jueves, 26 de enero de 2012

LA GUERRA Y LA PAZ





LA GUERRA Y LA PAZ
por Francisco-Manuel Nácher

El tema de la paz se puede estudiar desde dos puntos de vista: El
externo y el interno.

Desde el punto de vista externo, paz significa ausencia de guerra. 
Es,
pues, algo estático, pasivo, como el frío es la ausencia de calor.
Habrá, pues, que estudiar, para aclarar este concepto, qué es la guerra
externa y cuáles son sus causas.

La guerra es una lucha entre países, etnias, grupos o individuos, por
conquistar o retener una parcela de poder, bien sea económico, bien sea
religioso, bien cultural, científico, de prestigio, etc. Aunque, si bien se
mira, todas sus motivaciones se pueden reducir a dos: Religiosa o
económica.

Pero, ¿quiénes hacen la guerra? Los hombres. Sólo los hombres. En
todo el reino animal no existe nada similar, al margen de la necesidad de
alimentarse, de defenderse o de perpetuar la especie.
¿Y cómo se manifiesta la guerra? Mediante actos destinados a
perjudicar al antagonista.

Pero, para realizar un acto, el hombre necesita antes pensarlo. Nos es
imposible realizar nada, - salvo los actos reflejos, y la guerra no lo es - sin
haberlo pensado antes.
Por tanto, los que hacen la guerra piensan en ella y, al pensar en ella,
la sienten y luego la desean. Su guerra es, pues, siempre, primero interna y
después externa. Si no hay guerra interna, no hay luego guerra externa. La
primera es, pues, la más peligrosa. Y la que hay que combatir.
¿Y cuál es la solución para evitar la guerra interna? Hay una ley
natural, expuesta por todas las religiones pero, especialmente, por la de
Cristo, que establece: "Compórtate con los demás como a ti te gustaría
que los demás se comportasen contigo". O, dicho de otra manera: “Haz a
los demás lo que te gustaría que te hiciesen a ti y no les hagas lo que no te
gustaría que te hiciesen". Y, aún de otro modo: "Ama a tu prójimo como a
ti mismo".


Es la ley de oro. La clave de la felicidad. Porque, si amas a tu
prójimo como a ti mismo, ¿qué motivo será suficiente para que desees
causarle daño? Y, si no lo amas, estarás infringiendo una ley natural, lo
cual te producirá desazón, descontento e intranquilidad, todo ello
incompatible con la paz interior.

Si amas, en cambio, no pensarás en la guerra; tu corazón estará
tranquilo y, sin tú darte cuenta, se llenará de paz. Y no pensarás en la
guerra ni la desearás ni la fomentarás.

Es, pues, esa falta de amor y, consecuentemente, de paz interior, lo
que nos hace enfrentarnos a los demás y es, por tanto, la causa última de la
guerra.

* * *

LA GUERRA




LA GUERRA
por Francisco-Manuel Nácher

La guerra no es, desde el punto de vista oculto, lo opuesto a la paz.
Lo opuesto a la paz es el cambio. Y la guerra no es más que el resultado
de orientar mal el cambio, desechando el intelecto y dejando que domine
el deseo.

Deseamos paz de modo egoísta, porque queremos ser felices y
creemos que, si hay paz, lo seremos. Pero, si la paz es estancamiento y la
vida es cambio, sólo tendremos paz cuando las relaciones entre los
hombres sean las correctas, a tenor de las leyes naturales, y no necesiten
de continuos ajustes.

* * *

LA GRATITUD NECESARIA




LA GRATITUD NECESARIA
por Francisco-Manuel Nácher


El Lavatorio de pies que Cristo practicó a Sus discípulos tiene un
profundísimo sentido y deberíamos tenerlo muy presente en nuestra vida
cotidiana:

Él era Su Maestro, es cierto. Pero lo era, lo fue, en tanto que ellos
fueron Sus discípulos. Éstos, pues, hicieron posible Su magisterio. Y, por
tanto, les debía agradecimiento. Y lo hizo del mejor modo: Dejando claro
que Él había ocupado antes el lugar que ellos ocupaban y aún inferior, y
que ellos desempeñarían un día el puesto que Él, en ese momento,
desempeñaba.
Este fenómeno lo vemos por doquier, aunque no nos percatamos de
lo que oculta: El empresario lo es en tanto que tiene empleados. El maestro
lo es, si tiene discípulos. El jefe, si tiene subordinados. El padre, si tiene
hijos. Nos alimentamos si hay animales o vegetales. Los animales se
alimentan si hay vegetales. Los vegetales, si hay minerales…
Siempre, para subir, nos hemos de apoyar en los más atrasados o
débiles. Por eso hemos de agradecérselo y comprenderlos y saber ponernos
en su lugar y ayudarles y convertirnos en sus guardianes. Aunque sólo sea
por agradecimiento, por deuda, porque lo que somos se lo debemos a ellos.

En última instancia, todos somos “el guardián de nuestro hermano”.
No iban, pues, descaminados los llamados pueblos primitivos
cuando, antes de ir de caza, pedían perdón al tótem – espíritu grupo - de la
víctima y agradecían a ésta el sacrificio que por ellos iba a hacer.

