LAS INICIACIONES
por Francisco-Manuel Nácher
La Iniciación, contra lo que se piensa muy a menudo, no es una
ceremonia. Puede ir acompañada o no de determinados ritos o actos más o
menos públicos y solemnes pero, en sí, es un acontecimiento
exclusivamente interno, individual, que tiene lugar en otros planos de
conciencia.
Tradicionalmente, hasta Cristo, es decir, durante la antigua
dispensación, el sendero de la Iniciación no estaba abierto a todos, sino
sólo a unos pocos. Los Hierofantes de los Misterios elegían un cierto
número de familias, las llevaban al Templo y las separaban de todas las
demás. Esas familias elegidas debían observar rigurosamente determinados
ritos y ceremonias. Su educación, su alimentación, sus matrimonios y vida
sexual estaban igualmente regulados por los propios Hierofantes. El
resultado de todo ello era la producción de una clase especial de hombres y
mujeres que tenía la suficiente laxitud entre los cuerpos denso y vital y que
podía despertar al cuerpo de deseos durante el sueño del cuerpo físico. De
ese modo se les colocaba en disposición de recibir las Iniciaciones. Con
ellos se constituía una tribu o casta especial, como la de los brahmanes
entre los arios o la de los levitas entre los hebreos, dedicadas al culto y a
las relaciones con Dios, y que no podían contraer matrimonio con los
miembros de las otras tribus o clases. Téngase en cuenta, además, que la
vida superior, mejor dicho, el sendero hacia la vida superior, no empieza
hasta que se inicia el trabajo en el cuerpo vital, y el medio empleado para
activar éste es el Amor o, mejor dicho, el altruismo. De modo que, una vez
convencidos los instructores de que el neófito había desarrollado, por su
propio esfuerzo y dedicación, además de por medio de los ritos,
meditaciones y ceremonias, las facultades necesarias, y seguros de su
absoluta buena fe, se le inducía un estado cataléptico, similar a la muerte.
Una vez en tal estado, el hierofante hacía salir de su cuerpo físico los
vehículos superiores, lo acompañaba a otros planos y le demostraba allí
que la muerte no existe, que sólo perdemos el vehículo físico y, tras una
serie de experiencias, volvemos a renacer en otro cuerpo; le impartía una
serie de conocimientos y, tras ello, transcurridos tres días y medio, al
amanecer del cuarto día, lo introducía de nuevo en su cuerpo físico y lo
despertaba, con lo que el neófito "volvía a la vida", "resucitaba" convertido
en un "hombre nuevo" y por ello se le cambiaba de nombre. Aún hay hoy
muchas congregaciones religiosas en las que, al que "profesa" se le cambia
el nombre. Pero siempre el neófito debía, previamente, mediante vidas de
entrega amorosa al prójimo, pureza y servicio altruísta, haber desarrollado
en su interior las facultades que la Iniciación no hacía sino enseñarle a
usar. Los miembros de las otras tribus o clases no tenían acceso a ella.
Pues bien. Cristo, después de la Iniciación de Lázaro, última
realizada según el rito antiguo, y que los Evangelios relatan,
simbólicamente, como resurrección, estableció un nuevo sistema en el que
el neófito no necesita hallarse en estado cataléptico, sino que puede ser
iniciado en pleno estado de vigilia. Y, además, no tiene que pertenecer
necesariamente a ninguna tribu o clase escogida - Él mismo no fue levita -
sino que cualquiera, sin distinción de raza, sexo, edad o religión, puede ser
iniciado, siempre que, por su propio esfuerzo y dedicación - que incluyen
alimentación y vida sana, deseos y pensamientos puros y positivos y
sincero amor al prójimo y, por supuesto, altruismo e inofensividad - haya
logrado desarrollar esas facultades imprescindibles. De modo que uno
puede ser, sin saberlo, candidato a la Iniciación, debido a su vida de
servicio y entrega al prójimo y, en el momento oportuno y con toda
certeza, la recibirá. La Iniciación, pues, no tiene, como hemos dicho, otra
finalidad que enseñar al neófito a usar las facultades que él mismo, con su
esfuerzo, ha desarrollado, y nunca sirve para adquirirlas. No es posible, por
eso, comprarla ni regalarla ni venderla, y quienes aseguran, ofrecen o
prometen poder hacerlo, no son sino comerciantes, pero de ninguna
manera hierofantes, por más que envuelvan la supuesta Iniciación en
ceremonias más o menos solemnes.
