LOS
MAESTROS CANTORES DE NUREMBERG
Por Francisco-Manuel Nácher
López
1.- Quienes están acostumbrados a verlo
todo desde el punto de vista material encuentran difícil imaginar el plano del
espíritu como algo tan consistente y denso como el mundo físico lo es para
nuestros cuerpos. No pueden comprobar que el alma tiene un cuerpo etérico con
sentidos propios y que, incluso mientras estamos encarnados en cuerpos
terrenos, somos almas vivientes de naturaleza espiritual, que compenetran y
exceden a ese cuerpo de carne.
Según el proceso normal, sólo el Ángel
de la muerte libera a ese espíritu de su cuerpo físico, cuando está maduro.
Pero existen técnicas mediante las que
el yo superior puede ser liberado del cuerpo físico durante la vida terrena. Lo
mismo que los técnicos terrenales trabajan físicamente asistiendo al nacimiento
de los bebés, los técnicos de los mundos invisibles trabajan para ayudar al
espíritu a nacer en su mundo. Algunos de dichos técnicos son los que llamamos
“muertos”; otros, son miembros de determinadas jerarquías angélicas; y otros,
son hombres y mujeres Iniciados, que han aprendido a vivir simultáneamente en
los mundos de la materia y del espíritu, y desean profundamente compartir esos
privilegios con sus hermanos los hombres, ya que los tesoros del alma sólo
crecen si se comparten. Cuando comprendemos que el espíritu no es un mero
fantasma, sino que tiene un cuerpo-alma y unos sentidos, podemos comprender
también qué se quiere decir cuando se nos informa de que en los planos internos
hay escuelas para el fomento y divulgación del arte, lo mismo que las hay sobre
la Tierra.
2.- Entre las escuelas de Arte del
mundo del alma, la centrada en la conciencia musical, esotéricamente llamada,
del “Rayo Musical”, es la básica para todas las otras, porque no hay ninguna
clase de arte que no se pueda traducir a música, mientras que la música no
puede ser interpretada en el mismo grado por las técnicas de las otras artes.
Por eso la Escuela de Música de los planos Internos es de importancia capital.
Refleja en su estructura los modelos cósmicos revelados por las estrellas. Su
musicalidad la obtiene de Ángeles y Arcángeles, que canalizan hacia ella las
armonías entonadas por las Doce Jerarquías Zodiacales, y ayudan a las almas a
escuchar la “música de las esferas”, perteneciente a sus propias cadenas
planetarias. También la Tierra tiene su propia nota clave y su cósmica voz, de
la que extraen su inspiración los músicos terrenos.
3.- Los músicos del Templo etérico han
construído su propio Templo de Iniciación, y cada músico verdadero aquí en la
Tierra, contribuye a la belleza de su estructura, sea o no consciente de ello.
Y, cuando ha alcanzado el grado de madurez anímica suficiente, que lo coloca en
disposición de elevarse, se le envía un emisario de la Fraternidad para
instruirlo en las técnicas necesarias y para asistirlo e introducirlo en
aquélla como Hermano Lego.
Siguiendo el modelo cósmico, ese Templo
está bajo la supervisión de doce Maestros que, de tiempo en tiempo, envían sus
representantes a la Tierra. Pues bien, Ricardo Wagner fue uno de esos
representantes.
4.- En los tiempos bíblicos, los
Maestros del Templo trabajaban mediante Escuelas de Profetas, fundadas por
Samuel, el gran cantor iniciado de su tiempo. Los profetas reverenciaban a la
Madre Sabiduría con sus cantos y danzas, con el fin de provocar el trance de
éxtasis mediante el que su alma era liberada del cuerpo.
Tras Samuel fue David el gran Iniciado
de la Escuela bíblica. Los videntes israelitas decían que el Shekinah - para
los cristianos “Aya Sofía o Santa Sabiduría - evitaba la tristeza y las
lágrimas y que sólo bendecía con su presencia a las almas que se le acercaban
llenas de gozo y alegría. También Santa Teresa de Jesús decía que el pesimismo
y la piedad son incompatibles. Y San Juan Bosco lo resume definitivamente
diciendo que “un santo triste es un triste santo”.
