EL JUEZ
por Francisco-Manuel Nácher
- ¿Amigo juez, por qué juzgas a tu hermano?
- Porque ha infringido la ley.
- ¿Y tú nunca has infringido la ley?
- Sí.
- ¿Y te han condenado por ello?
- No, porque mi delito no lo conoce nadie.
- ¿Lo conoces tú?
- Sí. Lo conozco.
- ¿Y te ves con derecho a condenar a tu hermano por hacer lo
mismo que tú has hecho?
- No. En el fondo de mi alma sé que no tengo derecho. Pero la
sociedad debe funcionar. Debe haber quien juzgue y quien
castigue, aunque ese juez haya delinquido también.
- ¿Y en nombre de quien debe juzgar ese juez?
- En nombre de la Justicia.
- ¿Una justicia que lo es sólo para aquéllos cuyo pecado ha sido
descubierto?
- Sí. Esa es la conclusión.
- ¿Y te satisface esa sociedad?
- No. No me satisface. Pero, ¿qué puedo hacer? ¿Gritar a los
cuatro vientos que yo también he delinquido y soy indigno de
condenar a mi hermano? Entonces otro ocuparía mi puesto y todo
seguiría igual.
- ¿Todo seguiría igual para quién?
- Para la sociedad. Y para aquéllos cuyo delito se descubre.
- ¿Y para ti?
El juez calló. Y el aleteo de un ángel iluminó su rostro por un
momento.
* * *
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