Y por qué precisamente mil cien años? 
     - Por una razón muy sencilla, pero que se sale un poco de nuestro tema. Verás. El sol, a lo largo de su curso a través del cielo, cada año va apareciendo en el horizonte, en el equinoccio de primavera, un poco antes de lo que fuera de esperar. 
    - No entiendo esto. 
   - Trataré de explicártelo. Debido a que la Tierra no gira sobre su eje ideal y a que su eje verdadero tiene un movimiento lento oscilante y propio, parecido al de un trompo que fuera perdiendo su fuerza, describe un círculo en el espacio. Debido, pues, a ese movimiento oscilante, el sol no cruza el Ecuador por el mismo sitio todos los años, sino cada año un poco antes, de donde le viene al fenómeno la denominación de "precesión de los equinoccios" porque el equinoccio se adelanta o "precede" cada año. Por ejemplo, al tiempo del nacimiento de Jesús de Nazaret, el equinoccio de primavera ocurría aproximadamente en el signo zodiacal Aries (de ahí lo de "Cordero de Dios" y lo del Buen Pastor). Pues bien, desde entonces el sol se ha ido moviendo "hacia atrás" y ahora el equinoccio de primavera se da en el signo de Piscis (y de ahí lo de los pescadores de hombres, las pescas milagrosas, las multiplicaciones de peces, el pez como símbolo de los cristianos, etc.). La progresión de la precesión de los equinoccios se realiza, aproximadamente, a razón de un grado cada setenta y dos años, treinta grados cada dos mil cien años y una vuelta completa al zodíaco, o sean trescientos sesenta grados, cada 26.000 años, aproximadamente. Es decir que, hasta que transcurran 26.000 años, el sol no volverá a aparecer en el horizonte durante el equinoccio de primavera por el mismo punto que este año; ni se volverán a repetir ni la posición de las estrellas, ni el momento ni el ángulo con que sus rayos   inciden sobre cada punto de la Tierra, que hoy mismo se dan. Y esa es la base de la Astrología y de que no haya dos hombres iguales.. 
      - Pero, ¿tanto tiene eso que ver? 
    - Mucho. Como cada signo del zodíaco produce sobre la tierra condiciones especiales, tanto climáticas como biológicas o psíquicas, y nosotros hemos de obtener el mayor provecho de esas condiciones, generalmente renacemos dos veces mientras el sol recorre, por precesión, cada signo, una como hombre y otra como mujer. 
     - ¿O sea, que todos somos hombres y mujeres? 
    - Por supuesto. El espíritu, que es lo que de verdad está evolucionando, nuestro propio Yo Superior, es bisexual, tiene los dos sexos. El sexo único sólo se da en planos inferiores.
     - ¡Es asombroso!. Y ¡qué poco significado tienen el machismo y el feminismo exacerbados cuando se saben estas cosas!. 
  - Sí. Pero volvamos a lo nuestro. Si necesitamos un período de mil cien años aproximadamente para preparar cada renacimiento, ¿qué derecho crees que tenemos a privar a un hermano de esa posibilidad poniendo fin a su vida? ¿Y cómo crees tú que reaccionará la Ley de Retribución o del karma? ¿Comprendes lo que supone matar a un ser vivo? 
    - Sí, lo comprendo y veo la enormidad que supone matar al prójimo. Pero has dicho "matar a un ser vivo". 
    - Claro. Los demás seres, los animales y las plantas, son también espíritus virginales como nosotros, sólo que emanados por Dios después que nosotros, en oleadas de vida posteriores y que están a nuestro cargo, como nosotros lo estamos al de las que nos precedieron. Por supuesto, los animales renacen más fácil y más frecuentemente que nosotros, ya que no están aún individualizados. Y los vegetales, mucho más fácilmente. Pero los animales tienen cuerpo de deseos, es decir, sienten dolor y miedo y afecto y amor. Y, si los matamos, aparte de privarles de la posibilidad de evolución que esa existencia les suponía, les hacemos sentir terror, dolor y sufrimiento. Y la ley del karma no distingue: Si provocas dolor, ese dolor recaerá sobre ti un día. Con los vegetales es distinto, puesto que al no tener cuerpo de deseos, no tienen sentimientos ni deseos y su renacimiento es más rápido.
     - ¿Y en caso de legítima defensa? 
    - En ese caso está justificado el matar, siempre que eso resulte necesario para conservar nuestra propia vida. Se puede, por tanto, matar microbios, insectos y animales dañinos, que nos ataquen a nosotros o a los  medios que necesitamos para vivir. Pero no es lícito matarlos por otros motivos. Ni siquiera para comer.
    - Ahora comprendo el fundamento del vegetarianismo. 
   - Claro. Eso es el ideal. Hay, sin embargo, muchos hombres que aún creen necesitar, y de hecho necesitan, alimentarse de carne. - 
    ¿Y qué me dices de las guerras y de la pena de muerte?
    - De las guerras te diré que el agresor, el que inicia la guerra o da lugar a ella, es el que infringe la ley. Y que la legítima defensa, como te he dicho, es lícita. Pero, fundamentalmente, hay que desterrar el deseo de matar, la suma de emoción e intelecto, que da lugar al odio, a la crueldad, a la maldad, sin ninguna relación con la legítima defensa. 
     En cuanto a la pena de muerte, es una infracción gravísima de la ley. Ningún hombre está autorizado para matar a otro. Y menos si está revestido de autoridad, lo cual hace suponer que se encuentra más evolucionado que el condenado y no a su mismo nivel, en el que automáticamente se coloca al actuar como él, matando. 
     Además, aunque esto no se piensa ni se sabe generalmente, es peor matar al sentenciado que encerrarlo en una cárcel aislado de la sociedad. En ésta tendrá tiempo de reflexionar y quizás de enmendarse y hasta de reintegrarse a la misma como miembro útil. Si se le ejecuta, en cambio, lo más probable es que muera lleno de odio y de deseos de venganza y como, por morir antes de lo previsto en su plan de vida, tras la muerte no comienza a experimentar el proceso normal (lo mismo que ocurre con las víctimas de asesinatos, homicidios y accidentes, aunque éstos quedan en el plano astral en estado comatoso hasta el día en que debieron morir), queda, hasta que llegue la fecha en que estaba prevista su muerte natural, pegado a la tierra y pudiendo influir en las mentes de cuantos sintonicen con su vibración de odio o de venganza y, en poco tiempo, conseguir que proliferen los delincuentes del mismo tipo. ¿De quién piensas, pues, que será la responsabilidad de toda esa proliferación de delincuentes sino del que ejecutó al primero? 
    - Claro, es lógico. ¿Y qué pasa con los suicidas? ¿Está previsto el suicidio en el plan de su vida? 
   - No. De ninguna manera. Porque el plan de vida se forja en el mundo del pensamiento concreto, en el segundo cielo, y allí no existe ninguna vibración altamente negativa. El suicidio es una decisión unilateral y libre del hombre, una huida ante los problemas que él mismo escogió enfrentar o se creó con su conducta. Por tanto, la ley del karma es muy severa con ellos, ya que han frustrado todo el esfuerzo realizado y han hecho imposible el cumplimiento de lo que se comprometieron a cumplir. Su arquetipo, en aquel elevado plano de existencia, seguirá vibrando hasta que llegue el momento en que, con arreglo al plan inicial, debió dejar de hacerlo produciendo la muerte del cuerpo físico. Su sufrimiento tras la muerte es muy duro y permanente porque, por un lado, su arquetipo vibra y, por otro, su cuerpo físico no puede responder a esa vibración por no existir, lo cual les produce una sensación de hambre infinita e insaciable, en todo el cuerpo astral, que no pueden mitigar de ningún modo. -        Es terrible.
       - Sí lo es. Pero se asegura que el suicida sólo lo es una vez. Es decir, aprende la lección de la responsabilidad y la necesidad de afrontar los problemas que uno ha decidido enfrentar o ha creado al incumplir las leyes naturales. Esas personas que sienten pavor ante la muerte fueron, con mucha probabilidad, suicidas que aprendieron la lección. Pero hay otros aspectos en este mandamiento que muchas veces se pasan por alto. 
        - ¿Cuáles? 
     - Son los atentados que de modo continuado hacemos contra nuestro cuerpo físico. Lo previsto por Dios es que nuestro cuerpo esté sano y dure con salud hasta el momento previsto. Por tanto, todo lo que hagamos que pueda perjudicar al cuerpo físico y, por tanto, acortar su duración en óptimas condiciones de funcionamiento, es una infracción de este mandamiento, una especie de suicidio lento, pero suicidio al fin. 
        - ¿A qué conductas te estás refiriendo concretamente?
       - Pues al alcohol, al tabaco, a las drogas en general, al exceso en las comidas, y también a la tortura, a la imprudencia en la conducción de vehículos o en el manejo de sustancias que pueden producir mutilaciones o muertes, a la opresión o la explotación de los semejantes que produzca hambre o sufrimiento o, en una palabra, a la reducción del tiempo de vida de los demás o de nosotros mismos. 
     - ¡Es maravilloso!. Con esto se comprende dónde está la base para condenar todas esas actitudes y hábitos. 
      - Por supuesto. ¿Queda, pues, claro el quinto mandamiento? 
      - Aún me gustaría preguntar algo.
      - Tú dirás.
      - Has hablado de que las víctimas de asesinatos, homicidio y accidentes mortales, al morir quedan en estado comatoso. ¿Cómo es eso?
      - Es una manifestación más de la justicia divina. Como han muerto, sin culpa suya, antes de la fecha y hora en que estaba previsto, quedan en su cuerpo de deseos, en el plano astral, en una especie de sueño profundo hasta que llega el momento en que debieron morir y entonces comienza para ellos el proceso normal tras la muerte natural, que no es nuestro tema. Por supuesto, en otra vida se les dará todo aquello de que se vieron privados en ésta, de modo que no sufran la menor injusticia por causas ajenas a su propia conducta. En cuanto al causante de su muerte, apenas muera, atraerá hacia sí el cuerpo comatoso de su víctima, que quedará adosado a él, recordándole insistentemente el momento del asesinato, homicidio o accidente por imprudencia, hasta que llegue el momento en que la víctima debió morir. Y si, cuando muere el matador, la víctima ya ha pasado a otro plano superior, será su cascarón o cadáver del cuerpo astral, el que se encargará de adosarse al del verdugo y recordarle su acto como lo hubiera hecho el cuerpo de deseos de la propia víctima. No me negarás que es un buen medio para convencer a los homicidas de que es mejor no matar. En cuanto al ejecutado - y te lo digo adelantándome a tu pregunta - no ocurre esto, de momento, aunque ocurrirá más tarde, porque, al morir lleno de odio y de ansias de venganza, queda pegado a la tierra, es decir, casi en contacto con el mundo físico y, temporalmente, se libra del proceso descrito aunque, lógicamente, no lo evita.
      Recuerda esa frase de la Sagrada Escritura que dice: "Mía es la venganza, dijo el Señor". Porque nadie puede enseñarnos mejor que él. ¿Queda, pues, claro?
    - Estoy impresionadísimo. Pero ha quedado perfectamente claro. Tan solo me queda una pregunta. 
     - ¿Cuál?
   - ¿Habrá que pensar que el aborto provocado está incluido en este mandamiento? 
   - Por supuesto. Lo coge de lleno. Imagina que el que va a nacer, tras mil y pico de años en los planos superiores, ha escogido a sus futuros padres y éstos - me refiero a sus Yoes Superiores - han dado ya su conformidad; ha elegido un plan de vida determinado - su medio ambiente, su cónyuge, sus principales enfermedades, el modo y el momento de su muerte, etc. - y ha construido sus distintos vehículos; es decir, que todo está preparado para que ese espíritu renazca y evolucione en una nueva encarnación sobre la tierra. Y entonces, uno o ambos futuros padres, por miedo a la responsabilidad y, la mayor parte de las veces, por puro egoísmo - no querer sufrir por ese hijo, no querer dedicarle unos ingresos o un tiempo o prescindir por él de viajes o de libertad de movimientos, etc. - lo privan unilateralmente de toda posibilidad de realizar su proyecto de vida. ¿Qué te parece? ¿Y qué me dices de los profesionales que provocan el aborto sólo por dinero?
    - Sabiendo lo que ya sé, me parece una monstruosidad. Un verdadero asesinato en cuanto a los que lo provocan y un parricidio en cuanto a los padres del nonato ya que son ellos los culpables de esa frustración. 
    - ¿Y cómo piensas tú que ha de responder a eso la ley del karma? 
    - No lo sé, pero las consecuencias deben ser, lógicamente, de una gravedad proporcional a la causa, claro.
    - En efecto. Lo más probable es que, cuando esos padres, tras su muerte y su permanencia posterior en los planos superiores - y en el purgatorio tendrán que enfrentarse a ese espíritu cuyo nacimiento frustraron y que se les pegará, como ya te he dicho - cuando pretendan, a su vez, renacer, no encontrarán quien acepte ser su padre o su madre, con lo cual su evolución puede retrasarse considerablemente.
    - ¡Qué horror!. Hay que pensar, pues, lo que les espera, tras la muerte, a los terroristas o, peor aún, a los que provocan guerras, que causan la muerte a tantas personas inocentes.
