miércoles, 29 de abril de 2015

El Silfo que empujaba las nubes

EL SILFO QUE EMPUJABA LAS NUBES
 por Francisco-Manuel Nácher

      Lo que voy a contar me sucedió no hace mucho. Estaba leyendo una obra sobre las gestas griegas y, momentáneamente, supongo que posé el libro sobre mi regazo, como acostumbro cuando medito, y dejé volar mi imaginación, preguntándome, con un poso de extraña certeza en el alma, si aquellas hazañas, aquellas guerras, aquellos oráculos, aquellos sueños y, mejor aún, sus protagonistas, los héroes aqueos y troyanos y beocios y corintios, y los filósofos y los dramaturgos y los escultores y tantos otros, hombres como yo, pero de otra época, habrían influido en ésta y, especialmente, en mi vida. Y, más especialmente aún, si cada uno de ellos habría influido en mí y, en caso afirmativo, cómo. Y me dejé perder por las cadenas de los siglos y los acontecimientos y los fenómenos, corriendo tras mi fantasía. Vi pasar ante mis ojos internos series casi infinitas de hechos, concatenados sucesivamente en rosarios causales. Contemplé la sinfín interacción que, de modo ininterrumpido, está configurando el mundo de cada instante y desmontándolo para volverlo a reconstruir, de modo distinto, al momento siguiente. Todo en una especie de "eterno ahora", fuera del tiempo y más allá del espacio, siempre lo mismo y siempre diferente. Vi las fuerzas que dirigen esos cambios: Unas eran simples hombres, causantes de los más pequeños cambios; otras eran seres sin forma permanente, que aparecían ante mí provocando terremotos o inundaciones o huracanes o incendios pavorosos... 
    Mi atención, no sé por qué motivo, quedó fija en uno de esos seres. Y tal debió ser mi fijeza, que se percató de ella y, aunque no podría explicar cómo, se me aproximó o, mejor dicho, sentí, supe que se me aproximaba.
    Curiosamente, no experimenté ningún temor. Más bien, una gran curiosidad. Recuerdo que, por un instante, me dije: "Seguramente me he dormido, así que esto es un sueño; por tanto, voy a disfrutarlo ahora y a tratar de grabarlo bien claro en la memoria para volverlo a disfrutar al despertar y cuantas veces me apetezca en el futuro." Así que, con ese ánimo en mi subconsciente, me atreví a dirigirle la palabra.
   - Estaba observando...
  - Ya - me dijo, aunque él no hablaba, sino que yo veía dentro de mí lo que él decía o pensaba - Ya me he dado cuenta. Y no es corriente. 
  - ¿No es corriente qué?
  - Que a un hombre, que a un humano, le sea dado contemplar nuestro trabajo.
  - ¿Por qué? 
  - No sé. Pero a mí es la primera vez que me ocurre.
  - ¿Cómo has sabido que te observaba o, mejor aún, que te veía?
 - No lo sé. Pero lo he sabido. Y por eso estoy aquí contemplándote. Siempre he creído que vosotros no podíais subir a nuestro mundo.
  - Pues ya ves, aquí estoy. Pero yo creo que no he dejado de estar en mi mundo.
   - ¿No? 
  - No. Yo pienso que sólo una parte de mí está aquí contigo. He empezado a pensar y entonces, inesperadamente me he situado en tu mundo.   Pero también estoy en otros mundos.
  - No lo entiendo pero puede ser. Yo sólo conozco mi mundo y mi trabajo. 
   - ¿Cuál es tu trabajo? 
   - Empujar el aire.
   - ¿Empujar el aire? 
   - Sí. 
   - ¿Para qué? 
  - No lo sé. Yo sólo sé que tengo asignada una zona en la cual he de empujar el aire hacia una dirección determinada, haciéndolo a la vez girar.
   - ¿Y no sabes para qué? 
  - No. 
  - Pero, ¿podrías dejar de hacerlo? 
 - No. Me moriría... supongo que tú también tendrás que hacer necesariamente algo para seguir viviendo, ¿o no? 
 - Pues sí. Mirándolo bien, sí. 
 - ¿Y qué haces? 
 - Respirar. 
 - ¿Respirar? ¿Qué es eso?
  - Consiste en meter el aire en mis pulmones para que mi organismo absorba el oxígeno y así hacer posible que los glóbulos rojos de mi sangre transporten hasta las células de mi cuerpo ese oxígeno, con el cual... - me detuve, comprendiendo que toda aquella explicación era inútil, al tiempo que, confirmando mi pensamiento, mi interlocutor me acribillaba.
  - ¿El oxígeno, las células, los pulmones, la sangre? ¿Qué es todo eso? 
  - Creo que sería imposible explicártelo ahora. Y no te serviría de nada. Lo cierto es que tenías razón: He de respirar continuamente porque, si no lo hago, me muero.
  - Pues lo mismo me pasa a mí si no empujo el aire. 
  - Y... ¿cómo lo empujas? Tú no tienes manos ni brazos ni... 
  - No sé lo que es eso. Pero yo lo empujo normalmente.
  - ¿O sea? - Pienso en que corra o en que forme un remolino, lo deseo así y se hace. 
  - ¿Eso sólo? - Sí. ¿Qué haces tú para respirar?
  - Bueno, poco más o menos, lo mismo.
  - Al fin y al cabo, estoy viendo que respirar es también empujar el aire en una determinada dirección, ¿no?
 - Honradamente, podría decirse que sí. Pero oye, ¿tú puedes empujarlo más fuerte, si tú quieres? 
 - Sí. Puedo hacer lo que quiera en mi zona. Claro que sólo en parte.  - ¿Por qué en parte? 
 - Porque recibo el aire ya con una temperatura y una velocidad y en un lugar determinado y, por tanto, estoy siempre condicionado por eso.
  - ¿Y quién es el que te entrega el aire en esas condiciones?
  - Otro como yo. 
  - ¿O sea, que os dedicáis a mover el aire entre todos? 
 - Nosotros, sí. 
 - ¿Y tienes una zona muy grande? 
 - Bueno, bastante. 
 - ¿Cómo de grande?
  - Desde el oeste de las islas Azores hasta más al este de la Isla de Menorca.
  - Hombre, ¡qué casualidad!
  - ¿Por qué?
  - Porque yo soy español, o sea, que respiro el aire que tú empujas.   - Es curioso. Pero, claro, por eso me has visto a mí. 
  - Parece lógico. Oye, ¿y todo ese trabajo lo haces tú sólo?
  - No, qué va. Somos muchos. Bueno, yo tengo muchos como yo, que son mis subordinados y que hacen lo que yo les digo.
   - ¿Y cómo se lo dices? - Ya te lo he explicado: Lo pienso, lo deseo y ellos lo hacen. 
  - Ya comprendo. Pero, si tú quisieras, ¿podrías hacerlo tú personalmente? 
  - Por supuesto. Yo ya fui como ellos y sé hacer su trabajo. Claro que sí. 
  - ¿Y puedes empujar el aire más fuerte o más flojo o dejarlo quieto el tiempo que quieras? 
  - Sí. En mi zona puedo hacer lo que quiera, siempre que acabe traspasando el aire a mi siguiente compañero, jefe de la zona que se encuentra al este de la mía. 
 - ¿Y puedes llevarlo por un sitio o por otro? 
 - Dentro de mi zona, sí.
  - ¿Y cuáles son los límites de tu zona por el norte y por el sur? -         Por arriba, llego hasta el Rin. Y, por debajo, hasta la costa norte de África. 
   En ese momento volví a pensar que aquello, seguramente, no era más que un sueño. Pero, ante la duda, hice caso de cierta vocecita interior que me empezaba a sugerir algo y dije: 
  - Óyeme. Está claro que nuestro encuentro no es algo corriente. Así lo has dicho tú y, en cuanto a mí es también la primera vez que me sucede.
  - Sí. Debe ser muy raro.
 - Pero, por otra parte, a mí me ha parecido algo estupendo el conocerte y poder charlar contigo.
 - Y a mí también.
 - Entonces, si somos, podría decirse, amigos, ¿sería mucho pedir el que me hicieses un favor?
 - ¿Un favor? ¿Qué es eso? 
 - Algo que está en tu mano hacer, que no te cuesta nada, y que para mí puede ser muy interesante y hasta muy beneficioso. ¿Podrías hacerlo? 
 - Si es dentro de mi zona y no noto la limitación, sí.
 - ¿Qué es eso de" la limitación"?
 - Cuando quiero hacer algo que, por lo visto, excede de mis facultades o contraviene determinados planes de orden superior, no puedo seguir y, por tanto, no puedo concluir lo que estaba intentando y he de hacerlo de otro modo o hacer otra cosa. O sea que, por experiencia, sé que tengo límites, no sólo en cuanto al terreno asignado, sino en cuanto a la temperatura, la dirección, la altura, etc., límites que no puedo sobrepasar. ¿A ti no te pasa algo así?
  - A mí, no. Bueno... espera... ¡Claro! Yo también tengo límites. Por ejemplo, cuando trato de entender algo, a veces, me ocurre que es como si tropezase con un muro, más allá del cual no puedo comprender nada. Y, a veces, también, aunque me empeñe en hacer algo, se tuerce todo y me veo obligado a hacer otra cosa. Y, en mi mundo, por ejemplo, yo no puedo volar ni hacer otras cosas. Sí. Son mis límites. Ahora me doy cuenta. 
  - Veo que, a pesar de todo, no somos tan distintos. 
  - Es verdad. Lo cual me hace pensar que, esté uno en el mundo en que esté, más o menos, es todo parecido. 
  - Sí. Debe ser así.
  - Pero volvamos a lo de antes: ¿Me puedes hacer un favor? 
 - Si está dentro de mis límites, ya te he dicho que sí. ¿De qué se trata?
  - Verás: Yo, como te he dicho, soy español. Pero España tiene un problema climático que le está perjudicando mucho.
  - ¿Qué problema? 
 - Pues que tú, o tus subordinados, empujáis siempre las bajas presiones hacia el norte y, claro, en España casi no llueve y estamos teniendo grandes problemas.
  - ¿Qué problemas? 
 - La sequía, la desertización, el empobrecimiento... Y mientras, otros países europeos, por el mero hecho de estar más al norte, tienen toda la lluvia, y por tanto, el agua que necesitan y, algunos, hasta más de la que necesitan. Y eso no resulta demasiado justo, ¿no te parece?
  - No parece justo, no. Pero es que mi trabajo no consiste en hacer lo justo, sino en empujar el aire.
  - De todos modos, ¿podrías probar a ver si está dentro de tus límites bajar un poco las borrascas y hacer así que llueva más en toda España, incluyendo, a ser posible, las islas Canarias? 
 - En España y Baleares lo podemos probar, claro. Pero las Canarias ya no son de mi zona y allí no puedo hacer nada.
 - Bien, ¡qué le vamos a hacer! ¿Podrías, pues, intentarlo? - Sí, ya te lo he dicho. 
 - ¿Cuándo? 
 - Ahora, si quieres. ¿Tienes algún deseo especial? 
 - No. Bueno, si pudiera ser me gustaría que lloviese preferentemente de noche. La lluvia de día se hace incómoda y crea problemas y...
  - De acuerdo.
  - ¿Es muy difícil? 
  - No. Es facilísimo.
  - ¿Facilísimo? 
  - Sí. 
 - Me gustaría verlo. ¿Lo vas a hacer tú personalmente?.
 - Sí. Ven conmigo y lo verás.
  Apenas pronunciadas estas palabras, me encontré sobrevolando el Atlántico. Adiviné la costa de Portugal y vislumbré, allá a lo lejos, un archipiélago que deduje eran las Azores, el límite oeste de la zona de mi amigo. 
  - ¿Y en qué va a consistir la operación? - En mover dos piedras. - ¿Dos piedras? 
  - Sí. 
  - ¿Y con eso ya estará todo solucionado?
  - Sí. Es muy sencillo. Claro que hay que saber qué piedras mover.       Estábamos llegando a las Azores. Mi amigo descendió, y yo con él, hasta la ladera sur de un monte. 
   - ¿Dónde estamos?
   - En la cima del Ponta do Pico, en la isla Pico. 
   - ¿De Azores, claro? . Sí. 
   - ¿Y qué piedra vas a mover? 
  - Ésta. Y, diciéndolo, se concentró o, mejor dicho, sentí que se concentraba, y vi cómo una piedrecita, del tamaño de una canica, se desprendía de la ladera sur y se colocaba en otra zona alta de la ladera norte. 
  - Ya está. 
 - ¿Ya está? ¿Eso era todo? ¿Ahora lloverá más en España? 
  - No, aún no. Hemos de mover otra piedra. 
  - ¿Dónde?
  - En España.
  - ¿En España? 
  - Sí. 
  - Pero, ¿en qué parte de España? 
  - En las proximidades de las Hurdes.
  - ¡No me digas! Yo no cabía en mí de asombro. Pero, sin más, mi amigo partió raudo en dirección este, y yo con él. No sabría decir si volábamos o no. Lo cierto es que, casi enseguida, nos detuvimos.
  - ¿Dónde estamos ahora? 
  - Sobre la Sierra de Gata. 
  - ¿Y qué vas a hacer? 
  - Modificarla un poco.
   - ¿Un poco? ¿Un poco nada más? Este pico, además, no es el más alto de la cordillera. 
  - Pero, para lo que nos interesa, es el más importante. Como en Azores, más o menos.
  Y, dicho esto, se concentró de nuevo, y yo con él, y vi desprenderse, del picacho que teníamos debajo, un poco al sur del más alto, otra piedrecita diminuta, que rodó ladera abajo.
  - Ya está.
  - ¿Tú crees?
  - Por supuesto. Es mi trabajo. Desde ahora, en España lloverá más. 
  - Pero si sólo has movido dos piedrecitas insignificantes... 
  - Claro. Siempre ocurre que llega un momento en que un poco más de algo hace que cambie todo. Esas dos piedrecitas eran el "poco más" que hacía cambiar la dirección de los vientos. Eran piedras clave. La de las Azores impedía que los vientos bajasen hacia el sur y, por lo tanto, llegasen a España en buenas condiciones. Y la de aquí, impedía que penetrasen en la Meseta. Ahora, sin esos inconvenientes, tendréis lluvia. ¿Estás contento?
   - Contentísimo. Porque la lluvia es vida y riqueza y alegría. Muchas gracias. 
  - No tiene importancia. Por una vez que nos hemos encontrado, creo que ha valido la pena, ¿no?
  - Desde luego. En ese momento noté como si una fuerza tirase de mí. Y, aunque intenté resistirla y estar un poco más con mi nuevo amigo, no me fue posible. Tan sólo tuve tiempo, recordando mi deseo anterior y poniendo en funcionamiento el hábito adquirido para recordar los sueños, de grabar bien en mi memoria, aunque rápidamente, todo lo sucedido. Y, sin ningún trauma, sin sobresalto alguno, me encontré sentado, despierto y con el libro en el regazo.       Sentí fresco y miré al cielo. Negros nubarrones presagiaban lluvia, una lluvia que, lo recordaba bien, no había anunciado ni previsto el parte meteorológico. Y, a poco, empezó a llover. Desde entonces España, durante una larga temporada, dispuso de agua suficiente para todas sus necesidades de todo tipo. Y de un modo muy curioso: casi siempre llovió de noche. Luego, volvió al régimen de lluvias anterior. Seguramente, mi amigo recibió instrucciones de cambiar las cosas y, como no me ha sido posible volver a contactar con él, no puedo asegurar nada. 
   Por supuesto, sé que no me puedo atribuir ningún mérito. Ni lo pretendo. Pero sí he aprendido una cosa: Que lo que nos parece lo menos importante, a veces es fundamental. Y que lo que parece importantísimo, es, con mucha frecuencia, insignificante. Y que los grandes problemas se pueden resolver con pequeñas soluciones. Y que todo influye en todo. Y que todos formamos un todo y ese todo nos contiene. Y que todo camina hacia un fin y actúa con lógica. Y que la libertad tiene unos límites. Y que, supongo, actuando en esas condiciones, libremente pero con ciertos límites, vamos todos los seres aprendiendo y evolucionando.
   Luego he caído en la cuenta de que podía haber hecho miles de preguntas a mi amigo. Pero no lo hice. Y he hecho infinitos intentos de enmimismarme de nuevo como aquella vez, incluso con la misma meditación y en las mismas circunstancias. Pero todo ha sido en vano. Claro que no puedo quejarme porque fue una experiencia impresionante y de las que no se olvidan.
   A veces vuelvo a pensar que fue un sueño, que no pudo ser nada más. O que – y es lo más seguro – se me quisiesen enseñar unas cuantas lecciones sobre cómo funciona el mundo y sobre la relativa importancia de las cosas. Pero, fuese lo que fuese, me sirvió para aprender. 