Los poetas árabes organizaban sus
Escuelas con la misma idea in mente. Mientras la civilización musulmana estuvo
en su cénit, la poesía islámica se compuso con el deliberado propósito de
llevar al alma al estado de éxtasis. De hecho, los cultos de los derviches de
Arabia, hoy en día, son similares a las Escuelas de Profetas de los tiempos
bíblicos.
El Renacimiento europeo fue el fruto de
la influencia musulmana, primero a través de España y el sur de Francia y,
después, mediante las Cruzadas, que pusieron a los cristianos en contacto con
la cultura musulmana en su propio mundo.
Desde los tiempos de los Druidas, los
enviados habían sido cantantes y maestros errantes. Durante la Edad Media,
visitaron todas las partes del mundo conocido, y por eso el ministerio medieval
estuvo basado en la influencia islámica, especialmente persa. La caída de
Toledo en manos cristianas puso a disposición de occidente las bibliotecas musulmanas
y ello dio lugar a un cambio de rumbo en la mentalidad occidental. Toledo era
célebre por sus Escuelas de Magia y Alquimia. La leyenda asegura que la primera
versión de la del Santo Grial se descubrió en un manuscrito de una biblioteca
de Toledo. De acuerdo también con la leyenda, el castillo del Grial se
construyó sobre una montaña situada en España. Wagner, en su Parsifal, lo sitúa
en la frontera entre España y Francia.
El sur de Francia fue el paraíso de los
trovadores o cantantes del amor. Esto llegó a su fin con la sangrienta guerra
contra los albingenses, cuando la Escuela fundada por el gran maestro persa
Mani fue aniquilada y, con ella, la civilización de la Francia meridional. No
se sabe durante cuántos siglos había permanecido la Escuela Maniquea en el sur
de Francia, pero súbitamente, floreció en el siglo doce y se extendió, como un
incendio, sobre esa zona cálida, amenazando la supervivencia de la iglesia de
Roma. Incluso los católicos de la zona se vieron influídos por la presencia de
su esotérica religión de Misterios, cuya cabeza suprema estuvo durante algún
tiempo localizada en Babilonia y luego en Samarkanda, cabeza que algunos han
identificado con el célebre Preste Juan, rey de Santo Grial de la leyenda
cristiana.
Lo cierto es que los trovadores estaban
fuertemente influenciados por el colorido cristianismo persa y, cuando la
guerra de los albingenses aniquiló aquella civilización de la Francia
meridional, se dispersaron por toda Europa, predicando y cantando la rebelión
contra Roma. Muchos de ellos fundaron un santuario con el Rey de Alemania y
formaron el núcleo del cual salieron, más tarde, en ese país, las principales
Escuelas europeas de música iniciática. Desde Wolfram von Eschenbach, cuyo
Parsifal muestra influencias arabigo-maniqueas, hasta Wagner, Alemania ha
producido más músicos esotéricos que ningún otro país del mundo. Y fueron
aquellos trovadores y sus compañeros los Maestros Cantores quienes fomentaron
la Reforma, que salió a la luz en el siglo dieciséis, el período en que
transcurre la acción de Los Maestros
Cantores de Nuremberg. Hans Sachs, el Maestro Cantor que aparece en esta
ópera, fue, históricamente, uno de los defensores de Lutero.
5.- Cuando se envía al mundo un
emisario de la Jerarquía, éste establece las organizaciones que estima
necesarias para ese período histórico. Por eso, cuando el arte de la música
creativa dejó de ser algo exclusivo de los nobles, como en el tiempo de los
trovadores y maestros cantores, e incluyó en sus filas a los artesanos, se formaron
cofradías para servir como Escuelas y Templos de Misterios. En el siglo
catorce, por ejemplo, en Francia, existió el “Consistorio del Saber Alegre”,
cuyos fundadores habían sido formados sutil y discretamente y cuyo objetivo era
“un deseo de servir a esa excelente y virtuosa Señora Ciencia de modo que pueda
proporcionarles el alegre arte de escribir en verso y enseñarles a hacer buenos
poemas de modo que puedan hablar y recitar palabras correctas y exquisitas… en
alabanza a Dios, nuestro Señor, y a Su gloriosa Madre y a todos los santos del
paraíso, para la instrucción del ignorante, la contención de los amantes locos
y que puedan vivir en la alegría y la felicidad, lejos de la disipación, el
aburrimiento y la tristeza, enemigos de la Ciencia Alegre.” Todos estos
objetivos se cumplen magistralmente en la obra que estudiamos.
