jueves, 27 de febrero de 2014

LA SEMILLA DE LOS NUEVOS TIEMPOS


LA SEMILLA DE LOS NUEVOS TIEMPOS
por Francisco Manuel Nácher

Cuando la mente comprende, calla.
(La Jerarquía Planetaria)

La Jerarquía Planetaria, que dirige la evolución de la
humanidad, transcurrido un siglo desde la aparición, por su
iniciativa y de modo explícito, de las Escuelas de Misterios
(Teosofía, Fraternidad Rosacruz, Escuela Arcana, Antroposofía,
Lectorium, etc.), - que han diseminado, a lo largo y a lo ancho del
mundo, una serie de conocimientos guardados celosamente
durante siglos – y habiendo comprobado que la humanidad, en
esos últimos cien años, ha desarrollado la mente más de lo que se
esperaba a fines del siglo XIX y primer cuarto del XX, ha
decidido, al comenzar éste que, además, es el primero de un
nuevo milenio, levantar un poco más el velo de lo oculto.
Por eso, porque pienso que es importante y oportuno,
quisiera intentar sintetizar, aquí y ahora lo que, a mi modo de ver,
contiene esta nueva entrega de enseñanzas ocultas. Para ello, y
con el fin de hacerla comprensible y fácil, utilizaré el formato de
diálogo, siempre más familiar y próximo al lector, que la prosa,
llena, inevitablemente, de interrogantes no respondidos.
- ¿Qué es lo que ha hecho realmente ahora la Jerarquía
Planetaria?
- En primer lugar, nos ha llamado la atención – nos la está
llamando – sobre algo que se dijo siempre por todas las escuelas:
que todos los mundos situados por debajo del Mundo del Espíritu
de Vida o Mundo Búdico, son mundos de ficción, irreales e
inexistentes.
- Bueno… sí, eso ya lo sabíamos, es verdad.
- Lo sabíamos, pues se nos había dicho y lo habíamos
“almacenado” en nuestra memoria. Pero no habíamos
profundizado en ello. Y eso es lo que ahora se trata de hacer.
- ¿Cómo?
- Se nos dice que todos nacemos clarividentes etéricos , y
que, además, el cuerpo de deseos o astral y el mental inferior o
concreto están ya preparados para ser nutridos por materia más
pura y, por tanto, para ser más sensibles y llegar también a esos
otros dos niveles de percepción (el Mundo Astral o del Deseo y la
Región Concreta del Mundo del Pensamiento). Se añade que
todos los niños son clarividentes etéricos hasta aproximadamente
los siete años (es muy corriente que hablen de un amigo o un
compañero de juegos que los padres no ven, o de que persigan
hadas o nomos), pero que la sociedad misma, todos nosotros,
centrados y mirando sólo lo que llamamos “real”, es decir, lo que
percibimos con los sentidos que empleamos ordinariamente,
pronto los desengañamos y les enseñamos - o, mejor, los
obligamos – a fijarse sólo en lo que nosotros vemos, diciéndoles
que eso que dicen ver son tonterías e imaginaciones suyas,
llevados también nosotros – lo hemos de reconocer – por el miedo
a hacer o a que nuestros hijos “hagan el ridículo” en nuestra
“materializada” sociedad. Con ello, se nos atrofian los músculos
que permiten acomodar el ojo a las vibraciones del Plano Etérico
que, como se decía ya en la primera entrega de las Enseñanzas,
pertenece al Mundo Físico y, por tanto, es perceptible por los
sentidos físicos, o sea, en el caso de la vista, por el nervio óptico.
Pero, en la naturaleza, ya sabemos que lo que no se utiliza, tiende
a atrofiarse.
- ¿Y qué más se nos dice?
- Se nos dice que esa visión etérica la podemos – y la
debemos – recuperar; que sólo se trata de poner en
funcionamiento esos músculos semiatrofiados y fijar nuestra
atención en lo que percibamos que, poco a poco, se irá haciendo
más inteligible, hasta que lleguemos a acomodar nuestros ojos a
voluntad, y ver un mundo nuevo y percibir las energías – no
olvidemos que el Plano Etérico es el mundo de las energías que
mantienen vivo todo lo que “existe” en el Plano Físico – que lo
llenan todo y lo conectan todo; y comprobar cómo esa energía
nutre y circula por los árboles y los animales y las personas; y
cómo desciende de lo alto incesantemente haciendo posible la
vida y la evolución; y ver los nomos, y las hadas, y las sílfides, y
las salamandras, y los ángeles, dependiendo en cada caso de la
agudeza visual que hayamos alcanzado a desarrollar, ya que el
Plano Etérico se divide en cuatro estratos de densidad decreciente
a medida que se distancian del Plano Físico, y en cada uno de
ellos se producen determinados fenómenos y viven determinados
seres.
- Esto es muy interesante. ¿Algo más?
- Sí. Que, si a los niños no se les impide continuar siendo
clarividentes etéricos natos, seguirán siéndolo toda la vida. Otra
cosa serán la clarividencia astral - o del Mundo del Deseo - y la
mental, - que corresponde al Mundo del Pensamiento - que
dependen ya del desarrollo de los vehículos superiores y de que
seamos capaces de “sensibilizarlos”, y no de los nervios, los
músculos y los órganos del cuerpo físico.
- ¿Y de qué modo nos influye esa visión etérica?
- De modo definitivo. Porque, cuando se percibe ese
entramado de energías, de corrientes, de líneas de fuerza, de
interdependencia entre todos los seres vivos y, por tanto, entre
todos los humanos, cambia radicalmente la idea que teníamos
formada de lo que, hasta entonces, habían sido “nuestro mundo” y
nuestros semejantes y nuestros amigos y enemigos; y
comprobamos personalmente - sin tener que creer lo que otros nos
aseguren o nos prediquen – que todos formamos parte de un todo
único y que un solo pensamiento, una palabra o un acto nuestro,
repercute inevitablemente en todo el universo y,
consecuentemente, todo el universo está, permanente e
inevitablemente, influyendo en nosotros.
- ¿Nos proporciona otras ventajas la visión etérica?
- ¡Claro! Por ejemplo, la de ver en el interior de los objetos
y de los seres vivos y a su través, porque nuestra conciencia está
en esos momentos centrada en el Plano Etérico, que compenetra
el físico. Hemos de tener en cuenta que esa visión etérica es
aproximadamente la de los rayos X pero con posibilidad de
enfoque a voluntad. Y nos permite llegar hasta a percibir los
átomos. Y hasta a poder “ver” y consultar la memoria de la
naturaleza, que almacena todo lo sucedido en la Tierra desde su
aparición en el sistema planetario; aunque, la visión de la historia
