EL DECÁLOGO



EL DECÁLOGO
por Francisco-Manuel Nácher

- Ésta ya no es una época de mandamientos, de decálogos
para regular nuestra conducta. La Humanidad ha superado ese
estadio en que había que decirle lo que podía y no podía hacer.
- Yo no estaría tan seguro.
- ¿Por qué?
- Porque tú partes de una concepción equivocada de los
Mandamientos de Jehová.
- ¿Equivocada en qué sentido?
- Yo diría que en todos.
- ¡Hombre! ¿En todos? ¿Cómo probarías eso?
- Lo que puedo hacer es razonar contigo para que tú
comprendas que, además de la interpretación de la iglesia católica
y de las demás iglesias cristianas, hay otra interpretación más
lógica y más profunda y más creíble de los mandamientos y de su
finalidad y de la Biblia en general.
- De acuerdo, me es igual. Te escucho.
- Bien. En primer lugar has de tener en cuenta que los
Mandamientos fueron dados a los que estaban siendo
seleccionados para constituir la raza-raiz de la posterior raza aria,
que comprende todos los actuales pueblos blancos.
- ¿Y por qué precisamente a los blancos actuales?
- Porque eran los egos más avanzados en la oleada de vida
humana. Verás. La raza anterior a la aria, según las crónicas
ocultistas de hace muchísimos milenios, fue la raza atlante - que
comprendió también varias subrazas - y que, cuando dio de sí
todo lo que podía dar, obligó a los seres encargados de la
evolución humana - personalizados o dirigidos por Jehová - a
seleccionar entre todos los más avanzados y crear con ellos una
raza-raíz para la siguiente gran raza que, como te he dicho es la
llamada aria y que, por cierto, nada tiene que ver con la acepción
racista de los nazis ni de ningún otro racista.
- ¿Y qué pasó?
- Pues pasó que, para educir de una raza otra más avanzada es
preciso darle unas normas y exigir que las cumpla para que sus
miembros vayan desarrollando ciertas facultades que poseían sólo
rudimentariamente y que serán las características distintivas de la
nueva raza-raiz y sus subrazas. En el Éxodo se relata la historia de
aquellos momentos. Por ello a los hijos de Israel de la Biblia, que
eran, en realidad, los llamados "semitas originales", se les prohibía
contraer matrimonio con las hijas de otros pueblos, con el fin de
realizar en su seno una selección de características definidas.
-¿Y qué características había que desarrollar?
- Varias. Entre ellas la voluntad. Por eso se estableció el
sacrificio, es decir, la entrega voluntaria a Dios, la pérdida de lo que
el hombre más estimase: Sus bienes, una parte de sus ingresos,
los primogénitos de su descendencia y de la de sus ganados, etc.
Todo eso, para un pueblo muy materializado exigía un gran
esfuerzo de voluntad. Pero, como si no cumplían, ahí estaba
Jehová para castigarlos, no tenían más remedio que obedecer y
así, mediante la repetición de ese esfuerzo, contrario a sus propios
intereses, desarrollaron la voluntad que, en estadios posteriores de
la evolución - ahora, por ejemplo - sería muy útil.
- De acuerdo. ¿Y qué tiene eso que ver con el Decálogo?
- Mucho. Piensa que Jehová, aunque pensamos que se
comportaba como un Dios cruel e injusto, obraba movido por un
inmenso amor a sus criaturas y en todo momento pretendía lo
mejor para ellas, aunque su visión momentánea no les permitiese
comprenderlo así. En esa tesitura, Jehová promulgó Su Decálogo,
que no era más que una serie de consejos para que su raza
elegida pudiese avanzar más deprisa.
- No comprendo. Explícate.
- Lo haré por partes. El plan de Dios en cuanto a la evolución
del hombre se refiere, pretende que éste se convierta en un dios
creador al final de su recorrido. Bien, para ello ha de adquirir una
serie de facultades - en ello estamos - además de las ya
adquiridas anteriormente.
- ¿Y por qué hay que adquirirlas?
- La oleada de vida humana, como todas las oleadas de vida,
está constituída por una serie de chispas emanadas de y en Dios,
que nacen sin consciencia de sí mismas, sin saber que existen ni
que son seres distintos de los demás, y teniendo, en potencia,
todas las posibilidades de un dios creador. Pero, para obtener la
autoconsciencia y desarrollar esas facultades divinas, necesitan
varios vehículos que han de evolucionar en los distintos planos de
existencia, o sean, el físico, el astral, emocional o de deseos y el
mental.
- Comprendo.
- El cuerpo físico es el más antiguo y, por tanto, el más perfecto,
que posee el hombre, es decir, el espíritu o Ego en evolución. Por
eso, cuando los cuerpos pertenecientes a una raza empiezan a no
poder dar ya más de sí, cuando los espíritus que los usan ya no
pueden aprender nada nuevo usándolos, se impone seleccionar a
los más avanzados y, con ellos, formar la simiente de una nueva
raza-raíz que dé lugar a cuerpos más aptos, más perfectos desde
el punto de vista de la evolución.
- Ahora lo veo claro. Entonces Jehová intentaba eso, ¿no?
- Si, claro. Te he dicho que la raza anterior a la Aria fue la
Atlante, con siete subrazas, y aún hubo otra antes, en la Época
Lemúrica; cada una de ellas mejorando la anterior y adicionando
facultades o capacidades.
- ¿Y cuál fue la nueva adquisición de la futura raza Aria?
- La mente. Esta facultad, más bien instrumento o vehículo del
Ego, le fue entregado al hombre en la Época Atlante, pero sólo a
los que en la evolución habían llegado al punto en que pudiesen
recibirla. Y los más avanzados de esos son los que fueron reunidos
para formar la raza-raíz de la futura raza aria, los semitas
originales. ¿Lo comprendes?
- Sí. ¿Y qué pasó con la mente?
- Con la mente no pasó nada. Nuestra humanidad actual está
tratando de desarrollarla y de que se convierta en el instrumento
más importante, predominando y controlando la emotividad, los
sentimientos, lo que hoy llamamos la visceralidad. Como sabes,
aún estamos bastante lejos de conseguir que la gente piense antes
de recurrir a las manos. Por otra parte, la mente es el instrumento
que utilizamos para crear.
-¿Para crear?
- Sí, claro. Nosotros, aunque no nos demos cuenta, somos
creadores, estamos continuamente creando, primero con la mente
y luego realizando en el mundo físico lo que con ella hemos
creado. ¿Tú no te has dado cuenta de que te es imposible hacer
algo si no lo piensas antes?.
- Ahora que lo dices, pues sí. Es cierto.
- Pero también es cierto que la mayor parte de nuestras
creaciones, por no decir todas, de primera intención son erróneas o
incompletas, y necesitan de reformas, rectificaciones o
repeticiones. Lo que se pretende de nosotros es que desarrollemos
la mente hasta tal punto que seamos capaces de crear, de primera
intención, cosas perfectas, sin necesidad de rectificaciones y sin
tener que cargar luego con las consecuencias de nuestros errores.
- Comprendo perfectamente.
- Como el propósito de Jehová era aconsejar a sus criaturas, les
entregó el Decálogo, que no era más que un compendio de
verdades que podían acelerar su evolución.
- ¿Verdades?
- Sí. Se trata de consejos para orientar al hombre y que no se
enfrente a las leyes naturales.
- ¿Y cómo funciona eso?
- Verás. El universo entero, pero nosotros nos ceñiremos a
nuestro mundo, está regido por una serie de movimientos o
corrientes de energía o de voluntad superior, que siempre actúan
en el mismo sentido, y que nosotros llamamos "leyes naturales".
- ¿Me puedes poner un ejemplo?
- Claro. Por ejemplo, la ley de la gravedad. O la de la resistencia
eléctrica, o la de la refracción de la luz o la de la transmisión del
sonido o la de la palanca, etc. etc.
- ¿Eso son leyes naturales?
- Claro. Y la misión del hombre es ir descubriéndolas,
asimilándolas y aplicándolas para su propia evolución. Si no se
hubiera descubierto toda la serie de leyes naturales que hoy
conocemos, nuestra civilización no hubiera alcanzado el nivel que
tiene. Ten en cuenta que todos los fenómenos de la naturaleza,
todos sin excepción, obedecen a alguna o algunas leyes naturales.
Y que si esas leyes no se cumplen, los fenómenos
correspondientes no se producen.
- Eso no lo entiendo bien.
- Pues está muy claro. Por ejemplo: Desde tiempos
antiquísimos el hombre ha aspirado a volar y no lo ha conseguido.
¿Por qué?. Porque sus inventos no tenían en cuenta una serie de
leyes naturales y, como consecuencia de esa ignorancia, no las
cumplían y el hombre no podía volar. Y ¿cuándo ha podido volar el
hombre?. Pues cuando ha descubierto y obedecido las leyes que
rigen la aerodinámica, la composición de fuerzas, la hélice, la
combustión y expansión de líquidos y gases, etc., etc. Pero
siempre que se incumple una ley natural, se produce un accidente.
Sin excepción, porque las leyes naturales no admiten errores ni
excepciones ni favoritismos. Por eso la humanidad continúa sus
investigaciones en todos los campos, para descubrir las leyes
naturales que aún desconoce y evitar fracasos, que es lo mismo
que evolucionar más deprisa. Los accidentes, pues, los fracasos,
son el acicate para que la humanidad se esfuerce, aplique su
mente a la naturaleza, discurra y le arranque sus secretos para
dominarla.
- Ahora lo comprendo.
- Pues bien, en aquella época remota, Jehová quiso, mediante
su Decálogo, avisar al hombre de lo que era erróneo y le conduciría
al fracaso, a retrasar su evolución.
- ¿Entonces, según tú, el Decálogo es una serie de consejos?
- Por supuesto.
- Caramba. Pues no lo parecen. Dan la impresión de
verdaderos mandatos totalmente imperativos.
- Eso depende de cómo lo tomes. Te lo voy a exponer de otra
manera. Si tú quisieras aconsejar a alguien sobre el uso de la
palanca, por ejemplo, podrías decirle muchas cosas y, entre ellas
ésta: "No utilices una palanca sin un punto de apoyo". Y si
quisieras ilustrarle sobre el vuelo, podrías decirle: "No intentes volar
con más peso que impulso tengas". Y si quisieras ayudarle a
mantener el equilibrio podrías aconsejar: "No saques el centro de
gravedad de la base de sustentación". Y así podría ponerte miles
de ejemplos. ¿Te parecerían buenos consejos?
- Por supuesto.
- Buenos si tu amigo los observaba. Porque si no, fracasaría.
¿No es así?.
- Sí, claro.
- Porque si tu amigo se empeñaba en trabajar con una palanca
sin utilizar un punto de apoyo, de nada le serviría su esfuerzo. Y si
pretendía volar sin la suficiente fuerza, se estrellaría. Y si
construyese torres inclinadas con el centro de gravedad fuera de la
base de sustentación, se le derrumbarían, ¿no?
- Cierto.
- Pues con los mandamientos ocurre exactamente lo mismo,
porque se trata de consejos para acomodar las conductas de la
humanidad a las leyes naturales que rigen la evolución humana.
Pero han sido mal explicados y, consecuentemente, mal
interpretados.
- ¿Por qué dices eso?
- Porque no se han explicado sus causas ni sus mecanismos y
se ha exigido sólo su observancia porque sí, porque Dios lo quería
y, de otro modo, castigaba al infractor.
- ¿Y no es así?
- En absoluto. Fíjate que David, en sus Salmos ya insiste, con
frecuencia, en la necesidad de "entender" para "creer" y
"obedecer".
- ¡No me digas!. David, que hablaba directamente con Jehová?
- Sí. Pon atención y te convencerás: En el Salmo 119, por
ejemplo, se leen estos versículos, suficientemente aclaratorios y
que corroboran cuanto digo:
- "Hazme entender el camino de Tus mandamientos (27).
- Dame entendimiento y guardaré Tu ley y la cumpliré de
todo corazón (34).
- Enséñame, dame la dicha de saber, y guardaré Tus
mandamientos (66).
- Hazme entender y aprenderé Tus mandamientos (73).
- Dame entendimiento para comprender Tus mandamientos
(125).
- La explicación de Tus palabras alumbra, hace entender a
los simples (130).
- Hace ya mucho que he entendido Tus mandamientos
(152).
- Según Tu palabra, dame comprensión (169).
- Mis labios Te cantarán alabanzas si me explicas Tu Ley
(171)". ¿Te parece suficiente?.
- ¡Qué barbaridad, está clarísimo!.
- Te voy a añadir una cita de un santo nada sospechoso en este
aspecto: San Bernardo de Claraval, el fundador del Císter y
perteneciente a una orden contemplativa.
- ¿Y qué dice San Bernardo?.
- Dice textualmente, en su obra Sermones sobre los Cantares,
Capítulo 48:
"Por eso el justo que vive de la fe, mora aún en la sombra;
mas, aquél que vive de la inteligencia es bienaventurado, porque
no mora en la sombra, sino en la luz. David era justo cuando decía
a Dios: Dame la inteligencia que necesito para aprender Tus
mandamientos. Y viviré sabiendo que la inteligencia debe suceder
a la fe y que la luz de la vida y la vida de la luz debe ser revelada a
la inteligencia". ¿Comprendes lo necesario de "entender" antes de
"obedecer"?
Sí, completamente.
- Pues ahora podemos estudiar, uno a uno, los mandamientos.
Y comprobarás que son magníficas ayudas para los hombres, si
éstos los cumplen. Y, por otra parte, magníficas enseñanzas para
comprender las causas de sus males, si no los observan. Y, en
todo caso, para darse cuenta de que somos nosotros mismos los
que arrojamos sobre nuestras cabezas el dolor, la enfermedad, las
desgracias, los sufrimientos, y que Dios, en todo momento, nos
está queriendo ayudar sin interferir en nuestro libre albedrío, pues
Su meta es que lleguemos a dioses creadores como Él y no es
posible un dios creador sin libre albedrío y sin saber crear
perfectamente.
- De acuerdo. Empecemos, pues, a estudiarlos. El primero, si
no recuerdo mal dice: " Amarás a Dios sobre todas las cosas".
- Yo preferiría empezar por otro. Luego nos será más fácil llegar
a éste mandamiento. Tú sabes que los tres primeros se refieren a
nuestra relación con Dios y los siete últimos a nuestras relaciones
con el prójimo, ¿no?.
- Pues no lo sabía.
- Bien. Por eso me gustaría, si no tienes inconveniente,
empezar por el primero de los siete que se refieren a la
convivencia.
- De acuerdo, ¿por qué voy a tener inconveniente? Todo esto
es interesantísimo.
- Empecemos, pues. El cuarto mandamiento dice : "Honrarás a
tu padre y a tu madre".
- Sí. Y yo pregunto por qué y qué pasa si no lo hago.
- Pues verás. A todos nosotros, los constituyentes de las razas
blancas, y que somos los que estamos utilizando los cuerpos más
avanzados de toda la oleada de vida humana, antes de iniciar el
proceso del renacimiento, se nos da la oportunidad de escoger
entre dos o tres proyectos o posibilidades de vida, con el fin de que
seamos nosotros mismos, nuestro Yo Superior que es quien
evoluciona, los que decidamos qué facultades queremos
desarrollar, qué trabajos queremos hacer, qué lecciones hemos de
aprender, qué deudas de destino deseamos pagar, etc. De modo
que cada uno elegimos los padres que tendremos, el ambiente en
que nuestra vida se desenvolverá, el cónyuge que nos ayudará en
esa vida, el tiempo que viviremos, etc.
- ¿Entonces todo está previsto de antemano? ¿Dónde queda,
pues, el libre albedrío y, consecuentemente, la responsabilidad?
- Tranquilo. No todo está previsto de antemano, sino las líneas
principales, los acontecimientos más importantes. Lo demás queda
a nuestro albedrío y es donde hemos de manifestar nuestra propia
epigénesis.
- ¿Epigénesis? ¿Y eso qué es?
- La epigénesis es la facultad que, como dioses creadores en
formación que somos, tenemos todos los humanos, de poner en
funcionamiento causas nuevas para producir sus respectivos
efectos. Me explico: Si bien es cierto que toda causa produce su
efecto correspondiente y no otro, y que todo efecto tiene su causa
correspondiente y no otra, no todo en la naturaleza es
absolutamente mecánico. Precisamente nosotros, los hombres,
cuya vida es, en casi todo, simple consecuencia de causas
anteriores, puede modificar los resultados previsibles poniendo en
movimiento causas nuevas, que no derivan de otras anteriores, es
decir, dando nacimiento a nuevas cadenas de causas y efectos.
