sábado, 28 de diciembre de 2013

EL ENAMORADO



EL ENAMORADO
por Francisco-Manuel Nácher López


 Caminando por la vida, me topé con un enamorado:
 - Amigo, ¿estás enamorado?
 - Sí. Estoy enamorado y soy feliz.
 - ¿Por qué?
 - No lo sé. No lo sé, pero soy feliz.
 - ¿Qué sientes?
 - Siento que mi corazón se ha hecho grande y me duele. Pero 
su dolor es dulce y agradable.
 - ¿Y, qué más?
 - Me siento capaz de las más heroicas hazañas, de los más 
grandes sacrificios, de soportar los más terribles tormentos. Me 
siento...
 - ¿Qué crees que siente tu ser amado?
 - Estoy seguro de que siente lo mismo que yo.
 - ¿Cómo definirías, pues, el amor?
 - No lo sé. Creo que es indefinible. Es preciso sentirlo para 
comprenderlo. Pero, una vez sentido, no se lo puede describir.
 - ¿Con qué compararías tu amor?
- No sé... Quizás con una paloma blanca o con una nubecilla en
el cielo azul o con una rosa derramando su aroma o con un
gorrioncillo ahuecando sus plumas o con el arco iris... no sé.
 - ¿Y a tu ser amado?
 - A mi ser amado lo compararía con algo etéreo, suave, ausente 
y presente al mismo tiempo, como una niebla dulce y rosada que lo 
llenase todo y todo lo hiciese hermoso, posible y bueno; lo 
compararía con un ángel...
 - ¿Crees que podrías querer a otro ser del mismo modo?
 - No. Sería imposible. Estoy consumiendo en este amor toda mi 
capacidad de amar. Me estoy vaciando hacia el ser amado y, al 
mismo tiempo, siento que me voy llenando con más amor, cada 
vez más hermoso, más consciente de sí mismo, más intenso si 
cabe... siento físicamente cómo, cuando pienso en el ser amado, 
mi corazón se expande hasta abarcarlo todo, hasta llegar a 
parecerme todo hermoso y bueno.
 - ¿Crees que la culminación del amor es el acto sexual?
 - No. Imposible. El amor, tal y como yo lo siento en estos 
momentos, no tiene nada que ver con eso. Yo diría que es casi lo 
opuesto a lo que se entiende ordinariamente por "sexo". Puesto a 
tener que pensar en ello, yo puedo suponer que el acto sexual, 
realizado con perfecto amor, sin pasión, sin ninguna bajeza, sino 
sólo buscando la fusión de los cuerpos como reflejo de la previa 
fusión de las almas, puede considerarse como la culminación de la
perfecta unión. De todos modos, a estas alturas ni ha pasado por
mi imaginación tal cosa y no tengo la menor duda de que lo que
siento es verdadero amor, luego pienso que para la existencia del 
verdadero amor no es necesario el sexo que, sin embargo, puede 
ser una expresión suya en el mundo material, siempre que sea fiel 
reflejo del deseo de entrega e identificación total con el otro, y 
nunca como algo posesorio o procurador de placer, ya que el amor 
en sí, el verdadero amor, es un placer superior a cualquier otro, de 
la clase que sea. Sería como ensuciar el amor, como degradarlo, 
como reducirlo de tamaño, de nivel, de calidad. El amor que yo 
siento no tiene nada que ver con el cuerpo. Es un amor del alma. 
Es un amor que nada sabe de lo pequeño, lo bajo, lo torpe, lo 
terrenal, lo que se acaba. Mi amor no tiene fin. Mi amor es infinito...
 - ¿Piensas, quizás, que el amor es una fuerza?
 - Exacto. Esa sería la mejor definición. El amor es una fuerza. 
Una fuerza inmensa, ilimitada, una fuerza que todo lo llena, que 
todo lo abarca, que te hace uno con todo y te eleva a planos 
superiores, inexistentes en el mundo en que vivimos. Una fuerza 
que te hace bueno, una fuerza que...
 - ¿Consideras egoísta el amor?
 - ¿Egoísta? Imposible. El amor es todo lo contrario. El amor es 
darse, es una fuerza centrífuga; yo puedo sentir las oleadas de 
amor surgiéndome del corazón y alcanzando con sus suaves 
dedos todo lo que me rodea, llenándolo todo, convirtiéndose en 
todo... No. El amor no es egoísta ni puede serlo. Si es egoísta, no 
es amor.
 - ¿A qué crees, pues, que los hombres llaman generalmente 
amor?
 - Pensándolo un poco, comprendo que, lo que generalmente se 
llama amor, no lo es en verdad. No lo es porque se trata de un 
sentimiento centrípeto, absorbente, egoísta; es un deseo de 
posesión exclusiva, es un sentimiento que, automáticamente, 
convierte al que lo siente en antagonista de todos los demás... No. 
Eso no es amor. Por lo menos no es lo que yo llamo amor. Y creo 
que es impropio llamar amor a eso. Sería como llamar miel a la sal 
o llamar sonrisa al eructo.
 - ¿Crees, pues, que ya no hay amor en el mundo, que ya nadie 
ama como tú amas, que nadie tiembla ya ante la mirada de la 
persona amada, que nadie se siente el ser más feliz del mundo en 
presencia del objeto de su amor, y el más desgraciado en su 
ausencia?
 - Pienso que sí, que debe haber amor en el mundo, puesto que 
yo no soy ningún ser excepcional y lo siento dentro de mí y sé 
distinguirlo de lo otro. Imagino que todos serán capaces de sentir 
un amor igual que el mío. Pero, si lo sienten, ¿por qué sólo se 
cantan, como si fuera verdadero amor, la posesión y el vicio y el 
deseo, un deseo egoísta, animal, pasional, un sentimiento que 
nada tiene que ver con él, como si, realmente, nadie conociese el 
verdadero amor? ¿Por qué ensucian el amor confundiéndolo con el 
apetito? ¿Por qué convierten el oro en lodo y luego lo adoran, si
tienen el verdadero oro al alcance de la mano?
 - Los que lo hacen, llegará un día en que, en medio del lodo,
verán brillar el oro y, desde ese momento, el lodo ya no les 
satisfará.
 - ¿Lo crees así?
- Sí. Así será. Así ha sido con todos. Incluso contigo, aunque 
no lo recuerdes. Es una ley universal. Pero unos corren más 
que otros.

* * *

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