* * *

LA FINALIDAD DE LA VIDA




LA FINALIDAD DE LA VIDA
por Francisco-Manuel Nácher

En nuestro actual estadio de la evolución, los hombres, al reencarnar,
tenemos varios objetivos antes de alcanzar la perfección, que es nuestro fin
último: Fortalecer la voluntad, desarrollar el discernimiento y la
inteligencia y espiritualizar el carácter. Hasta que no hayamos alcanzado el
máximo en todos estos campos, no seremos perfectos y nuestras obras no
serán perfectas: Si desarrollamos sólo el intelecto, al no tener el contrapeso
de la espiritualidad, nuestros pensamientos, deseos y actos tenderán a ser
egoístas, no irán encaminados al bien común y no se sentirán escrúpulos
para utilizar la vivisección o la experimentación en hombres para la
adquisición de conocimientos o, la mayor parte de las veces, beneficios
económicos o fama. Si sólo desarrollamos la espiritualidad, nuestros
pensamientos, deseos y actos, al no ser fruto de una inteligencia
desarrollada, nos conducirán a la superstición, al fanatismo y hasta a la
intolerancia y la persecución. En cuanto a la voluntad, es previa a los dos
anteriores, ya que sin ella seríamos incapaces de ningún esfuerzo y, ni en
la evolución ni en la vida, ninguna facultad, ningún progreso se adquiere
sin esfuerzo, es decir, sin voluntad. El discernimiento, por su parte, nos
permite, en cada momento, saber escoger la más apropiada entre varias
posibilidades de actuación, y se desarrolla con la observación y,
fundamentalmente, con el autoexamen, la meditación…y los errores y la
lección que llevan incluida.

Se nos dirá que, por qué hay que aceptar las anteriores afirmaciones,
ya que cada cual obra como cree conveniente y es de suponer que con la
mejor intención.

Y responderemos que eso es cierto pero que si, además de lo que
cada cual conoce y desea y le impulsa a actuar como lo hace, es conocedor,
aunque sea someramente, del funcionamiento de la naturaleza, del plan que
en ella se desarrolla permanentemente y de las leyes que lo rigen, sobre
todo en los mundos internos, tendrá unas bases racionales y comprensibles
en que fundar su actuación, acordes con esas líneas que rigen en todos los
planos de existencia.

* * *

viernes, 20 de enero de 2012

EL YO SUPERIOR Y EL YO INFERIOR












EL YO SUPERIOR Y EL YO INFERIOR
por Francisco-Manuel Nácher


- No acabo de entender eso del Yo Superior y el Yo Inferior.
 ¿Podrías
aclarármelo?

- Sí, puedo intentarlo.

- Pero, ¿tenemos una o dos conciencias?

- Realmente tenemos una sola conciencia. Lo que ocurre es que en
algún plano está un tanto limitada y da la impresión de que hubiera dos
distintas o, por lo menos, ciertas incongruencias.

- No comprendo lo que dices.

- Verás. La conciencia o el Espíritu Humano o el Yo Superior, cuyo
plano es el Mundo del Pensamiento Abstracto, actúa lógicamente en dicho
plano aunque, en el hombre medio, de un modo un tanto vagamente, como
adormecido. Él se inclina siempre hacia el bien, hacia lo positivo, hacia lo
que favorece la evolución espiritual pero, como te he dicho, aún no es muy
activo. Lo que ocurre es que envía o incorpora una parte de sí misma a los
vehículos inferiores: Mental, de Deseos, Etérico y Físico. Y esa parte, una
vez identificada con la materia más densa, despierta, por decirlo así y
empieza a actuar, olvidada a veces de su origen, dando la impresión de que
la parte se opone al todo.

- ¿Y no es así?

- No. Es sólo apariencia. Los estudiantes de estos temas saben que, a
través de la clara conciencia inferior, pueden alcanzar la conciencia
superior, muy poco desarrollada.

- Perdona, pero aún no lo veo claro


- Bueno, te lo explicaré de otra manera. Tú sabes, como se ha dicho
frecuente, aunque simbólicamente, que somos como chispas emanadas de
la hoguera divina, ¿no?

- Sí.

- Y sabes que esas chispas, cuando aparecen a la existencia separada,
aunque son verdaderas partículas de Dios, no son autoconscientes y que,
aunque tienen en potencia todas las facultades divinas, han de adquirir la
certeza de su existencia y desarrollar esas facultades.

- Sí. Ya veo.

- Luego, te consta que esa chispa divina, ese Yo Superior se
encuentra en un estado que podríamos denominar como de somnolencia.

¿Lo entiendes hasta ahora?

- Perfectamente.

- Bien. Él recibe los impulsos, los estímulos de su plano, por
supuesto pero, prácticamente, no le afectan porque no es capaz de
responder aún a vibraciones tan delicadas. Para despertar necesita recibir el
impacto de otras más fuertes, más bastas, más violentas. Por eso desciende
a otros planos más densos. Para procurárselas. Y por eso crea los distintos
vehículos. Y por eso, al principio, sólo tiene plena conciencia en el
vehículo más denso, el Cuerpo Físico, y enfoca su atención en el plano
físico de modo que, aunque el Mundo Físico puede ofrecer al Ego mucho
menos que su propio plano, inicialmente se siente mucho más vivo cuando
actúa aquí abajo. Y, a medida que acumula experiencia del Mundo Físico y
amplía sus perspectivas, va actuando más conscientemente en el Mundo
del Deseo. ¿Me sigues?

