CÓMO ACTUAMOS EN EL MUNDO FÍSICO
por Francisco-Manuel Nácher
Generalmente, no nos planteamos nunca de qué modo actuamos en
el Mundo Físico, qué mecanismos empleamos para manejar la materia.
Tenemos la seguridad de que somos nosotros los que hacemos las cosas.
Pero no es así.
Pensemos un poco: Imaginemos que deseo escribir sobre este tema.
Bien. Habrá empezado la cosa siendo una leve idea en la Región del
Pensamiento Abstracto del Mundo del Pensamiento, donde mi Espíritu Humano, mi Yo Superior, habrá pensado en esa posibilidad de escribir y, mediante un acto de voluntad, habrá dado la orden de ejecutarla. Esa idea habrá descendido, obediente, a la Región del Pensamiento Concreto, donde se habrá revestido de materia mental y se habrá convertido así en un pensamiento-forma. Luego, la misma fuerza del acto volitivo inicial la habrá conducido al Mundo del Deseo, donde se habrá convertido en una forma de deseo, al envolverse en materia astral o de deseos. Esa forma de deseo habrá parecido atrayente a mi Personalidad, por lo que habrá sido empujada hacia su realización. Y habrá descendido a mi cuerpo etérico el cual, en base a la memoria almacenada en su éter reflector, habrá evocado los conocimientos que pose sobre el tema, así como los movimientos que mi mano tendrá que
hacer para tomar el bolígrafo y escribir. Y luego irá dando al cerebro físico las órdenes oportunas para que el cuerpo físico lleve a cabo lo pensado y deseado por mi Yo Superior y mi Personalidad.
Todo eso parece muy claro y comprensible. Pero, vamos a
profundizar un poco y, para ello, hagámonos algunas preguntas y
tratemos de respondérnoslas, apoyados en la Ley de Analogía, llave
maestra del mundo oculto y, según la cual, “como es arriba, así es
abajo; y, como es abajo, así es arriba.”
Empecemos, pues:
¿Cómo mi idea inicial de escribir sobre este tema, concebida por
mi Yo Superior en la región del Pensamiento Abstracto del Mundo del Pensamiento ha pasado a la Región del Pensamiento Concreto? Yo soy espíritu puro. No tengo allí manos ni pies. No puedo, por tanto, empujar mi idea hacia “abajo”, bien entendido que la palabra “abajo”, aquí, significa hacia la realización, hacia la materialización, hacia la densificación, hacia la manifestación en un mundo de materia más densa. ¿Cómo, pues, se ha producido ese descenso?
No he sido yo, no ha sido mi Espíritu, por tanto, “personalmente”,
el que ha transportado la idea inicial de una Región a otra del Mundo del Pensamiento. ¿Quién o qué la ha hecho, entonces, descender?
Habrá sido nuestra fuerza de voluntad la que habrá ordenado a las
miríadas de elementales mentales constructores, que lleven a cabo el trabajo de “traducción” o de “densificación” o de “conversión” o, mejor, de “sustanciación” de la materia mental abstracta en materia mental concreta.
Ya tenemos la forma mental o pensamiento-forma en la Región del
Pensamiento Concreto. ¿Y qué ha sucedido luego con ella? Pues que se ha repetido el proceso - como es arriba, así es abajo - y la fuerza de voluntad, facultad exclusiva del Espíritu y nota clave del Espíritu Divino, habrá seguido empujando esa creación mental hacia “abajo”.
¿Y qué habrá sucedido luego? Que la voluntad habrá seguido
empujando y aquella forma mental y, por obra de los elementales
constructores, se habrá densificado de tal modo que habrá pasado a
materializarse como un deseo, al ser revestido el pensamiento-forma de materia de deseos. Aquí habremos decidido si esa forma mental, ese propósito, ese proyecto de actuación nos gusta o no, nos apetece o no, nos satisface o no. Si no la aceptamos, se detendrá ahí y será archivada para otra posible ocasión futura, en la memoria consciente. Y si nos gusta y, consecuentemente, la deseamos, seguirá su recorrido hacia la realización.
¿Y quién hará todo eso? Naturalmente, los elementales
constructores del Mundo del Deseo.
Habremos llegado, pues, a tener una forma de deseo, una forma
mental transformada en materia de deseos. ¿Y qué pasó después? Lo mismo. Siempre lo mismo: que la fuerza de voluntad, reforzada ya por el deseo, la siguió empujando hacia abajo, hacia la realización, hacia la materialización. Y esa orden la habrán hecho propia los elementales constructores, que habrán densificado su sustancia, que la habrán materializado hasta traducirla o, mejor, convertirla, en materia etérica.
Al llegar al plano etérico, miríadas de elementales constructores,
habrán hecho el trabajo. Y habrá sido mi propia voluntad, reforzada una vez más por el deseo, la que habrá transmitido al cerebro físico, el contenido de la idea inicial con las necesarias órdenes de evocación de material de la memoria y su ordenación, y la realización de los oportunos movimientos musculares.
El Yo Superior es, pues, mi verdadero Yo, pero sólo es consciente
en su mundo. Y la Personalidad es el “yo” que hemos ido desarrollando a lo largo de la evolución y que está centrado en el Mundo Físico.
