martes, 18 de febrero de 2014

CUANDO SE LES HACE EL JUEGO A LOS TERRORISTAS



CUANDO SE LES HACE EL JUEGO A LOS
TERRORISTAS
por Francisco-Manuel Nácher(1985)

Cuando los terroristas, sean los de “Eta”, los del “Ira”, los integristas islámicos, los paramilitares o cualesquiera otros que matan indiscriminadamente y quieren imponer sus ideas por la fuerza se dicen defensores de la democracia o de la justicia, se produce en la mente de los demás hombres un extraño, comprensible y muy nocivo proceso, a saber:

1.- Los terroristas y todo lo que a ellos se asocia, despierta en el
pueblo unos innegables sentimientos de rechazo.

2.- Para justificar su actitud injustificable, los terroristas se irrogan
insistentemente la defensa de esos valores democráticos y de justicia.

3.- Debido a esa su insistencia, quedan esos valores asociados,
inconscientemente, a los terroristas y a sus actos.

4.- Consecuentemente, los valores democráticos, aparentemente
monopolizados por los terroristas, se ven por ello gravemente dañados, desvalorizados, polucionados, disminuídos, y dejan de ser tan deseables como antes.

5.- Eso da paso a una situación gravísima porque, si el pueblo ya no
desea con todas sus fuerzas la libertad, ni la justicia, ni la democracia y, olvidando el estado de derecho, desea ya la venganza y vive lleno de odio, está, sin darse cuenta, abriendo de par en par las puertas de su mente a la anarquía, a la ley de la selva, al ojo por ojo o, lo que es peor aún, a la defensa de las dictaduras y de los dictadores mismos.

Dado que la tecnología ha logrado que “lo que no aparece en la
televisión no exista” para la sociedad, la mejor defensa contra toda clase de terroristas es, por un lado, el silencio más absoluto sobre sus actividades y programas y manifiestos y, por otro, la callada lucha policial, judicial y legislativa.
Ellos lo saben y por eso se esfuerzan por ser noticia y reivindican
siempre sus barbaridades. Y los medios de comunicación, que se dicen antiterroristas, les hacen el juego convirtiéndolos en protagonistas permanentes de los media y aireando cada vez sus palabras y sus mensajes, que incluyen, persistentemente, su pretendida defensa de elevados ideales.

Pero, ¿qué bien es más digno de protección? ¿la vida de los
ciudadanos, la libertad, la justicia y todos los valores democráticos, o el derecho de información de unos cuantos medios de comunicación? ¿Es tan difícil entender esto y tener la gallardía suficiente para renunciar, sólo en este campo, a transmitir cualquier noticia?

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