LA LIBERTAD
por Francisco-Manuel Nácher
- No acabo de comprender cómo se puede compaginar la libertad del hombre con el plan divino. O el hombre es libre, en cuyo caso no puede haber plan, o no lo es, en cuyo caso no puede haber pecado ni, por tanto, castigo.
- A nivel inferior, a nuestro nivel intelectual de primera mano, tienes razón. Pero, si se mira desde un punto de vista más elevado, ya no resulta tan cierto.
- ¿No?
- No.
- Pues explícame cómo compaginas el ser libre y el hacer, al mismo
tiempo, lo que otro ha previsto de antemano.
- Mira. A nivel humano, nosotros ya hemos llegado a conseguir parte de eso. Hacemos planes, calculamos medios y resultados y, aunque somos todos libres, podemos prever, en términos generales, lo que va a pasar.
- ¿Tú crees? ¿Cuándo? ¿En qué cosa?
- Por ejemplo, en tráfico. Al llegar cada fin de semana se anuncia
que, aproximadamente, entre el viernes por la noche y el domingo, se producirán tantos accidentes en los que morirán tantas personas. Y, generalmente, se acierta bastante. ¿Es que no somos todos libres de salir o no y de, si salimos, conducir deprisa o despacio, prudente o imprudentemente? Claro que sí. Sin embargo, acertamos.
- Pero acertamos el número, no las personas.
- No. Pero ya es bastante a nuestro nivel. Cuando evolucionemos más y nuestra mente alcance estadios más elevados, veremos más allá, porque podremos tener en cuenta nuevas variables que ahora se nos escapan.
- ¿Tú crees?
- Por supuesto. Hace años era imposible predecir el tiempo
atmosférico. Hoy se puede hacer, también en términos generales, con bastante exactitud y con bastante antelación. Y, lo que es mejor, conociendo las razones.
- Eso es verdad. Pero yo veo imposible la previsión exacta.
- Vamos a verlo desde otro punto de vista: Tú, tu cuerpo, no es más
que un conjunto de millones y millones de células vivientes, de seres que están, cada uno de ellos, viviendo sus vidas libremente y que, además, hasta ignoran que forman parte de tu cuerpo, ¿no?
- Sí.
- Tú no eres, pues, una unidad. Eres, más bien, como una humanidad.
Peor aún, porque tienes muchas más células que seres humanos hay en el mundo.
- Eso es cierto.
- Pero no tienes inconveniente en hacer lo que quieres e, incluso, en
prever lo que harás. Y, además, consideras que ese conjunto de millones de seres que es tu cuerpo, como unidad, es libre. ¿Te parece razonable?
- Me pones en un aprieto.
- Claro. Tú te consideras libre y prevés lo que harás hoy y mañana y
el año que viene y después, además, lo haces. Luego, funciona. Lo que no haces es saber qué células obedecerán ciegamente y cuáles se rebelarán, aunque su voluntad sea vencida y absorbida por la de las células obedientes. Tú sabes que harás lo que te propones, y por eso haces planes, haga lo que haga cada una de tus células, ¿no?
- Sí, es cierto.
- Y ¿cuándo resulta que no puedes hacer lo que te propusiste?
- Cuando me lo impiden las circunstancias.
- ¿Qué circunstancias?
- Por ejemplo, que otro u otros hombres me lo hagan imposible.
- Eso no entra en nuestro razonamiento. Eso lo podríamos considerar en otro nivel de nuestra libertad. Se debe a una causa exógena, que te viene de fuera. Pero, ¿qué causas endógenas pueden hacer que no se realicen tus proyectos?
- No se me ocurre más que las enfermedades...
- Bien. ¿Y qué es una enfermedad, desde el punto de vista de nuestro razonamiento, más que la oposición o la imposibilidad de muchas de tus células (por causas a ellas exógenas pero a ti endógenas) de hacer tu voluntad?
- Sí. En realidad una enfermedad es como una sublevación de células.
- O como una incapacidad, por las causas que sean, de obedecer tus
deseos.
- Exacto.
- ¿Y qué haces tú cuando una enfermedad te imposibilita para hacer
algo que tenías previsto?
- Pues me medico. Trato de eliminar la causa de esa desobediencia o esa imposibilidad.
- Exacto. Pero tú sigues haciendo planes. ¿O no?
- Claro.
- Incluso el tratamiento de la enfermedad es un plan de futuro.
- Sí.
- El que algunas células, pues, se opongan a tus planes, no te afecta
demasiado. Esos planes se cumplirán siempre con el auxilio de la mayor parte de las células de tu cuerpo. Y sólo cuando son muchas las que se oponen o no pueden, tomas medidas para restablecer la situación.
- Así es.
- Pues míralo así: Tú eres el dios de tus células y, como tal, haces tus planes.
- Sí. Eso cambia toda la perspectiva.
- Claro. Tú, a tu vez, y yo y cada hombre, no somos más que células
en el cuerpo de Dios que, por supuesto, hace sus planes, a los que podemos oponernos o en los que podemos colaborar. Si nos oponemos unos cuantos seremos superados por el resto de la Humanidad. Pero, si nos oponemos muchos, tantos que hagamos peligrar el plan divino, ¿qué se supone que
hará Dios?
- Tomar medidas.
- Eso es, medicarse, es decir, confeccionar un plan de emergencia
para que, cumplido éste, todo vuelva a su cauce y se encamine hacia el cumplimiento del plan principal.
- Sí. Resulta asombroso, pero es lógico.
- ¿Y qué crees que fue la Redención, la venida de Cristo, más que un plan de emergencia, una medicación, en la cual estamos aún, para que todo vuelva a su curso normal?
- Ahora lo comprendo...
- Tú sabes que "como es arriba, así es abajo y como es abajo, así es
arriba", como reza la Ley de Analogía, llave maestra para comprender y desentrañar los misterios de los planos superiores: Dios es uno y trino y el hombre es uno y trino; el universo es la manifestación física de Dios y el cuerpo es la manifestación física del hombre; las galaxias son los órganos
vitales del cuerpo de Dios y las glándulas de secreción interna más el corazón, riñones, pulmones, etc. son las galaxias del cuerpo humano; los sistemas planetarios son los átomos del cuerpo de Dios y los átomos físicos son nuestros sistemas planetarios; Dios es vibración, elevadísima pero vibración, y el hombre es vibración, más baja, de menor frecuencia, pero vibración; la vibración de Dios constituye Su nota clave, capaz de crear cuanto existe, y la nota clave de cada hombre hace posible la existencia de cada uno de nosotros; somos la cristalización de los pensamientos divinos
y lo que nosotros construímos es la cristalización de nuestros
pensamientos; cada ser es una parte de Dios y cada una de nuestras células es una parte de nuestro cuerpo; Dios es libre y nosotros somos libres y nuestras células son libres; nosotros, aún siendo libres, cumplimos la voluntad de divina, y las células de nuestro cuerpo, aún siendo libres, cumplen nuestra voluntad; Dios es creador y nosotros somos creadores...
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