* * *

lunes, 27 de abril de 2015

Tristán e Isolda


TRISTÁN E ISOLDA 
por Francisco-Manuel Nácher 

   1.- Wagner utilizó su genial inspiración musical para acometer, con total éxito, la plasmación en esta ópera del tan sublime como oculto y profundo misterio del Matrimonio Místico. 
    Sobre su elaboración escribió: 
   “Cuando me sumerjo en el silencio creador, para la confección de mi Tristán, ¿quién podría imaginar el milagro que me llena y me eleva de este mundo hasta el punto de sentir que lo he sobrepasado? Es el más íntimo sentir del alma el que hace aflorar la acción del drama y la trae a la luz del día exactamente como tuvo lugar en ese plano interno”.
  La misma experiencia que relata y el desarrollo del tema demuestran que Wagner elevó su conciencia a mundos de cuatro dimensiones. Recordemos que San Pablo decía: “Las cosas que se ven son temporales; las que no se ven, son eternas”. Y Emerson añade: “Sólo lo finito padece y sufre; lo infinito está sumergido en sonriente reposo”. Hacia ese mundo de reposo, esa esfera espiritual, ese país del Nirvana, es hacia donde la música toda de esta ópera, así como su acción, apuntan. Laurence Gilman, el mejor estudioso de la vida y la obra de Wagner, aclara: “Wagner concibe el Tristán como un drama interno del hombre y, a menos que asumamos esa realidad, sólo percibiremos lo externo de la obra”. Y el propio Wagner concluye: “Se me hizo patente que había encarnado el más aclaratorio y el más exótico de todos mis escritos”.
    2.- Tristán e Isolda es mucho más que un drama romántico sobre el amor verdadero y profundo. Es más que la más maravillosa música de amor que jamás se ha escrito. Es un misterio que trata de la expansión, desarrollo y unión de las dos polaridades del espíritu, manifestadas como masculina y femenina en la naturaleza. “Cuando me concentré en Tristán - dice Wagner - me sumergí en las mayores profundidades del espíritu y traté de expresar su apariencia externa, desde el mismo centro de ese mundo interior. En mi drama musical, la ida y la Muerte, todo el significado y hasta la existencia del mundo exterior, dependen enteramente de los ocultos misterios de la vida del espíritu”.
   La tragedia discurre, no por lo que sucede a sus protagonistas, sino por lo que éstos son. Se trata de un drama, no de acciones exteriores, sino de estados espirituales. 
   El preludio contiene ya los siete motivos correspondientes a los siete personajes principales. En relación con esto, nótese que, desde el punto de vista oculto, el hombre posee un cuerpo séptuple, en correspondencia con la estructura septenaria del cosmos y cuya evolución tiene lugar en siete Períodos o eones. El drama que estudiamos, pues, está perfectamente sintonizado con los ritmos de la naturaleza que a todo subyacen. 
   Obsérvese también que el más importante significado del número siete le viene del hecho de ser la combinación del tres y el cuatro, la trinidad del espíritu y los cuatro vehículos inferiores o personalidad. Y que la evolución, precisamente trata de elevar los cuatro principios inferiores al nivel de los superiores. El proceso iniciático a que el drama se refiere trata de ese proceso de transmutación y nos proporciona un ejemplo admirable del dicho oculto que reza: “Cuando el Ternario se inclina hasta besar al cuaternario, entonces el cielo y la Tierra se unen”.
  Los siete motivos musicales empleados comprenden todo el Sendero de la Iniciación. 
  El primer motivo, de la Confesión de Amor, representa la dedicación al Sendero.
    El motivo del Deseo, repetido cuatro veces, describe la limpieza de los cuatro cuerpos inferiores: el físico, el etérico, el de deseos y el mental concreto. 
  El motivo de la Vigilancia es el comienzo del trabajo con la polaridad del espíritu. 
  El motivo del Casco Mágico que, según el propio Wagner, nace del motivo de la Vigilancia, representa el cuerpo alma con el que el aspirante ha de vestirse antes de tomar parte en los sagrados ritos del Matrimonio Místico. Y este traje no se puede formar hasta que las dos polaridades del espíritu, la masculina y la femenina, se han conseguido equilibrar.  
   El motivo de la Muerte describe la renuncia completa a las cosas de la carne a cambio de las cosas del espíritu. 
  El motivo del Amor está repleto de fuego místico y de la belleza de la transmutación de lo inferior en lo superior. Junto con el motivo de la Vigilancia, forma la trama musical omnipresente en toda la ópera. 
  La obra alcanza su clímax con el aria Liebestod o motivo del Amor-Muerte, que no se refiere a la muerte física, sino a la muerte del alma para todo lo que no sea el amor divino y la bendición celestial que llega con la consumación del Matrimonio Místico. 
   La obra, pues, trata de un amor que “ sólo los inmortales pueden satisfacer y sólo la muerte puede extinguir”. 
   3.- El argumento es muy simple y no todo se representa en escena, sino que se relata en distintos pasajes:
   Tristán era hijo de Blancaflor, una doncella del Grial, y el caballero de Kavelin. A la muerte de su esposo, Blancaflor se retiró a los estados de su marido en Bretaña, atendida por su fiel sirviente Kurvenal, y allí transcurrieron los años de la infancia de Tristán.           Cuando alcanzó los quince años, se le envió a la corte de su tío, el poderoso rey Mark de Cornualles, para su entrenamiento como futuro caballero, siguiendo las costumbres de la época.
    Tristán acompañó a su tío Mark en sus campañas contra Irlanda. Mark fue vencido y tuvo que aceptar el pago anual de un tributo al insolente gigante Morold. Hasta que Tristán decidió acabar con aquel estado de cosas y, desafiando a Morold le venció y envió a Irlanda su cabeza en lugar del tributo. 
   Pero Morold era el prometido de la princesa de Irlanda Isolda. Y, además, antes de morir, infligió a Tristán una herida que no sanaba con ningún remedio.
   Habiendo oído hablar Tristán de los poderes mágicos de la reina de Irlanda y de su hija, se disfrazó de juglar y se trasladó a su corte. Su herida fue curada por la princesa que, al verlo, se enamoró de él, aunque mantuvo ese amor en secreto.
   Al regresar a Cornualles, Tristán alabó tanto la belleza y las artes mágicas de Isolda que el rey Mark, su tío, que había renunciado al matrimonio y pensaba designar como heredero a Tristán, decidió pedirla en matrimonio atendiendo las demandas de su pueblo que le pedía que buscase esposa. De ese modo se conseguía, a la vez, la paz entre Irlanda y Cornualles. Decidido, pues, envió a Tristán como emisario suyo especial para pedir la mano de Isolda y, si era aceptado, para acompañarla a su reino.
   4.- Como he dicho, hay siete caracteres en la obra: Tristán e Isolda, ambos de estirpe real, están ya avanzados en el sendero de la evolución. El elevado desarrollo de Tristán queda reflejado en el hecho de que su fiel asistente Kurvenal tipifica la personalidad que, desde el principio del drama está totalmente bajo el control del espíritu, representado por Tristán.
   Brangane, la asistenta y amiga de Isolda representa la Ley del Destino Maduro o “cosecha fatal”. Isolda la describe como teniendo en sus manos los hilos de la Vida y la Muerte, la Alegría y el Dolor.
    Melot, el guardaespaldas del rey Mark, es la naturaleza inferior, que siempre intenta torcer las aspiraciones del espíritu. Él es quien inflige a Tristán la herida mortal.
   Sir Morold, el nefasto gigante vencido por Tristán representa los errores acumulados en vidas anteriores, que han de ser enfrentados y transmutados antes de que el Ego quede libre y pueda penetrar en la sala para celebrar el Rito del Matrimonio Místico. 
   El rey Mark representa la conciencia objetiva, externa, que no tiene noción de las verdades ocultas a las que Tristán e Isolda han dedicado sus vidas. 
   5.- El primer acto transcurre a bordo del barco que conduce a Isolda al reino de Mark para contraer matrimonio con él y a cuyo timón está Tristán. El barco representa el cuerpo alma y el mar, la sustancia universal del mundo astral en el que al alma funciona mientras el cuerpo duerme o tras la muerte. 
     Los marinos cantan a las doncellas que han quedado en Irlanda y de las que el viento los aleja abombando las velas. Representan la vida convencional que se mueve por la superficie de las cosas con poco o ningún interés por los profundos objetivos del espíritu.               Isolda, molesta por la poca atención que le presta Tristán, le envía llamar a su presencia a través de su doncella. Pero Tristán está al timón y están atravesando una zona de escollos y no puede acudir, obedeciendo la orden de Isolda.
   Ella aparenta molestarse pero, refiriéndose a Tristán, dice “Destinado a mí, perdido para mí. Cabeza y corazón perjuros”. Con ello expresa el deseo de unir la cabeza y el corazón, el cuerpo y el  lma, la personalidad exterior y el ser interno, ya que es imposible cualquier adelanto si la cabeza va en una dirección y el corazón en otra. Y añade: “Dame aire o pereceré”. Esto significa que está pasando la prueba del Agua, relativa a la naturaleza de deseos. Y que, como sale triunfante, suspira ya por la siguiente Iniciación, la del Aire, que se relaciona con los poderes de la mente.
     La reina madre de Isolda, maga eficiente, le ha dado a su hija un filtro amoroso que ella y el rey Mark deben beber y que les producirá un amor inmortal. También, conociendo el amor oculto y disimulado de su hija por Tristán, le ha añadido otro filtro, éste mortal. 
