EL PERMISO DE CONDUCIR
Sabemos que, “como arriba es abajo y como bajo es arriba”. Y eso
quiere decir que los procesos naturales, incluso aquellos en los que los hombres intervenimos, no son sino repeticiones, en un nivel
determinado, de otros procesos similares de otro nivel. Y así, el hombre tiene los mismos vehículos que su planeta, y nace y muere lo mismo que su planeta, y Dios es trino como el hombre, y el átomo es la repetición, en otro nivel, de un sistema planetario, y éste, de una nebulosa, y ésta, de una galaxia y, lo mismo que nuestro cuerpo está formado por células, nosotros no somos sino las células del cuerpo de Dios...
Pero, esa repetición a distinto nivel no se da solamente en el plano
físico. No. Se da del mismo modo en todos los planos o mundos. Y así, nuestro cuerpo etérico no es sino una célula en el cuerpo etérico del planeta, y nuestro cuerpo de deseos es una célula en el cuerpo de deseos de la Tierra y el cuerpo mental es simplemente una célula en el cuerpo mental de la Tierra.
Y, lo mismo que, si nuestras células enferman, nuestro cuerpo no
funciona bien, si nosotros enfermamos, tampoco funciona bien la vida de la Tierra.
¿Y cuándo enferman nuestras células? Cuando infringen las leyes
naturales.
¿Y cuándo enferma la Tierra? Lo mismo: cuando nosotros - células
con libre albedrío en el cuerpo de Dios - infringimos las leyes naturales.
¿Y qué hacemos, a nivel físico, por ejemplo, para conducir
nuestros automóviles con seguridad? Un Código de la Circulación que todos los conductores están obligados a conocer y observar. Porque, si todos conductores cumpliesen el Código de la Circulación, no habría accidentes.¿Y qué hacemos para que nuestro espíritu pueda conducir sus vehículos con seguridad? Estudiar la Sabiduría Occidental. Porque, si todos los hombres la conociesen y observasen, no habría infracciones de las leyes naturales.
Y, una de las enseñanzas principales, tanto del Código de la
Circulación como de la Sabiduría Occidental es la de la prudencia, la de la previsión, la del discernimiento ¿Y qué nos enseña esa virtud?
Adelantarnos a los acontecimiento, prever con tiempo las consecuencias de nuestros actos, estar atentos a nuestro entorno, al tiempo que miramos adelante, para asegurarnos de que no hay peligro, y hacia atrás, para comprobar lo que de allí nos viene.
Tanto, pues, si conducimos un coche como si dirigimos nuestra
vida, no nos basta saber qué ocurre ahora en donde estamos, sino qué ocurrirá en los instantes siguientes, como consecuencia de nuestros actos o de los de los demás, de ahora, y qué vehículo o peligro o karma nos amenaza viniendo desde atrás.
La Sabiduría Occidental, pues, las enseñanzas de nuestra filosofía
no son más que nuestro Código de la Circulación particular, para
evitarnos toda clase de accidentes en la carretera que es la vida.
Estudiémosla así y nos será de gran ayuda.
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