de la Tierra que conserva el Éter Reflector del plano etérico sólo
es un reflejo de los verdaderos registros de la naturaleza, que
están en planos más sutiles y elevados y, por tanto, hay que ser
muy cautelosos con el empleo de lo que se puede percibir de la
historia, a ese nivel.
- ¿Y hay muchos inconvenientes para lograr todo eso?
- Algunos. Porque la mente humana, en términos generales,
ha alcanzado un gran desarrollo (ahí están los avances científicos
casi diarios que ya, casi, ni son noticia ni nos asombran), pero ese
desarrollo ha sido asimétrico, es decir, que se ha producido sólo
en el Plano de la Región Concreta del Mundo del Pensamiento. Y,
como la mente concreta tiene por misión y sólo sabe juzgar,
diseccionar, clasificar, distinguir, separar, etc., si bien ha hecho
posible el avance científico, no puede comprender ni, por tanto,
explicar lo que está por encima de ella, lo que hay ni lo que
sucede en la que llamamos Región del Pensamiento Abstracto,
con unas vibraciones mucho más sutiles que la materia mental
concreta, lo mismo que ésta trabaja con materia más sutil - del
cuerpo emocional o de deseos, - y la materia que éste utiliza es
más sutil que la etérica, y ésta lo es más que la física.
- Pero, ¿qué ocurre con la materia mental concreta?
- Que, al ser manejada por nuestra mente, da lugar a lo que
llamamos formas mentales, que son los “objetos” del mundo del
pensamiento, los equivalentes allí de nuestras creaciones de aquí
como las casas, los vehículos, las máquinas, los libros, las ideas,
etc. De modo que todo lo que hemos aprendido y pensado y
razonado y elucubrado constituye allí esas formas mentales que
ocupan nuestra aura mental. Pero esas formas mentales, que
siempre han sido útiles, ahora, en nuestra sociedad actual, debido
a la cantidad ingente de ellas que formamos, derivada de los miles
de estímulos que permanentemente estamos todos recibiendo por
los cinco sentidos, están obturando nuestra mente, que se
encuentra ya llena de ellas.
- ¿Y dónde está el problema?
- En que, en buena ley, nuestra mente debería ser un puente
de doble sentido entre lo que se percibe, proveniente de los tres
mundos inferiores – más densos – el físico, el etérico y el
emocional, y lo que desciende de los mundos superiores – los
mundos del espíritu – sobre todo en forma de intuiciones. Pero,
debido a esa obturación del “puente”, nos hemos quedado casi sin
comunicación con los mundos superiores, - que son,
precisamente, los reales, - para vivir en los mundos inferiores, -
que son los ficticios - y, por tanto, pegados a la materia, y en
proceso de cristalización, es decir, de perder contacto con lo
espiritual, - lo real, - que es el origen de todo.
¿Y, por qué se dice que los tres inferiores son mundos
ficticios?
- Porque todo lo que sabemos del mundo que nos circunda,
el físico, lo hemos percibido a través de nuestros cinco sentidos.
No hay otra fuente de información.
- ¿Ninguna otra?
- No. Para conocer el mundo físico, sólo tenemos los cinco
sentidos.
- Pero, ¿qué es lo que nuestros sentidos perciben realmente?
¿Objetos? ¿Personas? ¿Animales?
- No. Lo único que perciben son vibraciones. Nuestros
nervios sólo perciben vibraciones. De distinta longitud de onda y
de distinta frecuencia, pero sólo vibraciones, que no son sino las
“formas” que, en ese plano etérico, adoptan los seres y las cosas.
- Entonces, ¿cómo se forma el mundo físico en el que
vivimos y que creemos conocer y al que consideramos real?
- Ese mundo físico, el mundo “real” en el que vivimos,
sencillamente, lo vamos creando cada uno de nosotros a medida
que vamos viviendo.
- ¿Nosotros mismos lo creamos? ¿Y cómo hacemos eso?
- Interpretando esas vibraciones, que es lo único que
percibimos.
- Pero, ¿cómo las interpretamos? ¿En base a qué? ¿Qué
referencias tenemos para hacerlo?
- Para hacer esas interpretaciones sólo contamos con nuestra
propia experiencia anterior, nuestra memoria, nuestra mente
concreta y la sociedad en la que vivimos, que nos “ayuda” (o
educa) enseñándonos los nombres, las costumbres, los prejuicios,
las creencias, doctrinas, refranes, tendencias, axiomas, hipótesis,
idiomas, hábitos, leyes, etc. que ella utiliza y de los que se vale
para comunicarse y convivir. De modo que, cuando percibimos
una vibración nueva, la mente la asocia a algo parecido ya
conocido y la sociedad en que vivimos se encarga luego de
confirmar o rectificar esa interpretación. Y eso es lo que queda
como “nuestra visión”, la imagen de esa vibración que, desde ese
momento, utilizaremos en el futuro, hasta que la modifiquemos o
nos la modifiquen. Porque, del mismo modo que no supimos que
teníamos hígado ni estómago ni pulmones ni riñones ni bazo ni
páncreas ni intestinos hasta que alguien nos lo dijo, no sabemos
qué es – en este mundo físico – lo que percibimos, hasta que
alguien nos lo dice.
- Entonces, si eso así, y parece innegable, ¿resulta que cada
uno vamos creando el mundo en que vivimos?
- Claro, ya lo hemos dicho antes. Porque, cuando vemos un
árbol, no es porque éste haya penetrado en nuestro cerebro por el
ojo, ya que el mundo exterior a nosotros sigue estando formado
sólo por vibraciones y no por árboles. Pero, debido a ese trabajo
de “educación” de la mente concreta por la sociedad, no las
percibimos conscientemente como tales vibraciones, sino como
las cosas, las personas, los vegetales o los animales que se nos ha
dicho que son. Por eso este mundo es un mundo de ficción, que
no existe sino en nuestra mente.
- ¿De lo que se deduce que hay tantos mundos como seres
humanos?
- ¡Claro!. Y ello explica la dificultad de la comprensión y la
confraternización, y las diferencias de opinión y de moral y de
aspiraciones y de conducta. Porque cada ser humano está en un
punto determinado – personal y exclusivo – de su evolución y,
además, ha tenido una serie de vidas y de experiencias propias
que constituyen sus referencias para percibir e interpretar y
manejar el mundo en que vive o cree vivir.
- ¿Y qué más se nos sigue diciendo por la Jerarquía?
- Que, en esta nueva entrega de las enseñanzas hasta ahora
