SOBRE DIOS Y EL HOMBRE
por Francisco-Manuel Nácher
Antes que nada hemos de admitir al ABSOLUTO, ese ser, que
no es ser, porque no es, ni tiene límite, ni edad, y que resulta
inconcebible para nuestra mente (en algún sitio leí hace años que el
propio Cristo, cuyo vehículo inferior es ordinariamente el Espíritu
de Vida "está empezando a comprender lo que puede ser el
Absoluto"). Ese Absoluto decide manifestarse, es decir, tomar
forma. Y esa manifestación la hace en dos polaridades (Cosmos, pág.
163): espíritu y materia (sustancia raíz, espacio). La polaridad
Espíritu está encabezada por el Ser Supremo (que se sitúa en lo más
elevado del primer Plano Cósmico) y la polaridad materia, por la
Maya, Madre o Virgen Madre de todo. Ese Ser Supremo se
manifiesta en tres aspectos: Poder, Verbo y Movimiento, que se
sitúan en el primer Plano Cósmico pero en emplazamientos
inferiores al del Ser Supremo y cada uno más denso que el anterior.
A su vez, el Ser Supremo emite de sí y en sí, siete rayos, emisión de
la que participan los tres aspectos citados. Son los llamados "Siete
Espíritus ante el Trono". Éstos son seres creadores y, tras repetir su
manifestación en tres aspectos, comienzan su emanación, dentro de
sí mismos, de oleadas sucesivas de vida. A su vez, el aspecto
Movimiento del Ser Supremo, siguiendo las sugerencias de los
aspectos Poder y Verbo, configura la materia o sustancia raíz
cósmica en siete Planos Cósmicos o estratos, de densidad creciente,
a medida que se alejan del Ser Supremo, y que descienden a lo que
se ha dado en llamar la "materialidad", que es un término relativo,
pues toda materia es más densa que la superior, de la que procede, y
menos densa que la que le sigue, emanada de ella o cristalización de
ella. Cuando el Espíritu - cualquiera de los descendientes del Ser
Supremo - interfiere o incide en la materia - descendiente de la
Madre Eterna - ésta adquiere una forma y, además, el espíritu en ella
penetrado, se convierte en vida. El Espíritu, pues, y la materia, se
convierten, respectivamente, al juntarse, en vida y forma, es decir,
en materia animada y viviente, configurada por el espíritu. Cada uno de esos siete Planos Cósmicos se subdivide en siete subplanos de
densidad también creciente, denominados "mundos". A su través
van descendiendo las criaturas nacidas de cada uno de los siete
Espíritus ante el Trono y de sus descendientes, que van penetrando
hacia abajo, densificando cada vez más sus vehículos en lo que se
denomina proceso de "involución" o alejamiento de la Fuente, el Ser
Supremo. En ese proceso, el espíritu va siendo cubierto cada vez por
más cuerpos, más materia, lo que le imposibilita o le dificulta mucho
el manifestarse y dominar esa materia. Esos seres creadores van
emanando de sí y en sí oleadas de vida y, cuando una de ellas llega a
la parte superior del Séptimo Plano Cósmico, el más denso conocido
(aunque Max Heindel y otros ocultistas afirman que debe haber
otros más densos a los que el mundo físico compenetra), uno de esos
seres, en número casi infinito, que traen origen de la última
generación de "dioses" ( y que resulta ser el Dios Creador de nuestro
sistema planetario) decide crear su propio Sistema Planetario. Para
ello, selecciona en el espacio infinito una zona, que impregna con su
vibración (es decir, se la apropia y la aísla del entorno para realizar
su evolución individual a través de sus criaturas). Una vez hecho
esto, repite el proceso de su creador, como todos los creadores
anteriores han hecho, y se manifiesta en tres aspectos (llamados
Padre - Voluntad - Hijo – Amor/Sabiduría - y Espíritu Santo -
Inteligencia Activa), proyecta sus Siete Espíritus ante el Trono y
emana de sí mismo y en sí mismo, a través de ellos, oleadas
sucesivas de seres creadores que son las doce jerarquías creadoras
que conocemos: Terafines, Xeofines, Serafines, Querubines,
Señores. de la Llama, Sres. de la Sabiduría, Sres. de la
