PONER LA OTRA MEJILLA
por Francisco-Manuel Nácher
La conocida frase “poner la otra mejilla” no puede querer decir
lo que parece y lo que tradicionalmente se ha interpretado que quiere
decir.
Si a una persona excitada hasta el punto de darnos una bofetada,
le ofrecemos la otra mejilla, es seguro que la abofeteará también.
Esa actitud nuestra, pues, no habrá sido sino un dar pábulo al
violento para ejercer una vez más su violencia, cosa que, de no haber
actuado nosotros de ese modo, no se hubiera producido. Desde el
punto de vista espiritual, pues, le habremos hecho un daño. En cuanto
a nosotros mismos, ningún efecto nos producirá esa conducta, salvo el
dolor de la segunda bofetada.
Por eso yo pienso que Cristo no pudo querer aconsejarnos algo
tan ilógico y nocivo.
Y por eso interpreto que, al aconsejarnos “ofrecer la otra
mejilla”, no estaba refiriéndose a nuestra actitud corporal, sino a la
espiritual, ya que entonces la frase se llena de contenido crístico.
Él nos quiso decir que, a una polaridad enfrentáramos la
contraria, y al odio opongamos el amor, y a la agresión, el perdón, y a
la intolerancia, la comprensión. Porque el amor y el perdón desarman
al odio y a la violencia. Porque eso es lo que resume la doctrina de
Cristo. Porque eso es lo que hicieron, primero Él, luego Esteban, más
tarde, todos los apóstoles y, por fin, miles de cristianos.
Y ese comportamiento sí que es positivo para ambos: El otro
recibirá, quiéralo o no, nuestra vibración de amor, que algún bien le
hará; y nosotros nos afirmaremos en nuestra positividad,
desarrollaremos nuestra voluntad, dominaremos nuestro enojo y
elevaremos un tanto la vibración de nuestros vehículos.
Esto sí que es lógico que nos lo aconsejase Cristo.
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