jueves, 2 de enero de 2014

LAS AMPLIACIONES DE CONCIENCIA / Bol Nº 39 de la Sede Rosacruz Madrid -




LAS AMPLIACIONES DE CONCIENCIA
por Francisco-Manuel Nácher

¿Tú crees que es posible ampliar la conciencia?
- Por supuesto.
- Pero, ¿cómo se puede ampliar una cosa tan etérea, tan diría yo,
inexistente? Porque, vamos a ver: ¿Qué es la conciencia?.
- La definición que así, a bote pronto, se me ocurre es la de que la
conciencia es "la certeza de la propia existencia y del lugar que
ocupamos". ¿Te vale?.
- Sí. Reflexionando un poco, sí. Pero, ¿eso se puede ampliar?.
- La definición, no. Claro que se puede expresar con otras palabras,
pero la idea sería la misma: Cada uno de nosotros somos conscientes de que existimos y podemos, a la vez, examinar y ser examinados; podemos ser observadores de nosotros mismos y esa es la gran adquisición de la filosofía. Los animales, al carecer de mente, son incapaces de estudiarse a sí mismos y, si bien existen, no son conscientes de ello.
- Ya comprendo. Pero no me has respondido a mi pregunta: ¿Cómo
se puede ampliar esa certeza de la propia existencia?.
- Conociéndose a sí mismo, es decir, estudiándose a sí mismo,
descubriendo los mecanismos internos que controlan y comandan nuestro pensamiento, nuestras emociones y, consecuentemente, nuestros actos.
- ¿Eso es ampliar la conciencia?.
- Realmente, no. Primero debe venir el conocimiento, digamos,
esencial; y luego, una vez asentado, puede tener lugar la expansión
propiamente dicha.
- Explícate, por favor.
- Bien. Si te he dicho que los animales no tienen conciencia de su
existencia, pero el hombre sí, es lógico pensar que, cuanto más profundice el hombre en ese campo, más se alejará del estadio animal.
- Lógico.
- Si es lógico, lo primero que tendrá que hacer cada hombre que
quiera serlo más, es mirar hacia adentro de sí mismo y estudiar y sentir eso de la existencia, es decir, darse cuenta, conscientemente, de que existe y de que es él, precisamente él y no otro. Es decir, de que hay todo un mundo dentro de él, al que no tiene acceso nadie, salvo él mismo, y otro mundo exterior, al que tienen acceso todos y en el que actúan e intervienen todos, incluso él. ¿De acuerdo?.
- De acuerdo.
- Pero, si seguimos observando, veremos que ese mundo exterior, en el cual pueden actuar todos (y, al decir "todos", me refiero a los hombres, a los animales, a los vegetales, a los minerales, a los elementos, etc.) además de uno mismo, a su vez, nos influye a nosotros. Es decir, afecta a nuestro mundo interior que creíamos inexpugnable.
- Sí, es cierto.
- Y aquí empieza el proceso de la ampliación de ese concepto inicial que es la certeza de la propia existencia: El mundo exterior a nosotros puede influir en nuestro mundo interno. ¿Y qué consecuencias produce esa influencia, esa intromisión?. ¿Y cómo se produce?.
- Sí. Es un tema muy interesante.
- Está claro que se produce a través de las vibraciones que percibimos del mundo exterior, gracias a nuestros cinco sentidos, ¿no?.
- Sí. No tenemos otro medio de conocer el mundo exterior.
- Pero, no sólo eso. Las vibraciones en sí no significarían nada si no
fuesen interpretadas, decodificadas diríamos en lenguaje moderno, y traducidas en imágenes que, a su vez, nos producen emociones que, por fin, además de quedar archivadas en nuestra memoria, nos impulsan a actuar de algún modo. ¿De acuerdo?.
- Completamente.
- Con ello hemos visto que el mundo exterior penetra en nuestro
mundo interno. Veamos ahora cómo puede influirnos.
- Vamos a ver.
- En este punto, me gustaría considerar el efecto que cada uno de
esos impulsos sensoriales produce en nuestro mundo interno la primera vez que llega a nosotros, o cuando lo hace repetidas veces, durante la infancia.
- ¿Y eso por qué?.
- Porque el hombre tiende instintivamente a generalizar y tú sabes lo que significa generalizar, ¿no?.
- Creo que sí: Atribuir a muchos o a todos lo que hemos visto en uno o en algunos.
- Exacto. Pero hay más. Mira hacia adentro y verás como, en
realidad, cuando percibes algo nuevo, su impacto crea en ti una especie de programa informático de actuación en respuesta a ese estímulo, un modelo de pensamiento que, en lo sucesivo, se pondrá en funcionamiento y se constituirá en primera premisa de tus razonamientos, cada vez que ese estímulo se repita; será un funcionamiento inconsciente, que se te aparecerá como propio de tu personalidad, aunque no lo sea; pero irremisiblemente, condicionará tu actuación en el mundo exterior.
- No comprendo bien qué quieres decir.
- Lo verás con un ejemplo. Imagina que nunca has hablado con un
chino y, por tanto, no tienes una idea definida sobre su modo de ser. Pero un día, un amigo te presenta a un chino; pasáis la tarde juntos y resulta ser un hombre chistosísimo, agradable, simpático, extrovertido, ocurrente y verdaderamente encantador. Pues bien, aunque tú sólo conoces a un chino y existen, si no estoy mal informado, unos mil doscientos millones, habrás desarrollado un modelo de pensamiento, una primera premisa para todos
tus razonamientos futuros en relación con los chinos, un programa
inconsciente según el cual los chinos, todos los chinos, se verán como simpáticos, chistosos y encantadores. Y, cuando hables de los chinos, dirás que son así. Y, cuando te presenten a otro chino, en principio, tu programa automático le atribuirá todas esas cualidades y tú comenzarás a tratarlo como si todo ello fuera cierto.
- Sí. Te comprendo y es verdad. Pero, ¿qué inconveniente hay en
ello?. Si no tengo más experiencia con chinos...
- No, si es cierto. Es nuestro mecanismo interno para aprender, para
asimilar conocimiento, para evolucionar. Pero es un mecanismo
automático, que nos sirve para la primera o las primeras experiencias de cada tipo y, por tanto, nuevas, sin precedentes, y a cualquier edad. Todas ellas crean programas subconscientes que condicionan nuestra postura futura frente a estímulos análogos.
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