sábado, 10 de marzo de 2012

LA INDIVIDUALIZACIÓN



LA INDIVIDUALIZACIÓN
por Francisco-Manuel Nácher

Hace mucho tiempo que me rondaba por al cabeza una pregunta que me
martirizaba porque no le había encontrado respuesta, y era ésta:
Si todos nacimos a la vez y éramos todos chispas divinas idénticas a la hora de
nacer en la hoguera divina, ¿cómo hemos podido llegar a una tan gran diferenciación
y ser tan distintos unos de otros, hasta el punto de que no hay dos hombres iguales?
Últimamente, esta pregunta me volvió a martirizar. Pero, como me había
ocurrido siempre, no me atreví a acometerla mediante una meditación por miedo a no
encontrarle la respuesta. Lo cual significaba una notable falta de confianza en mí
mismo.
Sin embargo, la respuesta estuvo siempre ante mis ojos, pero no la veía. Y,
como no la veía, se me hizo patente el domingo pasado de un modo muy ilustrativo.
La cosa ocurrió así:
Como cada domingo, para asistir a los Servicios Devocionales de mi Centro
Rosacruz en Madrid, fui en mi coche a la estación, lo aparqué y me dirigí a ella.
En la estación, para acceder al andén, hay que poseer, como es lógico, un ticket
o un abono. E introducirlo en la ranura de una de las cinco máquinas de control que
allí hay colocadas. Al introducir mi billete, la máquina me lo escupió
inmediatamente. Lo volví a introducir y me lo volvió a expulsar. Entonces lo
introduje en la máquina siguiente, que lo retuvo un momento, para expulsarlo
también; la tercera repitió el proceso pero antes me hizo creer, durante un rato, que se
lo quedaba, para terminar devolviéndomelo; y, por fin, la cuarta admitió mi ticket sin
problemas.
Esto ya me había sucedido algunas veces antes, pero no le había dado
importancia puesto que siempre se resolvió en alguna otra de las cinco máquinas
controladoras de la estación.
Pero el domingo pasado tenía aún flotando en mi mente la pregunta sobre la
individualización, así que la relacioné enseguida con lo sucedido con los billetes y las
máquinas y…la solución vino sola en esta serie hilvanada de hechos:
- Las máquinas son simple materia física con alguna ayuda de vibraciones
eléctricas y magnéticas que pertenecen al plano etérico. Pero no poseen ni cuerpo de
deseos ni, menos aún, mente de ningún tipo.
- Todas las máquinas, cuando nacieron, eran iguales y es de suponer que, al
principio de su actividad, reaccionaran todas igual, pues todas estaban constituidas
por las mismas piezas de los mismos materiales, funcionando del mismo modo y
haciendo el mismo trabajo.
- Sin embargo, desde su nacimiento habían cambiado, ya no actuaban todas

igual. Es decir que, ante el mismo estimulo, cada una reaccionaba de manera distinta.
- ¿Cuándo empezaron a diferenciarse? Seguramente cuando una mota de polvo
de un ticket o una caída de tensión eléctrica en una décima de segundo determinada o
un ticket defectuoso hicieron que se alterase su manera de reaccionar.
- Y, desde aquel instante, ya fueron distintas y siguieron caminos distintos, es
decir, produjeron efectos distintos en los varios viajeros cuyos billetes controlaron. Y
unos viajeros se enfadaron, otros desistieron y compraron un ticket nuevo, otros,
como yo, insistieron hasta ser aceptados o, incluso, alguno perdió su tren, con todas
las consecuencias de ello derivadas, a causa de la no admisión de sus tickets. O sea,
que en cuanto empezaron a actuar saliéndose de las normas, todas iguales, para las
que fueron creadas, empezaron a crearse un karma individual.
Ahí estaba, pues, la respuesta: si unas máquinas, compuestas exclusivamente de
materia física, todas con el mismo arquetipo inicial en todos los sentidos, y sin dejar
de ser simple materia física, se habían diferenciado tan pronto y actuaban de modo
distinto frente al mismo estímulo, ¿qué hubiera ocurrido si hubiesen adquirido un
cuerpo de deseos individual y una mente propia y eso hubiera ocurrido a lo largo de
millones de años? 
Y es que, si nos centramos en un asunto, siempre nos llega la solución del
problema. Sea el que sea.

* * *

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