- Sí. Hasta ahora está claro.

- Y, cuando ha logrado la plena consciencia en el Mundo Astral o de
Deseos, empieza a ser capaz de expresarse mediante la materia mental, la
de su propio plano. Y, cuando termine el Período Terrestre, en el cual nos

encontramos, el Yo Superior habrá logrado vivir tan vívidamente en el
plano mental como vive ahora en el plano físico.

- ¿Entonces el Yo Superior está adormecido?

- Menos en los hombres más evolucionados, sí. Con una sola
excepción.

- ¿Cuál?

- El momento en que, tras la muerte de los cuerpos físico, etérico, de
Deseos y Mental, el Espíritu pasa por el Mundo del Pensamiento.
 En ese
momento, despierta de su modorra (parecida a la que experimentamos al
despertarnos por la mañana, en que estamos plenamente conscientes de
existir, pero felices, y no osamos aún entrar en la vida diaria) y ve lo que
ha sido su última encarnación y proyecta lo que será la siguiente, al tiempo
que asimila la experiencia adquirida. Esos impactos, vida tras vida, durante
siglos y siglos, y esos momentos de lucidez, le hacen, cada vez más, desear
una nueva aventura. No por vivir, en el sentido en que aquí se interpreta,
sino en el de aumentar su sensibilidad a toda clase de vibraciones de todos
los planos, incrementando así su comprensión de todos los seres, incluído
él mismo.

- ¿Y en los más evolucionados, qué ocurre?

- En los más evolucionados el Yo es más consciente y puede dar más
de sí.

- ¿En qué sentido?

- Te lo explicaré con un ejemplo: Imagina que el Yo poseyera cien
sentidos distintos, semejantes a los cinco que nosotros tenemos. E imagina
que, en cada vida, sólo fuera capaz de hacer funcionar uno de ellos para
percibir los mundos inferiores. Realmente, aunque el Yo fuera muy potente
y fuerte y capaz, sólo una centésima parte de Él podría expresarse en esos
mundos. Quizá en cada vida fuera uno distinto, pero sólo uno. Así que lo
que el Yo podría emplear de sí mismo en cada vida en el plano físico, sería
muy poco. Pero como, tras cada vida, el Yo Superior recibiría todas las



experiencias adquiridas a través de un sentido diferente, irían creciendo su
conocimiento de los mundos más densos, y su capacidad y podría, poco a
poco, enviar más parte de sí a esos mundos, es decir, dedicar a esos fines
más de un sentido y recoger así más cosecha de ellos. Ese proceso, lento
pero ininterrumpido y necesario, que va conduciendo, por una parte, al
despertar del Yo Superior y, por otra, a la espiritualización de los
vehículos inferiores o Personalidad o Yo Inferior, como consecuencia de la
cada vez mayor porción de aquél que logra manifestarse, es lo que se llama
evolución.

- Ahora lo veo claro.

- Pero aún quiero aclararte algo. Ese proceso no se refiere a que cada
vez se usen más los vehículos inferiores. No. Siempre que el hombre
manifiesta una emoción, utiliza para ello el Cuerpo de Deseos y cada vez
que piensa, utiliza el cuerpo mental. Lo que se trata de conseguir, sin
embargo, es poder centrar la conciencia, a voluntad, en el Cuerpo de
Deseos o en el Mental, y poderlos usar como vehículos de conciencia en
sus respectivos mundos, como ahora se utiliza el Cuerpo Físico aquí.

- Ya lo comprendo todo.

- Pero el proceso sigue: Así como al pasar del plano físico al astral,
durante el sueño, se pierde la conciencia física, cuando se logra centrar
ésta en el Cuerpo Astral o de Deseos, se pasa, a voluntad, del plano astral
al físico o viceversa, sin ninguna interrupción, con lo cual se adquiere la
continuidad de conciencia.

- ¿Y eso quién lo consigue?

- Muchos, muchísimos estudiantes de estas materias. Todos los que,
tras merecerlo, reciben la oportuna Iniciación. Pero, aún sigue el proceso.-

 ¿Aún sigue?

- Sí. Y cuando se logra centrar la conciencia en el Cuerpo Mental,
situado en la Región del Pensamiento Concreto del Mundo del
Pensamiento o Segundo Cielo, se conserva la memoria de todo el proceso

de cada vida, sin solución de continuidad, desde el inicio del descenso
hacia el renacimiento en el Tercer Cielo, hasta el regreso al mismo,
pasando por la formación de los vehículos, el nacimiento, la vida, la
muerte y las experiencias post mortem. No existen lagunas ni pérdidas de
conciencia.

- ¡Qué maravilla!.

- Y, cuando se logra centrar ésta en el Espíritu Humano, situado en la
Región del Pensamiento Abstracto del Mundo del Pensamiento, ya se
conserva la memoria, sin fisuras, de todas las existencias vividas por ese
ser desde que nació como Espíritu Virginal. Entonces se puede decir que
uno ha “vencido a la muerte”.

- ¿Y cómo se adquiere todo eso?.