Hay otra diferencia fundamental entre Cristo y los instructores de
pueblos y creadores de religiones anteriores a Él: que éstos debieron morir
y reencarnar varias veces para ayudar a sus pueblos respectivos: Moisés
fue arrebatado por el Arcángel Miguel - espíritu de raza del pueblo hebreo
- y lo condujo al monte Nebo, donde murió; renació como Elías, que
también fue arrebatado y murió; y volvió a renacer como Juan el Bautista.
Buda murió y renació como Shankaracharya. Por otra parte, cuando le
llegó la muerte, el rostro de Moisés brilló, lo mismo que el cuerpo de
Buda, señal de que ambos habían alcanzado el estado en que el espíritu
empieza a brillar desde dentro. Y entonces murieron. Jesús, en cambio, fue crucificado y murió, resucitando después. Pero antes, en el Monte de la
Transfiguración, alcanzó el estado de iluminación y Su obra tuvo lugar
después de ese acontecimiento.
Hay en la Tierra siete Escuelas de Misterios Menores y cinco de
Misterios Mayores. En total, doce.
Y existen nueve Iniciaciones Menores y cuatro Mayores para nuestra
oleada de vida. Las nueve menores van ampliando los conocimientos y,
por tanto, la conciencia y los poderes del neófito hasta límites increíbles.
Cuando se ha obtenido la primera Iniciación Mayor, se es Adepto. Y un
Adepto es ya capaz de crear, para sí, un cuerpo físico en el que actuar en
este mundo, en beneficio de la Humanidad, y hacerlo durar siglos en
perfecto estado de salud y con aspecto juvenil. Y, cuando considera que le
conviene otro cuerpo, puede crearlo y habitarlo.
Desde la primera Iniciación Menor se posee la "conciencia
permanente", es decir, que no se experimenta pérdida de conciencia ni al
dormirse ni al despertar ni al morir. Por eso se dice que el iniciado "ha
vencido a la muerte".
Cuando el hombre ha obtenido las cuatro Iniciaciones mayores,
queda libre de la "rueda de reencarnaciones", es decir, ya ha asimilado
todo el conocimiento que la vida en esta cadena de Períodos evolutivos le
puede proporcionar, y ha equilibrado su cuenta con la ley del karma, por lo
que no necesita renacer y puede continuar su evolución en otros planos
cuya felicidad y cuyas actividades son para nosotros inconcebibles. La
mayor parte, sin embargo, de esos hermanos liberados de la necesidad de
renacer aquí, optan libremente por permanecer en la Tierra para ayudar a
los que quedamos y, especialmente, a los rezagados. Son los llamados
Hermanos Mayores y están a cargo del gobierno del mundo desde los
planos superiores, siempre respetando la libertad de los hombres, pero
siempre dispuestos a ayudarles. Ellos son los que detectan, por el brillo de
sus auras, a quienes han desarrollado suficientemente las facultades
necesarias para recibir las Iniciaciones, y quienes las imparten.
Los Iniciados, pues, apenas lo son, se convierten en ayudantes de los
Adeptos y colaboran conscientemente en la labor de ayudar a los demás en
su evolución. Por supuesto, estarán en su lugar de trabajo, en su familia,
desarrollando las actividades normales, sin que nadie pueda distinguirlos
de los demás hombres, salvo por su integridad, su amor a la justicia, a la
verdad y al prójimo...; y, durante la noche, mientras su cuerpo físico
duerme, trabajarán en los planos superiores como Auxiliares Invisibles, enseñando a los difuntos o a los que duermen en ese momento, las
verdades ocultas y las leyes de la naturaleza, ayudando en las desgracias,
en los accidentes, en los momentos importantes de la vida de cada uno,
sugiriendo ideas o soluciones o actitudes, siempre del lado de lo positivo,
siempre de modo altruista y desinteresado y siempre respetando la libertad
individual que, en todo momento, es sagrada. - Las nueve Iniciaciones menores ilustran al Iniciado sobre los
distintos procesos que han tenido lugar en la evolución de nuestra oleada
de vida humana durante el Período Terrestre.
- Durante la primera iniciación menor, se le muestra al neófito la
página de la Memoria de la Naturaleza en la que se conservan los
recuerdos de la primera revolución o Revolución de Saturno. Y el iniciado,
sin perder su conciencia de vigilia actual, observa, también
conscientemente, los progresos de la oleada de vida en aquellos remotos
tiempos; entra en contacto con las Jerarquías Creadoras que actuaron en
beneficio del hombre, y puede alinearse con ellas. Ve igualmente los
procesos que tuvieron lugar durante la primera época o Época Polar, de la
cuarta revolución del Período Terrestre, que recapituló el antiquísimo
Período de Saturno: Cómo nuestro cuerpo era una especie de saco, blando
e informe, de cuya parte superior salía un órgano que detectaba el calor, lo
cual nos permitía cambiar de emplazamiento para huir del peligro pues, en
aquella época, la mayor parte de la tierra estaba en estado incandescente.
