HEMOS PERDIDO EL MIEDO
por Francisco-Manuel Nácher
Como individuos, cada uno de nosotros vivimos en un miedo
permanente a todo, y en una búsqueda de amor que, lo sepamos o no, lo reconozcamos o no, representa para nosotros la seguridad. Pero colectivamente, como conjunto, hemos perdido el miedo. Y ése es el problema actual de la Humanidad.
Me explico: El miedo supone siempre una mirada hacia el futuro.
Nadie tiene miedo del pasado. Y el miedo al futuro puede perderse sólo de dos maneras.
La primera, consiste en no mirar al futuro, en no fijarse más que en el momento presente, en no prevenir, en no soñar, en no prepararse, en no meditar, en no aprender del pasado, en no pensar adónde se quiere ir, en buscar sólo lo que el presente, fugacísimo y realmente inexistente, nos puede ofrecer, en ignorar conscientemente que el mañana llegará de modo inevitable y nos alcanzará y que ese mañana será, sólo y nada más que la consecuencia de este presente que tanto nos atrae. Se trata, pues, de una postura irracional. Es simple irresponsabilidad, imprudencia, temeridad.
Esta pérdida o ausencia de miedo se da, tanto a nivel individual como a nivel colectivo. Y, cuando alcanza esas cotas, como ahora, la Humanidad y la Tierra corren grave, gravísimo peligro de morir en plena vorágine de "hoy" y sin haber pensado ni preparado un mañana que, aparentemente, no tiene ya objeto.
La segunda manera de perder el miedo se da, generalmente, a título
individual, cuando el hombre se descubre a sí mismo como ser humano, se estudia, se conoce, se reconcilia consigo mismo, replantea su vida, sus expectativas, su posición en el universo y su escala de valores, se convence de que la felicidad está, y ha estado siempre, en su propio interior, la halla y, consecuentemente, pierde el miedo. Se ha convertido en un valiente, es decir, en alguien capaz de vencer conscientemente al miedo, en desintegrarlo, en volverlo a su verdadero ser: un sentimiento irracional.
Esta pérdida del miedo que supone, al mismo tiempo, el hallazgo del amor, se da, como he dicho, y pocas veces, a nivel individual. Sin embargo, lo mejor que podría ocurrir a la Tierra y, consiguientemente, a la Humanidad, es que la mayor parte de sus componentes, y aún mejor todos, alcanzasen ese grado de valentía. Es el único camino para no desembocar en la ley de la selva, que nos haga tener que empezar a crear, de nuevo, la civilización.
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