    Cuando Isolda le ordena a su asistenta que repita a Tristán su orden de acudir, le dice también que prepare el brebaje mortal, que beberán los dos juntos. 
    Hay una antigua máxima del Templo que dice que “el que pierda su vida, la salvará y el que salve su vida, la perderá”. 
   Tristán e Isolda deben renunciar a las cosas del mundo para recibir la santa gracia de la Iniciación. Precisamente a causa de esa renuncia y como consecuencia del Destino Maduro, representado por Brangane, lo que reciben en lugar de la muerte es un éxtasis de amor inmortal, ya que la sirvienta ha sustituido el filtro de la muerte por el del amor. 
   Tristán acepta gustoso la copa de la sintonización que le ofrece Isolda. Cuando él pregunta: “¿Dónde estamos?”, ella responde: “Cerca de nuestra meta”. Tristán bebe el hechizo hasta - dice - “el fin de un ilimitado lamento”, adivinando su propósito y aceptándolo de buen grado.
   Es preciso interpretar metafísicamente el lenguaje de Tristán para poder comprenderlo. Cada escalón en el sendero iniciático de los Misterios Cristianos está sintonizado con su particular huella musical. El genio de Wagner conocía tal hecho y trajo para los oídos mortales las notas de los distintos grados de Iniciación. En este momento del drama introdujo el exquisito motivo de la Vigilancia, música perteneciente al Rito del Bautismo en los Misterios Cristianos. Este grado se dice que “trae la Luz” ya que quien en él participa obtiene el poder de la visión extendida al Mundo del Deseo.
    Mientras la música aumenta su intensidad dramática, Tristán e Isolda llevan la copa del amor, que ellos creen de la muerte, a sus labios y beben la mágica poción. Mirándose profundamente a los ojos, sienten que su destino está en andar juntos el sendero del espíritu por toda la eternidad. Caen uno en brazos del otro mientras un disparo de cañón anuncia que han llegado a Cornualles. 
   A la llegada del barco, el rey Mark acude a cumplimentar a su prometida. Todo es regocijo, tanto a bordo como en tierra. Pero Tristán e Isolda permanecen ajenos a ello. Están centrados en la vida interna y en su dedicación al espíritu. Y es Brangane (el destino) la que los despierta para que cumplan sus deberes en el mundo físico. 
   El desigual desarrollo en los asuntos del mundo físico entre el hombre y la mujer no es sino la consecuencia de una falta de equilibrio. El principio femenino es el del amor, la intuición, la imaginación, la facultad de crear imágenes, que “cayó” cuando Eva, la polaridad femenina, comió del fruto prohibido, con el resultado de que, en el mundo físico, la mujer ha sido relegada a una posición subordinada con relación al hombre. 
    Desde entonces ha existido un falso equilibrio entre el hombre y la mujer. Y el hombre no puede reverenciar y respetar debidamente a la mujer hasta que despierte y desarrolle el principio femenino en su interior. Por eso los antiguos videntes decían que las bodas se realizan en el reino de los cielos, a lo que Cristo añadió que el reino de los cielos está dentro de nosotros.
     Los matrimonios terrenos alcanzan la perfección sólo en el grado en que cada uno de los cónyuges establece un equilibrio interno entre los dos polos del espíritu individual. Es la única manera de ver las cosas como el otro y adelantarse a sus deseos.
    María, la madre de Jesús, y Cristo, representan esos dos principios en perfecto equilibrio y por eso tomaron parte en las Bodas de Caná de Galilea, unión simbólicamente representada por el agua y el vino.
     Cristo es el principio masculino perfecto. La Virgen María, el perfecto femenino. Esta boda de Caná es uno de los pocos momentos de la Biblia en que se menciona una actuación de la Virgen. Y ello se debe a que ambos polos, el masculino y el femenino, han de tomar parte, en plan de igualdad, en este rito divino, en el que el agua de la vida emocional se convierte en el vino del espíritu.
     Es asombroso cómo Wagner sabe manejar a lo largo de toda la obra estos dos elementos, primero separadamente y, poco a poco, unidos: En el primer acto, los motivos musicales de Tristán y de Isolda se alternan, pero el de Isolda va in crescendo. En el segundo acto, los motivos del Día y de la Noche se contrastan, con la Noche, el principio femenino, aún predominante. En el tercero, los motivos de la Vida y de la Muerte se contraponen, bien entendido que Muerte significa aquí nueva vida mediante la Iniciación, que se obtiene gracias a la exaltación del Amor. La unión se obtiene finalmente en el glorioso clímax del motivo Amor-Muerte que da fin a la obra.
    Dije ya que en las óperas de Wagner cada personaje va siempre acompañado de su propio motivo musical. En ésta, sin embargo, los motivos de Tristán y de Isolda aparecen siempre juntos, el de Tristán en cromáticas descendentes y el de Isolda en cromáticas ascendentes. Ambos motivos se repiten siempre tres veces y siempre se concluye con las cromáticas ascendentes de Isolda, el femenino en exaltación. Eso demuestra que Wagner sabía que el propósito fundamental de la Iniciación estriba en la liberación o elevación del principio femenino.
    Se ha criticado frecuentemente de esta ópera su falta de acción, Y es cierto desde el punto de vista externo. En el plano del espíritu, sin embargo, su acción es subyugante y ello se refleja en la intensidad de la música.
    Cada experiencia importante de la existencia humana contribuye a robustecer el polo masculino o el polo femenino del espíritu, dependiendo de la reacción individual. Cuando el hombre es lo suficientemente sabio para aspirar al Matrimonio Místico, trabaja para el desarrollo simultáneo de ambas polaridades. Y trata de unir la fortaleza y coraje masculinos con la delicadeza y ternura femeninos.
     Wagner destaca las etapas por las cuales el alma se dirige a esa fusión: En el segundo acto, Isolda dice: “Yo estoy en la luz, pero tú, Tristán, estás en la oscuridad”. Y, en el tercer acto, Tristán dice: “Yo estoy ahora en la luz, pero Isolda permanece en la luz solar del día”. En cambio, los dos están unidos para siempre en la escena final, de liberación. 
     Wagner añade en un epílogo que de la doble tumba surgieron dos rosas, una roja y otra blanca, que salieron de sus corazones y se entrelazaron a la altura de sus cabezas. Vemos aquí representados el hermoso Jardín de Rosas, símbolo de la transmutación, de los Rosacruces; el Jaquim y Boaz de la Masonería; la unión del Sol y la Luna de que hablaban Paracelso y los alquimistas medievales; y el agua y el vino de las Bodas Místicas de Caná. 
    6 .- En el segundo acto, además de los temas del acto anterior, Wagner introduce dos motivos nuevos: El del Día, que esotéricamente se refiere a la vida en el mundo externo y objetivo, y el del Éxtasis o de la Noche, que pertenece a los planos subjetivos internos. El tema de la Noche, relativo al plano espiritual, es en verdad, una transcripción de la armonía de los mundos superiores, la “música de las esferas”, que construye el universo.
   Transcurre la acción en los jardines que circundan el palacio del rey Mark. Es cerca de media noche y el cielo está lleno de la luz del plenilunio. Isolda la llama “Noche Santa”, mientras que Melot, representante de la naturaleza inferior, trata de malograr el idilio de los dos jóvenes haciendo creer al rey que Tristán ha seducido a Isolda. 
   El rey Mark está en una partida de caza y ya se oyen los cuernos de los cazadores que regresan. La fiel Brangane sospecha la traición de Melot e intenta advertir a Isolda, pero la exaltación de conciencia de ésta está más allá del temor. 
   Vestida de blanco, espera el regreso de Tristán. Es tan luminosa como la luna, radiante y feliz, lo cual no es sino una referencia a la luminosidad del Auxiliar Invisible y a las actividades nocturnas de Ego mientras el cuerpo físico duerme.
   Isolda señala a Tristán con una antorcha, recordándonos la máxima oculta que se da a cada neófito la primera vez que adquiere la consciencia de los planos internos: “Cuídate de cualquier ser que no brille”. 
    En esta escena de la ópera se puede escuchar la más grandiosa música de amor jamás escuchada en este mundo. 
   Brangane, sospechando aún, acude a vigilar. El canto de la Vigilancia Nocturna que ella interpreta no es música terrena. Son las voces de la noche armonizadas con los cánticos de los ángeles, “Planos donde el aire que respiramos es Amor” - dice. 
   Tanto la música como las palabras de todo el drama tienen, simultáneamente, como se habrá comprendido, un sentido interno y otro externo. Con gran conocimiento, Wagner entreteje los motivos musicales del día y de la noche, el primero simbolizando el mundo externo con su conocimiento objetivo, y la noche, la gozosa libertad de los mundos espirituales.
   Por eso, Tristán e Isolda cantan a la noche como a su amiga y al día como a su enemigo, pues éste no puede jamás comprender ni aceptar su unión. Tristán dice: “Los ojos santificados por la noche se ríen de los petulantes esplendores del día, cuyos polvorientos rayos solares se trenzan en vano para uno que conoce los raptos de la noche, en la que los secretos del amor se hallan por siempre escondidos”.
   En los anales de la música no hay nada comparable al éxtasis del dueto “O sink hiernieder, Nacht der Liebe” que reza: “¡Desciende sobre nosotros, oh noche de amor. Siembra el olvido sobre nuestra vida. Acógenos en tu seno. Llévanos lejos del mundo!