Ese órgano es la actual glándula pineal, mientras que el tacto ha pasado a
ser un sentido generalizado por toda la superficie del cuerpo. Ve
igualmente que la reproducción se realizaba por simple división en dos
mitades que, desde el momento de nacer, adquirían el tamaño del
progenitor. Era la época en que nuestra oleada de vida atravesaba el
estadio mineral, es decir, que sólo disponíamos de vehículo físico y nuestra
conciencia era la de trance profundo.
- La segunda Iniciación Menor muestra al neófito el proceso
evolutivo durante la segunda revolución o Revolución Solar y ve también
lo ocurrido en la Época Hiperbórea que recapituló aquellos momentos,
pero en un grado más avanzado. Comprueba cómo la Tierra ya había
formado islas o costras en el mar incandescente, y que el cuerpo físico del
hombre fue dotado de un cuerpo vital por los Señores de la Forma y los
Ángeles. Ese cuerpo vital permitió crecer al cuerpo físico de la época
anterior, asimilando, por ósmosis, sustancias exteriores a él. La
reproducción era aún por división pero no en dos parte iguales, sino de distinto tamaño, y que crecían luego asimilando sustancias externas hasta
adquirir el normal. Atravesábamos entonces el estadio vegetal de nuestra
evolución y nuestra conciencia era la del sueño sin ensueños. El estudiante
presencia también cómo, al finalizar la Época Hiperbórea, el Sol, en el que,
hasta entonces se había desarrollado nuestra evolución, arrojó a la actual
Tierra al espacio porque sus habitantes - nosotros, más los actuales
animales, vegetales y minerales - nos habíamos rezagado y no podíamos
soportar las elevadas vibraciones solares, ya que nuestros cuerpos hubieran
sido viejos antes de tener tiempo de ser jóvenes.
- La tercera Iniciación Menor muestra al estudiante toda la
Revolución Lunar, así como su recapitulación, que tuvo lugar durante la
Época Lemúrica de la actual Cuarta Revolución del Período Terrestre. Y el
neófito comprueba así cómo los fracasados de nuestra oleada en la
evolución, fueron lanzados desde la Tierra, al espacio, con la porción de la
misma que ahora constituye la Luna. Y cómo tuvo lugar la división en
sexos, y la intervención de los Luciferes - rezagados de la oleada de vida
de los ángeles - que hicieron al hombre sabedor de que tenía cuerpo físico
y de que podía crear conscientemente cuerpos físicos cuando le apeteciese,
sustituyendo el instinto reproductor por el deseo y la pasión, y dando con
ello lugar al "pecado original" de que habla la Biblia. Y verá que el
hombre aún no tenía ojos, sino una especie de ocelos o manchas que
percibían la luz. Y que, en ayuda de los hombres, se envió a los Señores de
Venus y de Mercurio - rezagados de ambos planetas pero pertenecientes a
nuestra oleada de vida y mucho más evolucionados que el resto de los
hombres - que nos enseñaron el gobierno, la agricultura, el fuego, la
Iniciación, etc. Y verá cómo, antes de esto, el Sol arrojó de sí, primero a
Venus y luego a Mercurio, porque sus habitantes tampoco podían soportar
las vibraciones solares. Y comprobará cómo cada planeta se ha ido
situando precisamente a la distancia del sol que más apropiada resulta para
las oleadas de vida que en él evolucionan. Y que la Luna u "octava esfera"
es un mundo de descomposición de los fracasados en la evolución. Y que,
así como los rayos solares proporcionan la vida, los lunares traen la
muerte, y que la Tierra se encuentra a la distancia oportuna de ambos
astros para que podamos vivir el tiempo necesario para evolucionar. Y verá
cómo se dotó al hombre de cuerpo de deseos, nuestro tercer vehículo.
Entonces pasábamos por nuestro estadio animal y nuestra conciencia era la
del sueño con ensueños.