    - Sí. La ley del karma es terrible. Pero justa. Y el peor pecado del hombre, por no decir el único, es la ignorancia. La ignorancia de todas estas cosas, o la falta de interés por ellas o la falta de fe en ellas... hasta que se ve metido en lo que pudo evitar fácilmente durante su vida en la tierra. Recuerda la parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro. 
     - ¿En qué sentido? 
    - En todos. Epulón, rico y poderoso en vida, negaba hasta las migajas de su mesa al pobre Lázaro. Muertos los dos, éste subió al cielo mientras que Epulón fue al abismo. Desde allí veía a Lázaro feliz. Y le pidió al Señor que enviase a Lázaro a avisar a sus parientes, aún vivos, que lo de la otra vida y lo del castigo era cierto. Y el Señor le respondió que no, que Él ya les había enviado, precisamente para eso, a Moisés y a los profetas... Sí, es triste, pero la mayor parte de los hombres prefieren creer que todo eso son tonterías... hasta que comprueban en sus propias carnes que no es así. Pero entonces ya es tarde.
      - Es verdad. ¡Qué ciegos estamos!. Con esto terminamos el quinto mandamiento, ¿no?
     - Sí. Pero aún quisiera referirme a una conducta, también egoísta y que infringe, de modo indirecto, este mandamiento. 
       - ¿Qué conducta es esa?
      - La de aquellos que, teniendo posibilidades económicas y sociales y pudiendo tener hijos, los evitan, o incluso evitan el matrimonio, solamente por egoísmo. No puede decirse de ellos que maten a nadie, pero sí que privan de la vida, de la ocasión de evolucionar a una serie de hermanos que se ven así privados de esa posibilidad sólo por el egoísmo de los en ese momento encarnados. Cuando se conocen los mecanismos de las leyes naturales, se ve claro que nadie puede tener más hijos de los que su Yo Superior ha aceptado o de los que su propio karma le proporciona, precisamente para su propia evolución. El hombre, sin embargo, haciendo uso de su libre albedrío - y yo añado: y de su ignorancia - puede evitar que esos hijos sean siquiera concebidos. ¿Cómo crees que ha de reaccionar la ley del karma?
     - ¿Cómo reacciona?
   - Ordinariamente, haciendo también que los que no quisieron tener hijos, no sean aceptados como tales cuando, a su vez, pretendan, en su día, renacer. Con esto pienso que ha quedado claro el quinto mandamiento, ¿no? 
   - Sí. Completamente claro. 
   - Pasemos, pues, al sexto: "No fornicarás".
   - Este es un mandamiento muy conflictivo, ¿no? 
  - Sí, así es. Y tiene su razón de ser. Es realmente el peor comprendido de todos y quizá el más interesante desde el punto de vista esotérico, es decir, de lo que hay detrás de él. 
   - Me tienes en ascuas.
   - Pues vamos allá. Primero tendré que dar un rodeo, quizá un poco largo, para luego llegar a este punto.
   - De acuerdo.
  - Verás. El encargado de proporcionar toda clase de vehículos en este período de la evolución terrestre es Jehová, que es, a su vez, el más evolucionado de la oleada de vida angélica, que es la inmediatamente anterior a la humana. 
    - No me digas.
   - Sí. Y, además, es el ser que más perfectamente se ha identificado y ha logrado expresar las características del tercer aspecto de Dios, el Espíritu Santo, la tercera persona de la Trinidad. Es, pues, Jehová, con sus huestes de ángeles, quien nos proporciona nuestros vehículos físico, etérico, de deseos y mental. Es, por tanto quien hace posible la reproducción. Son sus ángeles quienes colocan el átomo simiente del cuerpo físico de la futura criatura en un espermatozoide del padre y el arquetipo del cuerpo físico en el útero de la madre, y suya es la energía vital que hace posible la fecundación. Por eso, verás que son siempre los ángeles los que, en las Sagradas Escrituras, anuncian la concepción o el nacimiento de niños extraordinarios. Y por eso los pecados contra la actividad de Jehová se llaman "pecados contra el Espíritu Santo" y no se perdonan mediante el arrepentimiento. Son los únicos cuyas consecuencias el hombre ha de experimentar en sus carnes con sufrimientos y enfermedades, aunque se arrepienta mil veces de ellos y enmiende su conducta errónea.
        - ¿Y eso por qué? 
     - Porque a cada hombre se le da al nacer una dosis determinada, la que merece, de energía creadora, que es una energía divina, exclusiva de los dioses creadores y de la cual no se debe hacer mal uso. Y si se hace, ese hombre se verá privado de recibir más energía creadora hasta que, a lo largo de una serie de futuras vidas vividas a tenor de las leyes naturales, se haga acreedor a ella. 
       - ¿Puedes explicarte más claramente?
      - Sí. Tú recuerdas el pasaje del Génesis relativo a la costilla de Adán, ¿no? - Sí, claro que la recuerdo, pero eso no puede ser más que un cuentecito. 
      - Sí y no. Se trata simplemente de un error de traducción que ha deformado muchas cosas. Verás: La palabra que figura en los textos más antiguos utilizados, significa "costilla" pero también significa "lado". El traductor, desconocedor de lo que los textos ocultan, la tradujo por "costilla" y con ello creó todo un problema enorme. Pero lo que ocurrió realmente, puesto que el pasaje sagrado se refiere a la Época Lemúrica, cuando el hombre aún no tenía conciencia de tener cuerpo físico y su vida se desarrollaba en los planos superiores en contacto con los ángeles - que, por cierto, no son seres con alas, sino seres parecidos a los hombres pero más evolucionados, que están ayudándonos en nuestra evolución y que no tienen cuerpo físico sino que su vehículo más denso es etérico - y con el propio Jehová, que no debemos olvidar que es el más avanzado de los ángeles, lo que ocurrió, digo, fue que por entonces los hombres eran hermafroditas, es decir, macho y hembra a la vez - "macho y hembra los creó", dice el Génesis - ; cada ser emitía una serie de esporas y los espíritus reencarnantes se apropiaban de ellas y se desarrollaban; realmente, como ocurre ahora con las plantas hermafroditas. Pero para la evolución de los hombres como seres creadores, era conveniente el desarrollo de un cerebro que pudiera ser el instrumento de la mente que tendría que recibir en el futuro - y que es el único medio que el espíritu tiene para conocer el mundo físico, el etérico y el emocional - , y de una laringe que pudiera hablar y expresar las ideas y pensamientos a que esa mente y ese cerebro pudieran dar lugar. Y en un futuro, aún lejano, pronunciar la palabra creadora, como Dios. 
       Con ese fin, la mitad de la fuerza creadora que el hombre poseía y que le permitía producir esas semillas o esporas de futuros seres humanos, se destinó a dichos fines y se dirigió hacia arriba, iniciándose así el desarrollo del cerebro y de la laringe. Lógicamente, desde ese momento, el hombre para procrear, para facilitar la encarnación a otros hermanos de oleada de vida, necesitó la colaboración de la otra mitad de la fuerza creadora, es decir, de otro individuo de la otra polaridad, con lo que nacieron los sexos como representantes de las dos polaridades del espíritu: El hombre como voluntad y la mujer como imaginación. Y nació el matrimonio, establecido directamente, pues, por Dios. 
      - Esto es alucinante.
      - Sí, pero muy aclaratorio. La fuerza creadora, pues, que reside en el sexo es la misma que nos permite pensar y la que nos hace posible hablar. Y cualquier mal uso de esa fuerza que se haga, sea mediante el sexo, mediante el pensamiento o mediante la palabra, es un pecado contra el Espíritu Santo y el autor debe experimentar en su propia carne y durante las vidas que sean necesarias para recuperar el equilibrio, las consecuencias del derroche de la misma que haya hecho. De ahí la conexión entre las gónadas y la garganta (paperas y orquitis, aparición del sexo y cambio de la voz, etc.), y de ahí que los obsesos sexuales nunca se distingan por su talento y que el castigo de los que utilizan la hipnosis o la facilidad de palabra con fines egoístas - puesto que la fuerza mental y la fuerza verbal son la misma fuerza creadora - sea el renacer luego como seres descerebrados y totalmente privados de toda fuerza sexual, mental y verbal; y de ahí que quienes hacen buen uso de la fuerza creadora, sea en el sexo, sea con la mente, sea con la palabra, estén cumpliendo con las leyes naturales. 
       - Entonces habrá que hablar de cuál es el uso correcto de la fuerza sexual, ¿no?
       - Por supuesto. Pero supongo que a estas alturas ya ha quedado bastante claro: La fuerza sexual es para procrear; la fuerza mental es para construir pensamientos positivos y que hagan avanzar a su creador y a los demás; y la fuerza verbal es para comunicar a los demás los conocimientos adquiridos.
        - ¿Ni siquiera en el matrimonio es posible el uso del sexo sino para procrear?
       - En última instancia, así es. Lo que ocurre es que, después de tantos millones de años de desviación y contando con que, ordinariamente, al contraer matrimonio, el otro cónyuge se cree con derecho al llamado "débito conyugal", no es posible aceptar la tesis radical. Lo que sí será necesario es que se realice por amor, con entrega corporal y espiritual, con deseos de identificación, con una disposición positiva y constructiva, y no sólo por pasión y buscando placeres más mentales que físicos. Ten en cuenta que nunca estamos solos y, también en esos momentos atraemos seres etéricos y emocionales y mentales, que vibran como nosotros y es muy interesante no atraer a los que vibran con las pasiones y las bajezas, porque luego nos influencian insistentemente para que repitamos la experiencia y disfrutar ellos, mientras nosotros creemos que se trata de deseos exclusivamente nuestros.
       - ¿Y tampoco se puede hacer uso de anticonceptivos para evitar tener, por ejemplo, más hijos de los que se pueden mantener?
       - En buena ley, no. Nadie tiene más hijos de los que debe tener según su karma y su plan de vida, como te he dicho antes. Por eso verás personas que desean hijos y no los tienen, aunque lo intenten desesperadamente, mientras otras los tienen sin desearlos. Hay muchas relaciones kármicas en todo lo familiar. Pero puedo asegurarte que, sólo los que realizan el acto por pura pasión están expuestos a atraer a algún espíritu muy rezagado que esté intentando renacer. Ese será su karma.
        - Es duro, ¿no?
      - Puede parecer duro, pero es así. Eso es lo que establecen las leyes naturales que, por supuesto, podemos infringir ya que somos seres libres, pero sabiendo que habremos de afrontar los efectos de las causas que ponemos en acción. Ten en cuenta que a nosotros, a nuestra personalidad actual, una vida nos parece un todo, pero para nuestro verdadero yo, para nuestro Yo Superior, que es quien se juega la evolución, una vida es sólo como un día en su larguísimo recorrido a través de las eras. Esa es la razón de que, aunque no sepa explicar por qué, la iglesia cristiana haya insistido e insista tanto en la cuestión del sexo, y por eso no accede al matrimonio de los clérigos, ya que interpreta que esa fuerza sexual han de destinarla, no a la procreación, que para eso están los otros hombres, sino para sublimarla en el servicio de Dios.
      - ¿Qué es eso de sublimar la fuerza sexual? 
     - Bueno, es un fenómeno de alquimia espiritual que consiste en, absteniéndose de utilizar el sexo y dedicando la vida a servir al prójimo - lo que se supone que deben hacer los religiosos y por eso se les pide el voto de castidad - transformar la fuerza sexual en fuerza mental y verbal y en amor y en buenas obras y en creaciones para el bien. Y esa es la finalidad que la iglesia desea para la fuerza sexual de sus religiosos. Esa alquimia, lógicamente, sólo es posible porque, como hemos dicho, la fuerza sexual, la mental y la verbal son sólo distintos aspectos de una única fuerza, la fuerza creadora, que se ha concedido al hombre para fines positivos. Y eso está ya claro en el mismo Génesis. 
   - ¿En qué pasaje?
   - Cuando se habla de la tentación de Eva por Lucifer en forma de serpiente. 
   - Pues no lo entiendo.
   - Para entenderlo hay que conocer la clave de las Escrituras y saber así lo que quieren decir y lo que esconden. Clave que, desgraciadamente, la iglesia perdió en cuanto se dedicó a la política y persiguió a quienes la poseían.
   - ¿Y qué quieren decir las Escrituras y qué esconden?
   - Es otra historia que nos aleja de nuestro tema, pero que vale la pena aclarar. Verás. Te he dicho que la oleada de vida anterior a la nuestra es la de los ángeles. Bien. Pero, como ocurre con nosotros, y en nuestra misma oleada hay santos y hay sabios y hay asesinos y hay seres verdaderamente degradados, en la de los ángeles ocurrió lo mismo. Y acaeció que los rezagados de esa oleada de vida llegó un momento en que se dieron cuenta de que ya les resultaba imposible alcanzar a sus compañeros. Es decir, que se encontraban entre los ángeles y los hombres, que eran más que hombres y menos que ángeles. Con los ángeles, en el mundo etérico, no podían evolucionar y para evolucionar en este plano, no tenían vehículo físico. Por eso se les ocurrió utilizar el cerebro humano y la experiencia humana para su propia evolución. Pero había un inconveniente para ello y  estribaba en que, como he dicho antes, los hombres, si bien tenían cuerpo físico y se reproducían ya bisexualmente y tenían un cerebro y una laringe, no eran conscientes de ello - como ahora no somos nosotros conscientes de que hacemos la digestión o de que asimilamos el oxígeno del aire - y su consciencia, y por tanto su vida, se desarrollaba en los planos superiores. En estas circunstancias, cuando las configuraciones astrológicas eran las indicadas, los ángeles agrupaban a los hombres y tenía lugar el ayuntamiento de los sexos - lo mismo que ahora ocurre con los animales en su época del celo - que luego daba lugar al nacimiento de los hijos cuyo cuerpo era físico pero cuyo espíritu moraba en planos más elevados.