6.- En Alemania, la Fraternidad de los
Maestros Cantores de Nuremberg fue una sociedad similar a la descrita líneas
arriba. Nuremberg era célebre como depositaria de la Lanza Sagrada que, junto
con el Grial, eran las más veneradas reliquias de la cristiandad.
La Fraternidad de los Maestros Cantores
constaba de tres divisiones generales y cinco categorías, con doce Maestros al
frente. Los tres grados eran: aprendiz (estudiante), compañero (neófito) y
maestro (Iniciado). Las cinco categorías eran: alumno; amigo de la escuela, que
había de conocer algo de la Tabulatura o reglas y un cierto número de tonos y
poemas; cantor, que debía cantar sin error un determinado número de frases; poeta,
que había de componer nuevos poemas sobre los viejos moldes; y maestro, que
conquistaba su título inventando un nuevo tono y un nuevo modo. Había dos
clases de concursos: libres y dirigidos. Los personajes singulares tomaban
parte en los primeros, que se celebraban en la posada. Los segundos eran
convocados en una iglesia los domingos o en determinados festivales. El examen
anual para la maestría, de que trata esta obra, se celebraba el día de San
Juan, en la sagrada estación del solsticio de verano.
7.- La evolución humana ha de verse
renovada, de vez en cuando, mediante el envío de emisarios que traen nuevas
ideas y nuevas concepciones que, una vez asimiladas por el pueblo, lo hacen
avanzar. Esos emisarios han de estar plenamente convencidos de lo apropiado de
sus enseñanzas y ser capaces de resistir toda suerte de presiones que,
necesariamente se habrán de producir, principalmente por parte de sus propios
compañeros porque, cuando pasa el tiempo, los innovadores de antaño, se han
enquistado en sus ideas y en sus sistemas y se han convertido en conchas
vacías, carentes de vida y de contenido e incapaces de comprender y de admitir,
y menos aún, de asimilar nuevas aportaciones de otros emisarios. Y constituyen
una rémora para aquellos que les siguen, impidiéndoles ver lo nuevo como algo
ilusionante y prometedor. Pero, como la evolución no se detiene nunca, tanto
ellos personalmente, como sus seguidores y las instituciones que encarnan,
acaban por desaparecer, barridos por las nuevas ideas. No obstante, aunque
retrocediendo, esas instituciones antiguas, establecidas por Iniciados, a pesar
de su atraso y su decrepitud y cristalización, continúan conservando en
sus ceremonias y ritos la vibración que
puede ayudar al individuo a descubrir fuentes de poder espiritual.
8.- Los que continúan como cabezas
visibles de esas organizaciones, caducas y estáticas porque han perdido
contacto con su impulso espiritual inicial, son los más recalcitrantes enemigos
de las nuevas ideas, que ellos consideran siempre como supersticiones o
herejías.
Los elevados conocimientos espirituales
que poseían las Ordenes de los Caballeros, como la descrita en Tannhäuser,
degeneraron también en convenciones materialistas cuando los artesanos
organizaron sus propias Fraternidades de Maestros Cantores con la rígida
Tabulatura. Es fácil comprender que, tratándose de algo tan exclusivo y
cerrado, se sintiesen sus miembros tentados de olvidar sus propósitos iniciales
y se considerasen importantes y buscasen el prestigio o la riqueza. Pero, no obstante,
transmitieron a la sociedad verdades ocultas importantísimas y sembraron el
deseo de un mundo mejor.
9.- Wagner utilizó para su obra
material histórico. Afirma en una carta que los tonos y los modos que ha
empleado son genuinos y que algunos términos usados por los coros están tomados
de las obras originales de Hans Sachs, que fue realmente el cabeza de la
Fraternidad de los Maestros Cantores de Nuremberg y el autor de miles de
poemas, canciones, fábulas y farsas.
10.- El célebre pianista Paderewsky
dijo que consideraba Die Meitersinger, “no sólo como la obra más grande jamás
compuesta por un genio de la música, sino la más grande realizada por cualquier
artista en cualquier campo de la actividad humana”.