- Me parece quererlo comprender, pero no lo veo demasiado
claro.
- Te pondré un ejemplo. Si tú, desde antes de nacer, tienes
fijada tu muerte en el minuto tal del día tal del año tal en tal sitio y
por tal motivo, puedes alargar tu existencia si llevas una vida
ajustada a las leyes naturales; en otras palabras, si cumples los
mandamientos.
- ¿Y eso por qué?
- Muy sencillo. Porque lo que Dios quiere es que avancemos lo
más posible ya que, al fin y al cabo formamos parte de Su plan, y
Su voluntad tiende a completarlo, pero sin violentar nuestra libertad
en ningún momento. Entonces, si tú te adaptas completamente a
esa voluntad divina, te conviertes en un centro de irradiación de
vibraciones positivas, en un ejemplo viviente, en una fuente de
enseñanzas, y eso sólo puede ayudar a quienes te rodean y,
consecuentemente, acelerar la realización del plan divino. Por eso,
en esas circunstancias, tu vida se verá prolongada. ¿No te ha
chocado que, en términos generales, la gente dedicada a hacer el
bien, los que, de modo altruísta, se dedican a servir al prójimo,
suelen tener vidas sanas y largas?. ¿Y no has comprobado que los
libertinos, los negativos, aunque tengan muchos bienes, no llegan a
edades muy avanzadas ni viven sanos?. He dicho en términos
generales, pues también existe quien previó vivir muchos años con
determinado propósito y los vivirá aunque su vida no haya sido
exactamente lo que el Yo Superior esperaba en el momento de
decidirla. Pero también hay quien lleva una vida tan sumamente
negativa, quien se rodea de tal cúmulo de vibraciones destructoras
que, aunque en principio tenía prevista una vida de equis años, esa
vida se ve truncada antes del plazo. De todo esto no hay que
extraer conclusiones generalizadas porque cada hombre es distinto
y cada uno tiene su plan de evolución que va desarrollando a su
manera, siempre con la asistencia de Dios o, mejor dicho, de Sus
colaboradores.
- ¿Sus colaboradores?
- Claro. ¿Crees que Dios en persona se preocupa de cada uno
de nosotros?. Por supuesto, todos formamos parte de Él, y por eso,
en Su conciencia sabe todo lo que hacemos y lo que nos ocurre,
pero son los intermediarios, las oleadas de vida superiores a la
humana y algunos, muy avanzados, pertenecientes a ella, los que
se encargan de transmitir Sus energías, canalizar las cosas,
colaborar en la labor de realización de Su plan, porque para su
evolución lo necesitan hacer así, lo mismo que nosotros no
podemos prescindir de los demás ni de los animales ni de las
plantas ni siquiera de los minerales y, consciente o
inconscientemente, estamos influyendo en sus evoluciones de
modo definitivo.
- Sí, lo comprendo.
- Pues volvamos a los padres. Desde el momento en que tu Yo
Superior da su conformidad para ser padre o madre de un espíritu
hermano, que nacerá como hijo tuyo, estás comprometiéndote a
dar mucho: Tu amor, tu libertad, tus esfuerzos, tus sacrificios, tu
enseñanza.. y, si eres madre, además, tu sangre y parte de tu
propia vida. ¿No es, pues, lógico y justo que ese hijo que te
escogió como padre o como madre te deba respeto, gratitud y
amor?. ¿Cuál crees tú que debe ser la consecuencia de la falta de
respeto, de gratitud y de amor hacia los padres, a tenor de la ley
del karma?
- Lo veo clarísimo. Pero me has dicho que sólo los más
avanzados, los que constituímos, en términos generales, las razas
blancas, tenemos la posibilidad de escoger los padres y yo me
pregunto ¿qué pasa con los otros?.
- Los otros son conducidos por la ley del karma. Renacen, como
todos, porque esa es una necesidad, como el crecer o el envejecer,
pero se les hace nacer en los padres que los encargados de
administrar la ley del karma entienden que son los más
convenientes, para que obtengan el máximo de evolución. Ten en
cuenta que su Ego, su Yo Superior, al haber evolucionado menos,
aún no está en condiciones de ser Él mismo el que elija, con ciertas
garantías de acierto. Pero su deuda es la misma.
- Entonces en todas las encarnaciones todos evolucionamos,
¿no?
- En general, sí. Pero como somos seres libres y esa libertad se
nos respeta y no somos aún perfectos, cometemos muchos
errores, nos dejamos llevar por los deseos egoístas, con lo cual
nos alejamos de las leyes naturales y creamos nuevo karma y, al
final de cada encarnación, muchas veces comprobamos que, en
realidad, no hemos avanzado tanto o, incluso, hemos retrocedido
en nuestra evolución.
- Es tristísimo, después de tanto esfuerzo, ¿no? Pero se me
está ocurriendo una pregunta muy interesante.
- ¿Cuál?
- ¿Podemos retroceder, de tal modo que nos veamos obligados
a renacer en una raza con cuerpos físicos menos evolucionados?
- Rotundamente, sí. Todos los que utilizamos cuerpos de la raza
blanca hemos pasado ya antes por otras razas y hemos
pertenecido a la raza amarilla y a la raza negra, con sus diferentes
subrazas. Pero si nuestra vida demuestra que aún no somos
capaces de usar dignamente un cuerpo más perfecto con miras a
nuestra propia evolución, nos veremos renaciendo en una raza que
ya había sido nuestro hogar para, así, "repetir curso", dicho en
términos académicos. Un caso típico de retraso lo tenemos en los
antropoides que, si bien pertenecen a la oleada de vida humana, ya
en la Época Lemúrica quedaron rezagados, degenerando sus
cuerpos desde entonces hasta su estado actual. Y los simios más
pequeños aún degeneraron luego a partir de los antropoides. Eso
en cuanto a los cuerpos que utilizan pero, en cuanto a sus
espíritus, a sus Egos, siguen perteneciendo a nuestra oleada de
vida.
- Es trágico.
- Por supuesto, pero hemos de aprender a usar el libre albedrío
y la inteligencia para conocer y cumplir las leyes naturales. Ten en
cuenta que nosotros tenemos mucha prisa y lo queremos todo
enseguida, pero en la naturaleza no ocurre nada de repente ni se
adquiere nada sin pagar antes su precio y que ese precio es
siempre un esfuerzo.
Bien, pasemos ahora a estudiar el siguiente mandamiento, el
quinto, que establece: "No matarás".
- Vamos a ver qué tiene dentro.
- Pues tiene mucho y generalmente mal entendido. Date cuenta
de que el mandamiento no distingue ni qué se mata ni cómo se
mata ni por qué se mata; simplemente, prohibe matar. Dicho esto,
piensa que cada uno de nosotros estamos evolucionando o, lo que
es lo mismo, aprendiendo lecciones o adquiriendo experiencia o
desarrollando facultades que, poco a poco, nos van haciendo llegar
a la perfección que necesitamos para convertirnos en dioses
creadores. Y piensa que en todo el universo no hay más que una
vida: La vida de Dios. El hombre, pues, puede, y de hecho lo hace,
participar de esa vida como si fuera la propia; lo que no puede
hacer es crearla ni, mucho menos, destruirla. Sin embargo, puede
destruir los cuerpos y con ello frustrar, temporalmente, claro, el
plan divino.
- Lo pienso y empiezo a comprender.
- Date cuenta de que renacer es el único medio que tenemos
para evolucionar y, por tanto, cada renacimiento es una
oportunidad de oro para aprender lecciones, para adquirir
experiencia, en una palabra, para acercarnos a la meta. Y piensa
que cada uno de nosotros no somos sino un centro de la
conciencia divina, un elemento de Su plan, una pieza de Su puzle,
necesaria para completarlo. ¿Qué derecho tenemos ninguno de
nosotros a privar a un hermano de su posibilidad de evolucionar?.
Fíjate que, en términos generales, tardamos unos mil cincuenta
años en renacer.
- ¿Tanto?
- Sí. Hablo en términos generales. Hay muchas excepciones
debidas sobre todo a razones kármicas, pero esa es la regla
general.
- ¿Y por qué precisamente mil cincuenta años?
- Por una razón muy sencilla, pero que se sale un poco de
nuestro tema. Verás. El sol, a lo largo de su curso a través del
cielo, cada año va apareciendo en el horizonte, en el equinoccio de
primavera, un poco antes de lo que fuera de esperar.
- No entiendo esto.
- Trataré de explicártelo. Debido a que la Tierra no gira sobre su
eje ideal y a que su eje verdadero tiene un movimiento lento
oscilante y propio, parecido al de un trompo que fuera perdiendo su
fuerza, describe un círculo en el espacio. Debido, pues, a ese
movimiento oscilante, el sol no cruza el Ecuador por el mismo sitio
todos los años, sino cada año un poco antes, de donde le viene al
fenómeno la denominación de "precesión de los equinoccios"
porque el equinoccio se adelanta o "precede" cada año. Por
ejemplo, al tiempo del nacimiento de Jesús de Nazaret, el
equinoccio de primavera ocurría aproximadamente en el signo
zodiacal Aries (de ahí lo del "Cordero de Dios" y lo del Buen
Pastor). Pues bien, desde entonces el sol se ha ido moviendo
"hacia atrás" y ahora el equinoccio de primavera se da en el signo
de Piscis (y de ahí lo de los "pescadores" de hombres, las "pescas"
milagrosas, las multiplicaciones de "peces", "el pez" como símbolo
de los cristianos, etc.). La progresión de la precesión de los
equinoccios se realiza, aproximadamente, a razón de un grado
cada setenta y dos años, treinta grados cada dos mil cien años y
una vuelta completa al zodíaco, o sean trescientos sesenta grados,
cada 26.000 años, aproximadamente. Es decir que, hasta que
transcurran 26.000 años, el sol no volverá a aparecer en el
horizonte durante el equinoccio de primavera por el mismo punto
que este año; ni se volverán a repetir ni la posición de las estrellas,
ni el momento ni el ángulo con que sus rayos inciden sobre cada
punto de la Tierra, que hoy mismo se dan. Y esa es la base de la
Astrología y de que no haya dos hombres iguales..
- Pero, ¿tanto tiene eso que ver?
- Mucho. Como cada signo del zodíaco produce sobre la tierra
condiciones especiales, tanto climáticas como biológicas o
psíquicas, y nosotros hemos de obtener el mayor provecho de esas
condiciones, generalmente renacemos dos veces mientras el sol
recorre, por precesión, cada signo, una como hombre y otra como
mujer.
- ¿O sea, que todos somos hombres y mujeres?
- Por supuesto. El espíritu, que es lo que de verdad está
evolucionando, nuestro propio Yo Superior, es bisexual, tiene los
dos sexos. El sexo único sólo se da en planos inferiores.
- ¡Es asombroso!. Y ¡qué poco significado tienen el machismo y
el feminismo exacerbados cuando se saben estas cosas!
- Sí. Pero volvamos a lo nuestro. Si necesitamos un período de
mil cincuenta años aproximadamente para preparar cada
renacimiento, ¿qué derecho crees que tenemos a privar a un
hermano de esa posibilidad poniendo fin a su vida? ¿Y cómo crees
tú que reaccionará la Ley de Retribución o del karma?
¿Comprendes lo que supone matar a un ser vivo?
- Sí, lo comprendo y veo la enormidad que supone matar al
prójimo. Pero has dicho "matar a un ser vivo".
- Claro. Los demás seres, los animales y las plantas, son
también espíritus virginales como nosotros, sólo que emanados por
Dios o "creados" después que nosotros, en oleadas de vida
posteriores y que están a nuestro cargo, como nosotros lo estamos
al de las que nos precedieron. Por supuesto, los animales renacen
más fácil y más frecuentemente que nosotros, ya que no están aún
individualizados. Y los vegetales, mucho más fácilmente. Pero los
animales tienen cuerpo de deseos, es decir, sienten dolor y miedo
y afecto y amor. Y, si los matamos, aparte de privarles de la
posibilidad de evolución que esa existencia les suponía, les
hacemos sentir terror, dolor y sufrimiento. Y la ley del karma no
distingue: Si provocas dolor, ese dolor recaerá sobre ti un día. Con
los vegetales es distinto, puesto que al no tener cuerpo de deseos,
no tienen sentimientos ni deseos ni sienten dolor y, además, su
renacimiento es más rápido.
- ¿Y en caso de legítima defensa?
- En ese caso está justificado el matar, siempre que eso resulte
necesario para conservar nuestra propia vida. Se puede, por tanto,
matar microbios, insectos y animales dañinos, que nos ataquen a
nosotros o a los medios que necesitamos para vivir. Pero no es
lícito matarlos por otros motivos. Ni siquiera para comer.
- Ahora comprendo el fundamento del vegetarianismo.
- Claro. Eso es el ideal. Hay, sin embargo, muchos hombres
que aún creen necesitar, y muchos que, de hecho, necesitan
alimentarse de carne.
- ¿Y qué me dices de las guerras y de la pena de muerte?
- De las guerras te diré que el agresor, el que inicia la guerra o
da lugar a ella, es el que infringe la ley. Y que la legítima defensa,
como te he dicho, es lícita. Pero, fundamentalmente, hay que
desterrar el deseo de matar, la suma de emoción e intelecto, que
da lugar al odio, a la crueldad, a la maldad, sin ninguna relación
con la legítima defensa.
En cuanto a la pena de muerte, es una infracción gravísima de
la ley. Ningún hombre está autorizado para matar a otro. Y menos,
si está revestido de autoridad, lo cual hace suponer que se
encuentra más evolucionado que el condenado y no a su mismo
nivel, en el que automáticamente se coloca al actuar como él,
matando.
Además, aunque esto no se piensa ni se sabe generalmente, es
peor matar al sentenciado que encerrarlo en una cárcel aislado de
la sociedad. En ésta tendrá tiempo de reflexionar y quizás de
enmendarse y hasta de reintegrarse a la misma como miembro útil.
Si se le ejecuta, en cambio, lo más probable es que muera lleno de
odio y de deseos de venganza y como, por morir antes de lo
previsto en su plan de vida, tras la muerte no comienza a
experimentar el proceso normal (lo mismo que ocurre con las
víctimas de asesinatos, homicidios y accidentes, aunque éstos
permanecen en el plano astral en estado comatoso hasta el día en
que debieron morir), queda, hasta que llegue la fecha en que
estaba prevista su muerte natural, pegado a la tierra y pudiendo
influir en las mentes de cuantos sintonicen con su vibración de odio
o de venganza y, en poco tiempo, conseguir que proliferen los
delincuentes del mismo tipo. ¿De quién piensas, pues, que será la
responsabilidad de toda esa proliferación de delincuentes sino del
que ejecutó al primero?
- Claro, es lógico. ¿Y qué pasa con los suicidas? ¿Está previsto
el suicidio en el plan de su vida?
- No. De ninguna manera. Porque el plan de vida se forja en el
mundo del pensamiento concreto, en el segundo cielo, y allí no
existe ninguna vibración altamente negativa. El suicidio es una
decisión unilateral y libre del hombre, una huída ante los problemas
que él mismo escogió enfrentar o se creó con su conducta. Por
tanto, la ley del karma es muy severa con ellos, ya que han
frustrado todo el esfuerzo realizado y han hecho imposible el
cumplimiento de lo que se comprometieron a cumplir. Su arquetipo,
en aquel elevado plano de existencia, seguirá vibrando hasta que
llegue el momento en que, con arreglo al plan inicial, debió dejar de
hacerlo produciendo la muerte del cuerpo físico. Su sufrimiento tras
la muerte es muy duro y permanente porque, por un lado, su
arquetipo vibra y, por otro, su cuerpo físico no puede responder a
esa vibración por no existir, lo cual les produce una sensación de
hambre infinita e insaciable, en todo el cuerpo astral, que no
pueden mitigar de ningún modo.
- Es terrible.
- Sí lo es. Pero se asegura que el suicida sólo lo es una vez. Es
decir, aprende la lección de la responsabilidad y la necesidad de
afrontar los problemas que uno ha decidido enfrentar o ha creado
al incumplir las leyes naturales. Esas personas que sienten pavor
ante la muerte fueron, con mucha probabilidad, suicidas que
aprendieron la lección. Pero hay otros aspectos en este
mandamiento que muchas veces se pasan por alto.