   Tristán canta: “Yo ya no soy Tristán, soy Isolda”. E Isolda responde: “Yo ya no soy Isolda, soy Tristán”. Es fácil percibir aquí el equilibrio perfecto, para cuya descripción Wagner trajo a la Tierra los compases del Rito de la Transfiguración, tal y como se escuchan en las Escuelas de Misterios Cristianas. 
   Brangane advierte de nuevo del peligro que se acerca, pero los amantes no le prestan oídos.
   “¿He de despertar?” - canta Tristán. E Isolda responde: “Déjame morir”. Son las palabras del místico que, consciente y despierto en su cuerpo alma, no quisiera cambiar su libertad y su rapto por los estrechos confines del cuerpo físico y las limitaciones de las actividades diarias.
   Kurvenal pide a Tristán que se salve, pues el rey, ofendido, ha regresado. Llega el rey, que vive en el mundo y nada comprende ni sabe ni le interesa el ardor de los que han encontrado los misterios centrales de la vida y del ser. Habla otro lenguaje y vive en un mundo distinto del que habitan Tristán e Isolda.    No obstante, es un hombre noble. Sólo no comprende cómo su hijo adoptivo puede haberle ofendido de ese modo con su prometida. 
   Tristán le responde: “No te lo puedo explicar, oh rey, porque no lo comprenderías”. Después canta, preguntando a Isolda: “Hacia donde vaya Tristán, ¿quieres, tú, Isolda, seguirle? En el país en el que piensa Tristán no brilla la luz del sol; es el país sombrío y oscuro del que mi madre me sacó cuando, en la muerte, me concibió”. Isolda responde: “¿Cómo huiría yo del país que abraza a todo el universo? Allí donde están la casa y la patria de Tristán e Isolda? Ella le sigue fiel y suya. ¡Enseña, pues, el camino a Isolda!”. 
   Tristán se inclina para besar la frente de Isolda, momento que aprovecha Melot, amigo íntimo de Tristán, que ama en secreto a Isolda  está lleno de celos, para tomarse la justicia por su mano y herir de muerte a Tristán. Con esto termina el segundo acto. 
  7.- El preludio musical del tercer acto es la música más triste jamás escrita. En él transcribe Wagner los motivos de Getsemaní y de la Crucifixión de los Ritos de las Escuelas de Misterios Cristianas. Hay en sus cadencias una desolación palpable, como el eco de la tragedia que se cierne sobre los amantes. De vez en cuando, el motivo del amor se hace oír, pero sobrenada un profundo sentimiento de soledad.
    Se desarrolla este acto en Bretaña, la tierra originaria de Tristán, donde el bueno de Kurvenal lo ha trasladado, herido. Están los dos sobre un acantilado que domina el mar. 
   Tristán, en coma, yace sobre un catre debajo de un limonero. Cuando recupera la consciencia - vuelve a su cuerpo físico - le dice Kurvenal: “Ahora estás en tu casa, en tu hogar y en tu país”. A lo que Tristán contesta: ”¿Tú crees? Yo creo que ocurre de otra forma, pero no puedo decírtelo. No me quedé donde desperté, pero donde quedé, eso no te lo puedo decir… He estado allí donde he estado siempre, donde voy siempre, al vasto reino de la noche del mundo, donde sólo tenemos un único conocimiento, el divino eterno olvido”. El Ego de Tristán ha estado, pues en el espacio denominado Sala del Silencio debido a que sus actividades espirituales son tan intensas que, al conocimiento físico, parecen inertes, ya que así aparece a los ojos de la carne todo lo que no ven las fuerzas atómicas de las que ella está compuesta. Wagner describe aquí esa gran tranquilidad que sólo lo es para los sentidos físicos. Hablando de este tema, escribió Wagner: “todo me es extraño y muchas veces regreso con hambre del país del nirvana. Pero el nirvana, rápidamente, se transforma en Tristán”. 
   Kurvenal, la personalidad, sin embargo, no puede ni seguir ni comprender los vuelos del espíritu iluminado a los mundos espirituales.
    Kurvenal ha hecho llamar a Isolda. La tierra toda, el mar y el aire se llenan de luz con el místico poder de su venida. Ya se avista el barco en el que Isolda se aproxima.
    Tristán, exultante, describe el Cáliz del Amor y su sentido místico y dice: “El brebaje terrible que me ha consagrado al tormento lo he preparado yo mismo. En la desgracia de mi padre y el dolor de mi madre, en las alegrías y los llantos, en los placeres y las heridas, he hallado los venenos para confeccionarlo”. Un resumen real de las experiencias de un alma tan evolucionada, recapitulando sus distintas vidas en las que fue padre y madre y amante. Sólo cuando uno puede leer el registro de sus vidas pasadas puede extraer el alimento que nutre su cuerpo alma con el que se reviste para celebrar sus Bodas Místicas.
    Tristán sufre aparentemente un delirio y, con el acompañamiento de música etérea, describe la visión de Isolda flotando hacia él sobre los mares: “¡Qué alegría, Isolda viene hacia mí!”
    Se escucha la voz de Isolda que se aproxima: “¡Tristán, amado mío!”. 
    Tristán contesta: “¿Cómo? ¿Oigo la luz? ¡Ya voy!, ¡Ya voy!”. Se incorpora y, tambaleándose y desprendiéndose de los vendajes de su herida sangrante, va hacia Isolda, en cuyos brazos muere. 
    Con esa pérdida de sangre que le arrebata la vida, experimenta la agonía total del Rito de la Crucifixión, que tiene lugar cuando se ha alcanzado el nivel de conciencia en el que son sublimados los placeres y las penas. A ese nivel, el discípulo no debe ser afectado emocionalmente ni por el dolor ni por el placer. Ha de ser capaz de aceptar a ambos como partes esenciales de la experiencia vital que ha de ser incorporada como alimento del espíritu, para su propia evolución. 
   El derramamiento de sangre tiene un profundo significado esotérico, ya que es inseparable de la consecución mística y siempre tiende a la purificación. 
     Se cuenta que llevaron a San Juan un crucifijo en el que las cinco llagas del cuerpo de Jesucristo habían sido representadas como cinco ojos. Y San Juan exclamó: “Sólo un hombre sabio puede haber hecho esto porque, ¿no son siempre las heridas avenidas para la luz?”.
     Llega Mark, al cual Brangane ha revelado el cambio de filtros que hizo, y que acude presuroso a salvar a su amigo querido Tristán, antes de que sea víctima de los que quieren vengar la ofensa que, según ellos, ha infligido al rey. Kurvenal mata a Melot pero es herido de muerte y se aproxima a Tristán, toma su mano y muere a su lado diciendo: “¡Tristán, amigo querido, deja que el fiel se vaya contigo!”. No olvidemos que Kurvenal representa la personalidad, que ha de morir, identificada con el espíritu, cuando éste alcanza la cumbre de la consecución. 
   La preparación final para la culminación del Matrimonio Místico la constituye la completa subyugación de la naturaleza inferior - muerte de Melot - y la dedicación completa de la personalidad como canal del espíritu - muerte de Kurvenal.
   Isolda, que parece no comprender lo que sucede en su entorno, sostenida por su sirvienta, se dirige hacia Tristán. Gradualmente, su rostro se ilumina con una etérea luz y, rodeada de las armonías del incomparable motivo musical del Amor-Muerte, exclama en un rapto místico: 
   “¡Qué dulce y ligera es su sonrisa! ¡Cómo abre tiernamente los ojos! ¿Lo veis, amigos? ¿No veis cómo brilla cada vez más radiante, cada vez más fuerte, rodeado de estrellas? ¿Acaso no podéis ver cómo su corazón se inflama y cómo su pecho late sublime y fuerte, cómo de sus labios se escapa un dulce aliento, delicioso, suave y delicado? Amigos, mirad: ¿No lo veis? ¿No lo sentís? ¿Soy yo la única que escucha esa melodía que, tan ligera, tan maravillosa, suspirando de felicidad, diciéndolo todo con suavidad, dulce y conciliadora, se escapa de él, toma impulso y penetra en mí, mientras su sonido bendito resuena en torno mío? Estas voces más claras que me rodean, ¿son ondas de suaves brisas? ¿Son olas de perfumes deliciosos? ¡Cómo se hinchan, cómo me embriagan! ¿Debo respirar? ¿Debo mirar? ¿Debo saborearlas, sumergirme en ellas y, dulcemente, evaporarme en sus perfumes? En la masa de las olas, en el trueno de los ruidos, en el Todo que respira el aliento del mundo, ahogarme, hundirme, perder la conciencia… ¡Voluptuosidad suprema!”. 
   Isolda se desprende de los brazos de Brangane, se aproxima a Tristán y lentamente se desploma, muerta, a su lado. 
   8.- Tristán e Isolda no han encontrado la muerte, sino la vida inmortal. El nivel de su amor no tiene comparación con el humano. Han sustituido la conciencia personal por la conciencia de Dios. Se encuentran en ese mundo en el que Todo es Uno y Uno es Todo. Lo finito se ha vaciado en lo infinito y universal. Los dos se han hecho uno con el otro y con el vasto latido del corazón del mundo.
   La música del cántico de Amor-Muerte de Isolda contiene, expresados de modo magistral, todos los gozos del Rito del Matrimonio Místico, que supone la máxima consecución del hombre. Es la música más elevada jamás compuesta. Nadie puede escucharla sin sentirse elevado y estimulado espiritualmente. Un oyente sensible  con conocimientos ocultos llega a ser consciente del descenso de bendiciones que le envuelven y permanecen cuando la melodía ha regresado ya a su hogar celestial. 
    Los divinamente inspirados son siempre utilizados como canales para divulgar verdades que ellos mismos no son conscientes de transmitir. Wagner escribió: “Tristán es para mí un milagro. He sido siempre incapaz de comprender cómo pude producir algo así”. 