      Lo que hicieron, pues, los Luciferes fue concienciar al hombre de que tenía cuerpo físico y de que podría crear cuerpos exactamente igual que Jehová. Y, cuando el hombre se percató de ello, fijando su conciencia en el mundo físico, en su ignorancia, y empujado por los Luciferes - que sólo evolucionan mediante las vibraciones más intensas que los hombres experimentan: sexo, velocidad, riesgo, peligro, pasión, éxtasis, adoración, psicosis colectiva, etc. - comenzó a hacer uso del sexo fuera de las épocas astralmente aconsejables y buscando en ello solamente el placer y no la procreación. 
     Las consecuencias fueron, primero la "expulsión del Edén", es decir, el descenso de la conciencia del plano astral, donde estaba en contacto directo con los dioses - los ángeles no caídos -, al plano físico, sin ningún contacto consciente ya con los seres superiores; y, en segundo lugar, la muerte pues, si bien ésta siempre había existido para los cuerpos físicos, los hombres no habían sido conscientes de ella mientras su conciencia estuvo centrada en los planos superiores. Ese es, pues, el pecado original: El mal uso de la fuerza creadora sexual. Por otra parte, recordarás que en el jardín del Edén había dos árboles, el Árbol del Conocimiento y el Árbol de la Vida. El hombre probó con su pecado original el fruto del Árbol del Conocimiento - recuérdese que, en la Anunciación, María dice sorprendida al ángel que no "conoce" varón -, pero si hubiera igualmente probado el fruto del Árbol de la Vida, sus vehículos físicos hubieran sido inmortales y, por tanto, invariables, lo cual hubiera sido una verdadera calamidad puesto que estaban, y están aún, muy lejos de ser perfectos: El cuerpo del hombre se hubiera hecho inmortal - el espíritu ya lo es - , pero no hubiera podido evolucionar ya que la evolución del Yo Superior depende de la de sus vehículos, y el  físico se hubiera quedado estancado y se hubiera malogrado así una cantidad enorme de energía, de trabajos y de esfuerzos de una serie de seres y de oleadas de vida, además de quedar la nuestra sin posibilidad de progreso. 
    - ¡Caramba, cuántas cosas quedan claras así!. Pero me queda una pregunta: ¿Los Luciferes siguen aún en ese plan?
    - Por supuesto. Ellos no desean perjudicar al hombre. Ellos buscan sólo adquirir experiencia y evolucionar y no tienen más medio que utilizar al hombre para ello, lo mismo que nosotros no tenemos más remedio que utilizar los vegetales y los animales como alimento, puesto que nuestro organismo no puede asimilar los minerales que, por otra parte, constituyen la siguiente oleada de vida tras los vegetales. Los Luciferes tienen otro camino, en realidad, y consiste en reconocer su retraso, sumarse al lado positivo, fomentar vibraciones positivas en los humanos y, con ello, alcanzar a su oleada de vida. Y, de hecho, ya son muchos los Luciferes que así lo están haciendo. Pero los restantes siguen fomentando en el hombre vibraciones y emociones fuertes, tanto positivas como negativas, puesto que a ellos lo que les interesa es la intensidad.       -¿Entonces son los tentadores, los demonios de que la iglesia nos habla, o no? 
     - Claro que nos tientan, en el sentido de que fomentan en nosotros emociones fuertes, pero no pretenden especialmente lo malo. Son aún ángeles, seres inmensamente luminosos - Lucifer significa "portador de la luz" - enormemente más evolucionados que los hombres y que, si un hombre vibra de amor al prójimo, le ayudarán a desarrollar ese amor y a sentirlo, con lo cual le empujarán en su evolución; pero si otro hombre vibra por el sexo, también le fomentarán esos deseos para aprovecharse de su vibración, con lo cual le perjudicarán sin que él sea consciente de que lo que cree tendencia o deseo propio no es más que sugerencia de un espíritu Lucifer. De todo esto lo más interesante es comprender lo que hay detrás de la fuerza creadora y las consecuencias de su buen o mal uso. ¿Comprendes ahora que hacía bien Jehová al decir "no fornicarás", es decir, no harás mal uso de la fuerza creadora sexual? 
    - Sí. queda perfectamente claro y comprendido. Pero aún me gustarían unas palabras sobre algo que se me está ocurriendo. 
    - ¿Y qué es? 
    - ¿Cómo hay, según lo dicho que considerar la masturbación?
   - Pues está claro. Si la fuerza creadora sexual es para procrear, cualquier uso que de la misma se haga para otra finalidad que no sea su sublimación, es derrocharla, por lo tanto, atenta directamente contra esta norma del sexto mandamiento. 
     - ¿Y la homosexualidad? 
     - ¿Recuerdas qué dos únicas ciudades destruyó el ángel por mandato expreso de Jehová?      - Sí. Sodoma y Gomorra.
      - ¿Y por qué eran célebres esas ciudades?
      - Es cierto. Por su libertinaje sexual y, sobre todo, por su homosexualidad. 
     - Hasta el punto de que la primera dio lugar al término "sodomía", ¿no? Pues la respuesta la tienes clara. Hay, además, algo que convendría añadir.
      - ¿Qué? 
    - Que los Luciferes, portadores como te he dicho, de la luz, es decir, del fuego de la inteligencia, del fuego creador, son los encargados de canalizar hacia el Purgatorio la energía creadora "mal utilizada" por los hombres, bien por el conducto sexual, bien mediante pensamientos o deseos negativo o de palabras malintencionadas. Y "mal utilizada" quiere decir, tanto con una finalidad egoísta como sin utilidad. Cuando un hombre muere, al llegar al Purgatorio, son los Luciferes quienes se encargan de devolverle la energía creadora mal o inútilmente utilizada en vida, para que, al experimentar el dolor que esa reasimilación le produce y revivir las escenas vividas en su día, aprenda en el futuro a hacer un uso correcto de su fuerza sexual. Con ese trabajo los Luciferes están conquistando conocimientos y se acercan al momento en que se unan a su oleada de vida, como premio a la labor que hacen en favor del hombre al proporcionarle, bien que con dolor, el conocimiento del bien y del mal que, de otro modo no hubiera adquirido. Por otra parte, y para que comprendas mejor el funcionamiento de la fuerza sexual, has de saber que, en el acto sexual, el hombre, la parte positiva o activa, emite una porción de su energía creadora, que se introduce en la mujer, la parte negativa o pasiva y que es la que crea formas físicas. Si el acto se lleva a cabo normalmente, los dos polos se unen y el resultado es una nueva forma física y el equilibrio del universo sigue sin alteración: La emisión positiva ha dado lugar a una creación negativa. Pero si esa energía positiva no va a parar a su legítimo destinatario y del modo previsto por la naturaleza, haciendo  imposible aquel equilibrio, el desequilibrio creado reclamará la oportuna compensación hasta que ésta se produzca. 
   - En ese caso y tal como hoy día se piensa por la sociedad, por un lado o por otro, prácticamente todo el mundo está infringiendo este mandamiento.
     - No. Todo el mundo, no. Hay mucha, muchísima gente que no lo hace. Pero, por otra parte, el hecho de que algo lo hagan muchos no cambia ni su calificación moral ni la ley natural. Lo correcto es correcto aunque no lo haga nadie; y lo incorrecto sigue siéndolo aunque lo hagan todos. Las leyes naturales tienen tiempo, mucho tiempo para imponerse. 
    Por otra parte, fíjate: Si todos los hombres, o la mayor parte de ellos, transmutasen la fuerza sexual que les sobra y derrochan, en ideas positivas, en amor al prójimo, en obras para el bien común, en proyectos para hacer avanzar y ser felices a todos, la evolución de la humanidad se aceleraría increíblemente. Ten en cuenta, además, que las enfermedades más insidiosas como el cáncer, la tuberculosis, la diabetes, la leucemia, la sífilis, el sida, la lepra, la epilepsia, etc. no reconocen más causa última que los excesos sexuales, en esta o en anteriores vidas. Este es el camino que los muchos han escogido, desgraciadamente. ¿Está claro este mandamiento? ¿Ninguna pregunta más? 
   - Sí. Has citado a los hipnotizadores. ¿Caben en este mandamiento? 
  - En cuanto a que están haciendo mal uso de la fuerza creadora sexual en su aspecto de pensamiento, sí.
    - ¿Y cómo es eso?
   - Verás: El hipnotizador, con sus pases o con su voluntad, lo que hace es arremangar, por decirlo así, el cuerpo vital que interpenetra el cerebro del hipnotizado, dejándolo enrollado como la parte superior de un suéter "de cuello de cisne". Una vez hecho esto, proyecta parte del cuerpo vital de su propio cerebro para ocupar el de la víctima. De ese modo, el espíritu del hipnotizado no tiene modo de comunicar con su propio cerebro y, por tanto, no tiene ningún dominio sobre su cuerpo ni puede utilizar su memoria - puesto que ésta se conserva en el éter reflector del cuerpo vital - . El hipnotizador, en cambio, domina su propio cerebro y el de la víctima y domina, además el cuerpo de ésta y el suyo propio.
    - ¡Qué barbaridad!. Pero se dice que el hipnotizado no hace nada que no esté de acuerdo con sus normas éticas o contra su voluntad.
  - Eso es absolutamente falso. El hipnotizado hará, mientras lo esté, todo lo que el hipnotizador le ordene, sea una tontería, como ocurre en los teatros, sea robar, matar o degradarse sexualmente, como ocurre con demasiada frecuencia en la sociedad, sea hacer dejación de autoridad, de derechos o de bienes, como ocurre también en las empresas y en la política, desgraciadamente.
     - ¿Cómo es posible? 
   - Sí. Porque, aparte de que el hipnotizador puede dar al hipnotizado, mientras lo está, órdenes posthipnóticas que éste cumplirá a rajatabla y sin saber que lo hace, cuando retira su éter del cerebro de su víctima al despertarla, siempre, de modo inevitable, queda parte de dicho éter en su cerebro, y esa porción le puede servir, en el futuro, como cabeza de puente para hipnotizar cuando quiera al otro, bien en su presencia, bien a distancia; de modo que el hipnotizado estará ya toda la vida a merced del hipnotizador, hasta que uno de ellos muera. 
    - ¡Qué espanto!. Pero con la hipnosis se curan adicciones como el tabaco o el alcohol, etc., ¿no? 
   - No. La hipnosis no cura las adicciones, sino que retrasa el problema que suponen. 
   - No entiendo.
  - Es muy simple: El hipnotizado, en efecto, dejará de fumar o de beber o lo que sea. Pero luego, cuando cese la influencia del hipnotizador, volverá a aparecerle la adicción. Una adicción ha de vencerla el adicto con el esfuerzo de su propia voluntad y hasta que así lo haga, será su esclavo. Por tanto, si la hipnosis se la quita en esta vida, en la próxima reencarnación volverá esa persona a ser adicta y tendrá que enfrentarse entonces al problema que ahora le escamotearon con la hipnosis. De lo cual se deduce que la hipnosis no ha servido sino para retrasar la evolución del hipnotizado y para crear un karma terrible al hipnotizador que, además de hacer mal uso de su fuerza intelectual que es, como sabemos, la misma fuerza creadora sexual, ha privado al otro de su libre albedrío y eso es algo que ninguna jerarquía suprahumana, por muy exaltada que sea, se atreve a hacer. Fíjate que, en general, y con excepciones, ni los mismos Luciferes ordenan. Simplemente sugieren, tientan, es decir, prueban, puesto que el sentido etimológico de "tentar" es el de "tocar" o "palpar" para probar.      - Está clarísimo.
    - Por eso es muy de recomendar, no dejarse hipnotizar jamás, ni de broma, ni en serio ni como tratamiento.
    - Sí. Y ahora comprendo por qué el hipnotizador, que hace mal uso de su fuerza creadora, nace privado de ella.
   - Exacto. Hace mal uso de la fuerza creadora y, además, priva a su víctima de su libre albedrío. Y, por tanto, nace en su próxima encarnación como un subnormal, sin fuerza mental y sin libertad, de modo que su Yo Superior es seguro que aprenderá esa lección. ¿Está claro?
       - Sí. 