ocultas (o más bien “ocultadas” para evitar desviaciones y mal
uso de las facultades desarrolladas o que quedan por desarrollar),
ha llegado la hora de recuperar la visión etérica a nivel mundial; y
que ello implica, por un lado, no interferir con la clarividencia
etérica innata de nuestros hijos, sino considerarla como una
facultad normal del ser humano - lo que en realidad ha sido
siempre - y cultivarla y protegerla permanentemente, como
venimos haciendo con la visión física normal y, por otro, que los
adultos que lo deseen realicen los ejercicios apropiados y puedan
“despertar” esos músculos y ese sentido dormidos.
- ¿Algo más?
- Sí. Que, dado ese atasco, en el puente de la mente, de las
formas mentales procedentes de los mundos inferiores que
pretenden ascender y que impide que nos llegue lo que de arriba
procede, en forma de intuición, hemos de, digamos, regular el
tráfico en ese puente, reduciendo el que pretende subir y dejando
el paso libre al que pretende bajar. Porque “la intuición es el
conocimiento directo de la verdad sin necesidad de
razonamiento”, ya que proviene de nuestro Espíritu de Vida, que
habita en el mundo del mismo nombre, situado por encima de la
mente, y que es el primero de los mundos reales, ya que en él lo
que se percibe como existente, existe así de verdad y se capta y se
comprende en el acto y, por tanto, no necesita de interpretación, a
diferencia de lo que sucede aquí con las vibraciones que llegan a
nuestros sentidos. La humanidad realmente está muy atrasada aún
en la percepción y manejo de la intuición.
- ¿La intuición es, pues, la Verdad?
- Exactamente. Porque transporta la Sabiduría Cósmica, lo
que es apropiado para nosotros, lo que nos conviene para
evolucionar debidamente y a tenor del plan divino, representado
por las leyes naturales, que rigen en todo el cosmos.
- ¿Y qué hemos de hacer?
- Pararnos un poco en nuestra vida, reflexionar sobre estas
nuevas enseñanzas que se nos brindan en nuestro beneficio, y
trabajar y practicar para que la humanidad recupere la visión
etérica que está a nuestra disposición. Con ello, la humanidad
empezará a cambiar sus parámetros – no olvidemos que la
naturaleza tiene sus velocidades que casi nunca coinciden con las
que nosotros deseamos – y se encaminará rápidamente hacia la
denominada por todas las escuelas ocultistas y por todas las
religiones, la “Era de Acuario”, el Paraíso, el Edén, etc. Porque, si
todos percibimos la unidad del todo y, si podemos verlo todo y
nadie puede ocultarse de nadie ni puede esconder nada, no cabe
duda de que todo ha de cambiar radicalmente alejándose de
nuestro actual modus vivendi.
- ¿Y en qué cambian estos nuevos conocimientos el
contenido anterior?
- La respuesta a esa pregunta es lo que provoca este artículo.
Porque, para la mayor parte de la gente, todo seguirá como hasta
ahora y, por tanto, “lo anterior” les será igual de útil que antes lo
ha sido para todos los que a ello accedieron. Pero, para algunos,
cambiará su concepción de Dios, del llamado Purgatorio, del
primero y segundo cielos y de cuanto se les había enseñado por la
sociedad, las religiones y las escuelas de ocultismo.
- ¿Y se reflejará ese cambio en la vida y, sobre todo, en la
muerte y en el periodo post mortem, de esos pocos cuya vida haya
cambiado o vaya a cambiar?
- Se reflejará y mucho porque, lo mismo que hemos dicho
arriba que el mundo en que creemos vivir lo vamos creando
nosotros mismos en base a las traducciones que hacemos de las
vibraciones que percibimos y de nuestra memoria, ahora, al pasar
a otro u otros de los mundos irreales, ficticios - el Plano Etérico y
el Mundo del Deseo o emocional - nos seguirá ocurriendo lo
mismo. Pero entonces ya estaremos avisados y ya no haremos
caso de las formas mentales que creamos en el pasado ni de las
sugeridas por otros, sino que las iremos creando nosotros con
conocimiento de causa. Y resultará que, donde antes había un
Purgatorio en el que los demonios, armados con horcas, nos
martirizaban en el fuego y de otras mil maneras, por toda la
eternidad, como castigo de un Dios indignado por nuestros
pecados, ya no habrá demonios, ni pecados ni castigos ni penas
eternas, y que aquel Dios castigador y vengativo, resultará ser un
Padre solícito que sale al camino, a nuestro encuentro, lleno de
amor, como el padre de la parábola del Hijo Pródigo. Y que, si
bien hemos de experimentar en nuestra propia carne las
consecuencias de nuestros errores, la Ley de Retribución o del
Karma nos hará renacer pronto y pagar, con servicios amorosos y
desinteresados, el egoísmo y el desamor que presidieron nuestra
vida anterior y el daño que a otros causamos con ello.
- ¿Entonces?
- Aparentemente, el resultado es el mismo que antes. Pero
sólo aparentemente. Porque sabemos ya que Dios es nuestro
Padre y se comporta como tal y nos ama con un amor inmenso,
porque somos chispas divinas, partes inmortales de su propio ser.
Y que nunca estuvo airado ni deseoso de castigarnos, sino que eso
nos lo dijeron, a lo largo de la historia, las distintas religiones,
erradas todas en la interpretación de la realidad. Y nunca nos dejó
abandonados, sino que nos vigiló y nos ayudó siempre, aunque
respetando en todo momento nuestro libre albedrío – con el que
nos creó, a imagen y semejanza suya - porque lo que Él quería era
que creciésemos, que nos hiciésemos adultos (recordemos que
somos dioses en formación), pero no en base a lo que otros nos
dijeran o nos enseñaran o nos obligasen a creer o a hacer, sino a
través de nuestras propias vivencias, mediante nuestros propios
descubrimientos y acumulando enormes riquezas en forma de
experiencia. Pero Él siempre estuvo a nuestro lado, como buen
Padre, y dispuesto a ayudarnos en nuestro desarrollo. Y sigue
actuando ahora de la misma manera.
- ¿Dónde está, pues, la diferencia?
- En que unos, la mayor parte, tras la muerte, irán al
Purgatorio y al Primer Cielo que les dijeron que existían y en los
que creyeron, y allí sufrirán todos los tormentos y experimentarán
todas las delicias que ellos mismos imaginaron como
consecuencia de ello. Y tardarán muchos años en regresar a este