* * *

sábado, 25 de abril de 2015

El día que conocí el futuro


EL DÍA QUE CONOCÍ EL FUTURO 
por Francisco-Manuel Nácher 

   Cuando uno duerme es muy difícil estar seguro de que lo que está viviendo no es real. Tan real como lo que vive en estado de vigilia. Y, lo único que puede hacer es grabar bien en su memoria las escenas y sucesos del sueño para, luego, una vez "despierto" y contando con que "sólo era un sueño", recordarlo, disfrutarlo y hasta interpretarlo. Pero, claro, cuando uno está "allá", es decir, soñando, si recuerda o piensa en algo de lo sucedido "aquí" durante la "vida consciente", le ocurre lo mismo: Que parece algo lejano e irreal.
   Yo no me atrevería a decir cuál de los dos mundos es el real, ni que los dos lo son, ni que ninguno lo es, ni osaría afirmar que no se influencian mutuamente. Incluso, creo estar en condiciones de afirmar rotundamente que así es. Y, si no, el lector juzgará.
   Estaba durmiendo. De eso estoy seguro. Y, no sé cómo ni por qué, dialogaba con un ser que bien podría ser un ángel, puesto que era luminoso, tenía aspecto humano y estaba claro que de él el bien surgía espontáneamente. Incluso pienso que debía ser un ángel de un rango bastante elevado. Lo cierto es que, no sé de qué estábamos hablando, cuando yo le dije algo así:
    - Tan imposible como conocer el futuro. 
  - ¿Por qué dices eso? Conocer el futuro es facilísimo. 
  - ¿Facilísimo? 
   ¡Eso lo dirás tú! ¿Tú puedes conocer el futuro? 
  - ¡Claro! 
  - Y, ¿cómo lo haces? - Yo no lo hago. Lo sé.
  - ¿Pero cómo? No lo entiendo... 
  - Es muy sencillo: Todo lo que ocurre es siempre consecuencia de una acción anterior, bien mental, bien emocional o de deseo, o bien física, ¿no? 
   - Bueno... sí. Supongo que sí. Todo tiene una causa y, por tanto, nada ocurre sin algo o alguien que lo provoque o produzca... Sí.
   - ¿Entonces dónde está el problema? 
   - ¿Dónde está el problema? Pues en eso, en conocer el futuro.
  - Pero, si tú conoces las causas que, en su momento, han de producir su efecto, en realidad conoces ese efecto, ¿no? ¿Por qué crees que se afirma que los acontecimientos proyectan su sombra hacia delante? Precisamente por eso, porque se pueden prever.
   - Pero yo no conozco las causas... Bueno, conozco algunas, pero no todas las que concurren en cualquier acontecimiento. 
   - Eso no cambia nada en cuanto al proceso para conocer el futuro. Porque, si conoces esas causas, sigue siendo facilísimo conocer lo que va a ocurrir y hasta por qué.
    - Claro que sí. Quizá tú puedas conocer todas las causas y para ti sea fácil, pero yo no las conozco y para mí, no es que sea difícil sino que resulta imposible. Por otra parte, ¿qué pasa con la libertad, con el libre albedrío que yo pienso que tengo? ¿Es que yo, por ejemplo, no puedo hacer, actuando libremente en un sentido o en otro, que mi futuro sea distinto? 
  - Sí puedes. Claro. Pero tú también estás condicionado y limitado, no sólo por tus acciones anteriores y por todo lo que te rodea y por cuanto ha de suceder porque las causas para ello, no dependientes de ti, ya se pusieron, sino que tú sólo puedes moverte en un espectro muy pequeño de libertad.
   - Pero no dejaré por ello de decidir mi futuro, ¿no? 
  - Sí y no. 
  - ¿Cómo sí y no? ¿Sí o no?
  - Para ti, sí. Porque, con los datos que tú tienes y pudiendo actuar dentro del marco de tu libertad, condicionas en parte el futuro, al poner una u otra acción en marcha y, por tanto, producir un resultado que te parecerá efecto de esa actuación tuya libre. Pero, en un nivel superior, lo que tú puedas hacer en uso de tu libertad, si bien te afectará a ti, según actúes bien o mal, no tendrá una influencia definitiva en el acontecimiento importante en el cual confluyen, como te he dicho, muchas más causas que no dependen de tu actuación.
   - Entiendo. O sea, que yo soy libre. Y lo que haga será bueno o malo, y serán causas de las que yo seré responsable y, por tanto, recibiré sus efectos o consecuencias. Eso está claro, ¿no? 
  - Sí. Eso es rigurosamente así. 
  - Bueno, pues ya estamos de acuerdo en algo. Ahora, en cuanto al futuro, yo - y supongo que todos - siempre que actúo lo hago con la intención de conseguir algo. Si no, no actuaría.
   - Cierto. 
  - Y ese algo es lo que realmente no sé si lo obtendré. Es el futuro.  - Porque aún no está en tu mano conocer todas las causas concurrentes, algunas ajenas a ti. 
  - Por eso precisamente, uno de mis sueños ha sido siempre el de conocer ese futuro tan misterioso, el adelantarme a los hechos.
   - ¿De verdad crees que te gustaría? 
   - Hombre, claro. 
 - Yo creo más bien que no. Si quieres, puedes probar y te convencerás de lo que te digo.
   - ¿Cómo? 
   - ¿Tú quieres, a lo largo de un día, conocer el futuro?
  - ¿Eso sería posible? 
  - Si lo deseas, yo puedo hacer que así sea. Con un día te bastará y te sobrará.
   - ¿No podrían ser tres?
   - Podrían, pero es demasiado. No obstante, si tú quieres tres... 
  - Sí quisiera. 
  - Pues bien, ya está.
   - ¿Seguro?
   - Seguro. 
  - Y, ¿desde cuándo? 
  - Desde ya, si quieres. 
  - De acuerdo. Aceptado. Y no te puedes imaginar cómo voy a disfrutar. 
  - Yo, insisto, no creo que eso te haga muy feliz. Pero te servirá para aprender una lección importante.
   - Entonces, ¿empezamos ya?
  - Empezado. 
  Ésta fue, más o menos, nuestra conversación. 
  