      -Pasemos, pues, al séptimo mandamiento: "No hurtarás". Supongo que, después de todo lo dicho, vislumbrarás lo que este mandamiento dice y quiere, pero lo comprenderás mejor si te das cuenta de que, como consecuencia del juego de la ley del karma, cada uno de nosotros tenemos una serie de facultades desarrolladas y nos faltan otras por desarrollar y de que, para ello, cuando renacemos, la misma ley del karma hace que se nos provea de los medios a que nos hemos hecho acreedores para desarrollar esas facultades o adquirir esa experiencia. Es decir, por una parte, poseeremos una inteligencia, una voluntad, una memoria, una capacidad, unas facultades, en resumen, que serán las que hemos desarrollado en vidas anteriores con nuestro propio esfuerzo; y, por otra, perteneceremos a una clase o a un medio social determinado, con un nivel determinado, con unos recursos económicos determinados, con unos bienes determinados, etc., siendo indistinto a estos efectos que los tengamos ya desde el nacimiento o los adquiramos a lo largo de la vida; el caso es que siempre se nos darán los medios necesarios y merecidos para obtener lo que nos propusimos en cada renacimiento.
     - Es lógico y justo.
    - Claro, pero ¿qué ocurre cuando privamos a alguien de los medios materiales que se le han dado para desarrollar lo que se había propuesto ya antes de renacer en este mundo? ¿Comprendes por qué Jehová advirtió a los hombres muy clara y acertadamente? 
   - Sí, está clarísimo: Cada cual tiene lo que ha merecido y lo que necesita para evolucionar y si, haciendo mal uso de nuestro libre albedrío, privamos a alguien de lo que legítimamente le pertenece y le hace falta, sea mucho o poco, pues no somos nosotros quién para juzgar eso, le estamos privando de la posibilidad de evolucionar mediante el empleo de esos medios. 
   - Muy bien. Veo que progresas rápidamente. Pero quiero resaltar algo importante.
   - ¿Qué? 
   - Que, si bien es cierto que se nos dan siempre los medios necesarios para evolucionar, en primer lugar, si se nos priva de ellos por un semejante, la ley nos los devolverá en la primera oportunidad que se presente. Indefectiblemente. En ésta o en otra vida, pero sin error posible, de modo que nadie puede verse privado injustamente de aquello a lo que se ha hecho acreedor con su propio esfuerzo. Y, por otro lado, quisiera recalcar que esos medios se nos han dado para, con ellos, evolucionar, pero haciendo de ellos un uso conforme a la ley natural. Es decir, que el rico, no cabe duda de que lo es porque lo ha merecido. Pero si hace de su riqueza un uso egoísta, si no piensa que, en realidad, no es sino un depositario de la misma y no se acuerda de sus hermanos menos favorecidos, estará infringiendo el propósito para el que se le dio esa riqueza y la ley del karma lo hará renacer pobre, sin suerte, fracasado, etc. Es decir que, si bien la ley castiga o, mejor, hace recaer sobre el infractor los efectos de las causas que generó, todos estamos obligados a echar una mano a cualquier hermano que esté sufriendo las consecuencias de sus errores. ¿Está claro?
      - Creo que sí. Pero aún tengo tres dudas: La defraudación a Hacienda, el contrabando y las estafas. 
      - Si vivimos en una sociedad, ello supone que ha de haber ciertas normas por las que se ha de regir. De otro modo no podría funcionar. No sería una sociedad sino un caos. Eso lo entiendes ¿no?
      - Sí, claro.
    - Pues bien. Toda norma, y las leyes lo son, aunque el ideal es que beneficien a toda la sociedad, lo cierto es que, a lo más que los legisladores pueden aspirar es a que beneficien a la mayoría. Y ello porque toda ley supone que los ciudadanos a ella sometidos tendrán que renunciar a alguno o a algunos de sus derechos legítimos en beneficio de otros miembros de la sociedad. - ¿Eso siempre? 
   - Siempre. Por eso los antiguos romanos, fanáticos de las leyes y que organizaron jurídicamente todo su imperio y nos legaron el Derecho Romano, padre de la organización jurídica de medio mundo, decían aquello de "dura lex sed lex", o sea, "la ley es dura pero es la ley". 
     - ¿Y eso por qué? ¿Por qué ha de ser dura? 
    - No es que necesariamente haya de ser dura, sino que lo es para aquél que preferiría o a quien le convendría más no cumplirla. Por ejemplo, para el ladrón sería mejor que la ley no condenase el robo, y para el libertino, la violación. Pero el estado ha de tomar una serie de medidas y ha de realizar una serie de gastos y de inversiones en beneficio de la mayor   parte de los ciudadanos que, aunque no sean necesarios para todos, sí lo son para la sociedad en general. 
     - ¿Cuáles, por ejemplo?
    - Por ejemplo, la enseñanza. Los que tienen medios para pagar profesores particulares o preceptores, como hacían antes las clases acomodadas, no necesitarían la enseñanza pública y gratuita. Pero los que no tienen medios sí que la necesitan. Y esa enseñanza pública ha de pagarla el Estado. Son servicios a los que todos deben tener derecho, aunque no beneficien a todos por igual, porque siempre hay alguien que no los utiliza o los necesita menos: Un matrimonio sin hijos no se beneficia de la escuela gratuita, pero a lo mejor utiliza mucho las carreteras que, en cambio, no le son de ninguna utilidad al inválido; un multimillonario, a lo mejor no acude a los servicios médicos de la seguridad social, pero la mayor parte de la población, sí. Y el estado ha de hacer frente a esos gastos y el dinero que suponen lo ha de sacar de los impuestos. Por tanto... 
    - Está claro: El que defrauda, está robando al estado e, indirectamente, a todos los ciudadanos.
    - Y, por tanto, a sí mismo. Es triste - y síntoma de atraso social e incultura - que al defraudador se le mire aún como a un ser inteligente, cuando no es más que un ser desaprensivo e insolidario, que está robando precisamente a quienes lo admiran, con lo cual están éstos demostrando sólo su cortedad. 
      - Lo veo perfectamente. Es sólo una especie de robo. 
     - Exacto. En cuanto al contrabando, estamos en el mismo caso: El contrabandista, en virtud de una ley que pretende favorecer a la mayoría, debe pagar determinada cantidad para introducir un producto en un país. Y si no lo hace, ese dinero dejará de figurar entre los ingresos del estado y habrá de recaudarse incrementando algún otro impuesto. Con relación a estos dos últimos temas, ¿recuerdas aquello que, tan acertadamente, dijo Cristo de "dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios?". 
      - Sí, se ve muy claro.
    - En cuanto a las estafas, no son más que modalidades de robo y, por tanto, atentan directamente contra este mandamiento. ¿Queda, pues, completamente claro? 
      - Sí, sí. 
     - Pasemos, pues, al octavo: "No levantarás falso testimonio ni mentirás". - Este resulta un poco más difícil de interpretar, ¿no?    
   - Realmente no. Comprende dos aspectos de la misma conducta negativa: El falso testimonio y la mentira. 
     El falso testimonio supone el afirmar conscientemente de alguien algo negativo y cuya verdad no nos conste. Comprende, por tanto, la calumnia, la murmuración, la difamación, la descalificación, la injuria, la sospecha, etc. Y para estudiarlo tendremos que partir de que todos somos espíritus en evolución, todos pertenecientes a la misma oleada de vida, todos partes del mismo Dios, todos persiguiendo el mismo fin y cada uno en un momento distinto de su propio periplo evolutivo, hasta el punto de que no hay dos hombres iguales. Comprendido esto se ve fácilmente que todos los obstáculos que pongamos en el camino del prójimo y que le impidan o dificulten su evolución, será algo de lo que tendremos que responder y que, como consecuencia de la ley del karma, recaerá un día u otro sobre nosotros mismos. Es como poner piedras en la rueda del carro de la evolución ajena al mismo tiempo que tiramos piedras a nuestro propio tejado. El consejo de Jehová estaba, pues, muy indicado. Y fíjate si antiguamente se tenía esto en cuenta que en la Mesopotamia histórica, el rey Naram-Sin de Asur, el año 1035 a. C. castigó la murmuración con la pena de muerte.
       - ¡Qué barbaridad!. 
    - ¿Tú crees? ¿Sabes el daño que se puede hacer, y de hecho se hace a los demás mediante el mal empleo de algo tan maravilloso como la palabra?
    - Sí, lo sé. Y no puedo dejar de pensar en algunos políticos, que descalifican, insultan, calumnian, difaman y desprecian, con la mayor desfachatez y con total impunidad, a sus oponentes.. 
     - Bueno, impunidad ante las leyes terrenas, pero ten por seguro que ni un ápice de todo lo negativo que tales conductas contienen quedará sin producir sobre sus autores el efecto oportuno con el fin de que aprendan la lección del respeto a los demás, del desvelo por la verdad y del amor al prójimo. 
   En cuanto a la mentira, en los medios esotéricos se dice que es, a la vez, "asesina y suicida". 
     - ¿Y por qué se dice eso? 
    - Porque la mentira, a diferencia del error, es algo consciente. Cuando mentimos, nosotros tenemos perfecto conocimiento de la verdad y, sin embargo, enunciamos otra cosa, generalmente por motivos egoístas. Bien. Esa verdad, como todo lo que sucede en el mundo físico, está ya reproducida en el mundo del deseo. Pero, por otra parte, cuando decimos la mentira, creamos una imagen distinta relativa al mismo hecho. Entonces esas dos imágenes, por tratar del mismo asunto, se atraen mutuamente. Pero, como discrepan, se destruyen entre sí, con lo cual la mentira mata la verdad y se mata a sí misma. El resultado interno es un desequilibrio emocional, una desazón que acompaña al mentiroso sin que él sepa por qué. Ello, claro, sin perjuicio de que, las consecuencias negativas de su mentira, recaerán indefectiblemente sobre él, con el fin de que , poco a poco, vaya inclinándose a decir la verdad.
      - ¿Y cuál es el castigo o el efecto que la ley del karma hace recaer sobre el mentiroso? 
    - Es muy interesante y justísimo. Pero afecta igualmente al mentiroso, al calumniador o a cualquier tergiversador o manipulador de la verdad. Verás: Cuando, tras la muerte, y el paso por el purgatorio, el primero, el segundo y el tercer cielo, en éste, en la Región del Pensamiento Abstracto del Mundo del Pensamiento, empieza a desear renacer en la tierra de nuevo, ha de construir antes el molde o arquetipo del cuerpo físico que en esa próxima encarnación habrá de usar. Y aquí llega la ley del karma: Como el hábito de mentir y de engañar ha hecho que su mente esté confusa como consecuencia de la distorsión permanente de la verdad y de la lucha de ésta con sus creaciones, no ve claro cuáles han de ser las características de ese cuerpo físico futuro y, creyendo que lo hace bien, crea un arquetipo distorsionado que, en su día, dará lugar a un cuerpo con defectos, con taras, imperfecto y falto de armonía.
   - Es realmente instructivo y justo.
   - Sí, y mucho. Pero aún hay otro aspecto en este mandamiento que procede tener en cuenta.    - ¿Cuál?
   - Te he explicado cómo la mentira es asesina y suicida, ¿no? Pero, sigamos pensando: Si la mentira se repite mucho, con mucha intensidad y por muchas personas, la vibración de la imagen que cree en el astral será tan potente que podrá con la imagen que la realidad formó. Y eso hará que la verdad sea suplantada por la mentira y aquélla se vea cada vez más negra y el futuro más incierto y se trunquen expectativas y se tuerzan vidas y se negativice un país o una época. Conociendo esto es fácil reconocer la causa de que, en estos momentos, todo el mundo lo vea todo con pesimismo y no tenga grandes esperanzas de un futuro mucho mejor: La tergiversación sistemática de la verdad, la calumnia, la difamación y la  mentira, utilizadas permanentemente por muchos políticos, dirigentes empresariales y laborales, potentados egoístas, medios de comunicación, etc. 
    - Es cierto. Pero, ¿que se puede hacer por remediarlo?: 
   - Es muy sencillo. No hay más que adquirir el hábito de crear permanentemente formas de pensamiento positivas, ver el lado bueno de las cosas, que siempre lo tienen y no admitir ningún pensamiento, deseo o acto que impliquen negatividad o aceptación de la mentira.
    - Pero ¿cómo se hace eso? 
  - Es cuestión de práctica. Te voy a poner algunos ejemplos: ¿Que nos acomete una enfermedad? Pues, sin perjuicio de tratar por todos los medios lícitos de vencerla, habremos de pensar que con ella estamos pagando una deuda kármica pendiente y, por tanto, eso ya no lo debemos y no nos volverá a venir. Si se nos presenta un problema, habremos de pensar que no es más que una ocasión que se nos da para aguzar nuestro ingenio y desarrollar la mente y, por tanto, evolucionar. Si alguna persona nos ofende o nos perjudica, habremos de pensar que, en el fondo, es más desgraciada que nosotros porque aún no conoce las causas que está poniendo en movimiento y que un día le caerán encima, y rezaremos por ella y la perdonaremos y la comprenderemos porque tampoco nosotros somos perfectos. Si, las cosas no nos salen como esperábamos, habremos de pensar que aún no somos perfectos y que, estando en manos de Dios, al final nos sucederá lo más conveniente, desde Su punto de vista, mucho más acertado siempre que el nuestro. Y así en todo cuanto nos sucede o nos rodea. Sólo con eso lograremos vencer la fuerza de la mentira. Ah, y, por supuesto, no mintiendo nosotros, ni tergiversando la verdad ni calumniando ni haciendo cuanto estamos estudiando como negativo. Ten en cuenta que Dios nos ha creado para que seamos felices. Y es una obligación nuestra el serlo. Dios jamás pretendió que sufriéramos pero, respetando nuestra libertad, no puede evitar que recojamos lo que hemos sembrado. No obstante está siempre a nuestro lado, esperando nuestra solicitud para atendernos con todo Su amor. ¿Has comprendido el mecanismo de la mentira y el de su sanción? Sólo te diré algo que no se ha resaltado lo suficiente y es que el hombre está programado para decir la verdad, como demuyestra el detector d ementiras que, lo que detecta es, precisamente, la reacción de alarma del cuerpo (erección del vello, sudoración, palpitaciones, etc.) cuando mentimos.
