APRENDER, NUESTRO DESTINO
por Francisco-Manuel Nácher
- ¿Por qué, desde la cuna hasta la tumba, no dejamos de asimilar, de
aprender, de archivar y de clasificar?
- Porque es una ley natural.
- ¿Y qué pretende?
- Que aprendamos lo más que podamos.
- ¿Por qué?
- Porque el destino del hombre es aprender todo lo posible en y sobre este mundo y, sólo cuando lo haya aprendido todo, dejará de tener que nacer en él.
- ¿Entonces?
- La mejor manera de acabar pronto con la rueda de renacimientos es, lógicamente, aprender.
- Pero, ¿qué?
- Todo. Pero, como unos conocimientos derivan o se basan en otros, hay dos maneras de aprender.
- ¿Cuáles?
- Empezar desde lo último, desde lo más concreto, sin tener claro a qué obedece ni qué objeto tiene cada cosa (empezar la casa por el tejado, coger el rábano por las hojas), o empezar por el fundamento, por lo básico, por lo abstracto, por aquello que, conocido y dominado, hace fácil la comprensión y el aprendizaje de todo lo que de ello se deriva.
- ¿Ejemplos?
- El del primer sendero es el hombre común, que vive en la superficie de la vida, casi siempre sin saber por qué le ocurren las cosas, siendo víctima inconsciente de los acontecimientos cuyo juego ignora. Y, lo que es peor:
aunque sepa mucha ciencia, aunque sea muy técnico, aunque sea cultísimo, no dejará de ser un pobre hombre que "conoce" mucho pero no "sabe" nada.
- ¿Y el segundo?
- El segundo sendero es el del sabio que, estudiando las leyes
naturales, lo ve todo más claro. Y, lo que es mejor: Él no "conoce". Él "sabe".
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