mundo para continuar su evolución. Mientras que los otros, los
más conscientes de la realidad, se ahorrarán todos esos
padecimientos y esos años en los mundos del Deseo y Mental, y
renacerán antes, llenos de proyectos y sabiendo ya que Dios es su
Padre, que todos somos hermanos y que nada tienen que temer. Y,
que la muerte de un ser querido no debe, en absoluto, llenarlos de
dolor, sino de gozo, si su amor por él es verdadero, puesto que ese
ser querido va a una vida mejor que ésta y a sentirse feliz y
realizado y arropado por el amor del Padre.
- ¿Entonces el Purgatorio y los cielos no existen?
- Sí, claro que existen, como existe el mundo físico. Pero
nuestra permanencia en ellos no será, para quienes despierten a
estas nuevas enseñanzas, como se nos había dicho. En el
Purgatorio experimentaremos el daño que infligimos a otros con
nuestros errores y de los que no nos hayamos arrepentido, pero
sin odios ni castigos, sino como consecuencia lógica de las
fuerzas que pusimos nosotros mismos en funcionamiento. Esa
etapa, que llamamos purgatorial, en el fondo, no es más que un
mundo formado por las energías fruto del malestar que nos
produce el daño que hemos hecho a otras personas y animales y
que debemos aprender a perdonarnos y no volver a realizar. Y en
el Primero y Segundo Cielos nos ocurrirá lo mismo, pero
experimentando todo el bien producido.
- ¿Producirán estas nuevas Enseñanzas otros cambios en la
sociedad?
- Sí. Y muy importantes.
- ¿Cuáles, por ejemplo?
- Por ejemplo, la deshomogeneización.
- ¿Y eso en qué consiste?
- La sociedad humana que conocemos y a la que
pertenecemos ya hemos dicho que ha desarrollado casi
exclusivamente la mente concreta. Y eso ha hecho que todos nos
veamos sometidos a la misma educación, que se nos impartan los
mismos conocimientos, que se nos exija una conducta igual y una
moral igual y que nos rijan leyes iguales, etc., en perjuicio de la
originalidad, la imaginación, la iniciativa, la creatividad, la
variedad, la discrepancia, etc. que son innatas en el hombre pero
que han quedado silenciadas por la actuación de la mente
concreta, que tiende a homogeneizarlo y someterlo todo a su ley.
Y, si todo eso, desde el punto de vista de la mente concreta, ha
sido muy útil, cuando sea la intuición la que domine, dado que no
hay dos hombres iguales, será imposible exigir a todos lo mismo.
Y ello llevará a un cambio radical en la estructuración de la
sociedad humana.
- ¡Claro, es lógico! ¿Y se producirán más cambios?
- Sí. Recordemos que las enfermedades, que nos son sino la
consecuencia de desequilibrios energéticos, como es lógico, se
manifiestan primero en el cuerpo etérico, que es como el molde y
el sostén del cuerpo físico, y luego pasan a éste. Y eso quiere
decir que, si poseemos la visión etérica, esas enfermedades se
podrán detectar, diagnosticar y curar antes de que se manifiesten
en el cuerpo físico.
- ¡Eso es maravilloso! ¿Algún otro cambio?
- Muchos. Por ejemplo que, como con la visión etérica
generalizada se comprueba la unidad de todo lo que existe, las
Escuelas de Misterios que, durante un siglo, han separado a los
hombres en grupos, han de ir transformándose y entendiendo que
todas ellas son parte visible de la Escuela Interna Única, distintas
manifestaciones de una sola realidad, y sus miembros deben
colaborar todos como un solo organismo, ya que todos juntos
formamos parte del organismo único que es este planeta.
- Son muchos cambios. Y todos trascendentales.
- Por eso, en unas cuantas generaciones, todo será distinto,
pues habrán desaparecido los prejuicios que actualmente nos
dominan, las limitaciones, las agresiones, etc. porque, si todos - o
la mayor parte – ven el mundo etérico y muchos ven el mundo del
deseo y el mental y pueden consultar, a voluntad, la memoria de
la naturaleza y recordar sus anteriores encarnaciones y ser
dirigidos por la intuición, es decir, por la sabiduría cósmica, todo
será distinto de cómo hoy es y totalmente positivo para todos.
- Con todos esos cambios y sus consecuencias, resulta difícil
de imaginar la sociedad humana dentro de dos o tres siglos.
- Desde luego. Porque habrán de cambiar la estructuración
tradicional de la sociedad, su modo de funcionamiento, la
educación, la ciencia, la convivencia, los ideales…Sí, es
impresionante tener que admitir que un cambio, al parecer,
pequeño, un diminuto levantamiento del velo hoy, ha de producir
cambios tan trascendentales en el futuro.
- Y, ¿por qué hace Dios todo esto? ¿Por qué nos crea y crea
todo lo existente?
- Sencillamente, para conocerse a sí mismo.
- ¿Es que Dios no se conoce a sí mismo?
- El Dios de nuestro sistema planetario, nuestro Dios, es un
ser en evolución y, como tal, necesita extraer de su ser interno –
de la parte del Ser Supremo que Él es – todo lo que contiene, y
desarrollarlo, lo mismo que hemos de hacer nosotros, en una
escala inferior, como partes suyas que somos.
- Entonces, ¿para eso nos crea?
- ¡Claro! Nosotros hacemos lo mismo. Porque hay una ley
oculta que establece que, como es arriba, así es abajo y, como es
abajo, así es arriba.
- ¿Y nosotros hacemos lo mismo?
- Sí.
- ¿Cómo?
- Sencillamente, viviendo. Porque nuestra vida es una
sucesión ininterrumpida de elecciones y de decisiones y de
resolución de situaciones que nos obligan continuamente a
ingeniar, descubrir, inventar, reflexionar, idear, osar, corregir,
experimentar, recordar…y eso no es sino extraer de nuestro
interno las potencialidades divinas que poseemos y ponerlas en
acto y, en una palabra, acumular experiencia, o sea, sabiduría.
- Pero, ¿cómo beneficia eso a Dios?
- Porque cada uno de nosotros somos como una célula suya.
De modo que esa experiencia le sirve a Él de “alimento” para su
propio desarrollo. Lo mismo que nosotros aprovechamos el
trabajo de nuestras células, a las que alimentamos, para crecer y
desarrollar nuestra vida en este plano físico. En realidad, nuestra
vida es una permanente exploración, un constante descubrimiento
y un inevitable estudio de nosotros mismos.
- ¡Claro! Eso explica muchas cosas.
- En realidad, podría decirse que, si se piensa un poco, las
explica todas.