      - ¡Es verdad! Y el argumento es definitivo.
      - Bien, ¿pasamos al siguiente mandamiento? 
      - Por mí, sí.
      - El siguiente es el noveno: "No desearás la mujer de tu prójimo".
      - Este también está muy de actualidad, ¿no? 
     - Sí. Pero, como sabes, eso no cambia las leyes naturales. A estas alturas, después de lo que hemos hablado, verás claro el fundamento de este mandamiento, ¿no?
      - Me imagino que sí: Si antes de nacer ya tenemos decidido y convenido con el interesado, quién ha de ser nuestro cónyuge, el robar el cónyuge de otro es tronchar las posibilidades de su evolución. - Y de la del cónyuge abandonado.
     - Claro, también. Pero, ahora que pienso, el mandamiento dice "no desearás". 
     - Sí. Y dice "no desearás" porque un deseo, aunque no nos lo parezca, es un objeto tan real o más que cualquier objeto de este mundo. De hecho, una forma mental o de deseos puede durar en su propio plano mucho más que su materialización física.
      - ¿Cómo, cómo?
    - Te lo explicaré de otro modo. Por ejemplo, un arquitecto proyecta una casa. Pues bien, para ello, ha de comenzar por crearla en su mente. Cada detalle de la misma lo ha de formar con toda exactitud mentalmente y sólo cuando en su mente lo ve claro es cuando lo puede plasmar en un papel y confeccionar el proyecto físico. Con ese proyecto físico se puede levantar esa casa. Y esa casa durará muchos años, quizá siglos. Pero cuando ese tiempo haya transcurrido y la casa haya desaparecido, en los planos mentales, el proyecto o arquetipo seguirá existiendo y cualquier clarividente entrenado podrá recuperarlo fácilmente. -      ¡Qué maravilla!. 
    - Eso te demuestra lo importante y lo fuerte y lo duradera que es una forma mental. De modo que un pensamiento relativo a la posesión del cónyuge de otro o de una persona distinta del propio cónyuge - ya que, lógicamente, habrás comprendido que este mandamiento, como todos, va dirigido, tanto a los hombres como a las mujeres - es una fuerza permanente que influye negativamente a todos los afectados. Y, lógicamente, la ley del karma actúa luego en consecuencia haciendo recaer sobre nosotros todo el daño que a todos hicimos.
   - Conociendo lo que a estas alturas ya conozco sobre el tema, lo comprendo perfectamente y me parece lógico y justo. Pero, ¿no cabe el enamoramiento? 
   - Claro que cabe. Pero eso no justifica nada. También estamos obligados a ejercer la voluntad para que no todos nuestros apetitos y deseos nos dominen. Ese es uno de los motivos del renacimiento: El desarrollo de la voluntad. Y hay un aspecto, muy importante de este mandamiento. 
     - ¿Cuál?
    - Que, aunque no lo cite, condena taxativamente el adulterio al condenar el sólo deseo. ¿Te das cuenta? 
  - Sí, claro. Es lógico. entonces ¿no es posible lícitamente enamorarse de una persona distinta del propio cónyuge? 
   - Te puedes enamorar pero has de luchar contra ello porque por encima está el compromiso, la promesa que se ha dado al propio cónyuge que tiene perfecto derecho a esperar que la cumplamos y que, de no hacerlo, se verá gravemente perjudicada. Y no digamos los hijos.
   - ¿Entonces las anulaciones de matrimonio que concede la iglesia qué validez tienen? 
  - Lo único que tiene validez es lo que uno ha hecho y ha pensado y ha deseado. Si uno se casó libremente está obligado a cumplir su compromiso. Y si no lo hace, ya puede decir la iglesia lo que quiera: Cuando muera, recaerán sobre él los efectos de su incumplimiento, con o sin anulación. Porque es nuestra propia memoria subconsciente la que nos juzga, no un Dios vengador y terrible, y a nuestra propia memoria es a la única que no podemos engañar.
   - Comprendo. 
   - Entonces pasemos al décimo mandamiento: "No codiciarás los bienes ajenos". 
   - Bueno, supongo que con este mandamiento ocurrirá lo mismo que con el anterior.
   - Exacto. A cada uno la ley del karma le proporciona lo que necesita para su evolución y, por tanto, no es lícito desear lo que el prójimo ha recibido porque lo ha merecido y es suyo. Y el hacerlo supone una infracción por las mismas razones que antes he explicado. ¿Queda claro?    - Sí.
   - Sin embargo, quisiera llamarte la atención sobre los que están poseídos por la ambición, la avaricia, el afán de poseer. Estas personas tratan de adquirir siempre más de lo que merecen por lo que, en todo caso, lo han de arrebatar a otros a los que legítimamente pertenece. Sólo desean recibir y nunca dan. Consecuencia: Que, recibiendo y no dando, por sistema, bloquean la ley de atracción y, con ello, impiden que les llegue nada bueno, nada positivo o elevado, ya que cada uno de nosotros, con nuestros actos, nuestros pensamientos, nuestros deseos, sin saberlo, estamos continuamente atrayendo actos parecidos, pensamientos similares, deseos de la misma vibración. 
     - No lo sabía. Y lo considero muy importante. 
    - Claro que lo es. ¿No has notado que cuando te pisas una uña, por ejemplo, empiezas a encontrarte con gente que se ha pisado una uña también? ¿O que, cuando te ocurre algo, enseguida conectas con un montón de desconocidos hasta entonces, que tienen tu mismo problema? ¿O que, cuando vas a una reunión, acabas hablando con los que te son más afines? Pues eso es, simplemente, consecuencia de la ley de atracción o de afinidad, según la cual "todo atrae y es atraído por lo similar". Y esa es la explicación de las segregaciones de clase o raciales en las grandes urbes e, incluso, a nivel nacional y mundial.
     - Eso no lo comprendo. ¿Por qué?
   - Piensa un poco: Si tuvieses que irte a trabajar, por ejemplo, a Nueva York y allí no conocieras a nadie, salvo a una amiga, ¿adónde procurarías ir y dónde preferirías vivir, por lo menos al principio? 
    - Cerca de mi amiga, claro. 
   - Y si, después de ti, emigrase tu prima o tu hermano o un amigo o conocido que tampoco tuviese allí ninguna relación con nadie, ¿a quién acudirían y dónde se ubicarían?
     - Sí. Lógico: Conmigo o en mi proximidad. 
     - ¿Y qué idioma hablaríais entre vosotros?
   - Español, naturalmente. - ¿Y qué costumbres y que convenciones sociales observaríais entre vosotros? 
    - Las nuestras, por supuesto.
    - ¿Pretenderíais con ello segregar a los neoyorquinos?
    - No, claro que no. En absoluto. 
    - ¿Pretenderíais entonces que ellos os segregaran? 
   - Tampoco. Simplemente nos encontraríamos mejor, más cómodos, más seguros con los nuestros que con ellos.
    - Pues eso es una autosegregación.
    - Realmente es cierto. 
   - ¿Y qué crees tú que pensarían vuestros vecinos neoyorquinos de vosotros?, ¿que erais muy sociables o que erais exclusivistas y no queríais nada con ellos?
    - Lógicamente pensarían esto último, aunque no fuera verdad. 
   - ¿Y, si algún día necesitabais la ayuda de esos vecinos, piensas que os la prestarían o, si os la prestaban, lo harían con la misma disposición que a otros neoyorquinos? 
     - No, claro. 
  - Pues ya tienes ahí la segregación. Y, como casi siempre, producida por una autosegregación inicial que no pretende nada más que protegerse mutuamente en un medio desconocido aunque no necesariamente hostil, por lo menos inicialmente. 
    - Es cierto. Nunca se me había ocurrido pensar eso.
    - Bien. llegados aquí, vamos a estudiar los tres primeros mandamientos, ¿te parece?
    - Sí, de mil amores.
    - Si no tienes inconveniente, empezaré por el tercero: "Santificarás las fiestas".
    - ¿A qué fiestas se refiere?  
    - A las fiestas dedicadas al Señor y, especialmente, a los domingos.
    - ¿Y por qué? - Porque el domingo es el día del Señor. 
   - Pero podía haberlo sido cualquier otro, ¿no?
   - No. Cada día tiene una vibración especial y distinta, consecuencia de la influencia solar, lunar y del zodíaco todo, de la posición de la tierra en su recorrido anual, etc. Y cada siete días se repite periódicamente la vibración de cada día. Pero cada siete días hay uno que recibe una carga de energía especial destinada a reparar los vehículos. En toda la naturaleza, el número siete se repite constantemente: Siete días en la semana, siete notas musicales, siete colores en el arco iris, siete días de la Creación, siete chakras o centros de energía en el cuerpo, etc. En realidad se trata de una ley cósmica que hasta el mismo Dios observó.                  Jehová, el más alto iniciado de la oleada de vida de los ángeles y tercer aspecto de la Trinidad, el Espíritu Santo, se hizo cargo de la evolución humana durante la Revolución de Saturno del actual Período Terrestre, razón por la cual dedicó el séptimo día a Saturno y la fiesta caía en sábado (Saturday en inglés aún significa "día de Saturno"). Pero Cristo,  el más alto iniciado de la oleada de vida de los arcángeles y segundo aspecto de la Trinidad, el Hijo, un Dios solar, que había alcanzado el status humano durante el Período Solar, dedicó el séptimo día al Sol. Tú sabes que, el inglés "Sunday" y el alemán "Sonntag", el domingo, no significa sino "día del sol". 
    En cada religión ha habido un día de la semana dedicado al Dios Supremo. Para los hebreos era, como te he dicho, y sigue siendo, el sábado. pero para los primeros cristianos, que llamaban a Dios "Dominus", que en latín quiere decir "Señor", el día santo pasó a ser el domin-go, es decir, el "día del Señor". Supongo que sabes que cada día está dedicado a un dios. 
    - No lo sabía. ¿Cómo es eso?
    - El lunes está dedicado a la luna; el martes, obviamente, a Marte; el miércoles, a Mercurio; el jueves a Júpiter; el viernes a Venus; el sábado a Saturno; y el domingo es el día del Señor o también del Sol, ya que, esotéricamente, el Sol es la personificación de Dios, como padre que es de todos Sus planetas y sustentador de la vida en todos ellos. El domingo, pues, tiene una vibración especial que inclina al descanso, la tranquilidad, la vida de familia, la oración, etc. Es un día apropiado para ponerse en contacto con el Creador y agradecerle su amor y su ayuda, además de la propia vida que vivimos, que no es sino una parte de la Suya. Por eso, para que con esa oración dominical recibamos la mayor cantidad de vibraciones positivas ese día especial, es por lo que se nos aconseja "santificar" el domingo.
      - ¿Y las demás fiestas?
    - Las demás fiestas fueron establecidas por la iglesia, las más importantes coincidiendo con fenómenos astronómicos que ya recogían todas las religiones anteriores a la nuestra. 
     - ¡No me digas!.
     - Sí. Es verdad. ¿Sabes cómo se fija la Pascua, que es una fiesta movible?
     - No, no lo sé. 
    - Pues la Pascua se celebra siempre el primer domingo que sigue a la primera luna llena siguiente al equinoccio de primavera. Y como la luna, con su período de veintiocho días, no coincide con los meses, la mayor parte de treinta, la Pascua va cambiando de fecha según el día de la semana en que tenga lugar la primera luna llena tras el equinoccio. 
      - ¿Y hay más fiestas de ese tipo?
    - Sí. El soslticio de invierno, que tiene lugar el 21 de diciembre, da comienzo a la época más santa del año; Nochebuena, el 24, marca el último día en que el rayo de Cristo, permanece en el centro de la Tierra; el 25, Navidad, es el Nacimiento de Dios, o sea, de ese mismo Sol; el 26 es el primero de los "doce días santos", los de mayor irradiación crística de todo el año, el "sancta sanctorum" de los días; la festividad de los Reyes Magos, el 6 de enero, coincide con el fin de los doce días santos; la de San Juan, con el solsticio de verano...      - Pero ¿qué es eso de los "doce días santos"? 
    - Bueno, eso es algo muy interesante y muy ignorado u olvidado, pero no guarda relación con el tema de los mandamientos. 
    - ¿Y no podrías hacer una excepción y aclarar algo sobre ello? 
    - Podría, naturalmente, pero nos llevaría a unas digresiones enormes. 
    - Yo, francamente, me arriesgaría a esas digresiones. 
