jueves, 29 de diciembre de 2011

LA DOBLE VIDA



LA DOBLE VIDA
por Francisco-Manuel Nácher

¿Hay nada más triste que un hombre que lleve una doble vida?
Supongo que todos estamos de acuerdo: Ese hombre acaba sin saber
realmente quién es, y comete equivocaciones y olvidos y errores que
producen en él zozobra y nerviosismo y miedo a ser descubierto, y tensión
por no volver a errar, y excesos en un sentido para compensar los defectos
en el otro... Vive, en fin, una vida dividida y absurda, sin completar nada,
sin ir a ningún sitio, sin posibilidades de futuro ni de presente en paz, con
alegría y con confianza, sin amigos, sin confidentes, sin seres queridos, sin
verdaderos amantes...

Es difícil concebir una vida más miserable.

Pero, ¿cuál es la vida que llevamos cada uno de nosotros? ¿Es que
nos manifestamos a los demás como realmente somos? ¿Es que no estamos
continuamente pendientes de seguir siendo ante ellos aquél que deseamos
que sigan pensando que somos? ¿Es que no existe un diálogo permanente
entre la parte de nosotros que actúa en cada momento y la parte que
piensa? ¿Es que no es nuestra vida una lucha ininterrumpida entre dos
posibilidades: la correcta y la que nos “interesa”?

* * *

LA CRÍTICA



LA CRÍTICA
por Francisco-Manuel Nácher

La crítica, de cualquier clase que sea, es siempre negativa. Supone,
en el que la hace, o envidia o soberbia, pero nunca amor. Nunca produce
un efecto positivo en el criticado y, en cambio, puede provocarle una
reacción de odio o de complejo, o de ambas cosas a la vez. Ni en el que
critica, que queda, ya para siempre, con cierta desazón clavada en la
conciencia.

El camino positivo para ayudar a alguien, cuando lo que nos guía es
el amor, lo verdaderamente constructivo, es el elogio. Siempre es positivo.

Todo el mundo está dispuesto a aceptarlo y se ve obligado a perfeccionarse
en lo que le alaban para seguir mereciendo alabanzas.
Para criticar, pues, positivamente, es decir, sin hacerte daño a ti
mismo ni al criticado, alaba siempre en éste lo que tú crees que le falta,
como si lo tuviera, porque una porción tendrá, aunque sea mínima. 
Y el
otro siempre te lo agradecerá y siempre se esforzará por seguir mereciendo
tus elogios, con lo cual eliminará lo erróneo, que desaparecerá de su
pensamiento, de sus palabras o de su conducta. Y tú habrás conseguido
ayudar sin herir.

Pero, incluso antes de elogiar, yo te aconsejaría que esperases a que
te pidan consejo u opinión. No pretendas corregir en los demás lo que a ti
te parecen defectos pero que, a lo mejor, no son más que manifestaciones
de una personalidad distinta de la tuya. Y, por supuesto, tú tampoco eres
perfecto y, con toda seguridad, no te gusta que te critiquen.

* * *

jueves, 22 de diciembre de 2011

LA CONVENIENCIA DE ESCRIBIR



LA CONVENIENCIA DE ESCRIBIR
por Francisco-Manuel Nácher


Circula por los mentideros literarios una frase, aparentemente
irónica, pero llena de enjundia y de contenido. Reza así: “Si no sabes
nada sobre una materia y deseas conocerla, escribe un libro sobre
ella”.

Lo lógico parece que sería aconsejar leer o, incluso, estudiar
algún libro sobre el tema en cuestión. Pero no. Es mucho más efectivo
lo otro. Porque, si se lee, lo único que se está haciendo es apropiarse
lo que otros ya han pensado. Pero escribir exige mucho más. Escribir
obliga a recordar, ordenar y estructurar lo que sobre el tema se haya
aprendido pero, además y sobre todo, obliga a pensar, a reflexionar, a
meditar, a investigar, a descubrir. En una palabra: A crear. Ya no es
introducir nuevos conocimientos en el insaciable saco de nuestra
erudición, sino extraer vivencias de nuestro propio ser. Y, así como lo
que aprendemos lo podemos luego olvidar fácilmente, lo que hemos
vivido, lo que hemos elaborado interior y cuidadosamente, lo que
hemos descubierto, lo que ha formado parte de nuestra propia vida,
eso ya no lo olvidamos jamás.