Wagner, por su parte, cuenta que,
estando en Venecia visitando a unos amigos y con la partitura de los Maestros
Cantores abandonada desde hacía dieciséis años, mientras contemplaba la
Asunción de la Virgen, de Tiziano, se vio de tal modo influenciado por el
cuadro, que sintió la llegada de una inspiración irresistible y decidió al
instante reanudar la obra.
Su mujer, Cósima, escribía a su padre,
Franz Liszt: “Die Meistersinger es a las otras obras de Wagner como El Sueño de
una noche de verano de Shakespeare es al resto de las suyas. Su imaginación ha
hecho una excursión por el medievo y ha encontrado y traído consigo el noble
sendero de la risa para la emancipación del espíritu”. En otro momento,
mientras Wagner componía esta ópera, escribió: “¡Si pudiera enviarte la
maravillosa música que estoy oyendo! Es como una profunda radiación musical.
Uno no sabe si está oyendo la luz o está viendo el sonido”.
11.- Los críticos han considerado
siempre la obertura de esta ópera como perfecta, es decir, libre de todo
defecto. La más acabada jamás escrita. Ella sola narra toda la obra. Contiene
cinco temas o motivos musicales, dos de los cuales se refieren al pomposo
orgullo y a la cristalización de los Maestros Cantores, y los otros tres se
refieren al Amor y a los protagonistas, Walter y Eva.
12.- Los personajes son: Hans Sachs,
presidente de la Fraternidad de los Maestros Cantores de Nurenberg y profesor
de los aspirantes a la maestría; Walter von Stolzing, mensajero de lo Nuevo y
candidato al grado de Maestro; Pogner, un platero, maestro y segundo en el escalafón;
Eva, su hija, a la que Walter pretende y ella corresponde, y que representa el
divino femenino, sin cuya inspiración el hombre no puede alcanzar la maestría;
Beckmesser, el escribano de la ciudad, también maestro, miembro de la
Fraternidad y aspirante a la mano de Eva, y que representa la naturaleza
inferior que, a lo largo de la obra, se expresa como envidia, celos, falta de
honradez e insatisfacción; y David, el aprendiz de Hans Sachs. Hay, además,
muchos más personajes secundarios - maestros, aprendices, pueblo, etc.
Como en todas sus obras, Wagner asigna
un motivo a cada personaje: Walter aparece siempre acompañado por el motivo del
Amor. El de Beckmesser está compuesto de disonancias, indicativas de su baja
naturaleza. El de Hans Sachs es noble, suave, elevado y de acuerdo con su
grandeza de alma y su naturaleza tierna y compasiva. El de David es tan
brillante como el muchacho. El de Eva es de dulce melancolía, misticismo y
amor.
13.- La obra discurre en la ciudad de
Nurenberg en pleno siglo dieciséis. La primera escena del primer acto tiene
lugar en el interior de la iglesia de
Santa Catalina, ya terminando el servicio religioso. Se oyen los coros. A la
izquierda, apoyado en una columna, Walter, recién llegado a la ciudad, mira
insistentemente hacia donde está Eva, que no es ajena a ello y a la que no
desagrada. Tras el servicio, Walter, que es un noble que ha decidido renunciar
a su rango para cantar, hace investigaciones sobre Eva y averigua que es hija
del joyero Pogner, quien se propone darla en matrimonio al ganador del concurso
de canto que va a tener lugar al día siguiente, siempre que el ganador sea
aceptado por ella. Walter decide en el acto participar en ese concurso. Pero
sólo se admite en él a los que ya han alcanzado el grado de maestros y él no lo
posee, por lo que se ve obligado a tratar de obtenerlo para poder contender.
Terminado el servicio religioso,
esperando a Eva antes de salir, aparece en la puerta Magdalena, su doncella
que, por indicación de aquélla, hace que su novio David, instruya a Walter en
las reglas de la composición. Como el concurso abierto para acceder a Maestro
va a tener lugar inmediatamente en la plaza de la iglesia y los aprendices ya
están montando los palcos y sitiales, David decide, pues, comenzar enseguida
sus enseñanzas. Pero, al enterarse de que Walter, no sólo no ha pasado los
grados de poeta y de cantor, sino ni siquiera el de amigo de la escuela, ni
sabe qué significan, le dice, con desprecio, que renuncie a su sueño.