   - De acuerdo. Vamos allá. Cada año, el 23 de septiembre, con el equinoccio de otoño, un rayo de Cristo alcanza la atmósfera terrestre y comienza a penetrar en ella. Esa penetración llega hasta el 21 de diciembre, fecha en que alcanza el mismo centro de la Tierra. Allí permanece hasta el 24, en cuya noche se produce la mayor emanación de vibración divina y se dice que Cristo "nace" en el mundo. El 25 se celebra ese "nacimiento". Y el 26 se inicia Su elevación desde el centro de la Tierra, proceso que dura hasta el seis de enero. Durante esos doce días, llamados los "doce días santos", ese rayo de Cristo está irradiando Su vida a todas y cada una de las partículas de la tierra, a todos sus habitantes, a todos los seres de todo tipo. Es algo que se nota hasta a nivel físico. Todos, durante esos días, sentimos una necesidad de querer a los demás, de regalarles cosas, de demostrarles nuestro amor. Y eso es consecuencia directa de esa emanación divina que impregna con Su amor todo lo existente. Desde el día seis de enero hasta el 21 de marzo, en que tiene lugar el equinoccio de primavera, el rayo de Cristo emerge de la tierra y de su atmósfera, ascendiendo en su camino de regreso hasta la morada del Padre, como dicen las escrituras. Al cruzar el horizonte terrestre, se celebra la Crucifixión y, al salir de la atmñosfera, se celebra la Ascensión. 
   Esa venida anual de Cristo a la tierra para darse a Sí mismo, para agotar Su vida entregándonosla, haciendo posible la germinación de las semillas, el apareamiento de los animales, la floración de los vegetales, la vida toda de todas Sus criaturas, es el fenómeno más importante del año. Y esos doce días santos, los más a propósito para ponerse en contacto directo con El y experimentar importantes ampliaciones de conciencia. Tradicionalmente, las iniciaciones en los templos de misterios antiguos tenían lugar coincidiendo con los solsticios o los equinoccios, que no son sino puntos clave en el recorrido aparente del sol a lo largo del año, puntos en que la dirección de su marcha cambia, produciendo el paso de una estación a otra, al variar la inclinación con que sus rayos inciden sobre la superficie de la Tierra y, por tanto, la potencia de la radiación solar. 
      - Pero todo esto de mezclar la astronomía con la religión suena a cosa rara, ¿no?
    - No. No tiene nada de raro. Nuestra religión es una religión solar, a diferencia de la de Jehová, que era una religión lunar ya que Jehová mismo y con Él la oleada de vida angélica, alcanzaron el status humano en el Período Lunar. Por tanto, no es de extrañar que la religión de Cristo, la cristiana, aunque se haya olvidado o deformado, tenga en cuenta los momentos astrológica o astronómicamente importantes.
    - ¿Se ve esto en más casos? 
    - En muchos más. 
    - ¿Por ejemplo?
   - Cristo vino cuando estaba terminando - faltaban unos quinientos años, pero ya se estaba bajo la influencia de la zona de penumbra de la Era de Piscis" - la Era de Aries, es decir, la época durante la cual el sol, por precesión, recorría el signo zodiacal de Aries. No es casual, pues, que se le llame el "Cordero" de Dios. Pero Él vino a darnos una religión para la Era de Piscis y por eso sus apóstoles eran "pescadores" y "echaban las redes" y hacían "pescas" milagrosas, y Jesús multiplicaba los "peces", y los primeros cristianos se reconocían por el "signo del pez", y las mitras de los obispos representan la boca de un "pez", y el agua bendita recuerda la del mar... 
     - ¡Caramba!. ¡Quién lo hubiera dicho!.
   - Sí. Y cuando Cristo quiso hablarnos de la siguiente Época, la de Acuario, que llegará dentro de unos quinientos años pero en cuya zona de penumbra ya nos encontramos - y se nota en la vertiginosa marcha de los inventos, la tecnología y el dominio de la naturaleza física de los últimos años - , dijo a sus apóstoles que fueran a Jerusalén y allí encontrarían a "un hombre con un cántaro de agua", el cual les conduciría al lugar en que se celebraría la Pascua. Y, "casualmente", el signo de Acuario se representa por un hombre con un cántaro de agua. -         Todo esto es enormemente aclaratorio. ¿Qué más me puedes decir? 
    - Se pueden decir muchas cosas. Por ejemplo que la época anterior a la de Piscis fue la de Aries, como te he dicho, y las religiones de entonces adoraban a Dios en forma de cordero y fue cuando Moisés, al bajar del Sinaí, vio que su pueblo adoraba al toro otra vez. Y la época anterior fue la de Tauro, y las religiones de entonces adoraron a Dios en forma de toro y tenemos el Buey Apis en Egipto y los toros de Babilonia y el Minotauro de Creta y quizás el origen de nuestras actuales corridas de toros... Podría decirte también que la definición o nota-clave oculta de la época de Piscis, en la que estamos, es la de la obtención de "la armonía a través del conflicto". Y no hace falta pensar mucho para darse cuenta de que los últimos dos mil años no hemos hecho otra cosa que guerrear para luego hacer la paz, para guerrear de nuevo y de nuevo armonizarnos. 
     - ¿Y la iglesia cristiana no reconoce todo esto que es tan aclaratorio? 
    - Incomprensiblemente no lo acepta. Se cierra en sus dogmas, en sus excomuniones, en su infalibilidad pontificia, en su falta de explicación racional y comprensible y sigue exigiendo fe y condenando por toda la eternidad al que no la tenga. Y, desgraciadamente, sigue sin condenar la pena de muerte cuando ya casi todos los países la han prohibido en sus constituciones. Además, considera pecaminoso consultar el horóscopo. 
     - ¿Pero, todo eso por qué?
   - Porque ha perdido las enseñanzas de Cristo a Sus apóstoles y discípulos a los que, el propio Evangelio dice repetidas veces que "enseñaba en privado" lo que a las masas exponía en forma de parábolas. Ten en cuenta que, hasta el Renacimiento, todos los estudiosos y doctores de la iglesia aceptaban y estudiaban, como una ciencia divina, la astrología. ¿Cómo se puede dejar de darse cuenta de que el hombre, al estar compuesto de los mismos elementos físicos y químicos que los demás componentes de la naturaleza ha de verse afectado como ella por las influencias astrales? ¿Por qué la luna ha de producir las mareas y no ha de afectar en nada los líquidos de nuestro cuerpo? ¿Por qué el sol ha de producir la sucesión de las estaciones que, a su vez, producen cambios absolutamente omniabarcantes como la proliferación de vida en primavera o la agonía del otoño, y no ha de producir ningún efecto sobre nosotros? ¿No sabemos que estamos recibiendo continuamente rayos cósmicos que la ciencia ya sabe medir y valorar? ¿Y no sabemos que todo ello, absolutamente todo, desde los rayos solares hasta los rayos lunares y cósmicos no son más que vibraciones y nuestro cuerpo y la naturaleza toda está, en última instancia, compuesta de vibraciones y sólo de vibraciones?
       - Sí. Tienes razón. 
     - Bien. Dicho esto, que es tristísimo, sigamos con nuestro tema. ¿queda claro el tercer mandamiento? 
      - Perfectamente claro, sí.
      - Pasemos, pues, al segundo: "No tomarás el nombre de Dios en vano".
      - Este no lo acabo de entender... 
     - Las palabras "Dios" y "Señor", en todos los idiomas, así como las ideas que expresan, poseen una vibración especial y enormemente positiva y protectora. Quien los pronuncia con devoción, con respeto o con amor, recibe inmediatamente un baño de energía vitalizadora. Es otra muestra del poder de la palabra, es decir, de las vibraciones. Cuando tengas un problema, una zozobra, una inquietud, prueba a elevar tu corazón a Dios y exclama: "¡Señor mío y Dios mío!" o “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”. Sólo eso. Y notarás en el acto el descenso de esa energía que te reconfortará de modo inexplicable pero perceptible.
     - Desde luego que lo haré. 
   - Pues bien. El que pronuncia esas palabras con desprecio o con odio, como hace el blasfemo, produce inmediatamente una vibración negativa, que queda en su aura y que lucha con la vibración de la palabra Dios o la palabra Señor. La consecuencia de esa lucha de vibraciones es un desequilibrio, ya que la vibración divina es mucho más potente que cualquiera otra, que afecta al aura del blasfemo y, a la larga, a su cuerpo físico, produciéndole desarmonías, o sea, enfermedades físicas o mentales, en sus puntos más débiles. 
     - Es lógico. 
   - Ten en cuenta, además que, en el nombre de Dios realizó Cristo todos Sus milagros, siempre por medio de la palabra. La palabra, pues, es importantísima. Y, entre todas, estas dos: "Dios" y "Señor". Y es temerario pronunciarlas como no sea con ánimo de reverenciar a Quien representan.
    - Con esto queda aclarado el por qué de este mandamiento. 
    - Pues pasemos al primero: "No tendrás otro Dios más que a mí". 
   - Resulta un poco excesivo, ¿no? ¿Cómo se puede amar más que a todas las cosas y personas a un Dios al que no se ve? 
     - Este mandamiento tiene un contenido que va mucho más allá de lo que parece. 
     - ¿Cómo es eso?
     Porque no nos dice que amemos a Dios, más o menos, porque sí. No. Lo que nos quiere decir es que no debemos adorar, es decir, considerar imprescindibles las cosas o las personas o la fama o el poder o el dinero. Lo único necesario, el único ser necesario es Dios. Los demás y, por supuesto, las cosas, y nosotros mismos, somos contingentes, es decir, no necesarios. La Creación entera continuaría subsistiendo si nosotros desapareciéramos. Pero, si desapareciera Dios, nada más existiría. 
    Lo que nos quiere decir es que no adoremos a las cosas, que no las consideremos como fines, sino como lo que son: Medios para conseguir nuestra evolución; que no nos aferremos a ellas, que no nos convirtamos en devotos de ellas porque ellas no nos pueden proporcionar más que beneficios sin sentido y sin duración. Y nos quiere decir que no pensemos que un amuleto o una pulsera de determinada materia o forma o un salero derramado o un espejo roto o un gato negro o determinado color o determinado número o cualquiera de las mil tonterías de ese tipo en cuya influencia cree tanta gente, sobre todo los que presumen de no creyentes, puede sustituir a Dios. Son sólo criaturas suyas y eso no es difícil comprenderlo. Y si supeditamos nuestra vida a esos objetos o supersticiones, nos alejaremos cada vez más de Dios que, precisamente, está dentro de nosotros, más próximo que nadie ni que nada, porque nosotros mismos, tanto nuestro cuerpo físico como los demás vehículos, y nuestro propio espíritu, formamos parte de Él. Eso es lo que nos advierte este mandamiento. ¿Aclarado?
    - Por completo.
    - Cumplido, pues, nuestro propósito de repasar, desde el punto de vista oculto, el Decálogo, quiero añadir algo importante.
    - ¿Queda algo por exponer? 
    - Sí. Nos queda por considerar el mandamiento de Cristo. 
    - ¿Y cuál es? 
    - El del amor. Tú sabes que dijo claramente que los diez mandamientos - que Él no venía a derogar sino a hacer que se cumplieran y que perdurarán hasta el fin de los tiempos - se resumían en dos. "Amar a Dios sobre todas las cosas" y "Amar al prójimo como a nosotros mismos". En resumen, AMAR.
     - Sí. Así lo dijo y parece que tenía razón.
     - Toda la razón. Porque Sus dos mandamientos, en realidad, nos ordenan lo mismo. 
     - ¿Lo mismo?
    - Sí. Si todos formamos parte de Dios, con amar a Dios estamos amándonos a nosotros mismos y al prójimo a la vez. En una palabra, como dijo Cristo: Quien cumple este mandamiento los cumple todos.
     - ¿Y eso?
   - ¿Si tú amas a Dios sobre todas las cosas y si amas a tu prójimo como a ti mismo, lo matarás o le robarás, o lo calumniarás o desearás desposeerlo de lo suyo o serás desagradecido con tus padres, etc. ?
    - No, está claro. 
   - Esa es la razón del único mandamiento de Cristo a sus discípulos: "Un solo mandamiento os doy: que os améis unos a otros como yo os he amado". Con esto supongo que hemos terminado este repaso del Decálogo. 
  - Yo, si no te sabe mal, quisiera, antes de terminar, plantearte una pregunta más. 
  - Vamos allá. ¿De qué se trata?: 
  - ¿La intervención de los Luciferes no estaba prevista por Jehová? 
 - Pues no. En realidad esa intervención no estaba incluida en plan que Jehová había diseñado para la evolución del hombre. Lo que estaba previsto era que éste, guiado y auxiliado por los ángeles y otras jerarquías, continuase con su conciencia en los planos superiores y la evolución de su cuerpo físico siguiese siendo inconsciente. Llegado el momento en que ese cuerpo y ese espíritu hubieran alcanzado la perfección suficiente, la conciencia del hombre se hubiese hecho descender al plano físico y la oleada de vida humana hubiera completado su evolución de modo totalmente dirigido y automático. 
   - ¿Qué consecuencias, pues, tuvo la intervención de los Luciferes? 
   - Pues tuvo dos consecuencias y las dos trascendentales. 
   - ¿Primera?