De ahí lo interesante, conveniente, enriquecedor y yo diría que
necesario que resulta, si se quiere avanzar en la evolución, es sentarse,
de vez en cuando, ante una cuartilla en blanco (o ante el ordenador o
PC), escribir un tema en su parte superior y sumergirse en uno mismo
para extraer, revivir, organizar y exponer todo lo que no sabíamos que
sabíamos. Es el mejor sistema conocido para practicar la
concentración y, por tanto, para desarrollar el pensamiento, tanto
concreto como abstracto pues, inevitablemente, mientras escribimos,
estamos volcados al máximo en nuestro quehacer, y todo el entorno
desaparece de nuestra conciencia para ser sustituido por las
existencias de nuestro almacén interior, por los hallazgos que esa
interiorización nos facilita y, sobre todo, por las nuevas ideas y
conocimientos que de tal labor se derivan.


Al escribir, pues, uno siempre acaba asombrándose de la cantidad de conocimientos que, sin ser consciente de ello, poseía sobre el tema en cuestión que, diseminados y relacionados con otros heterogéneos, van aproximándose, organizándose, estructurándose y formando un todo racional, homogéneo, inteligible y vivo, algo que, aunque nuestro, es tan nuevo como inolvidable. Y eso supone siempre, sin excepción posible, algo tan interesante como una hermosa y fructífera ampliación de conciencia. 

 * * *

martes, 20 de diciembre de 2011

LA CONCIENCIA FÍSICA O SENSACIÓN DE VIVIR


LA CONCIENCIA FÍSICA O SENSACIÓN DE VIVIR
por Francisco-Manuel Nácher


Siempre me ha llamado la atención de un modo especial la
afirmación reiterada de Max Heindel en el sentido de que la lucha
permanente entre el cuerpo vital, que intenta conservar el cuerpo
físico, y el de deseos, que lo desgasta continuamente, es lo que nos
produce la sensación de vivir, o sea, la conciencia de la propia
existencia. Muchas veces me he propuesto meditar sobre el tema, pero
otras tantas me ha dado miedo por parecerme demasiado complejo. Ha
sido un miedo no consciente, pero yo he sabido que estaba ahí,
cobijado y sin atreverse a salir al descubierto.

Lo cierto es que, hace unos días, y sin pensar en el tema, de
repente, vi claro el proceso y, por lo menos para mí, encontré una
explicación plausible. Y es ésta:

Durante todas las horas de vigilia, querámoslo o no, estamos
haciendo algo, con el cuerpo físico. Eso es indiscutible. De otro modo
no estaríamos en estado de vigilia.

Pero, eso que estamos haciendo ¿qué proceso seguimos para
hacerlo? Vamos a poner un ejemplo para verlo más claro. Si se trata
de hacer algo con las manos, habremos de pensar primero lo que
queremos hacer. Pero, para pensar lo que queremos hacer,
necesariamente, hemos de elegir una entre varias, entre múltiples, yo
diría que entre infinitas posibilidades. Y así: Si yo deseo rascarme la
oreja derecha, una vez deseado, lo cual ya supone haber decidido entre
hacerlo o no hacerlo, tendré que elegir entre utilizar para ello el dedo
pulgar, el índice, el corazón, el anular, el meñique, o dos dedos, o tres,
y qué dedos serán esos dos o tres, o la palma de la mano o el dorso o
cualquier objeto; una vez decidido, por ejemplo, que me rascaré con el
dedo índice, tendré que elegir entre hacerlo con la yema o con la uña o
con un nudillo o con otro. E, incluso decidido, por ejemplo, a hacerlo
con la uña, tendré de nuevo que elegir entre rascarme suavemente o
con fuerza o con violencia y entre hacerlo deprisa o despacio y entre
rascarme de atrás hacia delante o de delante hacia atrás o de arriba
abajo o de bajo a arriba; y, decidido que de arriba abajo, habré de
elegir entre afectar a mucha o poca porción de mi oreja; y, decidido
esto, si lo he de hacer ostensiblemente o con disimulo; y, después…

El proceso de elección y decisión, pues, no termina nunca ya
que, apenas me he rascado, ya he de elegir entre las distintas
posibilidades que se me ofrecen entre sentirme satisfecho o insistir,
con todas sus elecciones subsiguientes. Lógicamente, un proceso así
necesita toda la atención del Yo, que es el que elige en cada caso y,
lógicamente, está siendo consciente de su actuación y, por tanto, de su
vida en la Tierra.