   Cuando, a la mañana siguiente, me desperté, he de reconocer que no me acordaba de este sueño, así que comencé mi rutina diaria como todos los días. 
  Al tomar la pasta de dientes, se me cayó al suelo. En ese momento, me di cuenta de algo: ¡Yo ya sabía que se me iba a caer! ¡Lo había visto un momento antes! 
  Automáticamente, recordé el sueño íntegro y, lógicamente, me acometió la curiosidad de comprobar si lo del dentífrico había sido sólo una casualidad. Pero no, con gran sorpresa por mi parte, cuando probé con mi desayuno y deseé conocerlo, me vi desayunando... exactamente igual como ocurrió luego, cuando desayuné “de verdad”. Y cuando, más tarde, pensé en mi trayecto hasta el trabajo, lo vi con todo detalle, contemplé cada semáforo, cada incidente, las personas que iba a ver, los sentimientos que me iban a embargar... todo, absolutamente todo, como luego, cuando emprendí realmente el camino de la oficina, me fue ocurriendo.         Sólo tenía que pensar en algo futuro deseando conocerlo, para verlo ya realizado. Y luego, cuando, en su momento, llegaba, ocurría exactamente como lo había visto. 
  No cabía duda, pues, de que estaba conociendo el futuro. Sentí una inmensa alegría y me preparé para disfrutar durante los tres días de que el ángel me había hablado. En tres días - pensé - podré tener claro todo lo que me interesa conocer. 
  Toda la mañana, sin embargo, y ante lo extraordinario de la situación, la dediqué a comprobar si yo estaba verdaderamente despierto y si aquello era realmente cierto. ¡Y lo era! ¡Yo veía lo que iba a suceder! Cuando llegó el momento de salir a tomar el café de media mañana, yo ya había experimentado su sabor, su temperatura, su cantidad, la satisfacción que me produciría, las conversaciones de los compañeros, los chistes, las bromas... todo, absolutamente todo, con todo detalle, y experimentado todas las sensaciones y sentimientos que me produciría y que luego, cuando fui realmente al bar, volví a experimentar con toda exactitud.
   Como era época de jornada intensiva, poco después de mediodía regresé a casa, un tanto excitado. Porque, durante la mañana, había pre-vivido una entrevista con mi jefe, que luego ocurrió exactamente igual; una reunión con un proveedor, que se repitió idéntica en la realidad; una serie de conferencias telefónicas que viví antes de que tuvieran lugar y había leído la correspondencia antes de recibirla.
  Comencé a sentirme raro. Al llegar a casa, comí de nuevo lo que poco antes había comido ya en mi pre-visión. Y, claro, no me apeteció como otros días. Comí, sólo por consideración a mi mujer y al trabajo que había hecho cocinando. Pero todo era ya distinto.     En casa, las conversaciones con mi mujer y con mis hijos fueron meras repeticiones de las que yo antes de tener lugar había ya vivido. Yo me sentía como un papagayo, repitiendo lo que ya había dicho y escuchando lo que ya había oído. Las noticias de la Televisión, las conocí antes de conectar el aparato... y luego las vi y las escuché, de nuevo, exactamente iguales.
   Por supuesto, me consolaba: "Tengo toda la tarde y dos días más para seguir experimentando, para sacar partido de esta facultad con la que siempre había soñado". 
  Me pregunté, con cierto temor, he de reconocerlo, si me daría algún golpe aquella tarde. Y me vi recibiendo un encontronazo en la espinilla propinado por la mesa baja del salón. Poco después y a pesar de todas mis precauciones, recibí el golpe y experimenté otra vez el consiguiente dolor. Preví lo que mi mujer, que se había ido de compras, traería, y lo vi con todo detalle. Incluso una sorpresa que me compraría, consistente en una camisa. Claro, cuando luego llegó mi mujer, la sorpresa ya no lo era y tuve que disimular y fingirme agradablemente sorprendido. Quise ver en la televisión un partido de fútbol y, antes de conectarla, resultó que ya conocía el resultado y había visto las jugadas de los goles y vivido cada detalle del mismo... que luego volví a ver en la realidad, pero ya sin interés alguno.
   Sin querer, empecé a preocuparme. Aquello no era lo que yo me había imaginado. Era algo muy distinto.
   Lógicamente, me pasaron por la imaginación - pero procuré que sólo superficialmente de modo que, al no "desear" la respuesta, ésta no apareciera en la pantalla de mi mente - una serie de preguntas, cada vez más intranquilizantes: ¿Cuándo me moriré? ¿Y mi mujer?. ¿Y mis hijos? ¿Y mis padres?... Haciendo verdaderos esfuerzos por no "desear" ver esas escenas, comencé a sentirme mal. 
  Un sudor frío me cubrió... ¿Seremos felices siempre? ¿Cuántos años vivirán mis hijos? ¿Les irá bien en la vida?... Las preguntas eran decenas, centenares, y se amontonaban en mi cabeza mientras yo hacía verdaderos esfuerzos por no conocer las respuestas, porque esas posibles repuestas me daban pánico. ¿Y si mi hijo tenía que morirse, por ejemplo, de accidente, dentro de cinco años? ¿Quería yo pasar esos cinco años viendo cada día la escena fatal y esperando a que ocurriese? Y, si yo tenía que desarrollar un cáncer de estómago, por ejemplo, a los 65 años, ¿tendría que vivir miles de veces todo el problema, como en un ensayo ininterrumpido, hasta que me muriese definitivamente? Y, si había de haber una desgracia en la familia, ¿tendría que saberlo desde ahora y pasar todo ese tiempo, como si tal cosa, hasta que sucediese? ¿Y si el país no iba a ir bien y yo debía perder mi trabajo, ¿cómo iba a convivir de modo normal con mis jefes hasta entonces? Y, si mis hijos habían de contraer enfermedades, que las contraerían, como todos, y habían de suspenderles en los estudios alguna vez, y habían de tener problemas en la vida, ¿tenía que sufrir yo ahora en silencio y sin poder hacer nada por remediarlo, por el mero hecho de poseer una extraña facultad que ya iba convirtiéndose más en una carga?
   Por momentos, me iba horrorizando, y no me atrevía a pensar en nada, a preguntarme nada, ante el temor de conocer, de vivir inmediatamente la respuesta anticipada, buena o mala. Ya no me importaba. 
  Sin darme casi cuenta, me había convertido en otro hombre. Antes, afrontaba cada minuto del día con ilusión, con esperanza, con ganas; hacía proyectos, soñaba, deseaba, imaginaba... Pero aquel día todo eso me estaba vedado. 
  Ya no era sino un saco de nervios, asustado, aterrorizado y sin ganas de desear nada ni de actuar ni de proyectar. Porque, si la respuesta a cualquier problema era favorable, ¿para qué me iba a esforzar? Y, si era desfavorable, ¿para qué me iba a esforzar? La vida había perdido todo su sentido.
   Así que, sin moverme de mi casa y sin decir nada a ninguno de los míos, cené pronto y me metí en la cama con el firme propósito de renunciar al "privilegio" que se me había concedido. 
  No pude recordar al día siguiente, si me encontré con el ángel o no. Quizás bastó mi deseo de renuncia. Lo cierto es que, cuando me desperté, con terror, me atreví a preguntarme cómo discurriría mi aseo diario... y no lo vi. El alivio que sentí fue indescriptible. Salté de la cama, me asee silbando de contento, desayuné feliz y salí a enfrentarme con la vida con una sensación dulcísima de incertidumbre y de libertad como jamás había sentido.
  Aquello me enseñó que lo verdaderamente atractivo de la vida es, precisamente, lo que tiene de aventura; que lo que nos conviene es el esforzarnos para ir resolviendo los problemas, grandes y pequeños, que se nos van presentando, al tiempo que desarrollamos nuestra voluntad y nuestro carácter y nuestra inteligencia; y el ir disfrutando los instantes felices cuando de veras llegan, y el soñar y el desear y el aspirar y el superarnos cada día; que sólo los seres de planos más elevados que, con conocimientos superiores a los nuestros, se cuidan de nuestra evolución como hombres, o los más evolucionados entre éstos, cuya escala de valores se ha estructurado de otro modo y dan a las cosas de aquí mucho menos valor que el resto de los mortales, son capaces de conocer el futuro y de soportarlo sin traumas. Para nosotros la vida no es, no debe ser, al fin y al cabo, más que una maravillosa y permanente improvisación. 