Individualidad, Sres. de la Forma, Sres. de la Mente, arcángeles,
ángeles y hombres). Ésa es la explicación de que el universo, ante la
estupefacción de la ciencia, crezca ininterrumpidamente, a la
velocidad de la luz: que todos los "hermanos" de oleada de vida de
nuestro Dios, están creando, cada uno su propio sistema planetario y
emanando oleadas de seres creadores. Y estamos ya en el Séptimo
Plano Cósmico, el nuestro, que el tercer aspecto de nuestro Dios
creador, el Espíritu Santo, la Inteligencia Activa, configura en siete subplanos o mundos, a saber: el Mundo de Dios (en el que se sitúan
nuestro Dios y sus tres aspectos, más los Siete Espíritus ante el
Trono), el Mundo de los espíritus Virginales (en el que venimos
nosotros a la manifestación, como mónadas o chispas divinas), el
Mundo del Espíritu Divino (donde se sitúa nuestro primer aspecto,
llamado así), el Mundo del Espíritu de Vida (donde se sitúa el
aspecto de nuestra mónada llamado así), el Mundo del Pensamiento
(que se divide en dos Regiones, la Superior, del Pensamiento
Abstracto, y la Inferior, del Pensamiento Concreto) En la superior se
sitúa nuestro Espíritu Humano, tercer aspecto de nuestra mónada o
espíritu; y en la inferior, en el cuarto subplano, se sitúa nuestra
mente y la parte inferior constituye la Región del Pensamiento
Concreto, como he dicho. Le siguen el Mundo del Deseo y el
Mundo Físico, dividido también en dos Regiones: la superior o
etérica (con sus cuatro éteres de densidad creciente y que se llaman,
de bajo a arriba, químico, vital, de luz y reflector) y la inferior o
Región Química, compuesta por los sólidos, los líquidos y los gases.
A todo esto hemos de añadir que aquellos Padre, Hijo y
Espíritu Santo de la Trinidad inicial de nuestro Sistema Planetario,
han seguido evolucionando y han pasado al sexto plano cósmico. Y
sus puestos los han ocupado otros tantos altos Iniciados que han
logrado asimilarse o identificarse con sus respectivas vibraciones y
que son: el actual Padre (el iniciado más elevado de la oleada de
vida de los Señores de la Mente, que adquirieron el estadio humano
- autoconsciencia - en el Período de Saturno, cuando nosotros
aparecimos a la evolución como sustancia elemental que terminó el
Período como minerales, y cuyo vehículo más denso es de materia
mental); el Hijo, Cristo, que es el iniciado más elevado de la oleada
de vida de los arcángeles, que fueron humanos en el Período Solar,
cuando nosotros pasamos al estadio vegetal - con conciencia como
la de los actuales vegetales - y cuyo vehículo más denso es de
materia de deseos; y el Espíritu Santo, que es el más elevado
iniciado de los ángeles (Jehová), que fueron humanos en el Período
Solar, cuando pasamos a ser animales, y cuyo vehículo más denso es
etérico. Cuando una oleada de vida adquiere la autoconsciencia, es decir, es capaz de darse cuenta de su existencia y de la del entorno y de los demás espíritus hermanos, alcanza el estadio humano y comienza la "evolución" o "vuelta a casa", a Dios, al Ser Supremo, con el espíritu cada vez más despierto y potente y con cuerpos cada vez menos densos y más manejables.
¿Dónde está, pues, el Padre? Tras lo dicho, está claro que el primer "Padre" es el primer aspecto del Ser Supremo. Luego, aproximándonos más a nosotros, tendremos el primer aspecto del Dios Creador de nuestro Sistema Planetario, que ha sido sustituido en sus funciones por el más elevado Señor de la Mente. Y aún tendremos al primer aspecto de nuestro triple espíritu, el Espíritu Divino, que es "nuestro Padre en los cielos", ya que está situado en el Mundo del espíritu Divino. En el Padrenuestro, pues, las relaciones se producen: a) entre los tres aspectos del Dios de nuestro sistema Solar (Padre - Señor de la Mente - , Hijo - Cristo - y Espíritu Santo - Jehová); b) los tres aspectos de nuestro triple espíritu; nuestra mente; y nuestros tres cuerpos inferiores Físico, Etérico y de Deseos).
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