- ¿Cuáles?
- Son los atentados que de modo continuado hacemos contra
nuestro cuerpo físico. Lo previsto por Dios es que nuestro cuerpo
esté sano y dure con salud hasta el momento previsto. Por tanto,
todo lo que hagamos que pueda perjudicar al cuerpo físico y, por
tanto, acortar su duración en óptimas condiciones de
funcionamiento, es una infracción de este mandamiento, una
especie de suicidio lento, pero suicidio al fin.
- ¿A qué conductas te estás refiriendo concretamente?
- Pues al alcohol, al tabaco, a las drogas en general, al exceso
en las comidas, y también a la tortura, a la imprudencia en la
conducción de vehículos o en el manejo de sustancias que pueden
producir mutilaciones o muertes, a la opresión o la explotación de
los semejantes que produzca hambre o sufrimiento o, en una
palabra, a la reducción del tiempo de vida de los demás o de
nosotros mismos.
- ¡Es maravilloso!. Con esto se comprende dónde está la base
para condenar todas esas actitudes y hábitos.
- Por supuesto. ¿Queda, pues, claro el quinto mandamiento?
- Aún me gustaría preguntar algo.
- Tú dirás.
- Has hablado de que las víctimas de asesinatos, homicidios y
accidentes mortales, al morir quedan en estado comatoso. ¿Cómo
es eso?
- Es una manifestación más de la justicia divina. Como han
muerto, sin culpa suya, antes de la fecha y hora en que estaba
previsto, quedan en su cuerpo de deseos, en el plano astral, en
una especie de sueño profundo hasta que llega el momento en que
debieron morir y entonces comienza para ellos el proceso normal
tras la muerte natural, que no es nuestro tema. Por supuesto, en
otra vida se les dará todo aquello de que se vieron privados en
ésta, de modo que no sufran la menor injusticia por causas ajenas
a su propia conducta. En cuanto al causante de su muerte, apenas
muera, atraerá hacia sí el cuerpo comatoso de su víctima, que
quedará adosado a él, recordándole insistentemente el instante del
asesinato, homicidio o accidente por imprudencia, hasta que llegue
el momento en que la víctima debió morir. Y si, cuando muere el
matador, la víctima ya ha pasado a otro plano superior, será su
cascarón o cadáver del cuerpo astral, el que se encargará de
adosarse al del verdugo y recordarle su acto como lo hubiera
hecho el cuerpo de deseos de la propia víctima. No me negarás
que es un buen medio para convencer a los homicidas de que es
mejor no matar. En cuanto al ejecutado - y te lo digo
adelantándome a tu pregunta - no ocurre esto, de momento,
aunque ocurrirá más tarde, porque, al morir lleno de odio y de
ansias de venganza, queda pegado a la tierra, es decir, casi en
contacto con el mundo físico y, temporalmente, se libra del proceso
descrito aunque, lógicamente, no lo evita.
Recuerda esa frase de la Sagrada Escritura que dice: "Mía es la
venganza, dijo el Señor". Porque nadie puede enseñarnos mejor
que él. ¿Queda, pues, claro?
- Estoy impresionadísimo. Pero ha quedado perfectamente
claro. Tan solo me queda una pregunta.
- ¿Cuál?
- ¿Habrá que pensar que el aborto provocado está incluído en
este mandamiento?
- Por supuesto. Lo coge de lleno. Imagina que el que va a
nacer, tras mil y pico de años en los planos superiores, ha escogido
a sus futuros padres y éstos - me refiero a sus Yoes Superiores -
han dado ya su conformidad; ha elegido un plan de vida
determinado - su medio ambiente, su cónyuge, sus principales
enfermedades, el modo y el momento de su muerte, etc. - y ha
construido sus distintos vehículos; es decir, que todo está
preparado para que ese espíritu renazca y evolucione en una
nueva encarnación sobre la tierra. Y entonces, uno o ambos futuros
padres, por miedo a la responsabilidad y, la mayor parte de las
veces, por puro egoísmo - no querer sufrir por ese hijo, no querer
dedicarle unos ingresos o un tiempo o prescindir por él de viajes o
de libertad de movimientos, etc. - lo privan unilateralmente de toda
posibilidad de realizar su proyecto de vida. ¿Qué te parece? ¿Y
qué me dices de los profesionales que provocan el aborto sólo por
dinero?
- Sabiendo lo que ya sé, me parece una monstruosidad. Un
verdadero asesinato en cuanto a los que lo provocan y un parricidio
en cuanto a los padres del nonato ya que son ellos los culpables de
esa frustración.
- ¿Y cómo piensas tú que ha de responder a eso la ley del
karma?
- No lo sé, pero las consecuencias deben ser, lógicamente, de
una gravedad proporcional a la causa, claro.
- En efecto. Lo más probable es que, cuando esos padres, tras
su muerte y su permanencia posterior en los planos superiores - y
en el purgatorio tendrán que enfrentarse a ese espíritu cuyo
nacimiento frustraron y que se les pegará, como ya te he dicho -
cuando pretendan, a su vez, renacer, no encontrarán quien acepte
ser su padre o su madre, con lo cual su evolución puede retrasarse
considerablemente.
- ¡Qué horror! Hay que pensar, pues, lo que les espera, tras la
muerte, a los terroristas o, peor aún, a los que provocan guerras,
que causan la muerte a tantas personas inocentes.
- Sí. La ley del karma es terrible. Pero justa. Y el peor pecado
del hombre, por no decir el único, es la ignorancia. La ignorancia de
todas estas cosas, o la falta de interés por ellas o la falta de fe en
ellas... hasta que se ve metido en lo que pudo evitar fácilmente
durante su vida en la tierra. Recuerda la parábola del rico Epulón y
el pobre Lázaro.
- ¿En qué sentido?
- En todos. Epulón, rico y poderoso en vida, negaba hasta las
migajas de su mesa al pobre Lázaro. Muertos los dos, éste subió al
cielo mientras que Epulón fue al abismo. Desde allí veía a Lázaro
feliz. Y le pidió al Señor que enviase a Lázaro a avisar a sus
parientes, aún vivos, que lo de la otra vida y lo del castigo era
cierto. Y el Señor le respondió que no, que Él ya les había enviado,
precisamente para eso, a Moisés y a los profetas... Sí, es triste,
pero la mayor parte de los hombres prefieren creer que todo eso
son tonterías... hasta que comprueban en sus propias carnes que
no es así. Pero entonces ya es tarde.
- Es verdad. ¡Qué ciegos estamos! Con esto terminamos el
quinto mandamiento, ¿no?
- Sí. Pero aún quisiera referirme a una conducta, también
egoísta y que infringe, de modo indirecto, este mandamiento.
- ¿Qué conducta es esa?
- La de aquellos que, teniendo posibilidades económicas y
sociales y pudiendo tener hijos, los evitan, o incluso evitan el
matrimonio, solamente por egoísmo. No puede decirse de ellos que
maten a nadie, pero sí que privan de la vida, de la ocasión de
evolucionar, a una serie de hermanos que se ven así despojados
de tal posibilidad, sólo por el egoísmo de los en ese momento
encarnados. Cuando se conocen los mecanismos de las leyes
naturales, se ve claro que nadie puede tener más hijos de los que
su Yo Superior ha aceptado o de los que su propio karma le
proporciona, precisamente para su propia evolución. El hombre, sin
embargo, haciendo uso de su libre albedrío - y yo añado: y de su
ignorancia - puede evitar que esos hijos sean siquiera concebidos.
¿Cómo crees que ha de reaccionar la ley del karma?
- ¿Cómo reacciona?
- Ordinariamente, haciendo también que los que no quisieron
tener hijos, no sean aceptados como tales cuando, a su vez,
pretendan, en su día, renacer. Con esto pienso que ha quedado
claro el quinto mandamiento, ¿no?
- Sí. Completamente claro.
- Pasemos, pues, al sexto: "No fornicarás".
- Este es un mandamiento muy conflictivo, ¿no es así?
- Sí, así es. Y tiene su razón de ser. Es realmente el peor
comprendido de todos y quizá el más interesante desde el punto de
vista esotérico, es decir, de lo que hay detrás de él.
- Me tienes en ascuas.
- Pues vamos allá. Primero tendré que dar un rodeo, quizá un
poco largo, para luego llegar a este punto.
- De acuerdo.
- Verás. El encargado de proporcionar toda clase de vehículos
en este período de la evolución terrestre es Jehová, que es, a su
vez, el más evolucionado de la oleada de vida angélica, que es la
inmediatamente anterior a la humana.
- No me digas.
- Sí. Y, además, es el ser que más perfectamente se ha
identificado y ha logrado expresar las características del tercer
aspecto de Dios, el Espíritu Santo, la tercera persona de la
Trinidad. Es, pues, Jehová, con sus huestes de ángeles, quien nos
proporciona nuestros vehículos físico, etérico, de deseos y mental.
Es, por tanto quien hace posible la reproducción. Son sus ángeles
quienes colocan el átomo simiente del cuerpo físico de la futura
criatura en un espermatozoide del padre, y suya es la energía vital
que hace posible la fecundación. Por eso, verás que son siempre
los ángeles los que, en las Sagradas Escrituras, anuncian la
concepción o el nacimiento de niños extraordinarios. Y por eso los
pecados contra la actividad de Jehová se llaman "pecados contra el
Espíritu Santo" y no se perdonan mediante el arrepentimiento. Son
los únicos cuyas consecuencias el hombre ha de experimentar en
sus carnes con sufrimientos y enfermedades, aunque se arrepienta
mil veces de ellos y enmiende su conducta errónea.
- ¿Y eso por qué?
- Porque a cada hombre se le da al nacer una dosis
determinada, la que merece, de energía creadora, que es una
energía divina, exclusiva de los seres creadores y de la cual no se
debe hacer mal uso. Y si se hace, ese hombre se verá privado de
la posibilidad de utilizar normalmente más energía creadora hasta
que, a lo largo de una serie de futuras vidas vividas a tenor de las
leyes naturales, se haga acreedor a ella.
- ¿Puedes explicarte más claramente?
- Sí. Tú recuerdas el pasaje del Génesis relativo a la costilla de
Adán, ¿no?.
- Sí, claro que la recuerdo, pero eso no puede ser más que un
cuentecito.
- Sí y no. Se trata simplemente de un error de traducción que ha
deformado muchas cosas. Verás: La palabra que figura en los
textos más antiguos utilizados, significa "costilla" pero también
significa "lado", "extremo" o "polaridad". El traductor, desconocedor
de lo que los textos ocultan, la tradujo por "costilla" y con ello creó
todo un problema enorme. Pero lo que ocurrió realmente, puesto
que el pasaje sagrado se refiere a la Época Lemúrica, cuando el
hombre aún no tenía conciencia de tener cuerpo físico y su vida se
desarrollaba en los planos superiores en contacto con los ángeles
- que, por cierto, no son seres con alas, sino seres parecidos a los
hombres pero más evolucionados, que están ayudándonos en
nuestra evolución y que no tienen cuerpo físico sino que su
vehículo más denso es etérico - y con el propio Jehová, que no
debemos olvidar que es el más avanzado de los ángeles, lo que
ocurrió, digo, fue que por entonces los hombres eran
hermafroditas, es decir, macho y hembra a la vez - "macho y
hembra los creó", dice el Génesis -; cada ser emitía una serie de
esporas y los espíritus reencarnantes se apropiaban de ellas y se
desarrollaban; realmente, como ocurre ahora con las plantas
hermafroditas. Pero para la evolución de los hombres como seres
creadores, era conveniente el desarrollo de un cerebro que pudiera
ser el instrumento de la mente que tendría que recibir en el futuro -
y que es el único medio que el espíritu tiene para conocer el mundo
físico, el etérico y el emocional - , y de una laringe que pudiera
hablar y expresar las ideas y pensamientos a que esa mente y ese
cerebro pudieran dar lugar. Y en un futuro, aún lejano, pronunciar
la palabra creadora, como Dios.
Con ese fin, la mitad de la fuerza creadora que el hombre
poseía y que le permitía producir esas semillas o esporas de
futuros seres humanos, o sea, una de las dos polaridades, se
destinó a dichos fines y se dirigió hacia arriba, iniciándose así el
desarrollo del cerebro y de la laringe. Lógicamente, desde ese
momento, cada ser humano, para procrear, para facilitar la
encarnación a otros hermanos de oleada de vida, necesitó la
colaboración de la otra mitad de la fuerza creadora, es decir, de
otro individuo de la otra polaridad, con lo que nacieron los sexos
como representantes de las dos polaridades del espíritu: El hombre
como voluntad y la mujer como imaginación. Y nacieron la pareja y
el matrimonio.
- Esto es alucinante.
- Sí, pero muy aclaratorio. La fuerza creadora, pues, que reside
en el sexo es la misma que nos permite pensar y la que nos hace
posible hablar. Y cualquier mal uso de esa fuerza que se haga, sea
mediante el sexo, mediante el pensamiento o mediante la palabra,
es un pecado contra el Espíritu Santo, y el autor debe experimentar
en su propia carne y durante las vidas que sean necesarias para
recuperar el equilibrio, las consecuencias del derroche de la misma
que haya hecho. De ahí la conexión entre las gónadas y la
garganta (paperas y orquitis, aparición del sexo y cambio de la voz,
etc.), y de ahí que los obsesos sexuales nunca se distingan por su
talento y que el castigo de los que utilizan la hipnosis o la facilidad
de palabra con fines egoístas - puesto que la fuerza mental y la
fuerza verbal son la misma fuerza creadora - sea el renacer luego
como seres descerebrados y totalmente privados de toda fuerza
sexual, mental y verbal; y de ahí que quienes hacen buen uso de la
fuerza creadora, sea en el sexo, sea con la mente, sea con la
palabra, estén cumpliendo con las leyes naturales.
- Entonces habrá que hablar de cuál es el uso correcto de la
fuerza sexual, ¿no?
- Por supuesto. Pero supongo que a estas alturas ya ha
quedado bastante claro: La fuerza sexual es para procrear; la
fuerza mental es para construir pensamientos positivos y que
hagan avanzar a su creador y a los demás; y la fuerza verbal es
para comunicar a los demás los conocimientos adquiridos.
- ¿Ni siquiera en el matrimonio es posible el uso del sexo sino
para procrear, o sea, por simple placer?
- En última instancia, así es. Después de tantos millones de
años de desviación y contando con que, ordinariamente, al contraer
matrimonio, el otro cónyuge se cree con derecho al llamado "débito
conyugal", lo que sí será necesario es que se realice por amor, con
entrega corporal y espiritual, con deseos de identificación, con una
disposición positiva y constructiva, y no sólo por pasión y buscando
placeres más mentales que físicos. Ten en cuenta que nunca
estamos solos y, también en esos momentos atraemos seres
etéricos y emocionales y mentales, que vibran como nosotros y es
muy interesante no atraer a los que vibran con las pasiones y las
bajezas, porque luego nos influenciarán insistentemente para que
repitamos la experiencia y disfrutar ellos, mientras nosotros
creemos que se trata de deseos exclusivamente nuestros.
- ¿Y tampoco se puede hacer uso de anticonceptivos para
evitar tener, por ejemplo, más hijos de los que se pueden
mantener?
- En buena ley, no. Nadie tiene más hijos de los que debe tener
según su karma y su plan de vida, como te he dicho antes. Por eso
verás personas que desean hijos y no los tienen, aunque lo
intenten desesperadamente, mientras otras los tienen sin
desearlos. Hay muchas relaciones kármicas en todo lo familiar.
Pero puedo asegurarte que, sólo los que realizan el acto por pura
pasión están expuestos a atraer a algún espíritu muy rezagado que
esté intentando renacer. Ese será su karma.
- Es duro, ¿no?
- Puede parecer duro, pero es así. Eso es lo que establecen las
leyes naturales que, por supuesto, podemos infringir ya que somos
seres libres, pero sabiendo que habremos de afrontar los efectos
de las causas que ponemos en acción. Ten en cuenta que a
nosotros, a nuestra personalidad actual, una vida nos parece un
todo, pero para nuestro verdadero yo, para nuestro Yo Superior,
que es quien se juega la evolución, una vida es sólo como un día
en su larguísimo recorrido a través de las eras. Esa es la razón de
que, aunque no sepa explicar por qué, la iglesia cristiana haya
insistido e insista tanto en la cuestión del sexo, y por eso no accede
al matrimonio de los clérigos, ya que interpreta que esa fuerza
sexual han de destinarla, no a la procreación, que para eso están
los otros hombres, sino para sublimarla en el servicio de Dios.