* * *

Los elementales y sus influencias - Respuesta a una estudiante



Los elementales y sus influencias
Respuesta a una estudiante

Nosotros, todos, aunque no se nos dice - y si se nos dice no lo creemos – estamos rodeados de aire – eso lo aceptamos – pero también de seres menos evolucionados que nosotros, aún ni
siquiera minerales, y con una evolución distinta de la nuestra, que llamamos genéricamente “elementales”. Son seres etéricos, sin forma, – de hecho pueden adoptar la que deseen, si saben que
los vemos y quieren impresionarnos o producirnos miedo – sin inteligencia, pero con tendencias y deseos y que están en plena involución, es decir, separándose de Dios, del Creador. Ellos, como
nosotros hicimos ya, han de pasar, a lo largo de millones de años, del estadio elemental al mineral, luego al vegetal, después al animal y, tras ello, al humano, estadios por los que nosotros ya hemos
pasado y “aprobado” (de otro modo estaríamos aún en cualquiera de ellos por no haberlo logrado).
Y ocurre que esos elementales evolucionan acudiendo adonde se encuentra la vibración en la que cada uno de ellos está vibrando en ese recorrido que han de hacer, y tienen la particularidad de que
pueden – y, de hecho, lo hacen – fomentar esa vibración e incrementarla, e influir con ella a los otros seres, siempre que vibren a esa vibración que a ellos les atrae y les conviene y de la que se
alimentan.
De modo que, llegados nosotros al estadio humano (es decir, en nuestro recorrido – evolución - de regreso al Creador), se supone que hemos dejado atrás determinadas cosas – vibraciones,
siempre vibraciones – y necesitamos otras más elevadas, es decir, más próximas al Creador y, por tanto, más dominadas por el amor altruista y desinteresado y, cada vez menos, por el egoísmo, en
cualquiera de sus aspectos. Es sólo cuestión de, como dirían los músicos, “ir afinando el oído”, desarrollar el buen gusto, aprender a disfrutar, cada vez más, de la música sinfónica , dejando cada
día más atrás, la música cacofónica, estridente, inarmónica, destructiva, que, en el fondo, es pura emoción – y, además, de baja calidad – carente en absoluto de mente, de raciocinio, de facultades
superiores, que son las que caracterizan al ser humano frente a los demás seres inferiores en la escala de la evolución.
Claro que, cuando caemos, momentáneamente, en algo que ya vencimos en nuestro remoto pasado, la primera sensación suele ser de placer, de comodidad, puesto que nos recuerda algo que,
en su momento, nos fue placentero, pero que fue superado por algo superior. Y nuestro papel, en esos casos – que nos demuestran que no acabamos entonces de vencer la atracción por aquella
vibración grosera e irracional – es el de rechazarla, usar la razón, el intelecto, la experiencia, la intuición, y darnos cuenta de que eso no es, en realidad, lo que nos satisface de modo permanente,
sino sólo algunos instantes, para dejarnos luego vacíos, ansiosos de otro momento igual y deslizándonos cada vez más, otra vez, al lugar en que aquella vibración nos fue agradable y era el sumum de la felicidad. Es decir, retrocediendo en nuestra evolución espiritual unos cuantos miles o, quizás, millones de años.
Hubo una época, llamada Lemúrica – ya lo estudiarás en el curso Suplementario – en nuestra evolución, en que nos teníamos que convertir de vegetales en animales y en la que nos era
conveniente buscar el placer que se desprendía del ayuntamiento de los cuerpos más densos entonces, que eran etéricos – cosa, por otra parte, necesaria para la perpetuación de la especie. Pero
aquello se superó. En aquella época se nos enseñaba también a centrar la conciencia en el mundo más denso de entonces para despertar nuestros instintos animales, ya que veníamos de ser vegetales.
Y ello se hacía mediante la música rítmica, estridente, hipnótica, que despertaba las emociones animales y que era…como la que las fuerzas oscuras han vuelto atraer en forma de rock, havy
metal, etc., etc. que siguen despertando aquellas emociones y aquellas pasiones y producen puñaladas y drogadicción y delincuencia y egoísmo y ninguna traza de altruismo, sino una
búsqueda personal y exclusiva del placer, a costa de lo que o de quien sea. Afortunadamente, la mayor parte de la gente, ese estadio lo superamos, mal que bien, y somos los actuales seres
humanos. La gente – sobre todo joven, es decir, menos madura, menos reflexionada, muy dominada aún por las emociones y sin una mente propia, es decir, los adolescentes, los llamados “teenagers”–
suelen decir que la música rock les encanta, que se sienten cómodos con ella, saltando y gritando y dejándose llevar por sus cuerpos de deseos, víctimas – sin saberlo - de esos elementales que viven
de tales vibraciones. Lo que no dicen – porque no lo han reflexionado o, si lo han hecho, no han desarrollado aún la suficiente fuerza de voluntad, es que eso les hace daño, les impide dirigir sus propias vidas, convirtiéndose en esclavos de los elementales que, como se suele decir, “van a la suya”, es decir a lo que los alimenta y los hace evolucionar …hacia abajo, que es su destino, de momento, aunque, en un futuro tendrán que elevarse a nuestro nivel y, luego, a niveles superiores, como nosotros estamos haciendo continuamente.