* * *

Tannhäuser


TANNHÄUSER
 por Francisco-Manuel Nácher 

    1.- Esta ópera está también basada en un antiguo mito que, como sabemos, fueron los medios de que las Jerarquías divinas se valieron para sembrar ideales elevados e indicar a los hombres, mediante imágenes y subconscientemente, el camino del progreso. 
   2.- En tiempos antiguos el amor era algo brutal. La mujer era sólo objeto de venta, de contrato, de rapto o de conquista en la guerra. De ella no se valoraba sino el placer sexual que proporcionaba y los hijos que procreaba. No tenía ninguna ocasión de hacer valer sus facultades más elevadas.
   Lógicamente, como hijos de tan brutales uniones, casi siempre simples violaciones, eran atraídos espíritus reencarnantes de las mismas características, con lo que la evolución humana era casi imposible.
   3.- Para salir al paso a esa situación, elevar de categoría el amor y cambiar el rumbo de la humanidad, aparecieron en la Edad Media los trovadores, bardos o caballeros andantes, que gozaban del don de la palabra y del canto. Eran siempre bien recibidos en palacios y castillos y viajaban de país en país e influenciaban en la formación de ideas, al tiempo que sembraban elevados ideales.
   4.- En la obra que comentamos se va a celebrar en el castillo de Wartburg un torneo de trovadores que dilucidará, precisamente, si la mujer tiene o no derecho a disponer de su propio cuerpo ante los abusos licenciosos de su marido y si debe, por tanto, ser considerada por éste como una compañera, con derecho al amor del alma, y no como una posesión o una simple esclava sometida al dictado de su amo. 
  5.- Por supuesto, esta cuestión aún no ha sido resuelta satisfactoriamente por la Humanidad - pensemos en los malos tratos aún tan frecuentes entre nosotros, y pensemos en los países en los que la mujer, casi siempre por razones religiosas, está totalmente sometida el varón - pero sólo en la medida en que nos vayamos conformando a esa manera de ver las cosas, será posible un mejoramiento de las razas. 
   6.- Esta aspiración es, sobre todo, imperiosa para los que aspiran a una vida más pura, más a tenor de las leyes naturales. Pero es que, además, debido a la alternancia de sexos en las sucesivas reencarnaciones, los oprimidos de hoy se han de convertir en los opresores de mañana, con lo cual es imposible progresar.
   7.- En la obra que estudiamos, Tannhäuser, que representa un alma en determinado estado de evolución, ha sufrido desengaños de amor porque su amada, Elisabet, era demasiado joven y pura para ser requerida por él. 
   De modo que, suspirando con un vehemente deseo pasional, atrae un ente de naturaleza totalmente distinta: Un elemental, un ser de naturaleza etérica que vive de los deseos carnales, en cuya satisfacción se derrocha la fuerza creadora sexual y que en la obra se presenta como Venus, la diosa del Amor, que lo conduce a su cueva. 
  Empieza, pues, la obra con una escena de libertinaje. Venus está en un lecho y, a sus pies, Tannhäuser despierta de un sueño que le ha hecho desear volver a la Tierra. Este deseo es normal, ya que se debe a la Ley de las Alternancias, que nos hace “cansarnos”, perder interés por lo que ya poseemos y suspirar por lo que aún no es nuestro. Ya dijo Jehová, al hacer aparecer ante Noé el Arco Iris que mientras permaneciese allí, en lo alto, habría alternancias: día y noche, primavera y verano y otoño e invierno y pleamar y bajamar.   Tampoco se pueden desear y obtener en el cielo experiencias que sólo son posibles en la Tierra. 
  Por eso Tannhäuser abandona la cueva de Venus para volver al mundo y adquirir la experiencia necesaria, a base de errores y de dolor, y abandonar así los placeres que no le proporcionan ningún poder anímico.
   Pero las fuerzas inferiores hacen siempre lo posible por mantener sus conquistas y eso es lo que hace Venus al despedirse de Tannhäuser y pronosticarle que pronto estará de nuevo sumergido en el polvo, que sufrirá toda suerte de desprecios y volverá buscando de nuevo su hechizo. 
   Tannhäuser, sin embargo, siente en su pecho la llama del amor con tal intensidad que responde: “Mientras yo viva, mi arpa sólo cantará tu belleza. Nunca me inspirará un tema de menor exaltación.  Tú, fuente de belleza y de gracia sutil, fomentas sin cesar los deseos del amor con dulcísimos cantos. El fuego que has encendido en mi corazón arderá allí siempre para ti como la llama de un altar. Y, aunque con ánimo triste yo te abandone, siempre seré tu campeón. Pero tengo que marcharme; tengo que volver a la vida de la Tierra. Si aquí permaneciese, quedaría en las condiciones de un esclavo. Tengo sed de libertad, aunque signifique mi muerte. Y por eso, oh reina, huyo de ti”. 
  Por tanto, cuando Tannhäuser abandona la cueva de Venus lo hace como paladín del lado bajo y sensual del amor y va al mundo a enseñar esa clase de amor, ya que está implícito en la naturaleza humana que, cualquier cosa que siente en su corazón, tiende a expresarlo externamente. Cristo dijo: “Como uno piensa en su corazón, así es él”. 
  8.- Conociendo, pues, el país, se dirige al castillo de Wartburg, donde sabe que hay trovadores y torneos y que los dueños del mismo gustan de escuchar trovas y son generosos con los trovadores. 
   Por el camino, se encuentra con una peregrinación de penitentes que va a Roma a pedir el perdón por sus pecados y que van cantando. Él siente remordimiento, la sensación de ser un delincuente.
   En el bosque, sin embargo, encuentra a un grupo de trovadores, antiguos amigos suyos, que van al castillo a un torneo de canto y que, al no haberlo visto durante mucho tiempo, le preguntan dónde ha estado. Tannhäuser, sabiendo que son despreciados con espanto quienes se relacionan con seres etéricos inferiores, responde con evasivas. 
  Se entera entonces de que el torneo va a ser sobre el tema del amor y que el ganador recibirá el trofeo de manos de la hija de los dueños del castillo, su amada Elisabet, que fue causa de su desvío, y que consistirá en aquello que el ganador pida, por muy alto que esté. Así que espera que su intenso amor por ella, le inspire y pueda conquistarla. Y, como siempre que actuamos contra las leyes naturales, conquistamos las correspondientes consecuencias, Tannhäuser, al desear de modo sensual a Elisabet, está preparándose los sufrimientos que son consecuencia de ello y que, en el fondo, deseaba experimentar al abandonar la Cueva de Venus. 
    9.- Wolfram von Eschembach, uno de los mejores trovadores, amigo de Tannhäuser y que ama también, en secreto, a Elisabet, le  confía que de quien ella está enamorada es de él y que no ha presenciado ningún torneo desde que desapareció. En su fuero interno, se propone ayudar a su amigo, aunque ello le suponga grandes dolores de corazón.
   Tannhäuser encuentra en el castillo a Elisabet y ésta le dice: 
  “El mundo para mi se ha oscurecido. El reposo y la alegría han huido de mí. Desde que escuché tus locas canciones he conocido la angustia de la felicidad y el dolor y cuando te fuiste, la paz de mi corazón se fue contigo. Ningún trovador ha podido despertar mi alegría. Sus canciones me parecen tristes y muertas. Oh, dime, ¿por qué estoy así?”
   Tannhäuser le contesta:
  “Loado sea el amor por esta delicada prueba. El amor ha tocado mi arpa con dulce magia. Por mi canción el amor te ha hablado y, cautivo, me deja prosternado a tus pies”.
   Y Elisabet responde:
   “¡Bendita sea la hora de nuestro reencuentro! ¡Bendito poder el del amor! Por fin, he podido saludarte y ya no vagarás por más tiempo. Ahora la vida despierta de nuevo en mi corazón. La nube de pesares se ha rasgado y el sol de la alegría alumbra de nuevo”.          10.- Son, pues, dos los enamorados de Elisabet. Pero sus maneras de concebir el amor son bien distintas. Y eso se pone de manifiesto durante el torneo, cuando ambos interpretan sus respectivas creaciones.
    Fijémonos, de momento, en las palabras del padre de Elisabet, para dar comienzo al acto: 
    “Así como muchas veces, en tiempos de guerra, habéis desafiado a la muerte y luchado como buenos caballeros para mantener el honor, así, trovadores, habéis luchado y salvado la virtud y mantenido la verdadera fe con la dulce voz de vuestro canto. Afinad ahora vuestras arpas y componed nuevas canciones. Describid el verdadero amor para que lo conozcamos a fondo y, el que lo haga del modo más noble, recibirá su recompensa de manos de la princesa”.
   Este último verso nos hace ver y comprender el papel de los caballeros trovadores: Debían ir a la guerra y defender con la espada a todos aquellos que necesitasen protección y ayuda. A medida que se ejercitaban en estos menesteres, aprendían las lecciones del valor  físico y, en cierto modo, las del valor moral, ambas necesarias para el desarrollo del alma. 
  Todo el que inicia el Sendero es un caballero andante que ha de ser fuerte física y moralmente. El adelanto espiritual va casi siempre acompañado de sufrimientos físicos, de enfermedades, que hay que saber soportar con entereza, sacrificando el cuerpo al alma.   Era misión de los trovadores fomentar ese valor e inculcar las virtudes superiores. Todos utilizaban un estilo, una vibración que nos pone en contacto con las esferas más elevadas de la naturaleza y que no son percibidas por la Humanidad ordinaria. Además, muchos de ellos eran iniciados o hermanos legos. Por eso sus palabras eran verdaderas perlas de sabiduría. Eran considerados instructores, como sabios y, realmente, pertenecían a la verdadera aristocracia espiritual.
   Había excepciones, como siempre. Pero Tannhäuser no era una de ellas. Él era un alma noble, a pesar de sus faltas. Realmente, todos tenemos mucho de Tannhäuser antes de convertirnos en Wolfram.
   11.- Se realiza el sorteo y le toca intervenir a Wolfram en primer lugar. Wolfram canta lo siguiente: “…
  Levanto mis ojos a uno cuyo poder y esplendor celeste en este cielo radiante brilla con suave fulgor y, mirando este resplandor puro y tierno, mi corazón se hunde en oraciones y en santos sueños. Y, entonces, la fuente de toda delicia y poder es revelada a mi alma atenta, de cuyas profundidades insondables me inunda una lluvia de alegría. Un tierno bálsamo que cura los pesares. Oh, que no se me ocurra nunca turbar sus aguas tan puras ni agitarlas con turbulentos deseos. Te quiero adorar arrodillado, con alma devota. Mi corazón aspira a vivir y morir por ti. No sé si estas débiles palabras podrán expresar lo que yo he sentido del verdadero y tierno amor”.                Tannhäuser responde cantando: 
  “…Yo también he bebido de aquella fuente de placeres. Sus aguas, Wolfram, yo las conozco bien. ¿Quién que tenga vida puede atreverse a ignorarla? Escucha cómo demostrará sus virtudes. Pero yo no me acercaría a su borde si no me consumiera un deseo del alma. Sólo en este caso dejaría que sus ondas me refrescasen y restaurasen mi vida toda y mi corazón. Oh, marea de alegría, permite que yo te posea. Ante ti huyen temores y dudas. Dejo que tus raptos insondables me bendigan. Por ti sólo dejo que mi corazón lata con violencia y me  siento poseído de un esplendor ardoroso y quisiera arder con eterno afán. Así traduzco yo lo que he conocido del verdadero amor”.
   Son los dos extremos del amor: El de Wolfram es el amor del alma por el alma; el de Tannhäuser, el amor sensual. El primero es el amor que trata de dar, de darse. El otro quiere recibir, exige la posesión.
   De momento, la posesión sigue siendo el objetivo principal del amor, muy lejos de la concepción de Wolfram, que es la correcta y la que hemos de alcanzar. Conociendo que el espíritu es bisexual y que los renacimientos suelen alternar el sexo, lo lógico es aspirar a que ambos sexos tengan en esta Tierra los mismo privilegios y derechos y obligaciones. 
  12.- Durante el certamen, tras cada intervención, todos los presentes alaban los sublimes ideales que se van expresando, en torno al amor, concebido como la camaradería del alma. Pero, tras cada intervención, Tannhäuser expone su concepción sensual del mismo. Finalmente, rabioso por verse contradicho por todos, a los que considera necios sentimentales, grita, furioso, su secreto y dice: “Id a ver a Venus. Ella os enseñará el amor”. Todos comprenden con ello que ha cometido el pecado imperdonable en su peor aspecto, es decir, en el comercio con una entidad etérea, y se ha depravado con ello, sin redención posible. De modo que todos los caballeros se lanzan contra él, espada en mano, y es Elisabet la que los detiene pidiéndoles que le perdonen la vida para darle la oportunidad de arrepentirse. Se escucha un coro de peregrinos y los presentes convienen en que, si Tannhäuser acepta el ir a Roma en peregrinación para impetrar el perdón del Santo Padre, ellos le respetarán la vida.
   Cuando Elisabet revela el dolor de su corazón por su demanda en favor de Tannhäuser, éste se da cuenta de la enormidad de su pecado y acepta ir a Roma en peregrinación, uniéndose a los que están pasando por las proximidades del castillo.
   13.- Como es un alma fuerte, lo que hace lo hace bien. De modo que su contrición es tan sincera como grave ha sido su pecado. Todo su ser está deseando verse libre de impurezas para poder aspirar al amor más noble y elevado, que ha despertado en su pecho, gracias a Elisabet. 