- ¿Qué es eso de sublimar la fuerza sexual?
- Bueno, es un fenómeno de alquimia espiritual que consiste en,
absteniéndose de utilizar el sexo y dedicando la vida a servir al
prójimo - lo que se supone que deben hacer los religiosos y por eso
se les pide el voto de castidad - transformar la fuerza sexual en
fuerza mental y verbal y en amor y en buenas obras y en
creaciones para el bien. Y esa es la finalidad que la iglesia desea
para la fuerza sexual de sus religiosos. Esa alquimia, lógicamente,
sólo es posible porque, como hemos dicho, la fuerza sexual, la
mental y la verbal son sólo distintos aspectos de una única fuerza,
la fuerza creadora, que se ha concedido al hombre para fines
positivos. Y eso está ya claro en el mismo Génesis.
- ¿En qué pasaje?
- Cuando se habla de la tentación de Eva por Lucifer en forma
de serpiente.
- Pues no lo entiendo.
- Para entenderlo hay que conocer la clave de las Escrituras y
saber así lo que quieren decir y lo que esconden. Clave que,
desgraciadamente, la iglesia perdió en cuanto se dedicó a la
política y persiguió a quienes la poseían.
- ¿Y qué quieren decir las Escrituras y qué esconden?
- Es otra historia que nos aleja de nuestro tema, pero que vale
la pena aclarar. Verás. Te he dicho que la oleada de vida anterior a
la nuestra es la de los ángeles. Bien. Pero, como ocurre con
nosotros, y en nuestra misma oleada hay santos y hay sabios y hay
asesinos y hay seres verdaderamente degradados, en la de los
ángeles ocurrió lo mismo. Y acaeció que los rezagados de esa
oleada de vida llegó un momento en que se dieron cuenta de que
ya les resultaba imposible alcanzar a sus compañeros. Es decir,
que se encontraban entre los ángeles y los hombres, que eran más
que hombres y menos que ángeles. Con los ángeles, en el mundo
etérico, no podían evolucionar y para evolucionar en este plano, no
tenían vehículo físico. Por eso se les ocurrió utilizar el cerebro
humano y la experiencia humana para su propia evolución. Pero
había un inconveniente para ello y estribaba en que, como he dicho
antes, los hombres, si bien tenían cuerpo físico y se reproducían ya
bisexualmente y tenían un cerebro y una laringe, no eran
conscientes de ello - como ahora no somos nosotros conscientes
de que hacemos la digestión o de que asimilamos el oxígeno del
aire - y su consciencia, y por tanto su vida, se desarrollaba en los
planos superiores. En estas circunstancias, cuando las
configuraciones astrológicas eran las indicadas, los ángeles
agrupaban a los hombres y tenía lugar el ayuntamiento de los
sexos - lo mismo que ahora ocurre con los animales en su época
del celo - que luego daba lugar al nacimiento de los hijos cuyo
cuerpo era físico pero cuyo espíritu moraba en planos más
elevados.
Lo que hicieron, pues, los Luciferes fue concienciar al hombre
de que tenía cuerpo físico y de que podría crear cuerpos
exactamente igual que Jehová. Y, cuando el hombre se percató de
ello, fijando su conciencia en el mundo físico, en su ignorancia, y
empujado por los Luciferes - que sólo evolucionan mediante las
vibraciones más intensas que los hombres experimentan: sexo,
velocidad, riesgo, peligro, pasión, éxtasis, adoración, psicosis
colectiva, etc. - comenzó a hacer uso del sexo fuera de las épocas
astralmente aconsejables y buscando en ello solamente el placer y
no la procreación.
Las consecuencias fueron, primero la "expulsión del Edén", es
decir, el descenso de la conciencia del plano etérico, donde estaba
en contacto directo con los dioses - los ángeles no caídos -, al
plano físico, sin ningún contacto consciente ya con los seres
superiores; y, en segundo lugar, la muerte pues, si bien ésta
siempre había existido para los cuerpos físicos, los hombres no
habían sido conscientes de ella mientras su conciencia estuvo
centrada en los planos superiores. Ese es, pues, el pecado original:
El mal uso de la fuerza creadora sexual. Por otra parte, recordarás
que en el jardín del Edén había dos árboles, el Árbol del
Conocimiento y el Árbol de la Vida. El hombre probó con su pecado
original el fruto del Árbol del Conocimiento - recuérdese cómo el
Génesis dice que Adán "conoció" a Eva y ésta concibió a Caín; y
recuérdese que, en la Anunciación, María dice sorprendida al ángel
que no "conoce" varón; son referencias veladas pero explícitas, al
Árbol del Conocimiento" -, o si hubiera igualmente probado el fruto
del Árbol de la Vida, sus vehículos físicos hubieran sido inmortales
y, por tanto, invariables, lo cual hubiera sido una verdadera
calamidad puesto que estaban, y están aún, muy lejos de ser
perfectos: El cuerpo del hombre se hubiera hecho inmortal - el
espíritu ya lo es -, pero no hubiera podido evolucionar ya que la
evolución del Yo Superior depende de la de sus vehículos, y el
físico se hubiera quedado estancado y se hubiera malogrado así
una cantidad enorme de energía, de trabajos y de esfuerzos de una
serie de seres y de oleadas de vida, además de quedar la nuestra
sin posibilidad de progreso. Fíjate como, una vez cometida la
infracción, sigue el Génesis diciendo:: "Y el Señor Dios dijo: Si el
hombre es ya como uno de nosotros, versado en el bien y el mal,
sólo le falta echar mano del Árbol de la Vida, coger, comer y vivir
para siempre". ¿Está claro?
- ¡Caramba, cuántas cosas quedan claras así!. Pero me queda
una pregunta: ¿Los Luciferes siguen aún en ese plan?
- Por supuesto. Ellos no buscan perjudicar al hombre. Ellos
desean sólo adquirir experiencia y evolucionar y no tienen más
medio que utilizar al hombre para ello, lo mismo que nosotros no
tenemos más remedio que utilizar los vegetales y los animales
como alimento, puesto que nuestro organismo no puede asimilar
los minerales que, por otra parte, constituyen la siguiente oleada de
vida tras los vegetales. Los Luciferes tienen otro camino, en
realidad, y consiste en reconocer su retraso, sumarse al lado
positivo, fomentar vibraciones positivas en los humanos y, con ello,
alcanzar a su oleada de vida. Y, de hecho, ya son muchos los
Luciferes que así lo están haciendo. Pero los restantes siguen
fomentando en el hombre vibraciones y emociones fuertes, tanto
positivas como negativas, puesto que a ellos lo que les interesa es
la intensidad.
-¿Entonces son los tentadores, los demonios de que la iglesia
nos habla, o no?
- Claro que nos tientan, en el sentido de que fomentan en
nosotros emociones fuertes, pero no pretenden especialmente lo
malo. Son aún ángeles, seres inmensamente luminosos - Lucifer
significa "portador de la luz" - enormemente más evolucionados
que los hombres y que, si un hombre vibra de amor al prójimo, le
ayudarán a desarrollar ese amor y a sentirlo, con lo cual le
empujarán en su evolución; pero si otro hombre vibra por el sexo,
también le fomentarán esos deseos para aprovecharse de su
vibración, con lo cual le perjudicarán sin que él sea consciente de
que lo que cree tendencia o deseo propio no es más que
sugerencia de un espíritu Lucifer. De todo esto lo más interesante
es comprender lo que hay detrás de la fuerza creadora y las
consecuencias de su buen o mal uso. ¿Comprendes ahora que
hacía bien Jehová al decir "no fornicarás", es decir, no harás mal
uso de la fuerza creadora sexual?
- Sí. queda perfectamente claro y comprendido. Pero aún me
gustarían unas palabras sobre algo que se me está ocurriendo.
- ¿Y qué es?
- ¿Cómo hay, según lo dicho que considerar la masturbación?
- Pues está claro. Si la fuerza creadora sexual es para procrear,
cualquier uso que de la misma se haga para otra finalidad que no
sea su sublimación, es derrocharla, por lo tanto, atenta
directamente contra esta norma del sexto mandamiento.
- ¿Y la homosexualidad?
- ¿Recuerdas qué dos únicas ciudades destruyó el ángel por
mandato expreso de Jehová?
- Sí. Sodoma y Gomorra.
- ¿Y por qué eran célebres esas ciudades?
- Es cierto. Por su libertinaje sexual y, sobre todo, por su
homosexualidad.
- Hasta el punto de que la primera dio lugar al término
"sodomía", ¿no?. Pues la respuesta la tienes clara. Hay, además,
algo que convendría añadir.
- ¿Qué?
- Que los Luciferes, portadores como te he dicho, de la luz, es
decir, del fuego de la inteligencia, del fuego creador, son los
encargados de canalizar hacia el Purgatorio la energía creadora
"mal utilizada" por los hombres, bien por el conducto sexual, bien
mediante pensamientos o deseos negativo o de palabras
malintencionadas. Y "mal utilizada" quiere decir, tanto con una
finalidad egoísta como sin utilidad. Cuando un hombre muere, al
llegar al Purgatorio, son los Luciferes quienes se encargan de
devolverle la energía creadora mal o inútilmente empleada en vida
para que, al experimentar el dolor que esa reasimilación le produce
y revivir las escenas vividas en su día, aprenda en el futuro a hacer
un uso correcto de su fuerza sexual. Con ese trabajo los Luciferes
están conquistando conocimientos y se acercan al momento en
que se unan a su oleada de vida, como premio a la labor que
hacen en favor del hombre al proporcionarle, bien que con dolor, el
conocimiento del bien y del mal que, de otro modo no hubiera
adquirido. Por otra parte, y para que comprendas mejor el
funcionamiento de la fuerza sexual, has de saber que, en el acto
sexual, el hombre, la parte positiva o activa, emite una porción de
su energía creadora, que se introduce en la mujer, la parte negativa
o pasiva y que es la que crea formas físicas. Si el acto se lleva a
cabo normalmente, los dos polos se unen y el resultado es una
nueva forma física y el equilibrio del universo sigue sin alteración:
La emisión positiva ha dado lugar a una creación negativa. Pero si
esa energía positiva no va a parar a su legítimo destinatario y del
modo previsto por la naturaleza, haciendo imposible aquel
equilibrio, el desequilibrio creado reclamará la oportuna
compensación hasta que ésta se produzca.
- En ese caso y tal como hoy día se piensa por la sociedad, por
un lado o por otro, prácticamente todo el mundo está infringiendo
este mandamiento.
- No. Todo el mundo, no. Hay mucha, muchísima gente que no
lo hace. Pero, por otra parte, el hecho de que algo lo hagan
muchos no cambia ni su calificación moral ni la ley natural. Lo
correcto es correcto aunque no lo haga nadie; y lo incorrecto sigue
siéndolo aunque lo hagan todos. Las leyes naturales tienen tiempo,
mucho tiempo para enseñarnos el camino.
Por otra parte, fíjate: Si todos los hombres, o la mayor parte de
ellos, transmutasen la fuerza sexual que les sobra y derrochan, en
ideas positivas, en amor al prójimo, en obras para el bien común,
en proyectos para hacer avanzar y ser felices a todos, la evolución
de la humanidad se aceleraría increíblemente. Ten en cuenta,
además, que las enfermedades más insidiosas como el cáncer, la
tuberculosis, la diabetes, la leucemia, la sífilis, el sida, la lepra, la
epilepsia, los problemas génito-urinarios, etc. no reconocen más
causa última que los excesos sexuales, en esta o en anteriores
vidas. Este es el camino que los muchos han escogido,
desgraciadamente. ¿Está claro este mandamiento? ¿Ninguna
pregunta más?
- Sí. Has citado a los hipnotizadores. ¿Caben en este
mandamiento?
- En cuanto a que están haciendo mal uso de la fuerza creadora
sexual en su aspecto de pensamiento o fuerza mental, sí.
- ¿Y cómo es eso?
- Verás: El hipnotizador, con sus pases o con su voluntad, lo
que hace es arremangar, por decirlo así, el cuerpo vital que
interpenetra el cerebro del hipnotizado, dejándolo enrrollado
alrededor de su cuello, como la parte superior de un suéter "de
cuello de cisne". Una vez hecho esto, proyecta parte del cuerpo
vital de su propio cerebro para ocupar el de la víctima. De ese
modo, el espíritu del hipnotizado no tiene modo de comunicar con
su propio cerebro y, por tanto, no tiene ningún dominio sobre su
cuerpo ni puede utilizar su memoria que se conserva en el éter
reflector del cuerpo vital - . El hipnotizador, en cambio, domina su
propio cerebro y el de la víctima y domina, además, el cuerpo de
ésta y el suyo propio.
- ¡Qué barbaridad! Pero se dice que el hipnotizado no hace
nada que no esté de acuerdo con sus normas éticas o contra su
voluntad.
- Eso es absolutamente falso. El hipnotizado hará, mientras lo
esté, todo lo que el hipnotizador le ordene, sea una tontería, como
ocurre en los teatros, sea robar, matar o degradarse sexualmente,
como ocurre con demasiada frecuencia en la sociedad, sea hacer
dejación de autoridad, de derechos o de bienes, como ocurre
también en las empresas y en la política, desgraciadamente.
- ¿Cómo es posible?
- Sí. Porque, aparte de que el hipnotizador puede dar al
hipnotizado, mientras lo está, órdenes posthipnóticas que éste
cumplirá a rajatabla y sin saber que lo hace, cuando retira su éter
del cerebro de su víctima al despertarla, siempre, de modo
inevitable, queda parte de dicho éter en su cerebro, y esa porción
le puede servir, en el futuro, como cabeza de puente para
hipnotizar cuando quiera al otro, bien en su presencia, bien a
distancia; de modo que el hipnotizado estará ya toda la vida a
merced del hipnotizador, hasta que uno de ellos muera.
- ¡Qué espanto! Pero con la hipnosis se curan adicciones como
el tabaco o el alcohol, etc., ¿no?
- No. La hipnosis no cura las adicciones, sino que retrasa el
problema que suponen.
- No entiendo.
- Es muy simple: El hipnotizado, en efecto, dejará de fumar o de
beber o lo que sea. Pero luego, cuando cese la influencia del
hipnotizador, volverá a aparecerle la adicción. Una adicción ha de
vencerla el adicto con el esfuerzo de su propia voluntad y hasta no
lo haga así, será su esclavo. Por tanto, si la hipnosis se la quita en
esta vida, en la próxima reencarnación volverá esa persona a ser
adicta y tendrá que enfrentarse entonces al problema que ahora le
escamotearon con la hipnosis. De lo cual se deduce que la hipnosis
no ha servido sino para retrasar la evolución del hipnotizado y para
crear un karma terrible al hipnoptizador que, además de hacer mal
uso de su fuerza intelectual que es, como sabemos, la misma
fuerza creadora, ha privado al otro de su libre albedrío y eso es
algo que ninguna jerarquía suprahumana, por muy exaltada que
sea, se atreve a hacer. Fíjate que, en general, y con excepciones,
ni los mismos Luciferes ordenan. Simplemente sugieren, tientan, es
decir, prueban, puesto que el sentido etimológico de "tentar" es el
de “tocar” o “palpar para probar”.
- Está clarísimo.
- Por eso es muy de recomendar, no dejarse hipnotizar jamás,
ni de broma, ni en serio, ni como tratamiento.
- Sí. Y ahora comprendo por qué el hipnotizador, que hace mal
uso de su fuerza creadora, nace privado de ella.
- Exacto. Hace mal uso de la fuerza creadora y, además, priva a
su víctima de su libre albedrío. Y, por tanto, nace en su próxima
encarnación como un subnormal, sin fuerza mental y sin libertad,
de modo que su Yo Superior es seguro que aprenderá esa lección.
¿Está claro?
- Sí.
- Pasemos, pues, al séptimo mandamiento: "No hurtarás".