¿Y qué te está, al parecer, ocurriendo? Pues que se te ha despertado una partecita de ti que, por conveniencias sociales, por prejuicios heredados, por timidez, porque el ambiente social así lo pide
y lo exige, o porque no has reflexionado lo suficiente sobre el tema, tenías acogotada en un rinconcito de tu alma y, al sacarla a la luz de nuevo, ha atraído a un elemental de la misma vibración
y él ha empezado a fomentártela, y tú te encuentras dichosa con esa vibración y la deseas y te parece el sumum de la felicidad. Y los elementales de la misma se están amontonando en tu entorno
y pueden llegar a poder con tu voluntad y a doblegarla. Y hasta a producirte un daño considerable.
Ha llegado, pues, el momento de ejercitar tus cualidades humanas: el intelecto y la voluntad. Y razonar todo lo que antecede y darte cuenta de que, si bien todas esas vibraciones producen
aparentemente placer, su principal efecto – que casi siempre pasa desapercibido – consiste en que crean adicción, es decir, que nos privan de libertad – fíjate en los drogadictos o en los fumadores - y
esos elementales asumen la dirección de nuestra vida. Y entonces nos hemos convertido en esquizofrénicos, paranoicos, obsesados, etc. y, en una palabra, en esclavos. Y eso puede durar años
y hasta vidas, tiempo de retraso en la evolución. Porque, entretanto, los demás van avanzado, pues la evolución nunca se detiene. Y quien se deja vencer por esos elementales, luego, cuando se dé
cuenta de lo que sucede, tendrá que recorrer otra vez el camino que ya recorrió, llegar otra vez adonde está hoy y seguir detrás de los que eran sus compañeros de evolución, pero con el discernimiento y la voluntad ya desarrollados y capaces de vencer esas “tentaciones” lógicas, agradables para seres más atrasados, pero que ya no le pueden resultar atractivas sino más bien repulsivas, porque ha descubierto otras vibraciones, infinitamente más maravillosas, más elevadas, más sublimes, ante las cuales las primeras son mera basura. Es decir, que hemos de pasar del amor
egoísta (“quiero eso para mí a costa de lo que y de quien sea”) al amor altruista y desinteresado (“quiero esto para todos, aún a costa de mi propio sacrificio presente, porque ya sé que todos somos
partes del UNO”).
Supongo que lo has comprendido. Y que no quieres a nadie porque desees esa clase de placer.
El pecado original consistió precisamente en eso: en sustituir el placer de amar y ser amado por el deseo de disfrutar un placer físico al margen de la maravilla que supone el amor verdadero y que sólo busca darse para hacer feliz al otro, porque la felicidad del otro es nuestra propia felicidad. Y eso por ambas partes.
Pero hay algo muy interesante: que los elementales, al estar tan atrasados en su evolución, no ha desarrollado aún una voluntad tan fuerte como la nuestra. Y ello hace que, se vean obligados a
obedecer a los humanos, cuando éstos saben darles órdenes y mantenerlos en su sitio. Porque hemos de pasar de dominados a dominadores. Es lo que ordinariamente se denomina “andar el Camino”. Y eso sólo se puede hacer a base de ejercitar nuestra voluntad. Y hemos de aprender a creernos que tenemos ese poder, y a ejercitarlo. Porque ellos, si les damos una orden, convencidos de que la obedecerán porque somos más fuertes, la obedecerán sin posible oposición.
Y existe, además, un arma valiosísima, no sólo para luchar contra los elementales de vibración indeseable, sino para evitar que se nos aproximen y, por tanto, que nos puedan influir. Y consiste en
visualizar a nuestro alrededor un óvalo de luz blanca, en cuyo centro estamos. Nunca lo deberás usar para atacar – la luz blanca nunca ataca a nadie - sino, siempre que lo creas conveniente, para
aislarte y para defenderte. Por tanto, te aconsejo que, cada noche, antes de dormirte, te rodees de ese óvalo de luz blanca – lo más blanca que puedas visualizar – con la intención de que te proteja
durante tus sueños, de cualquier elemental o forma de pensamiento o emocional cuya vibración sea inferior a la de tu óvalo. Es, pues, un escudo protector en las batallas de la vida, el llamado “Escudo
Rosacruz”.
Lee y relee todo esto, porque es muy serio y muy importante. Y de esta enseñanza puedes deducir otras muchas. Por ejemplo ésta: fíjate con qué facilidad y con qué sutilidad, los elementales
te han hecho pasar de disfrutar el amor verdadero, que compartías con toda la humanidad, al amor “apasionado y salvaje”, como tú lo llamas y lo deseas. Por eso se ha dicho que andar el camino es
como caminar por el filo de una navaja pues, al menor descuido, te precipitas en el precipicio del retroceso evolutivo. Y lo ideal es caminar, precisamente, por el filo, atentos siempre a esos
elementales, sin excesos y sin dependencias, siendo siempre dueños de nosotros mismos y disfrutando la vida, día a día, dándonos cuenta de lo que hacemos y de lo que sentimos y de lo que
queremos hacer, sin dejarnos influenciar por nada ni por nadie, ni siquiera por mí, que me limito a ponerte delante unas ideas, pero respeto tu libertad de reflexionarlas y ponerlas en práctica o no
hacerlo. Porque tú eres la dueña absoluta de tu vida, es decir, de tu presente y de tu futuro, próximo y remoto.

