La Retrospección vista por dentro
por Francisco Manuel Nácher
La Retrospección, aparentemente, no es nada extraordinario puesto que consiste, tan sólo, en repasar nuestra actuación durante algún tiempo pasado, fijándonos en cada pensamiento, palabra, deseo, emoción, sentimiento, acción y omisión, - puesto que todos ellos suponen movimiento de energía que, inevitablemente, produjo o producirá un efecto que, tarde o temprano, cosecharemos nosotros mismos, - para desentrañar nuestras últimas motivaciones, nuestras ocultas intenciones y nuestros profundos propósitos y, en cada caso, descubrir su ajuste o su alejamiento de nuestra obligación de amar al prójimo como a nosotros mismos, felicitándonos en cuanto al primero y arrepintiéndonos y con un honesto propósito de enmienda o de restitución – si procede - en cuanto al segundo.
Pero eso es sólo aparentemente. Porque, en verdad, la retrospección es un paso adelante, conscientemente dado, en nuestro programa de mejoramiento físico, emocional, mental y, sobre todo, espiritual.
Porque, es cierto que, cuando recordamos y analizamos un momento determinado de nuestro pasado, revivimos los sentimientos, emociones, deseos, propósitos y actos de entonces; pero lo hacemos desde y con nuestros conocimientos y puntos de vista actuales que, lógicamente, como la vida es cambio permanente, ya no son los mismos de entonces. Y esa
diferencia entre “aquello y esto” es lo que nos permite descubrir los errores cometidos, para hacernos conscientes de ellos y esforzarnos por no repetirlos en el futuro.
Tan es así que, a veces, nos resulta difícil comprender cómo pudimos hacer o decir entonces aquello que nos parece ahora tan lejano a nuestro modo de pensar o de sentir actuales. La explicación estriba en que ahora poseemos una información de la que entonces carecíamos. Lo cual supone que, sin percatarnos de ello, hemos ido experimentando ampliaciones de
conciencia.
Y este proceso, tan comprensible en nosotros, se da igualmente en la sociedad toda que, del mismo modo, va aprendiendo de sus errores (gracias a la misma realidad y a las críticas de todo tipo) y, gradualmente, le van resultando extraños fenómenos o costumbres como la esclavitud o las luchas de gladiadores o las persecuciones de la Inquisición o el maltrato a los niños o a las mujeres o a los animales o al medio ambiente...
Y así, tanto cada uno de nosotros como la sociedad de que formamos parte, vamos confeccionando una especie de manual con “todo lo que no se debe hacer”, al cual nos sometemos en el futuro, y al que vamos incorporando continuamente los nuevos errores descubiertos; y, casi insensiblemente, vamos aprendiendo a vivir mejor, a comprender el por qué de lo que sucede en nuestras vidas y en nuestro entorno, y a redirigir en cada caso nuestros pasos hacia la meta. Porque, cuanto más se sabe, más se tiende a vivir mejor.
Y, como sabemos que nuestros semejantes afrontan más o menos, los mismos problemas que nosotros, empezamos a comprender sus
motivaciones y sus errores y tendemos a apreciarlos y a disculparlos y a perdonarlos y a intentar ayudarles. Y vemos muy claro que nuestros yerros fueron, en realidad, el camino que nos condujo a aprender a vivir mejor.
Lo expuesto, sin embargo, no ha de llevarnos a vivir en el pasado. El pasado ya pasó y no hay medio de modificarlo. Pero si, aprovechando sus enseñanzas, vivimos a tenor de nuestro "manual”, aquellos errores se verán convertidos en facultades altamente positivas y podremos hoy cosechar los
frutos de las semillas que ellos sembraron ayer.
En resumen:
Que sólo hay dos días en los que no podemos hacer nada: ayer y
mañana. Por tanto, hagamos la retrospección hoy sobre los actos de ayer para ser más sabios mañana.
Que la retrospección es el cuentakilómetros del alma, que nos va indicando qué trecho hemos recorrido, desde la última vez, en el Sendero de la Realización Espiritual.
* * *
ENTONCES EL PASADO, NOS SIRVE PARA LA RETROSPECCION Y NOS ENSEÑA A COMPARAR EL AYER¡ CON EL HOY.....!!!!
ResponderEliminarHola Cecilia, buen día.
ResponderEliminarSí, perfecto, lo que consideramos como pasado en realidad es un momento distinto de nuestro presente, pero ubicado en otra situación, y nos sirve para corregir lo que hacemos, es un ¡¡eterno presente!!.
Saludos, y que tenga un buen día.
Afectuosamente, Edgardo Ceol