Supongo que, después de todo lo dicho, vislumbrarás lo que este
mandamiento dice y quiere, pero lo comprenderás mejor si te das
cuenta de que, como consecuencia del juego de la ley del karma,
cada uno de nosotros tenemos una serie de facultades
desarrolladas y nos faltan otras por desarrollar y de que, para ello,
cuando renacemos, la misma ley del karma hace que se nos
provea de los medios a que nos hemos hecho acreedores para
desarrollar esas facultades o adquirir esa experiencia. Es decir, por
una parte, poseeremos una inteligencia, una voluntad, una
memoria, una capacidad, unas facultades, en resumen, que serán
las que hemos desarrollado en vidas anteriores con nuestro propio
esfuerzo; y, por otra, perteneceremos a una clase o a un medio
social determinado, con un nivel determinado, con unos recursos
económicos determinados, con unos bienes determinados, etc.,
siendo indistinto a estos efectos que los tengamos ya desde el
nacimiento o los adquiramos a lo largo de la vida; el caso es que
siempre se nos darán los medios necesarios y merecidos para
obtener lo que nos propusimos en cada renacimiento.
- Es lógico y justo.
- Claro, pero ¿qué ocurre cuando privamos a alguien de los
medios materiales que se le han dado para desarrollar lo que se
había propuesto ya antes de renacer en este mundo?.
¿Comprendes por qué Jehová advirtió a los hombres muy clara y
acertadamente?
- Sí, está clarísimo: Cada cual tiene lo que ha merecido y lo que
necesita para evolucionar y si, haciendo mal uso de nuestro libre
albedrío, privamos a alguien de lo que legítimamente le pertenece y
le hace falta, sea mucho o poco, pues no somos nosotros quién
para juzgar eso, le estamos privando de la posibilidad de
evolucionar mediante el empleo de esos medios.
- Muy bien. Pero quiero resaltar algo importante.
- ¿Qué?
- Que, si bien es cierto que se nos dan siempre los medios
necesarios para evolucionar, en primer lugar, si se nos priva de
ellos por un semejante, la ley nos los devolverá en la primera
oportunidad que se presente. Indefectiblemente. En ésta o en otra
vida, pero sin error posible, de modo que nadie puede verse
privado injustamente de aquello a lo que se ha hecho acreedor con
su propio esfuerzo. Y, por otro lado, quisiera recalcar que esos
medios se nos han dado para, con ellos, evolucionar, pero
haciendo de ellos un uso conforme a la ley natural. Es decir, que el
rico, no cabe duda de que lo es porque lo ha merecido. Pero si
hace de su riqueza un uso egoísta, si no piensa que, en realidad,
no es sino un depositario de la misma y no se acuerda de sus
hermanos menos favorecidos, estará infringiendo el propósito para
el que se le dio esa riqueza y la ley del karma lo hará renacer
pobre, sin suerte, fracasado, etc. Es decir que, si bien la ley castiga
o, mejor, hace recaer sobre el infractor los efectos de las causas
que generó, todos estamos obligados a echar una mano a
cualquier hermano que esté sufriendo las consecuencias de sus
errores. ¿Está claro?
- Creo que sí. Pero aún tengo tres dudas: La defraudación a
Hacienda, el contrabando y las estafas.
- Si vivimos en una sociedad, ello supone que ha de haber
ciertas normas por las que se ha de regir. De otro modo no podría
funcionar. No sería una sociedad sino un caos. Eso lo entiendes
¿no?
- Sí, claro.
- Pues bien. Toda norma, y las leyes lo son, aunque el ideal es
que beneficien a toda la sociedad, lo cierto es que, a lo más que los
legisladores pueden aspirar es a que beneficien a la mayoría. Y ello
porque toda ley supone que los ciudadanos a ella sometidos
tendrán que renunciar a alguno o a algunos de sus derechos
legítimos en beneficio de otros miembros de la sociedad.
- ¿Eso siempre?
- Siempre. Por eso los antiguos romanos, fanáticos de las leyes
y que organizaron jurídicamente todo su imperio y nos legaron el
Derecho Romano, padre de la organización jurídica de medio
mundo, decían aquello de "dura lex sed lex", o sea, "la ley es dura
pero es la ley" y, por tanto, hay que cumplirla.
- ¿Y eso por qué? ¿Por qué ha de ser dura?
- No es que necesariamente haya de ser dura, sino que lo es
para aquél que preferiría o a quien le convendría más que no
existiese o no tener que cumplirla. Por ejemplo, para el ladrón sería
mejor que la ley no condenase el robo, y para el libertino, la
violación. Pero el estado ha de tomar una serie de medidas y ha de
realizar una serie de gastos y de inversiones en beneficio de la
mayor parte de los ciudadanos que, aunque no sean necesarios
para todos, sí lo son para la sociedad en general.
- ¿Cuáles, por ejemplo?
- Por ejemplo, la enseñanza. Los que tienen medios para pagar
profesores particulares o preceptores, como hacían antes las
clases acomodadas, no necesitarían la enseñanza pública y
gratuíta. Pero los que no tienen medios sí que la necesitan. Y esa
enseñanza pública ha de pagarla el Estado. Son servicios a los que
todos deben tener derecho, aunque no beneficien a todos por igual,
porque siempre hay alguien que no los utiliza o los necesita menos:
Un matrimonio sin hijos no se beneficia de la escuela gratuíta, pero
a lo mejor utiliza mucho las carreteras que, en cambio, no le son de
ninguna utilidad al inválido; un multimillonario, a lo mejor no acude
a los servicios médicos de la seguridad social, pero la mayor parte
de la población, sí. Y el estado ha de hacer frente a esos gastos y
el dinero que suponen lo ha de sacar de los impuestos. Por tanto...
- Está claro: El que defrauda, está robando al estado e,
indirectamente, a todos los ciudadanos.
- Y, por tanto, a sí mismo. Es triste - y síntoma de atraso social
e incultura - que al defraudador se le mire aún como a un ser
inteligente, cuando no es más que un ser desaprensivo e
insolidario, que está robando precisamente a quienes lo admiran,
con lo cual están éstos demostrando sólo su cortedad.
- Lo veo perfectamente. Es sólo una especie de robo. ¿Y qué
pasa con los asesores fiscales?
- Pues lo que con todos los ciudadanos: Que si actúan
honradamente, cumplen; pero si enseñan o ayudan a defraudar,
son culpables ante la ley natural. En cuanto al contrabando,
estamos en el mismo caso: El ciudadano, en virtud de una ley que
pretende favorecer a la mayoría, debe pagar determinada cantidad
para introducir un producto en un país. Y si no lo hace, ese dinero
dejará de figurar entre los ingresos del estado y habrá de
recaudarse incrementando algún otro impuesto. Con relación a
estos dos últimos temas, ¿recuerdas aquello que, tan
acertadamente, dijo Cristo de "dad al César lo que es del César y a
Dios lo que es de Dios?"
- Sí, se ve muy claro.
- En cuanto a las estafas, no son más que modalidades de robo
y, por tanto, atentan directamente contra este mandamiento.
¿Queda, pues, completamente claro?
- Sí, sí. Pero, ¿qué me dices de los traficantes de drogas?
- Esos caen de lleno en lo dicho sobre el quinto mandamiento.
Lo tienes claro, ¿no?
- Sí. Está clarísimo
- Pasemos, pues, al octavo: "No levantarás falso testimonio ni
mentirás".
- Este resulta un poco más difícil de interpretar, ¿no?
- Realmente no. Comprende dos aspectos de la misma
conducta negativa: El falso testimonio y la mentira.
El falso testimonio supone el afirmar conscientemente de
alguien algo negativo y cuya verdad no nos conste. Comprende,
por tanto, la calumnia, la murmuración, la difamación, la
descalificación, la injuria, la sospecha, etc. Y para estudiarlo
tendremos que partir de que todos somos espíritus en evolución,
todos pertenecientes a la misma oleada de vida, todos partes del
mismo Dios, todos persiguiendo el mismo fin y cada uno en un
momento distinto de su propio periplo evolutivo, hasta el punto de
que no hay dos hombres iguales. Comprendido esto se ve
fácilmente que todos los obstáculos que pongamos en el camino
del prójimo y que le impidan o dificulten su evolución, será algo de
lo que tendremos que responder y que, como consecuencia de la
ley del karma, recaerá un día u otro sobre nosotros mismos. Es
como poner piedras en la rueda del carro de la evolución ajena al
mismo tiempo que tiramos piedras a nuestro propio tejado. El
consejo de Jehová estaba, pues, muy indicado. Y fíjate si
antiguamente se tenía esto en cuenta que en la Mesopotamia
histórica, el rey Naram-Sin de Asur, el año 1035 a. C. castigó la
murmuración con la pena de muerte.
- ¡Qué barbaridad!
- ¿Tú crees?. ¿Sabes el daño que se puede hacer, y de hecho
se hace a los demás mediante el mal empleo de algo tan
maravilloso como la palabra?
- Sí, lo sé. Y no puedo dejar de pensar en algunos políticos, que
descalifican, insultan, calumnian, difaman y desprecian, con la
mayor desfachatez y con total impunidad, a sus oponentes..
- Bueno, impunidad ante las leyes terrenas, pero ten por seguro
que ni un ápice de todo lo negativo que tales conductas contienen
quedará sin producir sobre sus autores el efecto oportuno con el fin
de que aprendan la lección del respeto a los demás, del desvelo
por la verdad y del amor al prójimo.
En cuanto a la mentira, en los medios esotéricos se dice que es,
a la vez, "asesina y suicida".
- ¿Y por qué se dice eso?
- Porque la mentira, a diferencia del error, es algo consciente.
Cuando mentimos, nosotros tenemos perfecto conocimiento de la
verdad y, sin embargo, enunciamos otra cosa, generalmente por
motivos egoístas. Bien. Esa verdad, ese hecho real, como todo lo
que sucede en nuestro entorno en el mundo físico, queda
reproducida en nuestro cuerpo de deseos. Pero, por otra parte,
cuando decimos la mentira, creamos una imagen distinta relativa al
mismo hecho. tanto en los mundos superiores como en nuestra
propia aura. Entonces esas dos imágenes, por tratar del mismo
asunto, se atraen mutuamente. Pero, como discrepan, se
destruyen entre sí, con lo cual la mentira mata la verdad y se mata
a sí misma. El resultado interno es un desequilibrio emocional, una
desazón que acompaña al mentiroso sin que él sepa por qué. Ello,
claro, sin perjuicio de que, las consecuencias negativas de su
mentira, recaerán indefectiblemente sobre él, con el fin de que,
poco a poco, vaya inclinándose a decir la verdad.
- ¿Y cuál es el castigo o el efecto que la ley del karma hace
recaer sobre el mentiroso?
- Es muy interesante y justísimo. Pero afecta igualmente al
mentiroso, al calumniador o a cualquier tergiversador o
manipulador de la verdad. Verás: Cuando, tras la muerte, y el paso
por el purgatorio, el primero, el segundo y el tercer cielo, en éste,
en la Región del Pensamiento Abstracto del Mundo del
Pensamiento, empieza a desear renacer en la tierra de nuevo, ha
de construir antes el molde o arquetipo del cuerpo físico que en esa
próxima encarnación habrá de usar. Y aquí llega la ley del karma:
Como el hábito de mentir y de engañar ha hecho que su mente
esté confusa como consecuencia de la distorsión permanente de la
verdad y de la lucha de ésta con sus creaciones, no ve claro cuáles
han de ser las características de ese cuerpo físico futuro y,
creyendo que lo hace bien, crea un arquetipo distorsionado que, en
su día, dará lugar a un cuerpo con defectos, con taras, imperfecto y
falto de armonía.
- Es realmente instructivo y justo.
- Sí, y mucho. Pero aún hay otro aspecto en este mandamiento
que procede tener en cuenta.
- ¿Cuál?
- Te he explicado cómo la mentira es asesina y suicida. Pero,
sigamos pensando: Si la mentira se repite mucho, con mucha
intensidad y por muchas personas, la vibración de la imagen que
se crea en el astral es tan potente que podrá con la imagen que la
realidad formó. Y eso hará que la verdad sea suplantada por la
mentira y aquélla se vea cada vez más negra y el futuro más
incierto y se trunquen expectativas y se tuerzan vidas y se
negativice un país o una época. Conociendo esto es fácil reconocer
la causa de que, en estos momentos, todo el mundo lo vea todo
con pesimismo y no tenga grandes esperanzas de un futuro mucho
mejor: La tergiversación sistemática de la verdad, la calumnia, la
difamación y la mentira, utilizadas permanentemente por muchos
políticos, dirigentes empresariales y laborales, potentados egoístas,
medios de comunicación, etc. Y otro tanto ocurre a nivel individual:
Si repetimos una mentira, acabará ahogando la verdad y
acabaremos incluso creyéndola nosotros mismos. Pero la verdad
estará guardada en el átomo simiente y, en ese momento, se
impondrá y nos hará experimentar los efectos de nuestra conducta.
- Es cierto. Pero, ¿que se puede hacer por remediarlo?
- Es muy sencillo. No hay más que adquirir el hábito de crear
permanentemente formas de pensamiento positivas, ver el lado
bueno de las cosas, que siempre lo tienen y no admitir ningún
pensamiento, deseo o acto que impliquen negatividad o aceptación
de la mentira.
- Pero ¿cómo se hace eso?
- Es cuestión de práctica. Te voy a poner algunos ejemplos:
¿Que nos acomete una enfermedad? Pues, sin perjuicio de tratar
por todos los medios lícitos de vencerla, habremos de pensar que
con ella estamos pagando una deuda kármica pendiente y, por
tanto, eso ya no lo debemos y no nos volverá a venir. Si se nos
presenta un problema, habremos de pensar que no es más que
una ocasión que se nos da para aguzar nuestro ingenio y
desarrollar la mente y, por tanto, evolucionar. Si alguna persona
nos ofende o nos perjudica, habremos de pensar que, en el fondo,
es más desgraciada que nosotros porque aún no conoce las
causas que está poniendo en movimiento y que un día le caerán
encima, y trataremos de comprenderla, porque tampoco nosotros
somos perfectos. Si, las cosas no nos salen como esperábamos,
habremos de pensar que, estando en manos de Dios, al final nos
sucederá lo más conveniente, desde Su punto de vista, mucho más
acertado siempre que el nuestro. Y así en todo cuanto nos sucede
o nos rodea. Sólo con eso lograremos vencer la fuerza de la
mentira. Ah, y, por supuesto, no mintiendo nosotros, ni
tergiversando la verdad ni calumniando ni haciendo cuanto
estamos estudiando como negativo. Ten en cuenta que Dios nos
ha creado para que seamos felices. Y es una obligación nuestra el
serlo. Dios jamás pretendió que sufriéramos pero, respetando
nuestra libertad, no puede evitar que recojamos lo que hemos
sembrado. No obstante está siempre a nuestro lado, esperando
nuestra solicitud para atendernos con todo Su amor. ¿Has
comprendido el mecanismo de la mentira y el de su sanción?
- Sí. Y es perfecto.
- ¿Pasamos al siguiente mandamiento?
- Por mí, sí.
- El siguiente es el noveno: "No desearás la mujer de tu
prójimo".
- Este también está muy de actualidad, ¿no?
- Sí. Pero, como sabes, eso no cambia las leyes naturales. A
estas alturas, después de lo que hemos hablado, verás claro el
fundamento de este mandamiento, ¿no?
- Me imagino que sí: Si antes de nacer ya tenemos decidido y
convenido con el interesado, quién ha de ser nuestro cónyuge, el
robar el cónyuge de otro es tronchar las posibilidades de su
evolución.
- Y de la del cónyuge abandonado. Y de la propia.
- Claro, también. Pero, ahora que pienso, el mandamiento dice
"no desearás".
- Sí. Y dice "no desearás" porque un deseo, aunque no nos lo
parezca, es un objeto tan real o más que cualquier objeto de este
mundo. De hecho, una forma mental o de deseos puede durar en
su propio plano mucho más que su materialización física.
- ¿Cómo, cómo?
- Te lo explicaré de otro modo. Por ejemplo, un arquitecto
proyecta una casa. Pues bien, para ello, ha de comenzar por
crearla en su mente. Cada detalle de la misma lo ha de formar con
toda exactitud mentalmente y sólo cuando en su mente lo ve claro
es cuando lo puede plasmar en un papel y confeccionar el proyecto
físico. Con ese proyecto físico se puede levantar esa casa. Y esa
casa durará muchos años, quizá siglos. Pero cuando ese tiempo
haya transcurrido y la casa haya desaparecido, en los planos
mentales, el proyecto o arquetipo seguirá existiendo y cualquier
clarividente entrenado podrá recuperarlo fácilmente.