Por otra parte, el decidirse por una de las muchas posibilidades
siempre deja en el Yo un sabor agridulce, pues es seguro que había
algunas otras posibilidades que también le atraían, pero que no ha
podido adoptar al tener que decidirse por sólo una. Y ese sentimiento
de falta de plenitud hace también que la atención del Ego se centre en
este plano.

Estamos hablando de la conciencia en el mundo físico. Porque el
proceso sirve también para los demás mundos, aunque hablaríamos
entonces de conciencias distintas a la que aquí tratamos.
Está claro que la voluntad, en estado de vigilia, la estamos
ejercitando permanentemente. Pero la voluntad es una facultad del
Espíritu Divino.

Sin embargo, esa voluntad, para tomar cada una de las decisiones
elegidas entre las enumeradas, no tiene más remedio que recurrir,
primero al cuerpo mental para que cree una idea-forma, y luego, al
cuerpo de deseos para que la envuelva en materia de deseos y cree una
forma de deseo, que será lo que la voluntad ponga en marcha. Pero ese
ejecutar en este mundo lo que hemos primero pensado y luego
deseado, supone el desgaste por el cuerpo físico de una energía que
está a cargo y proporciona el cuerpo vital. Y es lógico que haga lo
posible por restaurar el desgaste producido, lo cual llama también la
atención del Ego y con ello acentúa su presencia y su conciencia de
vigilia.

E, incluso, en ese deseo de ahorrar energía y desgastar lo menos
posible los tejidos y órganos físicos, es lógico que el cuerpo vital
recurra a la característica propia de su nota-clave: La repetición.
Porque, cuando algo se convierte en hábito, ya no necesita la voluntad
estar presente, ya no es necesario el proceso de elección y de decisión,

ni la forma mental ni la de deseos, sino que se actúa maquinalmente,
es decir, sin conciencia, inconscientemente. Y no se desgasta tanta
energía como cuando se hace todo a plena conciencia.

Pero, a pesar de ese desgaste de energía que supone, está claro
que la toma constante de decisiones por el Ego y la observación luego
de sus consecuencias, lo hace evolucionar y aumentar su dominio
sobre sus vehículos.

Cuando estamos relajados, es decir, cuando no usamos
conscientemente el cuerpo físico ni tenemos que tomar decisiones
sobre su actuación, la voluntad no está en él, sino en otro plano, y en
él está tomando decisiones también continuamente. Por eso entonces
la conciencia está en ese otro plano. Y por eso la meditación y la
concentración y la reflexión y el estudio y la oración y la devoción y el
amor desarrollan, tanto la mente y el cuerpo de deseos como la
voluntad, favoreciendo también ese necesario dominio del Ego sobre
sus diversos cuerpos.

* * *

viernes, 16 de diciembre de 2011

LA COMPETENCIA



LA COMPETENCIA
por Francisco-Manuel

Es antinatural la postura ganador-perdedor. Aunque, aparentemente,
la competencia domine en la naturaleza, nada más lejos de la realidad.
Porque todo es uno, la vida en una y Dios está en todo. El gorrión devora
la oruga, es cierto, pero, con ello, el espíritu de la oruga participa del
espíritu del pájaro; y los vegetales, ingeridos y asimilados por los
herbívoros, participan de la existencia de éstos y evolucionan más
rápidamente; y los herbívoros que están sirviendo de alimento al hombre, a
través de ese sacrificio, evolucionan igualmente.

Así que, como todo actúa para el bien, todo mal se transforma, en sus
efectos, en algo positivo. Todos, pues, al final, somos ganadores. Por eso
dice Cristo que "el que pierda su vida, la ganará".