- Viviendo de acuerdo con las leyes naturales, haciendo lo que todos
sabemos: Amar al prójimo como a nosotros mismos, es decir,
comportarnos con los demás como nos gustaría que los demás se
comportasen con nosotros. Sólo así se van trabajando los distintos cuerpos,
primero lenta y casi imperceptiblemente, y luego con mayor velocidad,
para convertirlos en verdaderos vehículos de conciencia.

- ¿Y qué son las iniciaciones?.

- No son más que las ayudas que se reciben de quienes están más
evolucionados y que nos enseñan cómo manejar las facultades que nuestra
citada actuación nos ha hecho desarrollar. Por eso la iniciación no se puede
comprar ni vender ni, en realidad, da nada. Tan sólo enseña a manejar lo
que uno mismo ha desarrollado con su propio esfuerzo. Y por eso la
evolución es algo estrictamente personal e intransferible. Nadie puede
evolucionar por otro. Puede aconsejarle, ayudarle, sugerirle, pero nunca,
nunca, esforzarse o evolucionar en su lugar. ¿Está claro?.
- Clarísimo.

- Cuando el Ego ha despertado ya suficientemente, comienza a ser
consciente de los otros Egos que moran en su plano y, desde entonces, vive y actúa y enfoca su conciencia en su propio mundo. 
Sigue, sin embargo,

infundiendo, como siempre, una porción de sí mismo en sus vehículos
inferiores, en la llamada Personalidad que, preocupada generalmente por
asuntos no muy interesantes para aquél en su elevado sitial, hace que no se
fije demasiado en ella, salvo cuando ocurre algo extraordinario.

- ¿Qué, por ejemplo?

- El que se requiera su atención para realizar un trabajo espiritual,
como puede ser preparar una campaña en favor de los necesitados o una
conferencia sobre temas de ética o componer una poesía sobre algo
elevado o lanzar un sentimiento de amor o elevar una súplica,,,. cualquier
cosa que vibre como el Ego vibra allá, en los planos en que todo es bueno
y positivo y lleno de amor.

- ¿Y qué ocurre luego?

- Cuando el Ego alcanza el nivel adecuado de desarrollo, recibe la
ayuda de un Adepto, que es un hombre que ha alcanzado ya el fin de la
evolución asignada a nuestro Período Terrestre, o de un Hermano Mayor,
que ha alcanzado ya el final del ciclo evolutivo humano previsto en nuestra
cadena de Períodos, y con esa ayuda, en forma de efusión de energía
espiritual, el Ego acaba de despertar y, ya con plena consciencia, se une a
la obra de la evolución.

- ¿Se notan esos momentos cumbre en que el Ego se fija en los
planos inferiores?.

- Sí, claro. Cuando se siente, inesperadamente, un impacto de
devoción, por ejemplo, o de afecto, se debe a que el Ego ha fijado su
atención en la Personalidad. Aunque conviene que sepas que ese impacto
puede también deberse a la proximidad de un ángel, o de un elemental de
esa vibración, o a un pensamiento de alguien, que se proyecta sobre
nosotros vibrando del mismo modo.

- ¿Y no es posible hacer que se fije con más frecuencia?.


- Sí, es posible. La meditación estimula ese interés del Yo Superior
por la Personalidad. La meditación y el estudio de cosas espirituales
afectan muy favorablemente el carácter de la vida del Ego o Yo Superior.

En quienes no se preocupan por estos asuntos, el Yo Superior y el Inferior
están conectados por una especie de hilo muy fino. Por eso la Personalidad
es la que manda y parece serlo todo, ya que al Ego no le apetecen ni estos
planos ni estos asuntos, una vez despierto.

- ¿Cuál es, entonces, el procedimiento a seguir?.

- Llamar cuanto más posible su atención obrando, pensando y
sintiendo con rectitud, porque eso vibra como el Ego mismo. Así
ensanchamos la comunicación y logramos unificar la Personalidad y el
Ego, o sea, permitimos al Ego actuar con toda su fuerza en todos los
planos, incluso en el físico. Y entonces es cuando el hombre puede obrar
milagros.

- ¿Y cómo se nota en los demás si el Ego está o no despierto?

- Eso sólo se puede conocer, sin temor a error, por medio de la
clarividencia.

- ¿Por qué?

- Porque, dado que lo que aquí vemos no es más que parte de la
Personalidad, o sea, una pequeñísima porción del Ego, es muy posible que
esa parte que vemos, por los motivos que sean, exprese sólo determinadas
cualidades, mientras el Ego tiene desarrolladas maravillosas potencias que
no ha querido manifestar en esta encarnación.

- Claro, es lógico. O sea, que no es posible juzgar por las apariencias.

- Posible es, pero lo más probable es que juzgues mal.

- ¿Qué aconsejas pues, definitivamente, hacer para acelerar la
comunicación entre lo superior y lo inferior?