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sábado, 22 de febrero de 2014

EL DIOS TRASCENDENTE Y EL DIOS INMANENTE



EL DIOS TRASCENDENTE Y EL DIOS INMANENTE
por Francisco-Manuel Nácher

A primera vista se percibe que, si Dios está en todas partes, todas 
esas partes deben contener a Dios y, aunque sea en una pequeña porción, son Dios. A pesar de eso, ha prevalecido la idea de un Dios trascendente, lejano, inalcanzable, que juzga y premia o castiga.
Y no se nos ha recalcado lo suficiente la presencia del Dios 
inmanente, del Dios interno, esa parte de Dios que tenemos dentro y que es el verdadero Dios. Y nos hemos pasado la vida o, por mejor decir, las vidas, buscando a Dios en el cielo, en los templos y en el más allá, sin percatarnos de que está dentro de nosotros, pero dentro de nosotros aquí y ahora, a nivel físico, de que duerme en nosotros y de que hemos de despertarlo y alimentarlo y hacerlo crecer para que tome las riendas de nuestras vidas y éstas lleguen a ser lo que siempre debieron: una manifestación externa del amor de Dios y de la vida de Dios.
El siguiente paso consistirá en concienciarnos de que nuestro Dios 
Interno no sólo es nuestro, sino que es uno y el mismo que el de los 
demás, y que por eso es negativo el egoísmo y son negativas la 
segregación y la exclusividad, y por eso todos somos los custodios de nuestros hermanos, y por eso no podemos ser felices mientras un hombre explote a otro o desprecie a otro, y no podemos sentirnos satisfechos mientras un hombre sufra o una madre llore su pobreza y su impotencia o un niño muera de hambre.
Porque, cuando un ser humano sufre, aunque no nos demos cuenta, 
aunque no lo queramos aceptar, está sufriendo toda la humanidad.