- ¡Qué maravilla!
- Eso te demuestra lo importante y lo fuerte y lo duradera que es
una forma mental. De modo que un pensamiento relativo a la
posesión del cónyuge de otro o de una persona distinta del propio
cónyuge - ya que, lógicamente, habrás comprendido que este
mandamiento, como todos, va dirigido, tanto a los hombres como a
las mujeres - es una fuerza permanente que influye negativamente
a todos los afectados. Y, lógicamente, la ley del karma actúa luego
en consecuencia haciendo recaer sobre nosotros todo el daño que
a todos hicimos.
- Conociendo lo que a estas alturas ya conozco sobre el tema,
lo comprendo perfectamente y me parece lógico y justo. Pero, ¿no
cabe el enamoramiento?
- Claro que cabe. Pero eso no justifica nada. También estamos
obligados a ejercer la voluntad para que no todos nuestros apetitos
y deseos nos dominen. Ese es uno de los motivos del
renacimiento: El desarrollo de la voluntad. Y hay un aspecto, muy
importante de este mandamiento.
- ¿Cuál?
- Que, aunque no lo cite, condena taxativamente el adulterio al
condenar el sólo deseo. ¿Te das cuenta?
- Sí, claro. Es lógico. Entonces ¿no es posible lícitamente
enamorarse de una persona distinta del propio cónyuge?
- Te puedes enamorar pero has de luchar contra ello porque por
encima está el compromiso, la promesa que se ha dado al propio
cónyuge, que tiene perfecto derecho a esperar que la cumplamos y
que, de no hacerlo, se verá gravemente perjudicada. Y no digamos
los hijos.
- ¿Entonces las anulaciones de matrimonio que concede la
iglesia qué validez tienen?
- Lo único que tiene validez es lo que uno ha hecho y ha
pensado y ha deseado. Si uno se casó libremente está obligado a
cumplir su compromiso. Y si no lo hace, ya puede decir la iglesia lo
que quiera: Cuando muera, recaerán sobre él los efectos de su
incumplimiento, con o sin anulación. Porque es nuestra propia
memoria subconsciente la que nos juzga, no un Dios vengador y
terrible, y a nuestra propia memoria es a la única que no podemos
engañar.
- Comprendo.
- Entonces pasemos al décimo mandamiento: "No codiciarás los
bienes ajenos".
- Bueno, supongo que con este mandamiento ocurrirá lo mismo
que con el anterior.
- Exacto. A cada uno la ley del karma le proporciona lo que
necesita para su evolución y, por tanto, no es lícito desear lo que el
prójimo ha recibido porque lo ha merecido y es suyo. Y el hacerlo
supone una infracción por las mismas razones que antes he
explicado. ¿Queda claro?
- Sí.
- Sin embargo, quisiera llamarte la atención sobre los que están
dominados por la ambición, la avaricia, el afán de poseer. Estas
personas tratan de adquirir siempre más de lo que merecen por lo
que, en todo caso, lo han de arrebatar a otros a los que
legítimamente pertenece. Sólo desean recibir y nunca dan.
Consecuencia: Que, recibiendo y no dando por sistema, bloquean
la ley de atracción y, con ello, impiden que les llegue nada bueno,
nada positivo o elevado, ya que cada uno de nosotros, con
nuestros actos, nuestros pensamientos, nuestros deseos, sin
saberlo, estamos continuamente atrayendo actos parecidos,
pensamientos similares y deseos de la misma vibración.
- No lo sabía. Y lo considero muy importante.
- Claro que lo es. ¿No has notado que cuando te pisas una uña,
por ejemplo, empiezas a encontrarte con gente que se ha pisado
una uña también? ¿O que, cuando te ocurre algo, enseguida
conectas con un montón de desconocidos hasta entonces, que
tienen tu mismo problema? ¿O que, cuando vas a una reunión,
acabas hablando con los que te son más afines? Pues eso es,
simplemente, consecuencia de la ley de atracción o de afinidad,
según la cual "todo atrae y es atraído por lo similar". Y esa es la
explicación de las segregaciones de clase o raciales en las grandes
urbes e, incluso, a nivel nacional y mundial.
- Eso no lo comprendo. ¿Por qué?
- Piensa un poco: Si tuvieses que irte a trabajar, por ejemplo, a
Nueva York y allí no conocieras a nadie, salvo a un amigo,
¿adónde procurarías ir y dónde preferirías vivir, por lo menos al
principio?
- Cerca de mi amigo, claro.
- Y si, después de ti, emigrase tu prima o tu hermano o un
conocido que tampoco tuviese allí ninguna relación con nadie, ¿a
quién acudirían y dónde se ubicarían?
- Sí. Lógico: Conmigo o en mi proximidad.
- ¿Y qué idioma hablaríais entre vosotros?
- Español, naturalmente.
- ¿Y qué costumbres y que convenciones sociales observaríais
entre vosotros?
- Las nuestras, por supuesto.
- ¿Pretenderíais con ello segregar a los neoyorquinos?
- No, claro que no. En absoluto.
- ¿Pretenderíais entonces que ellos os segregaran?
- Tampoco. Simplemente nos encontraríamos mejor, más
cómodos, más seguros con los nuestros que con ellos.
- Pues eso es una autosegregación.
- Realmente es cierto.
- ¿Y qué crees tú que pensarían vuestros vecinos neoyorquinos
de vosotros?, ¿que erais muy sociables o que erais exclusivistas y
no queríais nada con ellos?
- Lógicamente pensarían esto último, aunque no fuera verdad.
- ¿Y, si algún día necesitabais la ayuda de esos vecinos,
piensas que os la prestarían y, si os la prestaban, lo harían con la
misma disposición que a otros neoyorquinos?
- No, claro.
- Pues ya tienes ahí la segregación. Y, como casi siempre,
producida por una autosegregación inicial que no pretende nada
más que protegerse mutuamente en un medio desconocido aunque
no necesariamente hostil, por lo menos inicialmente.
- Es cierto. Nunca se me había ocurrido pensar eso.
- Bien. llegados aquí, vamos a estudiar los tres primeros
mandamientos, ¿te parece?
- Sí, de mil amores.
- Si no tienes inconveniente, empezaré por el tercero:
"Santificarás las fiestas".
- ¿A qué fiestas se refiere?
- A las fiestas dedicadas al Señor y, especialmente, a los
domingos.
- ¿Y por qué?
- Porque el domingo es el día del Señor.
- Pero podía haberlo sido cualquier otro, ¿no?
- No. Cada día tiene una vibración propia y distinta,
consecuencia de la influencia solar, lunar y del zodíaco todo, de la
posición de la tierra en su recorrido anual, etc. Cada semana se
repiten sucesivamente las vibraciones mayores de cada día. Pero,
cada siete días hay uno que recibe una carga de energía particular,
destinada a reparar los vehículos. Ese día es el domingo. En toda
la naturaleza, el número siete se repite constantemente: Siete días
en la semana, siete notas musicales, siete colores en el arco iris,
siete días de la Creación, siete chakras o centros de energía en el
cuerpo, etc. En realidad se trata de una ley cósmica que hasta el
mismo Dios observó.
Jehová, el más alto iniciado de la oleada de vida de los ángeles
y tercer aspecto de la Trinidad, el Espíritu Santo, se hizo cargo de
la evolución humana durante la Revolución de Saturno del actual
Período Terrestre, razón por la cual dedicó el séptimo día a
Saturno y la fiesta caía en sábado (Saturday en inglés aún significa
"día de Saturno"). Pero Cristo, el más alto iniciado de la oleada de
vida de los arcángeles y segundo aspecto de la Trinidad, el Hijo, un
Dios solar, que había alcanzado el status humano durante el
Período Solar, dedicó el séptimo día al Sol. Tú sabes que, el inglés
"Sunday" y el alemán "Sonntag", el domingo, no significa sino "día
del sol".
En cada religión ha habido un día de la semana dedicado al
Dios Supremo. Para los hebreos era, como te he dicho, y sigue
siendo, el sábado. pero para los primeros cristianos, que llamaban
a Dios "Dominus", que en latín quiere decir "Señor", el día santo
pasó a ser el “domingo”, es decir, el "día del Señor". Supongo que
sabes que cada día está dedicado a un dios.
- No lo sabía. ¿Cómo es eso?
- El lunes está dedicado a la luna; el martes, obviamente, a
Marte; el miércoles, a Mercurio; el jueves a Júpiter; el viernes a
Venus; el sábado a Saturno; y el domingo es el día del Señor o
también del Sol, ya que, esotéricamente, el Sol es la
personificación de Dios, como padre que es de todos Sus planetas
y sustentador de la vida en todos ellos. El domingo, pues, tiene una
vibración especial que inclina al descanso, la tranquilidad, la vida
de familia, la oración, etc. Es un día apropiado para ponerse en
contacto con el Creador y agradecerle su amor y su ayuda, además
de la propia vida que vivimos, que no es sino una parte de la Suya.
Por eso, para que con esa oración dominical recibamos la mayor
cantidad de vibraciones positivas ese día especial, es por lo que se
nos aconseja "santificar" el domingo.
- ¿Y las demás fiestas?
- Las demás fiestas fueron establecidas por la iglesia, las más
importantes coincidiendo con fenómenos astronómicos, algunos
muy importantes, que ya recogían todas las religiones anteriores a
la nuestra.
- ¡No me digas!
- Sí. Es verdad. ¿Sabes cómo se fija la Pascua, que es una
fiesta movible?
- No, no lo sé.
- Pues la Pascua se celebra siempre el primer domingo que
sigue a la primera luna llena siguiente al equinoccio de primavera.
Y como la luna, con su período de veintiocho días, no coincide con
los meses, la mayor parte de treinta, la Pascua va cambiando de
fecha según el día de la semana en que tenga lugar la primera luna
llena tras el equinoccio.
- ¿Y hay más fiestas de ese tipo?
- Sí. El soslticio de invierno, que tiene lugar el 21 de diciembre,
da comienzo a la época más santa del año; Nochebuena, el 24,
marca el último día en que el rayo de Cristo, permanece en el
centro de la Tierra; el 25, Navidad, es el Nacimiento de Dios, o sea,
de ese mismo Sol; el 26 es el primero de los "doce días santos", los
de mayor irradiación crística de todo el año, el "sancta sanctorum"
de los días; la festividad de los Reyes Magos, el 6 de enero,
coincide con el fin de los doce días santos; la de San Juan, con el
solsticio de verano...
- Pero ¿qué es eso de los "doce días santos"?
- Bueno, eso es algo muy interesante y muy ignorado u
olvidado, pero no guarda relación con el tema de los
mandamientos.
- ¿Y no podrías hacer una excepción y aclarar algo sobre ello?
- Podría, naturalmente, pero nos llevaría a unas digresiones
enormes.
- Yo, francamente, me arriesgaría a esas digresiones.
- De acuerdo. Vamos allá. Cada año, el 23 de septiembre, con
el equinoccio de otoño, un rayo de Cristo alcanza la atmósfera
terrestre y comienza a penetrar en ella. Esa penetración llega hasta
el 21 de diciembre, fecha en que alcanza el mismo centro de la
Tierra. Allí permanece hasta el 24, en cuya noche se produce la
mayor emanación de vibración divina y se dice que Cristo "nace"
en el mundo. El 25 se celebra ese "nacimiento". Y el 26 se inicia Su
elevación desde el centro de la Tierra, proceso que dura hasta el
seis de enero. Durante esos doce días, llamados los "doce días
santos", ese rayo de Cristo está irradiando Su vida a todas y cada
una de las partículas de la tierra, a todos sus habitantes, a todos
los seres de todo tipo. Es algo que se nota hasta a nivel físico.
Todos, durante esos días, sentimos una necesidad de querer a los
demás, de regalarles cosas, de demostrarles nuestro amor. Y eso
es consecuencia directa de esa emanación divina que impregna
con Su amor todo lo existente. Desde el día seis de enero hasta el
21 de marzo, en que tiene lugar el equinoccio de primavera, el rayo
de Cristo emerge de la tierra y de su atmósfera, ascendiendo en su
camino de regreso hasta la morada del Padre, como dicen las
escrituras. Entonces se celebra la Ascensión.
Esa venida anual de Cristo a la tierra para darse a Sí mismo,
para agotar Su vida entregándonosla, haciendo posible la
germinación de las semillas, el apareamiento de los animales, la
floración de los vegetales, la vida toda de todas Sus criaturas, es el
fenómeno más importante del año. Y esos Doce Días Santos, los
más a propósito para ponerse en contacto directo con El y
experimentar importantes ampliaciones de conciencia.
Tradicionalmente, las iniciaciones en los templos de misterios
antiguos tenían lugar coincidiendo con los solsticios o los
equinoccios, que no son sino puntos clave en el recorrido aparente
del sol a lo largo del año, puntos en que la dirección de su marcha
cambia, produciendo el paso de una estación a otra, al variar la
inclinación con que sus rayos inciden sobre la superficie de la
Tierra y, por tanto, la potencia de la radiación solar.
- Pero todo esto de mezclar la astronomía con la religión suena
a cosa rara, ¿no?
- No. No tiene nada de raro. Nuestra religión es una religión
solar, a diferencia de la de Jehová, que era una religión lunar ya
que Jehová mismo y con Él la oleada de vida angélica, alcanzaron
el status humano en el Período Lunar. Por tanto, no es de extrañar
que la religión de Cristo, la cristiana, aunque se haya olvidado o
deformado, tenga en cuenta los momentos astrológica o
astronómicamente importantes.
- ¿Se ve esto en más casos?
- En muchos más.
- ¿Por ejemplo?
- Cristo vino cuando estaba terminando - faltaban unos
quinientos años, pero ya se estaba bajo la influencia de la zona de
penumbra de la Era de Piscis" - la Era de Aries, es decir, la época
durante la cual el sol, por precesión, recorría el signo zodiacal de
Aries. No es casual, pues, que se le llame el "Cordero" de Dios.
Pero Él vino a darnos una religión para la Era de Piscis y por eso
sus apóstoles eran "pescadores" y "echaban las redes" y hacían
"pescas" milagrosas, y Jesús multiplicaba los "peces", y los
primeros cristianos se reconocían por el "signo del pez", y las
mitras de los obispos representan la boca de un "pez", y el agua
bendita contiene sal y recuerda la del mar...
- ¡Caramba!. ¡Quién lo hubiera dicho!
- Sí. Y cuando Cristo quiso hablarnos de la siguiente Época, la
de Acuario, que llegará dentro de unos quinientos años pero en
cuya zona de penumbra ya nos encontramos - y se nota en la
vertiginosa marcha de los inventos, la tecnología y el dominio de la
naturaleza física de los últimos años - , dijo a sus apóstoles que
fueran a Jerusalén y allí encontrarían a "un hombre con un cántaro
de agua", el cual les conduciría al lugar en que se celebraría la
Pascua. Y, "casualmente", el signo de Acuario se representa por un
hombre con un cántaro de agua.
- Todo esto es enormemente aclaratorio. ¿Qué más me puedes
decir?.
- Se pueden decir muchas cosas. Por ejemplo que la época
anterior a la de Piscis fue la de Aries, como te he dicho, y las
religiones de entonces adoraban a Dios en forma de cordero y fue
cuando Abraham, iniciador de la Época de Aries, sacrificó un
cordero en lugar de a su hijo Isaac. Y la época anterior fue la de
Tauro, y las religiones de entonces adoraron a Dios en forma de
toro y tenemos el Buey Apis en Egipto y los toros de Babilonia y el
Minotauro de Creta y quizás el origen de nuestras actuales corridas
de toros... Podría decirte también que la definición o nota-clave
oculta de la época de Piscis, en la que estamos, es la de la
obtención de "la armonía a través del conflicto". Y no hace falta
pensar mucho para darse cuenta de que los últimos dos mil años
no hemos hecho otra cosa que guerrear para luego hacer la paz,
para guerrear de nuevo y de nuevo armonizarnos.
- ¿Y la iglesia cristiana no reconoce todo esto que es tan
aclaratorio?.