- Ya te lo he dicho: La oración y la meditación consciente. Ambas
mantienen abierto el canal de contacto; la Eucaristía es una ayuda ex
profeso para elevar la Personalidad y llamar así la atención del Yo

Superior, ampliando la conexión entre ambos; la Retrospección diaria,
antes de dormirse, repasando todos nuestros pensamientos, palabras,
deseos y actos de la jornada, arrepintiéndonos de todo lo negativo y
sintiendo en nuestro propio ser todo el daño que hemos causado, porque
eso también llama poderosamente su atención, ya que vibra como Él. Todo
ello, además de vivir la vida tratando de atenerse a las leyes naturales,
siendo lo más positivo, lo más constructivo, lo más alegre, lo más servicial,
lo más colaborador y compasivo y amoroso posible. Cuando esa
comunicación es permanente y amplia, el Ego puede actuar y lo hace
gustoso en todos los planos, colaborando con el plan divino. Incluso en su
propio mundo, trabaja y ayuda a otros egos a despertar y a evolucionar.

- ¿Eso es todo?

- Eso es todo. Bueno, hay otro camino, pero ese no es para todos.

- ¿Qué camino?

- La ordenación sacerdotal y, sobre todo, la consagración como
obispo.

- ¿Y eso qué efectos produce en relación con el Ego?

- Abre, sobre todo la segunda, muy considerablemente, los canales de
comunicación y despierta los tres aspectos del Triple Espíritu que es el
verdadero Yo Superior, de modo que, si el ordenado es consciente de esa
maravillosa oportunidad que se le brinda y hace un uso correcto de ella -
y ahí intervienen de modo definitivo su propio discernimiento y el modo
en que use su libertad - , su evolución experimenta un increíble adelanto.

En cuanto a los demás hombres, quedan los medios que te he enumerado,
que son muchos y conducen, más lentamente, al mismo resultado.

- Pero, ¿es justo que se ayude así a los que se ordenan y a los otros
no?

- Claro que es justo. ¿Tú crees que eso es un regalo? Aunque no lo
veas, aunque no lo sepas, el que es ordenado y recibe esa posibilidad de
adelanto es sencillamente porque ha hecho méritos para ello en vidas

anteriores. ¿Qué crees que es la "vocación", o sea, la "llamada" que todo
religioso oye y obedece, sino la voz del Ego, ya suficientemente
comunicado con sus vehículos inferiores como consecuencia del esfuerzo
realizado en encarnaciones previas? Otra cosa será el uso que haga de esa
ocasión. Y ese es su problema. Y sus vidas futuras serán consecuencia de
ese uso. Eso es lo que Cristo quería decir con aquello de que "al que más
tenga, más se le dará y al que menos tenga, hasta lo que tiene le será
quitado": La primera frase se refiere a los que, habiendo hecho méritos
para ello, se les da la oportunidad; y la segunda, a los que, habiendo tenido
esa oportunidad, no la han aprovechado debidamente.

- Ahora comprendo esta frase que siempre me había parecido injusta.

- Pues no lo es. Por otra parte, muchos de los hoy no sacerdotes lo
fueron ya en vidas pasadas, pero en ésta, su Ego ha decidido desarrollar
otros aspectos de su evolución.

- Claro. Es lógico. Y es justo.

Por tanto, podríamos resumir todo lo dicho hasta ahora diciendo:

Deja que el Ego libre sus batallas a través de ti, pero sin olvidar nunca que
tú eres ese Ego.

* * *

jueves, 12 de enero de 2012

LA FE, LA ESPERANZA Y LA CONFIANZA




LA FE, LA ESPERANZA Y LA CONFIANZA
por Francisco-Manuel Nácher

La fe implica siempre confianza y esperanza. Confianza - elemento
pasivo - en que lo creído es cierto, y esperanza - elemento activo - en que
se produzcan las consecuencias que se prometen.

Sin confianza no hay fe. Sin fe no hay confianza. Y sin ambas, no
hay esperanza. ¿Es que son lo mismo la fe y la confianza? ¿Qué es
primero? Sin duda, la confianza. ¿Y la confianza de dónde nace? De la
experiencia. Bien en lo que ha de ser objeto de la fe, bien en la causa de
ese objeto de la fe. Pero siempre hay una base empírica en toda fe. 
La
esperanza es ya un elemento posterior, activo, como he dicho.

Si yo creo que Fulano es bueno es porque he tenido algún contacto
con él o tengo alguna referencia suya o de otro, al cual lo asocio, que me
merece confianza. Pero es imposible tener fe en alguien sin realizar antes
una asociación mental de ese alguien con algún acontecimiento
anteriormente vivido, que nos dé pie para creer - y luego esperar - en su
bondad.

Si yo creo en Dios es porque he llegado a la conclusión de que debe
existir un ser que haya creado todo lo existente. Si creo en lo que la iglesia
me dice sobre Dios, es porque la iglesia me ha merecido confianza antes y,
por tanto, la considero digna de que yo crea lo ella que me dice. La prueba
está en que, cuando la iglesia hace algo que va en contra de lo que a mí me
parece correcto, - la Inquisición, por ejemplo - pierdo la confianza y
entonces dejo de creer lo que me dice y, por tanto, dejo de creer en Dios,
tal y como me lo expone, y de esperar el cielo o temer el infierno de que
ella me habla, porque no son coherentes el Dios que predica y la conducta
que, en su nombre, desarrolla. Yo seguiré creyendo en un Ser Creador,
pero en base a mi propia experiencia, a mis propias conclusiones y no a
elucubraciones que no me merezcan confianza suficiente para ello. Y,
consecuentemente, no esperaré, tras la muerte, ni ese cielo ni ese infierno
eternos, ilógicos, injustos y tan poco coherentes con el Cristo de la
Escritura como la propia Inquisición.