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EL CIVISMO Y EL NEGOCIO


EL CIVISMO Y EL NEGOCIO
por Francisco-Manuel Nácher

¡Qué poder tiene la publicidad en televisión! No hace mucho se nos pedía, a las once de la noche, a través de la pequeña pantalla, que bajásemos el volumen para no molestar a los vecinos.
Y uno, escuchaba aquello y se sentía orgulloso de que, por fin, los 
media hubiesen pensado en la urbanidad, el respeto mutuo, la convivencia y demás virtudes ciudadanas. Y hasta esperaba que aquello fuese sólo el comienzo de una campaña tendente a ir enseñándonos a eliminar de nuestros hábitos otras mil minucias que convierten las ciudades en menos habitables de lo que deberían ser.
Pues no. Ahora, cuando uno ha logrado ajustar el volumen del 
televisor de modo que, sin perderse nada, no moleste a los vecinos, apenas se produce una interrupción para publicidad, el volumen sube solo hasta límites intolerables, para volver a bajar al nivel anterior cuando se reanuda el programa que estábamos contemplando.
O sea, que ya no importan la convivencia ni el respeto ni la 
urbanidad. Lo único que importa es que nos enteremos de lo que se nos ofrece. Y, a ser posible, a base de decibelios. Sin embargo, uno no quiere acabar de creer que es un bien más protegible el que los anunciantes vendan - que no venden más por gritar más - que el que nos comportemos todos, empezando por los media - el mejor instrumento para educar y para deseducar al pueblo - con un mínimo de civismo.

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EL PERMISO DE CONDUCIR




EL PERMISO DE CONDUCIR

Sabemos que, “como arriba es abajo y como bajo es arriba”. Y eso
quiere decir que los procesos naturales, incluso aquellos en los que los  hombres intervenimos, no son sino repeticiones, en un nivel 
determinado, de otros procesos similares de otro nivel. Y así, el hombre tiene los mismos vehículos que su planeta, y nace y muere lo mismo que su planeta, y Dios es trino como el hombre, y el átomo es la repetición, en otro nivel, de un sistema planetario, y éste, de una nebulosa, y ésta, de una galaxia y, lo mismo que nuestro cuerpo está formado por células, nosotros no somos sino las células del cuerpo de Dios...
Pero, esa repetición a distinto nivel no se da solamente en el plano 
físico. No. Se da del mismo modo en todos los planos o mundos. Y así, nuestro cuerpo etérico no es sino una célula en el cuerpo etérico del planeta, y nuestro cuerpo de deseos es una célula en el cuerpo de deseos de la Tierra y el cuerpo mental es simplemente una célula en el cuerpo mental de la Tierra.
Y, lo mismo que, si nuestras células enferman, nuestro cuerpo no 
funciona bien, si nosotros enfermamos, tampoco funciona bien la vida de la Tierra.
¿Y cuándo enferman nuestras células? Cuando infringen las leyes 
naturales.
¿Y cuándo enferma la Tierra? Lo mismo: cuando nosotros - células 
con libre albedrío en el cuerpo de Dios - infringimos las leyes naturales.
¿Y qué hacemos, a nivel físico, por ejemplo, para conducir 
nuestros automóviles con seguridad? Un Código de la Circulación que todos los conductores están obligados a conocer y observar. Porque, si todos conductores cumpliesen el Código de la Circulación, no habría accidentes.¿Y qué hacemos para que nuestro espíritu pueda conducir sus vehículos con seguridad? Estudiar la Sabiduría Occidental. Porque, si todos los hombres la conociesen y observasen, no habría infracciones de las leyes naturales.
Y, una de las enseñanzas principales, tanto del Código de la 
Circulación como de la Sabiduría Occidental es la de la prudencia, la de la previsión, la del discernimiento ¿Y qué nos enseña esa virtud? 
Adelantarnos a los acontecimiento, prever con tiempo las consecuencias de nuestros actos, estar atentos a nuestro entorno, al tiempo que miramos adelante, para asegurarnos de que no hay peligro, y hacia atrás, para comprobar lo que de allí nos viene.
Tanto, pues, si conducimos un coche como si dirigimos nuestra 
vida, no nos basta saber qué ocurre ahora en donde estamos, sino qué ocurrirá en los instantes siguientes, como consecuencia de nuestros actos o de los de los demás, de ahora, y qué vehículo o peligro o karma nos amenaza viniendo desde atrás.
La Sabiduría Occidental, pues, las enseñanzas de nuestra filosofía 
no son más que nuestro Código de la Circulación particular, para 
evitarnos toda clase de accidentes en la carretera que es la vida. 
Estudiémosla así y nos será de gran ayuda.

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