Walter, sin embargo, como todos los
mensajeros de lo Nuevo, consciente de su propia valía y de sus conocimientos,
no se resigna a ser rechazado en base a normas caducas y cristalizadas, así que
responde a David que sólo hay una recompensa final: encontrar el “verdadero
tono” que case con su verso. Porque sólo la habilidad del Maestro Cantor para
casar su verso con su propia nota clave confiere los poderes de Maestro, y sólo
el “vivir la vida” los desarrolla, y no la mera afiliación a una organización
que se expone a perder su utilidad, negándose a ver la luz y permaneciendo en
su propia oscuridad.
Se reúnen los doce Maestros en la plaza
y Pogner anuncia su oferta al vencedor del día siguiente. Walter pide permiso
para participar en el concurso que va a tener lugar.
Se nombra un marcador, un juez, entre
los Maestros, que señalará en una pizarra, con tiza, los errores que los
aspirantes cometan, bien entendido que quien exceda de siete errores, quedará
eliminado. Resulta designado como marcador Beckmesser.
Es muy significativo que sea precisamente
Beckmesser el marcador, ya que representa la naturaleza inferior. Y es
precisamente el sometimiento de la naturaleza inferior el requisito esencial
para que un candidato obtenga el grado de Maestro, es decir, la Iniciación.
Walter, sin dudarlo, improvisa una
bella canción, sin respetar ninguna de las reglas de la Fraternidad, que ignora
completamente y, en la que se refiere a la naturaleza, a las ilusiones de
juventud, al motivo que le ha hecho aspirar a la maestría y, finalmente, al
amor. Cuando Walter termina la segunda estrofa, Beckmesser exhibe la pizarra
llena de marcas de error, lo cual significa su descalificación, con la cual
están de acuerdo todos los Maestros.
Todos menos Hans Sachs, que ha visto en
Walter algo nuevo y valioso. La belleza de su canción le ha impresionado. Y,
reconociendo en él al genio, renuncia a pretender a Eva, cosa que podía e iba a
hacer con la seguridad de ser aceptado. Reflexiona que, si bien la canción de
Walter no es aún perfecta, contiene novedades que una escuela como la suya debe
meditar seriamente. Se organiza un gran griterío, dirigido por Beckmesser pero,
Walter no renuncia a cantar su tercera estrofa y la canta. Y en ella hace una
crítica de Beckmesser, apegado a las normas sin mirar el verdadero valor. La
plaza se convierte en un tumulto. Pero Hans Sachs sigue viendo claro: Aquella
canción a la primavera, lo nuevo, le ha hecho ver que Walter trae un nuevo
mensaje que hay que oír.
Cada ser humano posee su propia nota
clave, que está sintonizada con uno de los planetas de nuestro sistema solar. Y
uno de los requisitos para obtener el Tercer Grado o Grado del Maestro es la
habilidad de sintonizar con la nota musical del propio espíritu interno. Ello
requiere sensibilidad y espiritualidad en gran medida y la capacidad para
penetrar tan adentro en la meditación que todos los sonidos externos
desaparezcan y el oído esté sólo atento a la nota clave del propio ser.
Hans Sachs es el único de los doce con
desarrollo suficiente para reconocer que Walter lo ha logrado y, por tanto,
está calificado para ser Maestro componiendo su canción del premio u obra
maestra, basada en su propia nota arquetípica.
14.- El acto segundo se desarrolla, de
noche, en una calle de la ciudad. A la derecha, la pretenciosa casa de Pogner y
su hija, que hace esquina a un callejón. A la izquierda, en la otra esquina del
callejón, la pobre casa de Hans Sachs, que es el zapatero local.
Los aprendices vivían en aquella época
con los maestros. El más avanzado de todos ellos es David, que estudia con Hans
Sachs, tanto el artesanado del zapatero como el arte de la música.
La obtención del tercer grado se premia
con una corona, cuya posesión es el sueño de todo aprendiz.