La fe, pues, no es más que una consecuencia de la confianza que, a su
vez, implica la esperanza de algo que se deriva de la actuación de aquello que merece nuestra confianza. Y las tres, tanto la fe como la confianza y la

esperanza, miran siempre hacia el futuro y no tienen ningún sentido actual.

Pero tienen sus raíces en el pasado, en la experiencia, en la prueba del
fuego que supone que quien pretende tener derecho a ellas, se haya hecho
primero acreedor a nuestra confianza, luego a nuestra fe y, por fin, a
nuestra esperanza.

* * *

LA EVOLUCIÓN, INSUFICIENTE




LA EVOLUCIÓN, INSUFICIENTE
por Francisco-Manuel Nácher

La evolución de las especies, incluída la del hombre, de que nos
habla la ciencia, no satisface a nadie. Y no satisface porque entraña una
injusticia manifiesta que repugna a la lógica que se percibe en todos los
procesos naturales.

Porque, lo que nos dice la ciencia es que cada individuo, y con él
toda su generación, se esfuerzan, se adaptan, desarrollan facultades y
capacidades y avanzan perfeccionando sus cuerpos y, luego, el resultado
de ese esfuerzo lo aprovechan otros individuos y otras generaciones que
nada hicieron para ello. Ésa es la misma injusticia implícita pero radical
de la afirmación de que “el pecado de Adán y Eva recae sobre toda la
Humanidad” y, en otro contexto, “que los pecados de los padres recaen
sobre los hijos”.

Y ésa es la razón del respiro de satisfacción y reconocimiento
interior que nos produce el primer contacto con la Ley de Renacimiento.

Eso ya es otra cosa. Eso ya es lógico y justo. Es la pieza que faltaba en el
rompecabezas: Si nos esforzamos por mejorar, el resultado de ese
esfuerzo, el fruto de esas mejoras lo disfrutaremos nosotros mismos. Si
hacemos mucho, mucho. Y, si hacemos poco, poco. ¡Ahora sí! - parece
decir nuestro subconsciente - ¡Ahora sí que resulta lógica la evolución!

Y ahora se comprende lo que la Escritura quería decir, porque los
herederos de nuestros errores y de nuestros aciertos ¡seremos nosotros
mismos en nuestras futuras encarnaciones!

* * *

LA EVOLUCIÓN DEL ESPÍRITU




LA EVOLUCIÓN DEL ESPÍRITU
por Francisco-Manuel Nácher

"Quien cree en mí, hará obras como las mías y aún mayores" (Juan,
14:12-13). ¿De qué podía hablar Cristo en este pasaje de los Evangelios
sino de la evolución? Pero no de la evolución de los cuerpos, que no son
los que hacen los milagros.

Está claro que los discípulos, en aquel momento, no podían hacer lo
que Cristo hacía. Por tanto, la afirmación de Cristo - que no se refería sólo
a los apóstoles, sino a todo el que le siguiera - no aludía a la evolución del
cuerpo, sino a la evolución del espíritu.

Cristo re refería a que, como la evolución avanza en espiral, cada
vuelta que da nos sitúa en un punto anterior, ya vivido, pero más
evolucionados y, por tanto, con más capacidades. Les estaba, pues,
diciendo que, cuando ellos llegasen a Su nivel de evolución de aquel
momento, estarían más evolucionados que Él y, por tanto, podrían hacer
las cosas que Él hacía y aún mayores. Estaba claro.

* * *

viernes, 6 de enero de 2012

LA ESENCIA DEL SACRIFICIO





LA ESENCIA DEL SACRIFICIO
por Francisco-Manuel Nácher

La esencia del sacrificio la constituye el deseo de compartir con otros
la propia felicidad o de proporcionársela. Por eso el aspecto desagradable
que se le atribuye, en realidad, no forma parte de él. Es sólo su
interpretación, desde el punto de vista del que, por supuesto, no siente esa
felicidad que inclina a ser compartida ni experimenta la necesidad de hacer
feliz a nadie.

Condición sine qua non, pues, del sacrificio es el amor. ¿Por quién se
suele sacrificar la gente? Por sus seres queridos. ¿Y qué pretende uno
cuando se sacrifica por sus seres queridos? Proporcionarles una felicidad,
mitigarles un dolor, facilitarles una posibilidad que ellos no pueden
alcanzar y el que por ellos se sacrifica sí puede. En el fondo, una donación
gratuíta de felicidad, hecha por amor.

Si ese amor a los parientes y amigos se transforma en amor a la
Humanidad, llegamos a la postura de los santos que, habiendo alcanzado
cotas de felicidad interna no sospechadas por el hombre común, y estando
llenos de amor por sus hermanos, se ven impelidos a compartir, a regalar, a
proporcionar esa felicidad a todos los hombres.

La Creación misma es, en el fondo, un acto de sacrificio en este
sentido entendida. La Divinidad se limitó, se constriñó para hacer
partícipes de Su felicidad a todas Sus criaturas. Por eso el sacrificio es una
ley natural y rige en toda la naturaleza. ¿Qué ser no se sacrifica a lo largo
de su existencia para proporcionar a otros algo que no poseen y él sí?