La cuarta Iniciación muestra al discípulo lo acaecido durante la
Época Atlante de la actual cuarta Revolución del Período Terrestre. Y ve
que la tierra estaba cubierta de vapor, ya que el agua se hallaba casi toda en
suspensión, y que la visibilidad era mínima; que el hombre respiraba por
branquias, casi no tenía frente, su cerebro era rudimentario, su estatura era
gigantesca, sus brazos desproporcionadamente largos, los ojos pequeños y
parpadeantes y el cabello de sección redonda, característica que aún
conservan los pueblos que ocupan cuerpos de razas amarillas,
descendientes de las razas atlantes; que los vehículos vital y de deseos aún
no habían penetrado en el cuerpo físico y se mantenían fuera de él; que,
debido a esa falta de coincidencia de los vehículos, la percepción del
atlante era mejor en los planos superiores que en el mundo físico; que, con
el tiempo, esos vehículos fueron coincidiendo, con lo que empezó a surgir
una mejor percepción; que, a finales de la Época Atlante, el hombre recibió
su último vehículo: la mente, con lo cual pasó a convertirse en hombre,
con conciencia de sí mismo; y que el final de la época coincidió con la
condensación de casi todo el vapor de agua en suspensión, lo que produjo
lo que la Biblia conoce como "diluvio universal", el hundimiento, no
repentino pero relativamente rápido, de la Atlántida, y la aparición, por
primera vez, del arco iris, que la Biblia asegura ser demostración del pacto
entre Jehová y Noé, que representa a los supervivientes de la catástrofe. A
lo largo de esta época el neófito conocerá los avatares de las siete subrazas
de la raza atlante: Rmohals, Tlavatlis, Toltecas, Turanios, Semitas
originales - origen de las actuales razas arias - Acadios y Mogoles. Verá
asímismo la historia de las razas arias y sus características: La Aria,
propiamente dicha, emplazada en la India; la Babilónico-asirio-caldea, en
Mesopotamia; la Perso-greco-latina en los lugares que sus nombres
indican; la Céltica, en Irlanda, Escocia y Galicia; y la Teutónico-anglosajona,
en Europa central y Gran Bretaña. Además, el estudiante verá el
arquetipo de lo que han de ser las dos subrazas que faltan de la Época Aria:
la Eslava, que se desarrollará entre los pueblos así denominados, durante la
próxima era de Acuario, y una séptima, aún sin nombre, derivada de ella y
de existencia breve; y, por fin, en la Sexta Época, la última raza, que se
está fraguando con la mezcla de todas las razas y que eclosionará en lo que
es hoy América del Norte.
La quinta Iniciación Menor lleva al candidato al final del Período
Terrestre, en el que la humanidad estará recogiendo los frutos del mismo y
llevándoselos, para asimilarlos, al globo oscuro, denominado “caos” y que constituye la Noche Cósmica subsiguiente a cada Período. Este globo
oscuro se encuentra en el Tercer Cielo, o sea, en la Región del
Pensamiento Abstracto del Mundo del Pensamiento, el lugar al que San
Pablo asegura haber sido arrebatado, lo cual demuestra que estaba en esos
momentos recibiendo la quinta Iniciación Menor.
Las Iniciaciones sexta, séptima, octava y novena no hacen sino
profundizar y ampliar los conocimientos relativos al Período Terrestre y
enseñar al iniciado a manejar sus facultades y a operar con las energías
bajo su mando, para colaborar en el plan divino, junto con todas las demás
Jerarquías actuantes.
Cada Iniciación habilita al neófito para penetrar en un estrato, cada
vez más profundo, de la Tierra, de modo que, al recibir la novena, se puede
acceder hasta el noveno estrato, tras el cual sólo queda el núcleo, el
corazón, para penetrar en el cual se necesita la primera Iniciación Mayor.
A los que han recibido una o varias Iniciaciones Menores se les
denomina Hermanos Legos.
La primera Iniciación Mayor proporciona al Iniciado todo el poder y
todos los conocimientos que la oleada de vida Humana habrá adquirido al
terminar las tres Revoluciones y media que faltan del actual Período
Terrestre. La segunda Iniciación Mayor, hace lo propio con todo lo relativo
al siguiente Período, llamado de Júpiter. La tercera y la cuarta,
proporcionan lo mismo, pero relativo, respectivamente, a los Períodos de
Venus y de Vulcano.
Los Misterios Menores, pues, ilustran sobre el pasado, el presente y
el futuro inmediato de la Humanidad, y los Mayores, sobre su futuro más
remoto.
Quiere esto decir que el que ha obtenido la cuarta Gran Iniciación
posee ya ahora todo el conocimiento que al resto de la Humanidad le va a
costar millones de años adquirir, a costa de infinitas vidas, muertes y
renacimientos, dolor y sufrimiento. Esa es la ventaja indudable de la
Iniciación: Es un atajo en el sendero de la evolución.
Cuando se ha recibido la cuarta Iniciación Mayor, como se ha dicho,
se puede elegir entre quedarse ayudando al resto de la Humanidad en su
carrera evolutiva o pasar a colaborar en otras evoluciones de otras oleadas
de vida. A los que optan por quedarse para ayudarnos se les denomina los
Hermanos Mayores y tienen a su cargo la evolución de la Tierra y sus
habitantes.
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