   - Que, al comunicarle los Luciferes al hombre, prematuramente, que tenía cuerpo físico y con él podía, como hacía Jehová, crear otros cuerpos, y al hacer con ello descender su conciencia al plano físico, hizo también que, al carecer aún de mente (esto ocurría en la Época Lemúrica y la mente se recibió en la siguiente época, la Atlante, y sólo en su estadio final), fuese inmediatamente juguete de los deseos, puesto que ya poseía cuerpo de deseos y carecía del freno que la mente supone. Por eso el hombre - como ocurre ahora con los adolescentes, que poseen cuerpo de deseos desarrollado desde los catorce años, pero no tienen mente desarrollada hasta los veintiuno, razón por la cual la adolescencia es la época más peligrosa y más desenfrenada de la vida al no tener los deseos el filtro de la  mente - se dedicó a buscar sólo el placer en el acto sexual, practicándolo con ese objeto cuando le apetecía, fuera de las fechas astrológicamente indicadas, con lo que los cuerpos que creó estaban distorsionados y, por ello, eran proclives a la enfermedad, una de las consecuencias, como sabes, del "pecado original". Y ello porque los luciferes convirtieron lo que era “instinto” en “deseo” o “pasión” o “vicio”.
    - Entonces, ¿ése es realmente el "pecado original"?
    - Es el pecado original de la humanidad, por supuesto, aunque no es el pecado original que cada hombre trae consigo al nacer. 
    - ¿No? ¿Y cuál es éste, entonces? 
   - El pecado original que, según la iglesia, se borra con el bautismo, no tiene nada que ver con este tema. Consiste sólo en las tendencias negativas que cada uno de nosotros traemos de vidas anteriores, y el bautismo lo que hace, no es hacerlas desaparecer, pues esa ha de ser la labor de cada uno de nosotros en los sucesivos renacimientos, sino proveerle de una protección especial, de una carga de energía divina y, por tanto, positiva, que le ayudará en ese cometido. 
  - Todo esto es profundísimo y esclarecedor. ¿Y cuál es la segunda consecuencia de la intervención d e los Luciferes?
   - La venida de Cristo, que obedeció también a otra causa concomitante. 
   - ¿Cuál?
  - Pues verás. Jehová, encargado de la evolución de todos los vehículos en este Período, llegó un momento en la Época Lemúrica en que creyó conveniente dividir a los hombres en razas, poniendo cada una de ellas a cargo de un arcángel, como guía de la misma. Este es el momento a que la Biblia alude con el relato de la Torre de Babel. A partir de ese momento, pues, cada raza tuvo su propia religión, enviada siempre por Jehová, pero adaptada a las características de cada una de ellas. Pero, como las religiones eran exclusivas de cada raza, implícitamente, producían el rechazo de las demás, la separación cada vez mayor entre los hombres, todavía muy primitivos, y el que los espíritus se "pegaran" a los cuerpos de "su raza" y no quisiesen renacer en otra distinta, con peligro de detener su evolución. De haber continuado ese proceso separador, la evolución de la oleada de vida como tal, como un todo, hubiera sido imposible. Con tanta exclusividad, tanto odio, tanta lucha innecesaria, el cuerpo de deseos de la Tierra, del cual extrae su materia constitutiva el cuerpo de deseos de cada hombre - como nuestro cuerpo físico extrae su materia constitutiva del  mundo físico - se hubiera polucionado de tal modo que se hubiese colapsado toda posibilidad de futuro para nosotros. 
       Por eso Cristo vino a traer una única religión para todas las razas y por eso dijo aquello de "el que no abandone a su padre y a su madre y a su hijo y a su patria... no entrará en el reino de los cielos". Es decir, que el que quede pegado a una raza determinada o, mejor dicho, a los cuerpos de una raza determinada - como desgraciadamente ocurrió con una parte del pueblo hebreo - y no sea capaz de ir renaciendo cada vez en cuerpos más perfectos pertenecientes a razas más evolucionadas, corre el riesgo de estancarse en su evolución. Pues el espíritu, que es realmente el que evoluciona y el que es importante, no puede hacerlo sin cuerpo físico, pero para evolucionar ha de ir adquiriendo experiencia y para ello es necesario utilizar cada vez cuerpos más aptos y no siempre los mismos. 
    Por eso la religión de Cristo es una religión universal, la única religión para todos los hombres, pues todos somos igualmente hijos de Dios y, por encima de las características de los cuerpos físicos - color, sensibilidad, resistencia, capacidad intelectual, etc. - que no son más que instrumentos de los espíritus, están éstos que son los auténticos seres inmortales en evolución. 
       Esta, pues, es una de las causas de la venida de Cristo. Y la otra, la caída del hombre. 
       - ¿Por qué?
   - Porque las consecuencias del conocimiento antes de tiempo, por su parte, de su capacidad de crear cuerpos, y del sometimiento a la pasión sin el freno de la mente, anunciaba que la evolución humana, también por este lado, sería un completo fracaso. Por eso Cristo, el Hijo, decidió venir al mundo en ayuda del hombre y para que se cumpliera el plan del Padre tal y como fue previsto. 
      - ¿Y cuál fue esa redención del mundo? 
    - Bueno. Es bastante complejo. Hasta Cristo, hasta Su muerte en la cruz, la evolución del hombre y de la Tierra con todos sus habitantes de cualquier tipo, era dirigida por Jehová y sus auxiliares desde fuera. 
     - ¿Qué quiere decir "desde fuera"? 
    - Quiere decir que ellos no penetraron ni en el interior de los hombres ni en el interior de la tierra que, aunque no lo creamos, es un ser viviente y en evolución, del que formamos parte.
     - ¡Caramba, eso si que es nuevo!.
    - No. No es nuevo. Pero sigamos: Cristo, el más evolucionado y el más alto iniciado de la oleada de vida de los arcángeles y segundo aspecto de la Trinidad, el Hijo, vino a la Tierra en el momento del bautismo de Jesús. 
      - ¿No vino al nacer Jesús? 
    - No. Jesús es el hombre más evolucionado y el más alto iniciado de nuestra oleada de vida. Nació, como dicen las Escrituras, y vivió una vida de santidad hasta su bautismo por Juan el Bautista. En ese momento, Jesús cedió sus cuerpos físico y etérico al arcángel Cristo. - ¿Y por qué y para qué? - Cristo, como todos los arcángeles - que constituyen la oleada anterior a la de los ángeles que es la que precede a la humana - nunca tuvo ni cuerpo etérico ni cuerpo físico; Su vehículo más denso es el cuerpo de deseos. Por otra parte, como supremo iniciado de Su oleada de vida, poseía todos los vehículos, desde el inferior - cuerpo de deseos - hasta el nivel más alto, el trono del Padre. Tenía, pues, y podía funcionar en ellos, es decir, fijar Su conciencia en cada uno de ellos, cuerpo de deseos, cuerpo mental, Espíritu Humano, Espíritu de Vida, Espíritu Divino, Espíritu Virginal y vehículo del Mundo de Dios. Sólo le faltaban para constituir una cadena desde el hombre hasta el Padre (el más alto iniciado de la oleada de vida de los Señores de la Mente, anterior a la de los arcángeles, primer aspecto de la Trinidad y cuya conciencia está centrada en el Mundo de Dios, en el primer subplano del séptimo plano cósmico) los dos vehículos que Él, como arcángel nunca tuvo ni, por tanto, nunca aprendió a construir. 
   - ¡Qué idea tan equivocada tenemos de todas estas cosas!.
  - Sí. Totalmente equivocada. Pero seguiré: En el momento del bautismo de Jesús, pues, Cristo ocupó los vehículos físico y etérico de éste (que se retiró a los planos superiores y, desde ellos, es el actual dirigente de todas las religiones del mundo), y se convirtió en Jesu-Cristo. 
   - ¡Qué maravilla!. 
  - Por eso tuvo que ir inmediatamente al desierto y permanecer allí los cabalísticos cuarenta días para aprender el "manejo" de esos vehículos prestados y que nunca había usado anteriormente. Y por eso el Evangelio dice que Cristo frecuentemente se retiraba solo a orar al monte. - ¿Y no era así? - Realmente, no. Cristo no necesitaba orar. Lo que ocurría es que, aunque los vehículos prestados por Jesús eran los más perfectos que hombre alguno era capaz de construir - y para eso había llevado una serie de vidas purísimas preparándose para el evento - resultaba casi imposible que contuviesen, que resistiesen sin desintegrarse, las inmensamente grandes vibraciones, nada menos que del más avanzado de los arcángeles. Y se imponía retirarse "al monte", salir de esos vehículos y ponerlos temporalmente en manos de los terapeutas esenios para que los restaurasen para otra utilización por Cristo. Para eso aparecieron los esenios, uno de los cuales fue el mismo Jesús, así como Sus padres, unos doscientos años antes de Cristo y se dedicaron a una vida de estricta pureza y al estudio de la medicina oculta. Ese fue su cometido explícito: Hacer posible que los vehículos de Jesús pudieran servir para Cristo. 
    - ¡Esto es asombroso!. Pero tan hermoso y tan lógico... 
   - Lo es. Pero quiero seguir con el tema. 
   - Sí, por favor. 
   - En el momento de la muerte de Cristo, su sangre penetró en la Tierra y sirvió de vehículo - la sangre, en todos los seres, es el vehículo de que el espíritu se vale para manejar el cuerpo físico - para que Cristo penetrara también. 
    - ¿Y eso para qué?
   - Verás. La vibración de Cristo, de Su cuerpo astral o de deseos es tan inmensa que, apenas penetró en la Tierra se produjo en el cuerpo astral de ésta una especie de explosión atómica que quemó y desintegró todas las vibraciones negativas acumuladas en él a causa de los odios fomentados por las religiones de raza y a causa del uso pasional por el hombre de la fuerza creadora, así como de todas las demás pasiones y vicios derivados de la astucia y el egoísmo. De modo que el cuerpo de deseos de la Tierra quedó limpio. Por eso se dice que Cristo "borró los pecados del mundo" y no "de los hombres", ya que ésta es labor de cada uno a lo largo de la evolución, enfrentando su propia responsabilidad mediante la ley del karma. Desde entonces también, Cristo se convirtió en el regente y conductor de la Tierra y desde su centro dirige nuestra evolución, a diferencia de Jehová que la dirigía desde fuera. Y desde entonces el impulso crístico empuja suavemente a cada hombre hacia el bien y constituye la vocecita que todos oímos y que nos inclina hacia lo hermoso y lo verdadero y lo bello y nos hace desear un mundo mejor. Y es Él quien se convirtió desde entonces en lo que se denomina el Cristo Interno, que cada uno de nosotros ha de despertar. Fue tal la potencia de esa explosión astral que los Evangelios dicen que en el momento de la muerte de Cristo "el cielo se oscureció" porque, como los ojos humanos son incapaces de percibir una vibración de tal intensidad, a todos les pareció que se había hecho de noche. 
     - Esto sí que aclara muchas cosas. 
    - Con esa limpieza Cristo hizo posible que los cuerpos de deseos de los hombres, de los ángeles y arcángeles y de los animales - que son todas las oleadas de vida que están evolucionando en la tierra y que tienen cuerpo de deseos - pudiesen alimentar sus vehículos con material limpio, con lo cual esos cuerpos de deseos van purificándose.
    - ¿Entonces quedó limpio para siempre el cuerpo de deseo de la Tierra?
  - No. Para siempre, no. Porque los hombres han continuado polucionándolo con sus vibraciones negativas. Pero sí que desapareció toda la masa de vibración acumulada que impedía de todo punto la evolución de todos. Lo que pasa es que Cristo, previendo que eso iba a ocurrir, y una vez convertido en regente de la Tierra, realizó algo que hasta ahora ha sido totalmente tergiversado y mal entendido.
   - ¿De qué se trata?
  - Se trata de que, para conservar limpia esa zona de la tierra, cada otoño Cristo vuelve a nosotros, como te he explicado antes y permanece aquí, dándose a nosotros hasta Su Ascensión o retorno al Padre en el equinoccio de primavera. 
  - Es estremecedora esta ayuda de Cristo a todos nosotros sólo por amor. 
  - Sí. Es sublime. Pero aún hay más, mucho más. 
  - ¿Mucho más qué? 
  - ¿Quieres pensar, por un solo instante, el sufrimiento - aunque lo haga con todo Su amor y Su ilusión por ayudarnos - que ha de experimentar un ser como Cristo, nada menos que el más alto iniciado de los arcángeles, la Segunda Persona de la Trinidad, viniendo cada año a encerrarse en la Tierra para, además, extenuarse hasta el límite entregándonos Su propia vida para que la vivamos nosotros? Es como si tú te tuvieras que introducir en una canica y permanecer en ella seis meses cada año, experimentando permanentemente una especie de electrocución, que no otra cosa han de resultar para Él nuestras constantes vibraciones de pasión, de odio o de egoísmo. ¿Te das cuenta de cuál ha de ser Su amor para hacer una cosa así, a pesar de la indiferencia e incluso del desprecio de la mayor parte de los hombres? Y, sobre todo, ¿te das cuenta de por qué  en todas las esferas del esoterismo cristiano hay un deseo angustioso de acelerar la evolución y evitar cuanto antes al arcángel Cristo, al Hijo, ese tormento voluntariamente aceptado en nuestro beneficio cada seis meses durante miles de años?
      - Sí. Ahora comprendo lo que es el amor. Y comprendo también y, por supuesto, comparto, la prisa por lograr Su liberación. 