Hans Sachs está en su taller y medita
los acontecimientos del día. Recordando la canción a la primavera de Walter,
dice :”No le va ninguna regla y, sin embargo, es impecable”. Y añade: “está
llena de antiguas verdades y, sin embargo, parece tan nueva como los sones de
los pájaros cada primavera”.
Informada por su doncella Magdalena del
suspenso de Walter y no estando segura de la ayuda de Hans Sachs, Eva, a la
puerta de su casa, no sabe qué hacer. Llega Walter y va hacia ella que, tras un
diálogo amoroso, le dice: “¡Tú eres para mí, a la vez, el ganador del premio y
mi único amigo!” Y él responde: “Sólo tu amigo, pues no quieren hacerme
Maestro, por lo que es en vano mi aspiración a tu mano”. E, indignado con la
actitud de los Maestros, propone a Eva que huya con él y escape así al terrible
destino de ser la esposa de uno de ellos. Esta es la actitud del verdadero
maestro: Haciendo caso omiso de la incomprensión del mundo, no tiene
inconveniente en dedicarse a los menesteres más humildes y sabe descubrir en su
trabajo un significado que afecta a su vida interior, dignificándola con nuevas
virtudes del espíritu.
La propuesta de huir juntos la ha oído
Hans Sachs, que se propone impedirlo por el bien de todos, incluso del arte.
Beckmesser llega para dar una serenata
a Eva pero, sin que él se aperciba, la que aparece en la ventana, por indicación
de aquélla, es Magdalena. Su serenata, por otra parte, mezclada con los
martillazos de Hans Sachs, que está fabricando los zapatos que el día siguiente
ha de calzar el propio Beckmesser, y que resultan, a propósito, extremadamente
ruidosos, resulta un desastre.
La fuerza e influencia de la naturaleza
inferior es poderosa y tiene los dedos largos. Y Wagner muestra esa verdad de
un modo interesante: Los vecinos se despiertan con el ruído de la música y los
martillazos y salen a la calle protestando, en sus trajes de dormir; David, que
ve a Beckmesser cortejando a su novia, lo empieza a perseguir a palos. Llegan
los aprendices y se forma un gran tumulto. La música de este momento es una
mezcla de todos los motivos, que expone los estados de ánimo correspondientes,
culminando todo en una serenata inarmónica. Es una forma de decirnos que las
diferencias y la confusión en la vida surgen de los desequilibrios existentes
en el interior del hombre. Beckmesser, representando la naturaleza inferior, no
puede alcanzar a Eva, la naturaleza superior y, en cambio, produce grandes
discordancias en su propio nivel de expresión.
La decisión de Hans Sachs de evitar la
huída de los enamorados tiene también un profundo sentido esotérico: A todo
neófito de cualquier Escuela de Misterios se le enseña, desde el principio, que
los deseos personales deben sacrificarse siempre a las demandas del espíritu.
La calle recupera su tranquilidad
cuando se oye la voz del sereno que se aproxima diciendo: “La once, apagad las
luces”. Y el acto termina con la suave melodía llamada “La paz de la noche de verano”.
15.- El tercer acto comienza con Hans
Sachs en su taller y absorto en la lectura de “La crónica del mundo”. Hay un
monólogo en el que exclama “Vanidad de vanidades. Todo es vanidad”. Walter
entra en el taller y le cuenta un maravilloso sueño que ha tenido y en el cual
lograba componer e interpretar una canción perfecta. Hans Sachs le responde:
“Extraer y expresar esas maravillas es el trabajo del poeta”. Y añade: “Sigue
mi consejo y ajusta tu capricho a la canción de un Maestro”.
Los antiguos Iniciados bardos cantaban
exclusivamente a los planos celestiales y sus poemas sobre los sueños narraban
sólo experiencias vividas en los planos internos.
Con los siglos, este arte se encaminó
fue materializando y acabó hablando sólo del amor terreno y de las proezas
bélicas.
Walter viene para hacer volver a los
trovadores a su elevado estado inicial. Hans Sachs, viéndolo así, pide a Walter
que tome pluma y papel y, primero haga
sus reglas y luego las siga. Está, pues, diciéndole a Walter que es un
creador de su propio derecho y se espera de él que dé libre expresión a su
genio, aunque siempre en armonía con su propio ser interno. Esta es la
advertencia de todo maestro espiritual a sus discípulos, cuando están luchando
por lograr la identificación de la personalidad con su propio y divino Yo
Superior.