- Incomprensiblemente no lo acepta. Se cierra en sus dogmas,
en sus excomuniones, en su infalibilidad pontificia, en su falta de
explicación racional y comprensible y sigue exigiendo fe y
condenando por toda la eternidad al que no la tenga. Y,
desgraciadamente, sigue sin condenar la pena de muerte cuando
ya casi todos los países la han prohibido en sus constituciones.
Además, considera pecaminoso consultar el horóscopo.
- ¿Pero, todo eso por qué?
- Porque ha perdido las enseñanzas de Cristo a Sus apóstoles y
discípulos a los que, el propio Evangelio dice repetidas veces que
"enseñaba en privado" lo que a las masas exponía en forma de
parábolas. Ten en cuenta que, hasta el Renacimiento, todos los
estudiosos y doctores de la iglesia aceptaban y estudiaban, como
una ciencia divina, la astrología. ¿Cómo se puede dejar de darse
cuenta de que el hombre, al estar compuesto de los mismos
elementos físicos y químicos que los demás componentes de la
naturaleza, ha de verse afectado como ella por las influencias
astrales? ¿Por qué la luna ha de producir las mareas y no ha de
afectar en nada los líquidos de nuestro cuerpo? ¿Por qué el sol ha
de producir la sucesión de las estaciones que, a su vez, producen
cambios absolutamente omniabarcantes como la proliferación de
vida en primavera o la agonía del otoño, y no ha de producir ningún
efecto sobre nosotros? ¿No sabemos que estamos recibiendo
continuamente rayos cósmicos que la ciencia ya sabe medir y
valorar? ¿Y no sabemos que todo ello, absolutamente todo, desde
los rayos solares hasta los rayos lunares y cósmicos no son más
que vibraciones y nuestro cuerpo y la naturaleza toda está, en
última instancia, compuesta de vibraciones y sólo de vibraciones?
- Sí. Tienes razón.
- Bien. Dicho esto, que es tristísimo, sigamos con nuestro tema.
¿queda claro el tercer mandamiento?
- Perfectamente claro, sí.
- Pasemos, pues, al segundo: "No tomarás el nombre de Dios
en vano".
- Este no lo acabo de entender...
- Las palabras "Dios" y "Señor", en todos los idiomas, así como
las ideas que expresan, poseen una vibración especial y
enormemente positiva y protectora. Quien los pronuncia con
devoción, con respeto o con amor, recibe inmediatamente un baño
de energía vitalizadora. Es otra muestra del poder de la palabra, es
decir, de las vibraciones. Cuando tengas un problema, una
zozobra, una inquietud, prueba a elevar tu corazón a Dios y
exclama: "¡Señor mío y Dios mío!". Sólo eso. Y notarás en el acto
el descenso de esa energía que te reconfortará de modo
inexplicable pero perceptible.
- Desde luego que lo haré.
- Pues bien. El que pronuncia esas palabras con desprecio o
con odio, como hace el blasfemo, produce inmediatamente una
vibración negativa, que queda en su aura y que lucha con la
vibración de la palabra Dios o la palabra Señor. La consecuencia
de esa lucha de vibraciones es un desequilibrio, ya que la vibración
divina es mucho más potente que cualquiera otra, que afecta al
aura del blasfemo y, a la larga, a su cuerpo físico, produciéndole
desarmonías, o sea, enfermedades físicas o mentales, en sus
puntos más débiles.
- Es lógico.
- Ten en cuenta, además que, en el nombre de Dios realizó
Cristo todos Sus milagros, siempre por medio de la palabra. La
palabra, pues, es importantísima. Y, entre todas, estas dos: "Dios"
y "Señor". Y es temerario pronunciarlas, referidas a nuestro
Creador, como no sea con ánimo de reverenciar a Quien
representan.
- Con esto queda aclarado el por qué de este mandamiento.
- Pues pasemos al primero: "Amarás a Dios sobre todas las
cosas".
- Resulta un poco excesivo, ¿no?. ¿Cómo se puede amar más
que a todas las cosas y personas a un Dios al que no se ve?
- Este mandamiento tiene un contenido que va mucho más allá
de lo que parece.
- ¿Cómo es eso?
Porque no nos dice que amemos a Dios, más o menos, porque
sí. No. Lo que nos quiere decir es que no debemos adorar, es
decir, considerar imprescindibles las cosas o las personas o la
fama o el poder o el dinero. Lo único necesario, el único ser
necesario es Dios. Los demás y, por supuesto, las cosas, y
nosotros mismos, somos contingentes, es decir, no necesarios. La
Creación entera continuaría subsistiendo si nosotros
desapareciéramos. Pero, si desapareciera Dios, nada más existiría.
Lo que nos quiere decir es que no adoremos a las cosas, que
no las consideremos como fines, sino como lo que son: Medios
para conseguir nuestra evolución; que no nos aferremos a ellas,
que no nos convirtamos en devotos de ellas porque ellas no nos
pueden proporcionar más que beneficios sin sentido y sin duración.
Y nos quiere decir que no pensemos que un amuleto o una pulsera
de determinada materia o forma o un salero derramado o un espejo
roto o un gato negro o determinado color o determinado número o
cualquiera de las mil tonterías de ese tipo en cuya influencia cree
tanta gente, sobre todo los que presumen de no creyentes, puede
sustituir a Dios. Son sólo criaturas suyas y, a veces, nuestras, y
eso no es difícil comprenderlo. Y si supeditamos nuestra vida a
esos objetos o supersticiones, nos alejaremos cada vez más de
Dios que, precisamente, está dentro de nosotros, más próximo que
nadie ni que nada, porque nosotros mismos, tanto nuestro cuerpo
físico como los demás vehículos, y nuestro propio espíritu,
formamos parte de Él. Eso es lo que nos advierte este
mandamiento. ¿Aclarado?
- Por completo.
- Cumplido, pues, nuestro propósito de repasar, desde el punto
de vista oculto, el Decálogo, quiero añadir algo importante.
- ¿Queda algo por exponer?
- Sí. Nos queda por considerar el mandamiento de Cristo.
- ¿Y cuál es?
- El del amor. Tú sabes que dijo claramente que los diez
mandamientos - que Él no venía a derogar sino a hacer que se
cumplieran y que perdurarán hasta el fin de los tiempos - se
resumían en dos. "Amar a Dios sobre todas las cosas" y "Amar al
prójimo como a nosotros mismos". En resumen, AMAR.
- Así lo dijo y parece que tenía razón.
- Toda la razón. Porque Sus dos mandamientos, en realidad,
nos ordenan lo mismo.
- ¿Lo mismo?
- Sí. Si todos formamos parte de Dios, con amar a Dios estamos
amándonos a nosotros mismos y al prójimo a la vez. En una
palabra, como dijo Cristo: Quien cumple este mandamiento los
cumple todos.
- ¿Y eso?
- ¿Si tú amas a Dios sobre todas las cosas y si amas a tu
prójimo como a ti mismo, lo matarás o le robarás, o lo calumniarás
o desearás desposeerlo de lo suyo o serás desagradecido con tus
padres, etc. ?
- No, está claro.
- Esa es la razón del único mandamiento de Cristo a sus
discípulos: "Un solo mandamiento os doy: que os améis unos a
otros como yo os he amado". Con esto supongo que hemos
terminado este repaso del Decálogo.
- Yo, si no te sabe mal, quisiera, antes de terminar, plantearte
una pregunta más.
- Vamos allá. ¿De qué se trata?
- ¿La intervención de los Luciferes no estaba prevista por
Jehová?
- Pues no. En realidad esa intervención no estaba incluída en
plan que Jehová había diseñado para la evolución del hombre. Lo
que estaba previsto era que éste, guiado y auxiliado por los
ángeles y otras jerarquías, continuase con su conciencia en los
planos superiores y la evolución de su cuerpo físico siguiese siendo
inconsciente. Llegado el momento en que ese cuerpo y ese espíritu
hubieran alcanzado la perfección suficiente, la conciencia del
hombre se hubiese hecho descender al plano físico y la oleada de
vida humana hubiera completado su evolución de modo totalmente
dirigido y automático.
- ¿Qué consecuencias, pues, tuvo la intervención de los
Luciferes?
- Pues tuvo dos consecuencias y las dos trascendentales.
- ¿Primera?
- Que, al comunicarle los Luciferes al hombre, prematuramente,
que tenía cuerpo físico y con él podía, como hacía Jehová, crear
otros cuerpos, y al hacer con ello descender su conciencia al plano
físico, hizo también que, al carecer aún de mente (esto ocurría en
la Época Lemúrica y la mente se recibió en la siguiente época, la
Atlante, y sólo en su estadio final), fuese inmediatamente juguete
de los deseos, puesto que ya poseía cuerpo de deseos y carecía
del freno que la mente supone. Por eso el hombre - como ocurre
ahora con los adolescentes, que poseen cuerpo de deseos
desarrollado desde los catorce años, pero no tienen mente
desarrollada hasta los veintiuno, razón por la cual la adolescencia
es la época más peligrosa y más desenfrenada de la vida al no
tener los deseos el filtro de la mente - se dedicó a buscar sólo el
placer en el acto sexual, practicándolo con ese objeto cuando le
apetecía, fuera de las fechas astrológicamente indicadas, con lo
que los cuerpos que creó estaban distorsionados y, por ello, eran
proclives a la enfermedad, una de las consecuencias, como sabes,
del "pecado original".
- Entonces, ¿ése es realmente el "pecado original"?.
- Es el pecado original de la humanidad, por supuesto, aunque
no es el pecado original que cada hombre trae consigo al nacer.
- ¿No? ¿Y cuál es éste, entonces?
- El pecado original que, según la iglesia, se borra con el
bautismo, no tiene nada que ver con este tema. Consiste sólo en
las tendencias negativas que cada uno de nosotros traemos de
vidas anteriores, y el bautismo lo que hace, no es hacerlas
desaparecer, pues esa ha de ser la labor de cada uno de nosotros
en los sucesivos renacimientos, sino proveerle de una protección
especial, de una carga de energía divina y, por tanto, positiva, que
le ayudará en ese cometido.
- Todo esto es profundísimo y esclarecedor. ¿Y cuál es la
segunda consecuencia de la intervención d e los Luciferes?
- La venida de Cristo, que obedeció también a otra causa
concomitante.
- ¿Cuál?
- Pues verás. Jehová, encargado de la evolución de todos los
vehículos en este Período, llegó un momento en la Época Lemúrica
en que creyó conveniente dividir a los hombres en razas, poniendo
cada una de ellas a cargo de un arcángel, como guía de la misma.
Este es el momento a que la Biblia alude con el relato de la Torre
de Babel. A partir de ese momento, pues, cada raza tuvo su propia
religión, enviada siempre por Jehová, pero adaptada a las
características de cada una de ellas. Pero, como las religiones eran
exclusivas de cada raza, implícitamente, producían el rechazo de
las demás, la separación cada vez mayor entre los hombres,
todavía muy primitivos, y el que los espíritus se "pegaran" a los
cuerpos de "su raza" y no quisiesen renacer en otra distinta, con
peligro de detener su evolución. De haber continuado ese proceso
separador, la evolución de la oleada de vida como tal, como un
todo, hubiera sido imposible. Con tanta exclusividad, tanto odio,
tanta lucha innecesaria, el cuerpo de deseos de la Tierra, del cual
extrae su materia constitutiva el cuerpo de deseos de cada hombre
- como nuestro cuerpo físico extrae su materia constitutiva del
mundo físico - se hubiera polucionado de tal modo que se hubiese
colapsado toda posibilidad de futuro para nosotros.
Por eso Cristo vino a traer una única religión para todas las
razas y por eso dijo aquello de "el que no abandone a su padre y a
su madre y a su hijo y a su patria... no entrará en el reino de los
cielos". Es decir, que el que quede pegado a una raza determinada
o, mejor dicho, a los cuerpos de una raza determinada - como
desgraciadamente ocurrió con una parte del pueblo hebreo - y no
sea capaz de ir renaciendo cada vez en cuerpos más perfectos
pertenecientes a razas más evolucionadas, corre el riesgo de
estancarse en su evolución. Pues el espíritu, que es realmente el
que evoluciona y el que es importante, no puede hacerlo sin cuerpo
físico, pero para evolucionar ha de ir adquiriendo experiencia y
para ello es necesario utilizar cada vez cuerpos más aptos y no
siempre los mismos.
Por eso la religión de Cristo es una religión universal, la única
religión para todos los hombres, pues todos somos igualmente
hijos de Dios y, por encima de las características de los cuerpos
físicos - color, sensibilidad, resistencia, capacidad intelectual, etc.
- que no son más que instrumentos de los espíritus, están éstos
que son los auténticos seres inmortales en evolución. Y por eso
Cristo, el Hijo, decidió venir al mundo en ayuda del hombre y para
que se cumpliera el plan del Padre tal y como fue previsto.
- ¿Y cuál fue esa redención del mundo?
- Bueno. Es bastante complejo. Hasta Cristo, hasta Su muerte
en la cruz, la evolución del hombre y de la Tierra con todos sus
habitantes de cualquier tipo, era dirigida por Jehová y sus auxiliares
desde fuera.
- ¿Qué quiere decir "desde fuera"?
- Quiere decir que ellos no penetraron ni en el interior de los
hombres ni en el interior de la tierra que, aunque no lo creamos, es
un ser viviente y en evolución, del que formamos parte.
- ¡Caramba, eso si que es nuevo!
- No. No es nuevo. Pero sigamos: Cristo, el más evolucionado y
el más alto iniciado de la oleada de vida de los arcángeles y
segundo aspecto de la Trinidad, el Hijo, vino a la Tierra en el
momento del bautismo de Jesús.
- ¿No vino al nacer Jesús?
- No. Jesús es el hombre más evolucionado y el más alto
iniciado de nuestra oleada de vida. Nació, como dicen las
Escrituras, y vivió una vida de santidad hasta su bautismo por Juan
el Bautista. En ese momento, Jesús cedió sus cuerpos físico y
etérico al arcángel Cristo.
- ¿Y por qué y para qué?
- Cristo, como todos los arcángeles - que constituyen la oleada
anterior a la de los ángeles que es la que precede a la humana -
nunca tuvo ni cuerpo etérico ni cuerpo físico; Su vehículo más
denso es el cuerpo de deseos. Por otra parte, como supremo
iniciado de Su oleada de vida, poseía todos los vehículos, desde el
inferior - cuerpo de deseos - hasta el nivel más alto, el trono del
Padre. Tenía, pues, y podía funcionar en ellos, es decir, fijar Su
conciencia en cada uno de ellos, cuerpo de deseos, cuerpo mental,
Espíritu Humano, Espíritu de Vida, Espíritu Divino, Espíritu Virginal
y vehículo del Mundo de Dios. Sólo le faltaban para constituir una
cadena desde el hombre hasta el Padre (el más alto iniciado de la
oleada de vida de los Señores de la Mente, anterior a la de los
arcángeles, primer aspecto de la Trinidad y cuya conciencia está
centrada en el Mundo de Dios, en el primer subplano del séptimo
plano cósmico) los dos vehículos que Él, como arcángel nunca tuvo
ni, por tanto, nunca aprendió a construír.
- ¡Qué idea tan equivocada tenemos de todas estas cosas!
- Sí. Totalmente equivocada. Pero seguiré: En el momento del
bautismo de Jesús, pues, Cristo ocupó los vehículos físico y etérico
de éste (que se retiró voluntariamente a los planos superiores y,
desde ellos, es el actual dirigente de todas las religiones del mundo
que aceptan a Cristo), y se convirtió en Jesu-Cristo.
- ¡Qué maravilla!
- Por eso tuvo que ir inmediatamente al desierto y permanecer
allí los cabalísticos cuarenta días para aprender el "manejo" de
esos vehículos prestados y que nunca había usado anteriormente.
Y por eso el Evangelio dice que Cristo frecuentemente se retiraba
solo a orar al monte.
- ¿Y no era así?