Sólo cuando falta el amor se malinterpreta el sacrificio. Porque el
egoísta, por el hecho de serlo, no es feliz y no puede, por tanto, compartir
felicidad pero, además, cuando tiene algo, lo quiere para sí y, por tanto, el
compartirlo, el ayudar a otro a alcanzarlo, le resulta desagradable pero - y
aquí está la clave - no porque el sacrificio en sí sea desagradable, sino
porque el egoísta lo ve así, como ve el astígmata deformadas las imágenes,
por muy perfectas que éstas sean.

Esa interpretación correcta del sacrificio es la que está detrás de todas
las vidas dedicadas a la oración, al servicio, a la enseñanza o a la curación.

Algo que el egoísta no puede comprender y que, como todo ignorante hace con el objeto de su ignorancia,
 lo desprecia o lo tergiversa o lo calumnia,

aunque con eso sólo publica su miopía interior. Porque, en lo más
profundo de nuestro ser, todos los hombres deseamos la felicidad del
mundo.

Por eso, la ilusión del maestro novel o del médico recién graduado o
del abogado que empieza el ejercicio profesional o del que monta una
empresa o del sacerdote o del político incipientes... de todos sin excepción,
es aportar algo al mundo para su mejor funcionamiento, su mayor cultura,
su mejor salud, más justicia o más nivel económico; todos están
dispuestos, sin ser conscientes de ello, a trabajar, es decir, a sacrificarse
por los demás, pues todos saben que lo que puedan recibir a cambio no
pagará sus esfuerzos ni su ilusión ni su dedicación. Y, sin embargo, algo
inexplicable e insoslayable, que surge de su interior, les impulsa a hacerlo.

* * *

LA EMPRESA






LA EMPRESA
por Francisco-Manuel Nácher


Toda empresa, sea de la clase que sea, es una tarea común, es un
proyecto que necesita la aportación de varias personas a distintos niveles.

Pero, no nos equivoquemos: Así como la meta es necesaria, porque para
eso se creó la empresa, los distintos trabajos y labores y esfuerzos, son
necesarios también. Y cualquier labor o esfuerzo que no se realice
oportunamente, es decir, en tiempo y forma, repercutirá negativamente en
el conjunto y, por tanto, se resentirá la obra entera. Lo que no es necesario,
sin embargo, es que esos trabajos o labores o esfuerzos sean realizados por
unos u otros individuos determinados. La oportunidad se da a uno pero, si
falla y no realiza su tarea en la forma debida, como ese trabajo bien hecho
es necesario para la obra final, se le sustituirá y se brindará la oportunidad
a otro compañero. Lo importante, pues, desde el punto de vista de la labor
común, es la obra y no quién la haga, bien entendido esto en el sentido de
que la cooperación humana es más importante que el individualismo
llevado al extremo.

Si estás integrado en una empresa, pues, agradece y aprovecha la
ocasión que se te ha brindado de aportar tu esfuerzo y hazlo de la mejor
manera que sepas. De otro modo te verás sustituído y habrás perdido una
ocasión en tu vida, que difícilmente volverá. Y no estará justificado tu
resentimiento y el echar la culpa a otros, cuando el que falló fuiste tú en el
momento en que debiste dar el tono adecuado. Es siempre más importante
que la empresa continúe y puedan vivir de ella una serie de familias, que tu
medro personal. Y con esa idea debes integrarte en ella. Si actúas con ese
espíritu, tú estarás trabajando para los demás, cierto; pero los demás
estarán trabajando para ti. Y ellos son muchos más.


* * *


DISCURSO DE DESPEDIDA DE F. M. NÁCHER, POR SU
JUBILACIÓN, ANTE TODOS SUS SUBORDINADOS EN LA
DIRECCIÓN GENERAL.

Uno siempre piensa que estas cosas no le van a ocurrir a él; que esto
sólo sucede a los demás. Pero, lo cierto es que todo llega y, aunque se dice
que "no pasan años, sino que pasan cosas", la realidad es que hoy estamos
todos aquí porque han pasado años y han pasado cosas.

Y, llegado a este punto, es preciso darse cuenta de lo curiosa que es
la vida: Una serie de personas, desconocidas entre sí, con diferentes
orígenes, diferente formación, diferentes edades, diferentes aspiraciones y
diferentes experiencias, coinciden en una empresa, conviven, colaboran,
discrepan, discuten, hablan, dialogan y con ello, en una palabra, se
influencian recíprocamente de modo irreversible y permanente. 
Ninguna
de nuestras vidas es ahora la misma que antes de entrar en la empresa. Y
ello no se debe a los papeles o a las máquinas o a los muebles o a las
oficinas o a las normas de trabajo, sino exclusivamente a las personas.
Todos nos influenciamos permanentemente unos a otros, todos somos
maestros y todos somos discípulos. Y esa es la verdadera grandeza de la
vida: Que, al margen del papel que representemos, es decir, del puesto que
ocupemos, estamos influyendo en los demás, positiva o negativamente. De
ahí la responsabilidad de los jefes, cuyos pensamientos, palabras y obras
pueden influir, para bien o para mal, en más personas.
Yo tengo la enorme satisfacción de haber recibido de todos vosotros
una influencia altamente positiva. A vuestro lado he aprendido mucho.