El solsticio de verano es uno de los
cuatro puntos más importantes en la carrera del sol a lo largo de los doce
signos del zodíaco. Como los otros tres, el solsticio de invierno y los
equinoccios de primavera y de otoño, es el momento en que las corrientes
cósmicas de fuerza espiritual inciden sobre la Tierra con especial potencia.
Por eso la Navidad cae en el solsticio de invierno, Pascua en el equinoccio de
primavera y San Juan en el de verano.
Durante el solsticio de verano la
Tierra está sintonizada con el signo zodiacal de Cáncer, llamado “la puerta del
cielo”. Es una época especialmente propicia para que cualquier estudiante serio
pueda hacer contactos en los planos internos y para observar los rituales que
acompañan la elevación de los neófitos dignos de ello a la condición de
Maestros.
Por eso la canción del Sueño de Walter, que trata de experiencias celestiales,
se produce en esta estación. Y, con la experta asistencia de Hans Sachs, se
convierte en una obra acabada e inspirada, que consigue el premio.
La Canción
del Sueño de Walter está dividida en tres partes o estrofas, que
corresponden a los tres grados que conducen al Magisterio. Y repasa las
experiencias que, en cada uno de ellos, le han conducido a la meta. La primera
parte describe la belleza y la luz de los planos internos, como un jardín
radiante y que llena el alma de gozo. La segunda habla del luminoso Árbol de la
Vida, en el centro del Edén, y de una doncella parecida a Eva, que representa
el eterno femenino. Esta doncella le conduce hasta el Árbol de la Vida, a
través de cuyas ramas se ven multitud de titilantes estrellas que lo adornan
como frutos. El árbol representa el cuerpo alma del Iniciado, cuyos chakras o
centros energéticos son radiantes y luminosos gracias al fuego del espíritu.
Ese estado no se alcanza hasta que el aspirante ha experimentado procesos de
purificación y transmutación que conducen al Matrimonio Místico, en el que el
divino Principio Femenino se une al redimido Masculino. Entonces es cuando los
centros, ya despiertos, del cuerpo iluminado brillan con todo el fulgor de las
estrellas del cielo. La música puede tomar una gran parte en la consecución de
este exaltado estado anímico, como Sachs indica a Walter antes de entrar a
participar en el concurso.
El sueño de Walter, como he dicho,
tiene tres partes, pero la última, de momento,
no se puede hacer pública. Aún no es Maestro.
Cuando Walter ha pasado el Segundo
Grado en el concurso y es revestido con las vestiduras representativas del
cuerpo alma de alguien que está entrando en el Tercer Grado, su mentor observa,
significativamente, que ”una palomita le ha mostrado el nido en el que su
Maestro sueña”. Estas palabras van acompañadas de una elevación de la música,
denotando el exaltado estado de conciencia necesario para la Iniciación. La
paloma de que habla Hans Sachs es el símbolo de la Iniciación.
Cuando Walter abandona el taller de
Hans Sachs, acompañado por los acordes del Motivo
del Amor, entra Beckmesser y, al ver el manuscrito de aquél, creyendo que
es del zapatero, se lo apropia y se va, con la intención de aprenderlo y
cantarlo él, ya que Hans Sachas es el mejor poeta de su tiempo.
Entra Eva, vestida de novia. Y lo mismo
hace Walter, con atavíos de coronación, y canta, por primera vez, completa la Canción del Premio. Esto indica la
culminación del Gran Trabajo que Walter ha concluído y que sólo es posible en
presencia de exaltado Femenino, vestido de blanco, representado por Eva.
Hans Sachs propone el “Bautismo del
Nuevo Modo”. Magdalena y David, vestidos de fiesta, son designados como
testigos. Sachs hace de padrino y Eva de madrina. Estos instantes van
acompañados por uno de los momentos musicales más impresionantes entre los
compuestos por Wagner. Se le denomina El
quinteto del bautismo. Bajo la dirección de Hans Sachs, Walter es elevado
al Tercer Grado, el de los Maestros, al tiempo que David, un aprendiz de primer
grado, es elevado a oficial o compañero de segundo grado. Eva y Magdalena
representan el principio femenino o estatus anímico de los grados Primero y
Segundo, Maestro y Compañero, respectivamente.