- Realmente, no. Cristo no necesitaba orar. Lo que ocurría es
que, aunque los vehículos prestados por Jesús eran los más
perfectos que hombre alguno era capaz de construir - y para eso
había llevado una serie de vidas purísimas preparándose para el
evento - resultaba casi imposible que contuviesen, que resistiesen
sin desintegrarse, las inmensamente grandes vibraciones, nada
menos que del más avanzado de los arcángeles. Y se imponía
retirarse "al monte" (el "monte", esotéricamente, significa siempre
los planos o mundos superiores), salir de esos vehículos y ponerlos
temporalmente en manos de los terapeutas esenios para que los
restaurasen para otra utilización por Cristo. Para eso aparecieron
los esenios, uno de los cuales fue el mismo Jesús, así como Sus
padres, unos doscientos años antes de Cristo, y se dedicaron a
una vida de estricta pureza y al estudio de la medicina oculta. Ese
fue su cometido explícito: Hacer posible que los vehículos de Jesús
pudieran servir para Cristo.
- ¡Esto es asombroso!. Pero tan hermoso y tan lógico...
- Lo es. Pero quiero seguir con el tema.
- Sí, por favor.
- En el momento de la muerte de Cristo, su sangre penetró en la
Tierra y sirvió de vehículo - la sangre, en todos los seres que la
tienen, es el vehículo de que el espíritu se vale para manejar el
cuerpo físico - para que Cristo penetrara también.
- ¿Y eso para qué?
- Verás. La vibración de Cristo, de Su cuerpo astral o de deseos
es tan inmensa que, apenas penetró en la Tierra se produjo en el
cuerpo astral de ésta una especie de explosión atómica que quemó
y desintegró todas las vibraciones negativas acumuladas en él a
causa de los odios fomentados por las religiones de raza y a causa
del uso pasional por el hombre de la fuerza creadora, así como de
todas las demás pasiones y vicios derivados de la astucia y el
egoísmo. De modo que el cuerpo de deseos de la Tierra quedó
limpio. Por eso se dice que Cristo "borró los pecados del mundo" y
no "de los hombres", ya que ésta es labor de cada uno a lo largo de
la evolución, enfrentando su propia responsabilidad mediante la ley
del karma. Desde entonces también, Cristo se convirtió en el
regente y conductor de la Tierra y desde su centro dirige nuestra
evolución, a diferencia de Jehová que la dirigía desde fuera. Y
desde entonces el impulso crístico empuja suavemente a cada
hombre hacia el bien y constituye la vocecita que todos oímos y
que nos inclina hacia lo hermoso y lo verdadero y lo bello y nos
hace desear un mundo mejor. Y es Él quien se convirtió desde
entonces en lo que se denomina el Cristo Interno, que cada uno de
nosotros ha de despertar. Fue tal la potencia de esa explosión
astral que los Evangelios dicen que en el momento de la muerte de
Cristo "el cielo se oscureció" porque, como los ojos humanos son
incapaces de percibir una vibración de tal intensidad, a todos les
pareció que se había hecho de noche.
- Esto sí que aclara muchas cosas.
- Con esa limpieza Cristo hizo posible que los cuerpos de
deseos de los hombres, de los ángeles y arcángeles, de los
Luciferes y de los animales - que son todas las oleadas de vida
que están evolucionando en la tierra y que tienen cuerpo de
deseos - pudiesen alimentar sus vehículos con material limpio,
con lo cual esos cuerpos de deseos van purificándose.
- ¿Entonces quedó limpio para siempre el cuerpo de deseo de
la Tierra?
- No. Para siempre, no. Porque los hombres han continuado
polucionándolo con sus vibraciones negativas. Pero sí que
desapareció toda la masa de vibración acumulada que impedía de
todo punto la evolución de todos. Lo que pasa es que Cristo,
previendo que eso iba a ocurrir, y una vez convertido en regente de
la Tierra, realizó algo que hasta ahora ha sido totalmente
tergiversado y mal entendido.
- ¿De qué se trata?
- Se trata de que, para conservar limpia esa zona de la tierra,
cada otoño Cristo vuelve a nosotros, como te he explicado antes y
permanece aquí, dándose a nosotros hasta Su Ascensión o retorno
al Padre en el equinoccio de primavera.
- Es estremecedora esta ayuda de Cristo a todos nosotros sólo
por amor.
- Sí. Es sublime. Pero aún hay más, mucho más.
- ¿Mucho más qué?
- ¿Quieres pensar, por un solo instante, el sufrimiento - aunque
lo haga con todo Su amor y Su ilusión por ayudarnos - que ha de
experimentar un ser como Cristo, nada menos que el más alto
iniciado de los arcángeles, la Segunda Persona de la Trinidad,
viniendo cada año a encerrarse en la Tierra para, además,
extenuarse hasta el límite entregándonos Su propia vida para que
la vivamos nosotros? Es como si tú te tuvieras que introducir en
una canica y permanecer en ella seis meses cada año,
experimentando permanentemente una especie de electrocución,
que no otra cosa han de resultar para Él nuestras constantes
vibraciones de pasión, de odio o de egoísmo. ¿Te das cuenta de
cuál ha de ser Su amor para hacer una cosa así, a pesar de la
indiferencia e incluso del desprecio de la mayor parte de los
hombres? Y, sobre todo, ¿te das cuenta de por qué en todas las
esferas del esoterismo cristiano hay un deseo angustioso de
acelerar la evolución y evitar cuanto antes al arcángel Cristo, al
Hijo, ese tormento voluntariamente aceptado en nuestro beneficio
cada seis meses durante miles de años?
- Sí. Ahora comprendo lo que es el amor. Y comprendo también
y, por supuesto, comparto, la prisa por lograr Su liberación.
- Pues concéntrate bien en lo que Él pretendió con relación al
Decálogo.
- ¿Qué pretendió?
- Una gran transformación interior de todos nosotros.
- ¿Cuál?
- Verás: Durante la regencia de Jehová la Ley, es decir, el
Decálogo, era una ley exterior y su infracción implicaba el castigo
inmediato de modo que, se obraba bien para evitar el castigo. El
sistema de Cristo es muy superior. Él pretende que la Ley sea algo
interior: Que comprendamos, que asimilemos, que hagamos
propios los Mandamientos, gracias a esa clave secreta que nos ha
dado del amor, y actuemos bien, porque estemos convencidos de
que es la mejor manera de actuar, aunque no haya castigo divino,
como en realidad no lo hay. Él quiso, y sigue queriendo, que
lleguemos a hacer el bien de modo espontáneo, como los ángeles
pero, dada nuestra especial evolución, que nos ha hecho conocer
el Bien y el Mal, lo hagamos con conocimiento de causa.
- Es verdaderamente sobrecogedor.
- Sí. Lo es.
- Pero duele en lo más hondo del corazón que, siendo esto lo
más hermoso de nuestra religión, la iglesia se haya quedado en la
crucifixión de la que, en el imperio romano fueron víctimas miles de
personas, y no haya comprendido el verdadero amor de Dios ni Su
propósito ni el por qué ni el cómo.
- Sí, es muy triste. Pero Cristo lo previó y por eso hizo más por
nosotros.
- ¿Cómo?. Por favor, explícamelo.
- No. Eso, en todo caso, podría ser tema de otra charla como
ésta.
- Pero, ¿de qué se trata?. ¿En qué consiste esa otra ayuda de
Cristo?.
- En los Sacramentos. Él los instituyó y los dispuso de modo
que, en determinados momentos de la vida, tuviéramos todos a
nuestra disposición unos auxilios especiales que nos ayuden en
nuestra evolución.
Por otra parte, como regente de la Tierra que pasó a ser,
además de hacer posible la vida de todos los seres que están
evolucionando en ella, entregando Su propia vida cada año (de ahí
aquello de "éste es mi cuerpo", relativo al trigo, y "éste es el cáliz
de mi sangre", relativo al mosto, que no al vino) y regresando luego
al Padre para renovar Su energía y volver a entregárnosla hasta el
agotamiento desde el centro de la Tierra, que es Su sede durante
seis meses, mediante el llamado "impulso crístico", esa vocecita
que nos inclina al bien, que nos llama permanentemente, sin
desmayo, que sugiere ideas y esfuerzos y obras positivas en
beneficio de los demás, ha pasado a ser lo que se llama "el Cristo
interno", que cada hombre siente dentro de sí a poco que se
esfuerce. Es lo que hizo a Lope de Vega escribir aquello de: "¿Qué
tengo yo que mi amistad procuras.?/ ¿Qué interés se te sigue,
Jesús mío, / Que, a mi puerta, cubierto de rocío, /Pasas las noches
del invierno oscuras?". O lo de; "Pastor que con tus silbos
amorosos/ me despertaste del profundo sueño...". Con ello, pues,
está cumpliendo Su misión.
- ¿Y hasta cuándo ese sufrimiento de Cristo?
- Hasta que el hombre logre, con Su ayuda, dominar las
pasiones y haga innecesario Su sacrificio. Por eso la prisa de todos
los dirigentes de nuestra evolución por que ésta se acelere lo más
posible, y por eso la obligación que todos y cada uno de los
hombres tenemos de acelerar nuestro personal recorrido y liberar a
Cristo de esos sufrimientos que, sólo por amor a nosotros, quiso
asumir y sigue asumiendo, año tras año.
- ¡Dios mío!. Ahora está claro.
- Sí. Esto es lo que hay detrás del Misterio de la Redención. Y
ya es hora de que los hombres todos lo sepan y actúen
consecuentemente. Y no unos pocos, como hasta ahora.
- Todo esto como consecuencia de las religiones de raza y de la
intervención de los Luciferes, ¿no?
- Sí. Y también a ellos viene Cristo a salvarlos. ¿Comprendes
ahora lo que significa la "salvación"?
- No del todo.
- Pues significa el vencer este punto muerto en nuestra
evolución, que sin la ayuda de Cristo hubiera sido degradación,
retroceso y absorción por el caos con pérdida de todas nuestras
posibilidades y de nuestra propia identidad, y continuar nuestra ruta
hacia la meta deseada: Convertirnos en dioses creadores. Pero,
como en la naturaleza o en la mente divina, como quieras llamarlo,
todo trabaja para el bien, todo ese daño causado por los Luciferes
ha hecho que el hombre, mediante esos sufrimientos que se ha
arrojado encima a lo largo de sus vidas, haya desarrollado la
epigénesis, la capacidad de improvisar, de crear causas nuevas y
utilizar el intelecto, ejercitar el libre albedrío y actuar, por tanto,
libremente pero con conocimiento del bien y del mal, a diferencia
de los ángeles.
- ¿Cómo actúan entonces los ángeles?
- Los ángeles hacen el bien espontáneamente.
- ¿Qué quiere decir "espontáneamente"?
- Bueno, verás. En su evolución no desarrollaron cerebro ni
nada parecido. Desarrollaron sólo amor y ese amor les hizo
entregarse siempre, de modo natural, y recibir, en compensación,
el conocimiento, de modo infuso, sin esfuerzo. En los ángeles,
pues, no hay malicia alguna, no hay mala intención, no hay dudas
sobre cómo deben actuar, sino que el bien surge de ellos
naturalmente, de modo espontáneo y como único modo de
expresión, como en nosotros surge el pensar. Pero tampoco en los
ángeles hay virtud.
- ¿Que en los ángeles no hay virtud? ¿Cómo es posible eso
después de todo lo que me estás diciendo?
- No. En los ángeles hay inocencia, hay conocimiento de la
verdad, pero no hay virtud.
- No lo entiendo en absoluto.
- La inocencia no es consecuencia de ninguna actividad
voluntaria. Más bien es el resultado de no hacer. Como no se hace
nada, no se equivoca uno y como no se equivoca uno, no se
aprende nada y no se adquiere ninguna experiencia y, por tanto, no
se posee virtud. La virtud supone haber pecado, haber cometido
errores, haber sufrido sus consecuencias y haber aprendido la
lección. Eso es la virtud, el conocimiento adquirido mediante la
experiencia.
Sin la intervención de los Luciferes, nuestra evolución hubiera
sido como la de los ángeles: Una evolución dirigida por otros seres
superiores, pasiva hasta cierto punto en que, el amor desarrollado
así, sin intervención nuestra, nos hubiera hecho acreedores a la
sabiduría y hubiéramos obrado el bien como único modo de
actuación para nosotros. Pero como caímos, como nosotros
teníamos cerebro y laringe, a diferencia de los ángeles, como nos
equivocamos, hemos tenido que sufrir, que discurrir y que meditar,
y seguimos en ello, las consecuencias de nuestros errores, y
vamos aprendiendo la lección. Pero cuando, con ese recorrido
doloroso causado por los Luciferes y por nosotros mismos,
lleguemos al punto, que ya vislumbramos, en que nos demos
cuenta de que la separatividad es sólo una ilusión consecuencia
del desenfoque que por la prematura caída de la conciencia,
experimenta nuestro ojo espiritual, y que todos somos uno y que la
ley única y suprema en todo el universo es la del amor, habremos
llegado a unirnos a la oleada de vida angélica, pero con mucho
más mérito y muchas más capacidades, derivadas de toda la
enseñanza adquirida a lo largo de toda nuestra permanencia lejos
de la "casa del Padre", donde volveremos, como el Hijo Pródigo
(que nos representa en la parábola) para recibir su alborozada
bienvenida, ya que todo el tiempo ha estado suspirando por
nuestro regreso.
- Hay algo que no me cuadra.
- ¿Qué?
- Has dicho que los ángeles evolucionaron sin problemas, con
arreglo al plan previsto, y adquirieron así la sabiduría de modo
infuso, espontáneo, gratis, ¿no?
- Sí.
- Pero has dicho también que los Luciferes eran ángeles y ellos
no actuaron precisamente así.
- Sí, es cierto. Pero los Luciferes eran los rezagados de la
oleada de vida angélica. Ellos se habían quedado tan atrás en su
evolución, que ya no podían conectar con los ángeles, sus
hermanos. Y por eso recurrieron a aprovechar la experiencia de los
hombres - con los cuales pueden comunicarse a través del cerebro,
cosa que no pueden hacer los ángeles - para acelerar su propia
evolución. Son, pues, un intermedio entre los ángeles y los
hombres.
- Ya comprendo.
- Hay otra cosa, muy importante que, aunque ya me he referido
a ella en otro lugar, hay que tener presente.
- ¿Cuál?
- Que Cristo, además de venir en persona a ocupar el cuerpo de
Jesús durante tres años y sufrir la crucifixión, y a pesar de regresar
cada año a darse enteramente a nosotros, nos dejó una serie de
ayudas, para que nos apoyemos en ellas en determinados
momentos de nuestra vida.
- ¿Qué ayudas?
- Las llamamos los Sacramentos.
- Sí. Ya hemos hablado de ellos. Pero, ¿qué son?
- Los sacramentos no son sino una serie de ritos de magia
blanca, por medio de los cuales, los sacerdotes, que están
capacitados para ello mediante precisamente el sacramento del
Orden, producen sobre nosotros o sobre determinados objetos o
sustancias, una efusión de energía divina apropiada para que nos
ayude en la coyuntura en que nos encontremos.
- Esto es verdaderamente importante. ¿Podrías hablar sobre
ello?
- Aunque el estudio somero pero profundo de lo que cada
sacramento significa, de lo que "tiene dentro", tendrá que ser objeto
de otra charla, te diré dos cosas.
- ¿Cuáles?
- Primera, que Cristo previó, lógicamente, que los hombres
caerían en la tentación de tergiversar Sus enseñanzas e incluso de
ponerlas en duda. Y, por eso, configuró los sacramentos de tal
manera que, aunque el sacerdote o el obispo que los administre no
sepa lo que hace - que es lo que ocurre hoy con muchos - , el
efecto del sacramento se produzca igualmente. Incluso aunque el
ministro no crea en la efectividad de su ministerio. Lo que Cristo
buscaba es que no nos quedáramos sin ayuda cuando la
necesitáramos.
- Es maravilloso. ¿Y la segunda cosa que querías decir?
- La segunda es que, aunque Su religión va dirigida a toda la
humanidad, estableció para Sus seguidores, es decir, para los
cristianos, una especie de depósito espiritual, indescriptiblemente
amplio, en el que, en todo momento, existe una reserva de energía
divina dispuesta a ser impartida en beneficio del que la necesite y
la solicite. Y que, como consecuencia del respeto que todas las
jerarquías espirituales sienten por el libre albedrío del hombre, ni
siquiera osan prestarnos ayuda si nosotros no la deseamos o la
pedimos. Ese depósito de energía se llena continuamente con las
vibraciones que producen los sentimientos de adoración, de
entrega a los demás, de oración, de elevación, de rectitud, de
justicia, de servicio, de altruismo, de amor en una palabra, de todos
los cristianos.

* * *

No hay comentarios:

Publicar un comentario