Mucho más de lo que imagináis vosotros e, incluso, mucho más de lo que
yo mismo puedo imaginar. Quiere esto decir que, esté donde esté, y de
modo seguro e inevitable, llevaré siempre conmigo, formando parte de mí
mismo, algo de cada uno de vosotros. Será una palabra, una frase, una
idea, una postura, una imagen, una actitud, una voz, un chiste, un suceso...
no sé lo que será, pero sí sé que todos vosotros, sin excepción, formáis ya
parte de mi vida, como sé que yo también formo parte de la vuestra, espero
que para bien.

Gracias, pues, por lo que me habéis enseñado, por vuestra
colaboración y por vuestra amistad. Y.. hasta siempre.


*

DISCURSO DE DESPEDIDA DEL MISMO EJECUTIVO, ANTE
SUS SUPERIORES, EN LA COMIDA-HOMENAJE QUE LE
OFRECIERON

Cuando he asistido a otras despedidas, me ha sido casi imposible
ponerme en el sitio del que se iba. Ahora sé que eso me ocurría porque no
estaba mentalizado para ello. Y también sé que eso, como todo, lo cura el
tiempo. Hoy sí que lo estoy y me parece casi normal lo que está ocurriendo
aquí.

Sé, y creo firmemente, que todos ( y al decir todos no me refiero sólo
a los aquí presentes, sino a toda la Humanidad e incluso a toda la Tierra)
formamos un conjunto armónico. Cada cual desempeña su papel pero, cada
uno sin los otros, no sería él mismo; mejor dicho, no sería nada. El jefe no
lo sería sin subordinados, éstos no lo serían sin jefe; el maestro no lo sería
sin alumnos; ni el padre sin hijos; ni el blanco sin negros; ni el listo sin
tontos; ni el rico sin pobres. Todos, absolutamente todos, estamos inmersos
en esta inmensa representación que es la vida, en la que cada uno
recibimos algo y aportamos algo al acervo común. Lo importante es que
nuestra aportación, por diminuta que sea, haga aumentar el lado positivo,
el de la rectitud, el de la honestidad, el de la colaboración, el de la
aspiración, el del respeto, el de la comprensión, el de la tolerancia, el del
servicio y, ¿por qué no?, el del amor.

Todos los presentes sois directivos. Con muchos de vosotros he
comentado, a lo largo de los años, mis ideas sobre el particular que, en el
fondo, os son de sobra familiares. Pero, como ya no podré daros más la lata
con ellas, no quiero desaprovechar la ocasión que me brindáis hoy con este
almuerzo para insistir, una vez más, en la idea capital: No creáis nunca que
vuestro papel como dirigentes consiste en que la empresa gane dinero. Eso
es una falacia que se paga siempre, aunque, generalmente, se da uno
cuenta cuando ya es tarde para rectificar. El papel del dirigente, sea en la
empresa, sea fuera de ella, es el de formar profesionales, y más aún,
ahondando en la idea, el de formar hombres y mujeres lo más perfectos
posible, desde todos los puntos de vista: técnico, moral, social, cultural,
convivencial, etc. Si los directivos intentan y consiguen esto, la empresa
funcionará bien y mejorará y sus curvas serán ascendentes; y los
subordinados se considerarán importantes y serán conscientes de su papel
y de la trascendencia de su aportación; se sentirán motivados, solidarios,

colaboradores, responsables; y surgirá la ilusión, sin la cual nunca se ha
hecho ni se hará nada digno de recordar.

Yo consideraría que mi paso por la empresa habría valido la pena si
cada uno de vosotros hicieseis propia esa idea y os esmeraseis por aplicarla
permanentemente en vuestra diaria actuación...

Bueno. Y, satisfecha esa tendencia mía innata a la "docencia", no
tengo más remedio que reconoceros, paradógicamente, como mis maestros.

Todos, en alguna medida, todos sin excepción, me habéis ayudado a
madurar, a contemplar la vida con una perspectiva más exacta, a apreciar
las cosas en su justo valor. Algunos de vosotros habéis vivido e incluso
compartido conmigo esa evolución de las ideas, esa maduración interna.

Pero todos, todos habéis influído en mí.

Ahí reside la grandeza de las cosas. En sí no valen nada pero, en
tanto en cuanto sirven para que las valoremos y, a través de ellas,
valoremos a los demás, son maravillosas herramientas en la tarea de
nuestra propia evolución, lo más importante que cada uno de nosotros
tiene por delante.

A vosotros, pues, os debo casi todo lo que soy. A vosotros os debo
las oportunidades que he tenido y que he sabido aprovechar con diferente
fortuna. A vosotros os debo la ilusión, la asistencia, la amistad, la
colaboración; en una palabra, la enseñanza.

Gracias, pues, por todo ello, que forma parte ya de mi historia, de mi
experiencia propia y, por tanto, de mi vida.

No quiero ocultaros que guardo la secreta esperanza de que cuando,
pasados unos años, os acordéis de mí, quizá ya ni entre los vivos, desde lo
más profundo de vuestro ser os aflore al corazón un regusto de simpatía,
de alegría y de amistad que se traduzca en vuestros labios en una sonrisa
de afecto.

Gracias por todo.

* * *