Somos la oleada de vida que está tratando de adquirir la maestría en el manejo de la materia física, ya que hemos alcanzado el estadio humano en el Período Terrestre, cuando la Tierra está formada de materia física.
Y tenemos centrada nuestra conciencia en el Mundo Físico. O, mejor dicho, en la Región Química del Mundo Físico, formada por los sólidos, los líquidos y los gases. ¿Y qué hemos hecho? ¿Qué ha hecho nuestra Personalidad? Comandar a los elementales constructores del mundo físico y a los obreros a nuestras órdenes, las células de nuestro cuerpo, que realicen esa labor. Y han sido esas células - desde las neuronas cerebrales hasta las epiteliales que sostienen el bolígrafo directamente, pasando por las nerviosas, las musculares, las linfáticas, las glandulares, las sanguíneas, las óseas, etc., las que han llevado a cabo el trabajo obedeciendo nuestras órdenes.
Nosotros decimos: He escrito esto. Pero, la realidad es que eso no
es cierto: nuestro Yo Superior lo ha concebido y nuestro yo inferior lo ha ordenado y, desde la idea hasta el resultado final, se ha llevado a cabo una colaboración maravillosa entre nuestro Yo Superior e inferior y una legión interminable de elementales constructores - que lo constituyen todo, lo transforman todo, lo llenan todo de la vida de Dios - los que han hecho posible el milagro de plasmar mis ideas en el papel, a disposición de quien quiera leerlas y, mediante el proceso inverso, comprenderlas y
asimilar su contenido.
El tener claro todo esto nos proporciona varias ventajas.
1ª.- Darnos cuenta del inextricable entramado de seres y de vidas
que constituye la Creación.
2ª.- Poder admirarnos de la maravilla que supone la inmensidad de
la mente divina, capaz de concebir todo esto, relativo a cada criatura que en ella “vive, se mueve y tiene su ser.”
3ª.- Percatarnos de lo cerca que estamos de los Señores de la
Mente, de los Arcángeles y de los Ángeles, habitantes, respectivamente, de los planos mental, de deseos y etérico (que trabajan en nosotros continuamente, como nosotros incidimos, aún sin quererlo, cada vez que pensamos, hablamos o actuamos, en la vida de los humanos, los animales, las plantas o los minerales), y de los elementales de todo tipo ya que , sin ellos, seríamos incapaces de hacer nada en el Mundo Físico.
4ª.- Reconocer que nuestro cuerpo, que empezó siento tan sólo una
célula, gracias a la labor de las Jerarquías Creadoras citadas - más las ocho restantes, con las que no mantenemos contacto consciente o próximo - ha llegado a ser lo que actualmente es.
5ª.- Recordar que nuestras células, formadas también por los
elementales constructores, están empezando su evolución, ayudadas por nosotros, que les proporcionamos alimento (que asimilan gracias a la labor de los citados y ubicuos elementales constructores), cohesión (al compenetrarlas con nuestra propia vibración) y posibilidades de evolución, teniendo en cuenta que son vidas, espíritus virginales, al principio de un camino del que nosotros hemos recorrido ya un largo trecho, pero que están a nuestro cargo. Y respondemos de ellas. Y las
necesitamos para vivir en este mundo. No olvidemos que todo,
absolutamente todo lo que comemos y bebemos, no es para nosotros, aunque así lo creamos, sino para ellas.
6ª.- Comprender la necesidad de abrir y reforzar la comunicación
entre nuestros yoes Superior y el inferior, y evolucionar más deprisa al recibir nuestra conciencia directamente las instrucciones “de arriba”, mediante la intuición que, como medio de conocimiento, está destinada a sustituir al razonamiento, como éste sustituyó al instinto.
7ª.- Tener claro que, cuando decimos. “yo he hecho esto o aquello”
no decimos verdad. Porque, de todo lo que hacemos conscientemente, nada, absolutamente nada, lo hacemos nosotros. Nosotros sólo creamos, tenemos ideas y voluntad. Con ello recordamos aquella afirmación de Aristóteles de que “el trabajo es cosa de esclavos” y de que “el hombre libre debe dedicarse a crear”. A lo que añadió que la esclavitud sólo
desaparecería cuando los esclavos fueran sustituidos por las máquinas. Y en ello estamos. Pero siempre habrá unos elementales constructores cuya vida consistirá en hacer el trabajo para que otros se eleven e, incluso, se atribuyan el mérito.
8ª.- Comprender que, aunque, a primeras vista, nos resulte difícil
aceptar que los Ángeles y demás Jerarquías manejan energías, como los Iniciados, sin embargo, es lo que hacemos nosotros para hacer cualquier cosa, desde pensar a sentir, emocionarnos, desear, o hacer con las manos cualquier cosa.
9ª.- Admitir la exactitud de la afirmación oculta de que “la energía
sigue al pensamiento”, ya que todo lo escrito arriba no hace sino
corroborarlo.
Visto lo anterior, estoy seguro de que ha aumentado nuestra
admiración por la grandeza de Dios, nuestro respeto y agradecimiento a las Jerarquías Creadoras y su trabajo, nuestra comprensión de la hermandad de todos y de todo, nuestro amor por las células que forman nuestro cuerpo y nuestra decisión de esforzarnos por mantener la salud de éste el mayor tiempo posible.
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