   Mientras los demás peregrinos van cantando alabanzas, él no se atreve ni a mirar en dirección a Roma y clama constantemente “Sé misericordioso, Dios mío, conmigo, pobre pecador”. Mientras los otros duermen en hostales bajo techo, él lo hace en la nieve y, al llegar a Italia, para que sus bellezas no le procuren placer, venda sus ojos y así camina hasta la ciudad eterna. 
   Llegó la mañana del día en que el Santo Padre le iba a recibir. Iba lleno de esperanza. Estuvo todo el día de pie, esperando que pasasen varios miles que, con el éxtasis en sus ojos, recibían el perdón de sus pecados veniales pero que les remordían, y marchaban contentos, dispuestos a recomenzar la lucha por la vida.    Por fin le llegó el turno. Esperaba unas palabras de bondad. Pero, en su lugar, tras exponer su pecado, sólo escuchó: “Si tú te has asociado con demonios, no hay perdón para ti, ni en los cielos ni en la tierra. Más fácil sería que floreciese este palo seco que uso como báculo que, que a ti se te perdonasen los pecados”.  
  Esto apagó la última chispa de esperanza, y la lujuria se dejó sentir. Su amor se convirtió en odio y, temblando de rabia, maldijo el cielo y la tierra jurando que, si no podía gozar el verdadero amor, volvería otra vez a la cueva a buscar a Venus y, diciendo a los otros peregrinos que lo siguieran, se separó de ellos y regresó solo a su país.
   14.- Entretanto, Elisabet, la virgen pura y casta, para quien el amor de Tannhäuser había huido, oraba incesantemente por él. Y, cuando se oyeron los cánticos de los peregrinos que regresaban de Roma y Tannhäuser no vino entre ellos, Elisabet abandonó este plano para impetrar personalmente ante el trono del Padre el perdón para Tannhäuser. 
   La procesión funeral de Elisabet se cruza con Tannhäuser y éste siente un dolor imposible de expresar. Llega otro grupo de peregrinos que dicen que ha florecido el bastón que el Papa tenía en su mano y que eso significa que un pecador ha obtenido el perdón del cielo que no le había sido concedido en la tierra. 
  15.- A pesar de una serie de afirmaciones y creencias que no casan con las realidades ocultas, la leyenda contiene grandes verdades espirituales que cada día se hacen más evidentes.
    Trata del pecado imperdonable, el único que hay que pagar en la propia carne, que no puede ser redimido, sino que ha de ser expiado. 
    Jehová es el encargado, durante el Período Terrestre en el que nos encontramos, de proporcionar los vehículos a quienes aquí estamos evolucionando. Es el autor de la generación y el factor principal de la gestación, que da la prole a los hombres y a los animales, usando el rayo de la Luna, su sede, en los momentos astrológicamente apropiados.
   Antes de la Caída, la Humanidad no conocía el bien ni el mal. Hacía lo que se le ordenaba. Pero, cuando tuvo la posibilidad de actuar libremente, al tomar las cosas en sus propias manos, tuvo que empezar a aprender las necesarias lecciones por medio de las consecuencias de sus errores, las que le dieron y le siguen dando el conocimiento, no sólo del bien, sino también del mal, para que, con el tiempo, hagamos sólo aquél libremente.
   Hay una profunda relación entre el ángel de la espada flamígera a la entrada del Edén y el ángel con la flor abierta en la puerta del Templo de Salomón; entre la lanza y el cáliz del Grial; entre la vara de Aarón, que brotó, y el báculo del Papa que floreció; entre la muerte de la pura y casta Elisabet y el perdón que borró la mancha del pecado de Tannhäuser. El Báculo, la Vara, representa la columna vertebral por la que ha de ascender el Kundalini o Fuego de la Generación. Nadie que no haya conocido el terrible tormento de la tentación puede comprenderla. Por eso el propio Cristo vino aquí y quiso ser tentado. Para conocer lo que sucede y cómo se puede reaccionar.
    El hecho de que Cristo fuera tentado demuestra que la tentación en sí no es pecado. El pecado consiste en ceder a ella. Por tanto, Tannhäuser estaba libre de pecado pus, resistiendo la tentación, había salido de la cueva de Venus. Cada vez que uno es tentado y resiste la tentación, sube un escalón en la evolución. Pero nadie ha alcanzado la perfección y, además, como hemos dicho, el caer nos reconduce luego al bien con más conocimiento que antes.
   Es, pues, más meritorio y evolucionado el virtuoso, que ha caído y ha aprendido, que el inocente, que no conoce las consecuencias de la tentación. Por eso Cristo dijo muy claro que “hay más fiesta en el cielo por un pecador que se arrepiente que por cien justos que no necesitan de arrepentimiento”.
  Cuando uno falla o es infiel en el amor y se arrepiente sinceramente de su error, es más fácil que se convierta en un compañero más perfecto, que otra persona que no haya caído y, por tanto, está expuesta a la tentación y no se sabe si se arrepentirá.          16.- Ahora no tenemos suficientemente claro qué necesitamos para evolucionar debidamente. Pero el error y la correspondiente rectificación nos llevarán a lograrlo.
    A Tannhäuser el Papa le cierra la puerta de la esperanza a la cara porque la letra de la ley así lo exige. Pero la misericordia de Dios no se frustra por ello. Y el báculo del Papa florece para dejar claro que el pecador ha sido perdonado, o sea, que el pecado ha sido borrado de su átomo simiente. La ley inferior, pues, ha sido invalidada por otra ley superior.
    17.- Cuenta la leyenda que Lucifer, cuando luchó con el arcángel Miguel por la posesión del cuerpo de Moisés, perdió la joya más preciada de su corona. Se trata de la esmeralda llamada “Elixir”, que cayó al abismo y fue luego recuperada por los ángeles. Con ella se hizo el cáliz o Santo Grial que fue empleado luego para contener la sangre purificadora que fluyó del costado de Cristo cuando fue perforado por la lanza del centurión. 
   Notemos, primero, que era verde, que es una combinación de azul y amarillo y es, por tanto, complementario del tercer color primario: El rojo.
   En el mundo físico, el rojo tiene tendencia a excitar, a dar energía, mientras que el verde tiene un efecto refrescante y calmante. Sin embargo, el asunto es distinto, visto desde el Mundo del Deseo, porque allí el color verde es activo y tiene sobre nuestros deseos y emociones los efectos que aquí atribuimos al color rojo. Así que, el color verde de la joya perdida por Lucifer, demuestra su naturaleza. Es la antítesis de la Piedra Filosofal y por ello tiene el poder de extraer la pasión y de engendrar el amor del sexo por el sexo, opuesto al amor casto y puro, simbolizado por la piedra blanca del Apocalipsis, que representa el amor del alma por el alma. Por eso se denomina a los celos “el monstruo de los ojos verdes”, haciendo referencia a ese efecto del complementario en el Mundo del Deseo.
   18.- El Santo Grial tiene su réplica en el cáliz de las flores, también siempre verde. En su interior dormita el fuego creador. Y otro tanto sucede en el interior de cada uno que busca el Santo Grial. 
   La voluntad es la facultad o polaridad masculina del alma, y la imaginación, la femenina. Cuando la voluntad es el atributo más  fuerte, el espíritu se reviste con atavío masculino en esa vida. Y, cuando es la imaginación la predominante, adopta la vestimenta femenina.
  De ese modo, bajo la Ley de las Alternancias, vigente en la presente edad del Arco Iris, el espíritu lleva un traje distinto en vidas alternas. Sin embargo, sea masculino o sea femenino el único órgano sexual aparente, existe también el otro en estado latente. Y así será mientras continuemos utilizando cuerpos físicos. 
  19.- La historia simbólica, pues, de Lucifer perdiendo su joya, es la expresión simbólica del hecho de que el hombre dejó de conocerse a sí mismo - hombre y mujer puesto que el espíritu es bipolar y, por tanto, bisexual - y conoció a su mujer, es decir conoció sólo la parte aparente del sexo de su espíritu compañero. Y de que el Grial, que así se perdió, sólo puede ser recuperado mediante la depuración de la sangre, mediante la eliminación de ella de la pasión sexual que la envenena, regresando al estado inicial de pureza. 
  20.- Cada año, cuando llega el momento apropiado, las vibraciones astrales penetran en las semillas sembradas y despiertan en ellas la dormida fuerza generadora de la actividad. La nueva planta sale de la tierra en toda su hermosura. Así es cómo el acto de la generación se realiza de un modo perfecto, en armonía con las leyes naturales y de ello resulta algo hermoso que adorna la tierra toda.
   En el hombre es distinto, desde el momento en que los Luciferes despertaron la cualidad femenina de la imaginación. De modo que ahora el acto generador se realiza sin tener en cuenta los rayos solares y lunares propicios y, en consecuencia, el pecado - la transgresión de las leyes naturales - y la muerte - su consecuencia - se han adueñado del mundo. La luz espiritual se ha apagado y nos hemos quedado ciegos para apreciar la gloria del cielo. 
   21.- Según los guías divinos, la vara viva de Aarón era el símbolo del poder espiritual. Pero la vara se secó y fue depositada en el Arca de la Alianza. Sin embargo, no debemos pensar que no existe redención posible. Porque, lo mismo que el hombre fue expulsado del Edén cuando la joya verde cayó a los abismos - nos hizo pasar de la “generación” a la “degeneración” - desde la corona de Lucifer, pero fue recogida por los ángeles, del mismo modo está a nuestro alcance la Piedra Blanca, o Piedra Filosofal, el símbolo de la emancipación que se obtiene mediante la “regeneración”, que no es otra cosa que la canalización correcta y su consiguiente alquimización, de la fuerza creadora sexual, ahora malgastada y profanada por doquier. Sólo así iremos venciendo el pecado y, con él, la enfermedad y la muerte. Y nos revestiremos de inmortalidad que nos conducirá hasta Cristo. 
   22.- Éste es, pues, el mensaje de la historia de Tannhäuser: Que la pasión es veneno; que las consecuencias del empleo incorrecto de la fuerza creadora sexual dirigiéndola hacia abajo para la satisfacción de las pasiones, pueden ser evitadas con sólo invertir el sentido y canalizar esa fuerza creadora hacia arriba, hacia los centros de la cabeza; que podemos pasar de las sombras a la luz con sólo realizar ese esfuerzo, definitivo y necesario para nuestra propia evolución y la del mundo entero.
   23.- El espíritu se ha visto cristalizado en un cuerpo físico como consecuencia de la pasión, y sólo mediante la castidad podemos desembarazarnos de él, mediante la elevación de categoría del amor, haciéndolo pasar de una unión pasional de cuerpos a una fraternidad, a una amistad sincera y sin exigencias entre espíritus. No es casualidad que sea el amor llamado “platónico” el que a todos nos parece más sublime, aunque luego no alcancemos a plasmarlo en la realidad tal y como realmente lo sentimos. Todos, cuando nos enamoramos, cuando sentimos en nuestro interior arder esa llama que todo lo abrasa, que llena nuestros sentidos y nuestros pensamientos y nuestros anhelos, que convierten al ser amado en el centro de nuestras vidas, no experimentamos ninguna apetencia sexual. Es más tarde, cuando nuestro hábito, adquirido a lo largo de vidas de depravación se nos impone, cuando comenzamos a sentir unos deseos y unas necesidades muy distintas de las iniciales que entonces nos bastaban para trasladarnos al país de la felicidad.
   24.- No debe interpretarse, pues, que la supresión del deseo sexual exija quedarse soltero o practicar el celibato. No. De lo que se trata es de comprender que somos espíritus bisexuales, vestidos con vestiduras de una sola polaridad y que el verdadero amor ha de hacer abstracción de los vestidos, que no son ni esenciales ni significativos en la evolución ni en el verdadero amor, y consistir en la fusión de almas, en la entrega total y sin condiciones. Que esa entrega y esa identificación resultan siempre infinitamente más gratificantes, definitivos, elevados y totales, que la búsqueda o la fruición de  placeres simplemente físicos y de nivel animal, que en vez de unirnos, nos alejan y separan apenas terminados. 
  25.- Conviene tener en cuenta a estos efectos que el Guardián del Umbral, al que tendremos que enfrentarnos antes de poder penetrar voluntariamente en los mundos superiores, tiene la apariencia de un monstruo - está formado por toda la negatividad de todas nuestras vidas pasadas y aún no pagada mediante la retribución - del sexo opuesto al nuestro actual y, sin embargo se nos aparece de un modo aterrador y nos consta que se trata de una parte de nosotros mismos. Y, cuanto más licenciosos y viciosas hayamos sido, peor será su apariencia. Recordemos el momento en que Parsifal recibe el beso de Kundry, con el que ésta pretende seducirlo y él resiste la tentación, recordando los dolores de Amfortas y comprendiendo de dónde proceden sus padecimientos incurables. Kundry es víctima de un acceso de cólera al verse rechazada. Es el momento en que Parsifal está enfrentando su Guardián del Umbral. Y ha de vencerlo antes de que pueda recibir la Lanza Sagrada, arrebatándosela a Klingsor. 

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