LA GRATITUD NECESARIA
por Francisco-Manuel Nácher
El Lavatorio de pies que Cristo practicó a Sus discípulos tiene un
profundísimo sentido y deberíamos tenerlo muy presente en nuestra vida
cotidiana:
Él era Su Maestro, es cierto. Pero lo era, lo fue, en tanto que ellos
fueron Sus discípulos. Éstos, pues, hicieron posible Su magisterio. Y, por
tanto, les debía agradecimiento. Y lo hizo del mejor modo: Dejando claro
que Él había ocupado antes el lugar que ellos ocupaban y aún inferior, y
que ellos desempeñarían un día el puesto que Él, en ese momento,
desempeñaba.
Este fenómeno lo vemos por doquier, aunque no nos percatamos de
lo que oculta: El empresario lo es en tanto que tiene empleados. El maestro
lo es, si tiene discípulos. El jefe, si tiene subordinados. El padre, si tiene
hijos. Nos alimentamos si hay animales o vegetales. Los animales se
alimentan si hay vegetales. Los vegetales, si hay minerales…
Siempre, para subir, nos hemos de apoyar en los más atrasados o
débiles. Por eso hemos de agradecérselo y comprenderlos y saber ponernos
en su lugar y ayudarles y convertirnos en sus guardianes. Aunque sólo sea
por agradecimiento, por deuda, porque lo que somos se lo debemos a ellos.
En última instancia, todos somos “el guardián de nuestro hermano”.
No iban, pues, descaminados los llamados pueblos primitivos
cuando, antes de ir de caza, pedían perdón al tótem – espíritu grupo - de la
víctima y agradecían a ésta el sacrificio que por ellos iba a hacer.
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