Una antigua fórmula, describiendo este
místico rito de la Unión, dice: “En cada individuo de cada especie hay cuatro
elementos que comprenden dos machos y dos hembras; mediante la apropiada unión,
obtenemos un ser dual, un individuo nuevo”. Ahí está la clave del Matrimonio
Místico o Tercer Grado.
La última escena de la obra es el
concurso de canto. Tiene lugar en un prado de los alrededores de Nurenberg, al
que van acudiendo, en barcas, los habitantes de la ciudad, aprendices, etc.
Llegan los doce Maestros. Eva acompaña a su padre y ocupa un puesto de honor en
primer término. Los aprendices piden silencio y Hans Sachas expone lo
importante de la ocasión.
Beckmesser es el primer actuante. Su
tema, adaptado del robado a Walter, es discordante pues, por no estar a nivel,
no ha entendido nada y trastoca y malinterpreta las palabras y, a medida que
avanza, hace más y más el ridículo. La asamblea ríe de buena gana. El que
Beckmesser aparezca como aspirante, compitiendo con Walter, indica el hecho de
que las sutiles fuerzas de la naturaleza inferior están con el neófito hasta en
las mismas puertas de la Maestría, intentando siempre inclinar las fuerzas
acumuladas del conocimiento anímico hacia sus propio fines, vacíos y egoístas.
El fracaso de Beckmesser revela la victoria del aspirante, Walter von Stolzing.
Cuando le llega el turno a Walter, que ya
ha pasado las pruebas internas, es dirigido por Hans Sachs para tomar su lugar
entre los Maestros. Se coloca frente a los Maestros Cantores y canta su Canción del Premio íntegra, que no hace
sino resumir el sendero del progreso para toda la Humanidad. Cada uno de los
grados iniciáticos está sintonizado con su ritmo apropiado y los tres están en
armonía con la nota clave de la escuela Iniciática representada. Esto se
demuestra en la canción de Walter, con las respuestas de los oyentes, que
respetan determinados intervalos.
En las Escuelas de Iniciación antiguas
se usaba la música para despertar centros psíquicos, percibidos por la visión
clarividente como puntos de luz o ruedas de colores nacarados, en determinadas
partes de los cuerpos etérico y de deseos. Cada uno de esos centros de fuerza
responde a un determinado tono musical, que varía para cada individuo. Los
Maestros de las órdenes Iniciáticas cantaban en coro y su volumen de sonido
impartía su vibración al correspondiente centro sensitivo, acelerando así su
luminosidad y sus poderes de percepción. En las óperas de Wagner existen,
perfectamente discernibles, fragmentos de esas verdades antiguas, ya medio
olvidadas, y que fueron incorporadas a ellas con el fin de restaurarlas para el
mundo moderno. Este es el mayor valor de la obra de Wagner y el que produce en
el ocultista la más profunda fascinación.
Con el acompañamiento del motivo del
Amor, Eva coloca la corona de laurel sobre la cabeza de Walter. Cantan los
Maestros Cantores acompañados de todos los presentes.
Sachs se adelanta para colgar del
cuello de Walter la medalla de la Orden, que contiene la imagen del rey David
con su arpa mágica. Walter duda en aceptar el integrarse en una orden antigua y
cristalizada. Pero el sabio Hans Sachs le aclara que todo lo nuevo se construye
siempre sobre lo viejo y que hay que conservar del pasado los elementos que aún
tienen valor. Que a lo nuevo hay que incorporar todo lo bueno del pasado. De
ese modo Sachs anuncia el renacimiento de ciertos poderes largo tiempo
perdidos, y anticipa que la poesía y la música han de ser recuperados por los
pioneros de la Nueva Edad.
De la mano de Eva, Walter es admitido
en la Orden en medio de un clímax de color y belleza.
Terminaré con una cita significativa de
Ernest Newman, uno de los estudiosos de Wagner: “¿Podemos llamar comedia a los
Maestros Cantores, conteniendo tanto de la quintaesencia de lo bello, de
profunda filosofía y de sabiduría verdadera?”
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