      - Pues concéntrate bien en lo que Él pretendió con relación al Decálogo.
      - ¿Qué pretendió? 
      - Una gran transformación interior de todos nosotros.
      - ¿Cuál? 
     - Verás: Durante la regencia de Jehová la Ley, es decir, el Decálogo, era una ley exterior y su infracción implicaba el castigo inmediato de modo que, se obraba bien para evitar el castigo. El sistema de Cristo es muy superior. Él pretende que la Ley sea algo interior, que comprendamos, que asimilemos, que hagamos propios los Mandamientos, gracias a esa clave secreta que nos ha dado del amor, y actuemos bien porque estemos convencidos de que es la mejor manera de actuar, aunque no haya castigo divino, como en realidad no lo hay. Él quiso, y sigue queriendo, que lleguemos a hacer el bien de modo espontáneo, como los ángeles pero, dada nuestra especial evolución, que nos ha hecho conocer el Bien y el Mal, lo hagamos con conocimiento de causa.
     - Es verdaderamente sobrecogedor. 
     - Sí. Lo es. 
    - Pero duele en lo más hondo del corazón que, siendo esto lo más hermoso de nuestra religión, la iglesia se haya quedado en la crucifixión de la que, en el imperio romano fueron víctimas miles de personas, y no haya comprendido el verdadero amor de Dios ni Su propósito ni el por qué ni el cómo. 
    - Sí, es muy triste. Pero Cristo lo previó y por eso hizo más por nosotros.  
    - ¿Cómo? Por favor, explícamelo. 
    - No. Eso, en todo caso, podría ser tema de otra charla como ésta.
    - Pero, ¿de qué se trata? ¿En qué consiste esa otra ayuda de Cristo? 
  - En los Sacramentos. Él los instituyó y los dispuso de modo que, en determinados momentos de la vida, tuviéramos todos a nuestra disposición unos auxilios especiales que nos ayuden en nuestra evolución.
     Por otra parte, como regente de la Tierra que pasó a ser, además de hacer posible la vida de todos los seres que están evolucionando en ella, entregando Su propia vida cada año (de ahí aquello de "éste es mi cuerpo", relativo al trigo, y "éste es el cáliz de mi sangre", relativo al mosto, que no al vino) y regresando luego al Padre para renovar Su energía y volver a entregárnosla hasta el agotamiento desde el centro de la Tierra, que es Su sede durante seis meses, mediante el llamado "impulso crístico", esa vocecita que nos inclina al bien, que nos llama permanentemente, sin desmayo, que sugiere ideas y esfuerzos y obras positivas en beneficio de los demás, ha pasado a ser lo que se llama "el Cristo interno", que cada hombre siente dentro de sí a poco que se esfuerce. Es lo que hizo a Lope de Vega escribir aquello de: "¿Qué tengo yo que mi amistad procuras.?/ ¿Qué interés se te sigue, Jesús mío, / Que, a mi puerta, cubierto de rocío, /Pasas las noches del invierno oscuras?". Con ello, pues, está cumpliendo Su misión. 
     - ¿Y hasta cuándo ese sufrimiento de Cristo? 
    - Hasta que el hombre logre, con Su ayuda, dominar las pasiones y haga innecesario Su sacrificio. Por eso la prisa de todos los dirigentes de nuestra evolución por que ésta se acelere lo más posible, y por eso la obligación que todos y cada uno de los hombres tenemos de acelerar nuestro personal recorrido y liberar a Cristo de esos sufrimientos que, sólo por amor a nosotros, quiso asumir y sigue asumiendo, año tras año.
     - ¡Dios mío!. Ahora está claro.
   - Sí. Esto es lo que hay detrás del Misterio de la Redención. Y ya es hora de que los hombres todos lo sepan y actúen consecuentemente. Y no unos pocos, como hasta ahora.
   - Todo esto como consecuencia de las religiones de raza y de la intervención de los Luciferes, ¿no? 
   - Sí. Y también a ellos viene Cristo a salvarlos. ¿Comprendes ahora lo que significa la "salvación"? 
   - No del todo. 
   - Pues significa el vencer este punto muerto en nuestra evolución, que sin la ayuda de Cristo hubiera sido degradación, retroceso y absorción por el caos con pérdida de todas nuestras posibilidades y de nuestra propia identidad, y continuar nuestra ruta hacia la meta deseada: Convertirnos en dioses creadores. Pero, como en la naturaleza o en la mente divina, como quieras llamarlo, todo trabaja para el bien, todo ese daño causado por los Luciferes ha hecho que el hombre, mediante esos sufrimientos que se ha arrojado encima a lo largo de sus vidas, haya desarrollado la epigénesis, la capacidad de improvisar, de crear causas nuevas y utilizar el intelecto, ejercitar el libre albedrío y actuar, por tanto, libremente pero con conocimiento del bien y del mal, a diferencia de los ángeles. - ¿Cómo actúan entonces los ángeles? 
    - Los ángeles hacen el bien espontáneamente. 
    - ¿Qué quiere decir "espontáneamente"?
   - Bueno, verás. En su evolución no desarrollaron cerebro ni nada parecido. Desarrollaron sólo amor y ese amor les hizo entregarse siempre, de modo natural, y recibir, en compensación, el conocimiento, de modo infuso, sin esfuerzo. En los ángeles, pues, no hay malicia alguna, no hay mala intención, no hay dudas sobre cómo deben actuar, sino que el bien surge de ellos naturalmente, de modo espontáneo y como único modo de expresión. Pero tampoco en los ángeles hay virtud. 
   - ¿Que en los ángeles no hay virtud? ¿Cómo es posible eso después de todo lo que me estás diciendo? 
    - No. En los ángeles hay inocencia, hay conocimiento de la verdad, pero no hay virtud. - No lo entiendo en absoluto.
    - La inocencia no es consecuencia de ninguna actividad voluntaria. Más bien es el resultado de no hacer. Como no se hace nada, no se equivoca uno y como no se equivoca uno, no se aprende nada y no se adquiere ninguna experiencia y, por tanto, no se posee virtud. La virtud supone haber pecado, haber cometido errores, haber sufrido sus consecuencias y haber aprendido la lección. Eso es la virtud, el conocimiento adquirido mediante la experiencia. 
    Sin la intervención de los Luciferes, nuestra evolución hubiera sido como la de los ángeles: Una evolución dirigida por otros seres superiores, pasiva hasta cierto punto en que, el amor desarrollado así, sin intervención nuestra, nos hubiera hecho acreedores a la sabiduría y hubiéramos obrado el bien como único modo de actuación para nosotros. Pero como caímos, como nosotros teníamos cerebro y laringe, a diferencia de los ángeles, como nos equivocamos, hemos tenido que sufrir, que discurrir y que meditar, y seguimos en ello, las consecuencias de nuestros errores, y vamos aprendiendo la lección. Pero cuando, con ese recorrido doloroso causado por los Luciferes y por nosotros mismos, lleguemos al punto, que ya vislumbramos, en que nos demos cuenta de que la separatividad es sólo una ilusión consecuencia del desenfoque que por la prematura caída de la conciencia, experimenta nuestro ojo espiritual, y que todos somos uno y que la ley única y suprema en todo el universo es la del amor, habremos llegado a unirnos a la oleada de vida angélica, pero con mucho más mérito y muchas más capacidades, derivadas de toda la enseñanza adquirida a lo largo de toda nuestra permanencia lejos de la "casa del Padre", donde volveremos, como el Hijo Pródigo (que nos representa en la parábola) para recibir su alborozada bienvenida, ya que todo el tiempo ha estado suspirando por nuestro regreso. 
    - Hay algo que no me cuadra. 
    - ¿Qué? 
   - Has dicho que los ángeles evolucionaron sin problemas, con arreglo al plan previsto, y adquirieron así la sabiduría de modo infuso, espontáneo, gratis, ¿no?
    - Sí. 
   - Pero has dicho también que los Luciferes eran ángeles y ellos no actuaron precisamente así. 
    - No, es cierto. Pero los Luciferes eran los rezagados de la oleada de vida angélica. Ellos se habían quedado tan atrás en su evolución, que ya no podían conectar con los ángeles, sus hermanos. Y por eso recurrieron a aprovechar la experiencia de los hombres - con los cuales pueden comunicarse a través del cerebro, cosa que no pueden hacer los ángeles - para acelerar su propia evolución. Son, pues, un intermedio entre los ángeles y los hombres. 
     - Ya comprendo.
    - Hay otra cosa, muy importante que, aunque me he referido a ella, hay que tener presente. -       ¿Cuál? 
    - Que Cristo, además de venir en persona a ocupar el cuerpo de Jesús durante tres años y sufrir la crucifixión, y a pesar de regresar cada año a darse enteramente a nosotros, nos dejó una serie de ayudas, para que nos apoyemos en ellas en determinados momentos de nuestra vida. 
    - ¿Qué ayudas? 
    - Las llamamos los Sacramentos.
    - Sí. Ya hemos hablado de ellos. Pero, ¿qué son?
    - Los sacramentos no son sino una serie de ritos de magia blanca, por medio de los cuales, los sacerdotes, que están capacitados para ello mediante precisamente el sacramento del Orden, producen sobre nosotros una efusión de energía divina apropiada para que nos ayude en la coyuntura en que nos encontremos. 
    - Esto es verdaderamente importante. ¿Podrías hablar sobre ello? 
    - Claro. Cristo, según la Tradición, tras la Ascensión, aún permaneció en la Tierra, entre Sus discípulos, en Su cuerpo etérico, varios años, impartiéndoles las enseñanzas necesarias para que Su iglesia pudiese funcionar con efectividad en favor de los hombres.
   - ¿Eso es cierto? Yo creía que, tras la Ascensión, Cristo desapareció para los hombres hasta que vuelva, según está prometido. 
   - Eso es lo que dijo la iglesia oficial cuando ya había perdido contacto con las verdades ocultas impartidas por Cristo a Sus discípulos y cuando ya perseguía a éstos por discrepar de las interpretaciones que los intereses políticos y materiales hacían públicas al pueblo. La realidad - y cualquiera que consulte la Memoria de la Naturaleza o Registro Akásico puede comprobarlo - es la que te estoy diciendo. ¿Cómo y cuándo crees tú que Cristo instituyó los sacramentos y el ritual y las palabras de poder y las actitudes y las preces que los constituyen? ¿Cómo la iglesia, si los evangelios nada dicen al respecto, sabe que existen y los administra como algo instituido por el mismo Cristo? ¿Es que se puede creer que porque asistió a la boda de Caná, con eso ya quedó instituido el sacramento del matrimonio o que porque se hizo bautizar, por sólo ese hecho quedó constituido el sacramento del bautismo? ¿Y cuándo creó los sacramentos de la confirmación y de la penitencia y de la extrema unción?       - Sí, tienes razón.
   - Bien, sigamos, pues. Y, aunque el estudio somero pero profundo de lo que cada sacramento significa, de lo que "tiene dentro", será objeto de otra charla, te diré dos cosas.
      - ¿Cuáles?
    - Primera, que Cristo previó, lógicamente, que los hombres caerían en la tentación de tergiversar Sus enseñanzas e incluso de ponerlas en duda. Y, por eso, configuró los sacramentos de tal manera que, aunque el sacerdote o el obispo que los administre no sepa lo que hace - que es lo que ocurre hoy con muchos - , el efecto del sacramento se produciría igualmente. Incluso aunque el ministro no crea en la efectividad de su ministerio. Lo que Cristo buscaba es que no nos quedáramos sin ayuda cuando la necesitáramos.
    - Es maravilloso. ¿Y la segunda cosa que querías decir?
  - La segunda es que, dado que Su religión va dirigida a toda la humanidad pero, de momento y preferentemente a occidente, es decir, a los pueblos constituidos por espíritus que están evolucionando en Europa y América - con numerosas y honrosísimas excepciones - y a los demás, a medida que vayan evolucionando y renaciendo en cuerpos de dichos pueblos o de los posteriores, estableció para Sus seguidores, es decir, para los cristianos, una especie de depósito espiritual, indescriptiblemente amplio, en el que, en todo momento, existe una reserva de energía divina dispuesta a ser impartida en beneficio del que la necesite y la solicite. Y que, como consecuencia del respeto que todas las jerarquías espirituales sienten por el libre albedrío del hombre, ni siquiera osan prestarnos ayuda si nosotros no la deseamos o la pedimos. Ese depósito de energía se llena continuamente con las vibraciones que producen los sentimientos de adoración, de entrega a los demás, de oración, de elevación, de rectitud, de justicia, de servicio, de altruismo, de amor en una palabra, de todos los cristianos. 

ME PERDÍ A MÍ MISMO 

Ha muchos años, me perdí a mí mismo
 y, desde entonces, sin yo darme cuenta,
 me he buscado, sin éxito, y en venta, 
bordeando, al intentarlo, un gran abismo. 

Ahora ya me encontré, y mi mecanismo 
funciona ya sabiendo, y no aparenta
 papeles o poderes que no ostenta
ni presume de ateo o de nihilismo.

 Que así discurre la aventura humana:
 malgasta media vida en vanidades,
 presume sin motivo y muy ufana,
 amontona basura a cantidades
 y, al final, ve la luz y la luz gana 
trocando las mentiras en verdades. 

* * *

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