* * *

martes, 13 de diciembre de 2011

LA CLONACIÓN


LA CLONACIÓN
Francisco-Manuel Nácher


El tema de la clonación es verdaderamente apasionante y, para
abordarlo con cierta garantía, entiendo que hay que hacerlo razonando
escalonadamente, más o menos del siguiente modo:

1º.- Los Señores del Destino o del Karma, se nos dice en el
Servicio del Templo de nuestra Fraternidad que "están por encima de
todo error y proporcionan a todos y a cada uno lo que necesita para su
desarrollo". ¿Y qué quiere decir eso? Mucho. Y lo veremos a
continuación.

2º.- Nuestro Dios, el creador de nuestro sistema planetario, con
todo lo perfecto que es, desde nuestro punto de vista, con ser Dios, está
evolucionando y está sujeto, por tanto, a la Ley de Acción y Reacción, es
decir, a los Señores del Destino.

3º.- Los Señores del Destino tienen centrada su conciencia nada
menos que en el plano mental cósmico, es decir, el Quinto Plano
Cósmico. Tengamos en cuenta, para hacernos una idea, que nuestro Dios
mora en el primer subplano del Séptimo Plano Cósmico, en el que
llamamos Mundo de Dios. La diferencia de evolución es, pues, inmensa,
entre ellos y nuestro Dios. Mayor aún que la que hay entre nuestro
propio Dios y nosotros. Para nosotros, totalmente inconcebible. Su
capacidad de previsión y de visión hacia delante y hacia atrás en los
sucesos de todo el universo - de todos los universos que hay por debajo
de ellos - son, desde nuestro punto de vista, ilimitados. Por eso se nos
dice que “están por encima de todo error”.

4º.- Sabemos que estamos obligados a dominar el Mundo Físico, es
decir, a aprender a manejarlo, a desentrañar sus mecanismos, a
convertirnos en maestros en el manejo de la materia física. De otro
modo, ¿cómo íbamos a crear, cuando alcancemos el estatus de dioses
creadores, nuestros propios sistemas planetarios? Todo ser viviente actúa
siempre en base a lo que ha aprendido y desarrollado. Y los Dioses
creadores de sistemas planetarios no son una excepción.

5º.- Esa “obligación" o "necesidad" de "conquistar el Mundo
Físico" incluye cualquier descubrimiento, cualquier invención, cualquier
novedad. Y eso quiere decir que incluye la clonación. Y la clonación
llegará. Indefectiblemente.

6ª.- Los descubrimientos científicos y el consiguiente progreso, no
son más que el familiarizarnos con el funcionamiento de una ley natural,
hasta entonces no conocida, y su empleo en nuestro propio beneficio. El
problema estriba en que, como aún no somos perfectos y en la
constitución de nuestros vehículos aún tenemos materia elemental
involucionante, si la dejamos llevar la batuta de nuestras vidas, ese
descubrimiento lo utilizaremos negativamente. Pero eso no será culpa
del descubrimiento ni de la ley natural en cuyo funcionamiento se basa.

Será exclusivamente culpa nuestra. La electricidad no cabe duda de que
es un gran descubrimiento, pero hay quien la emplea para iluminar
ciudades y hay quien la emplea para construir sillas eléctricas con las
que asesinar a sus semejantes. Y la fuerza atómica puede servir para
curar enfermedades o para producir bombas. Y rosanet puede emplearse
para lanzar al mundo ideas constructivas o, por el contrario, para
confundir a los lectores o, incluso, torcerlos tratando de imponer ideas
en vez de ayudarlos a tener las propias. Y así cualquier adelanto. Todos
tienen un uso positivo y otro negativo (en todo aparece la polaridad).

Cuando, hace ya demasiados años, se instalaron en mi Valencia natal los
primeros semáforos, hubo en la prensa local una gran polémica. Había
quien opinaba que sólo servirían para matar peatones. Y quien aseguraba
que serviría, precisamente, para evitar que los atropellasen, ante el
incesante crecimiento del parque automovilístico. ¿Y qué ocurrió? Pues
que, en efecto, algunos, los que no fueron capaces de aprender que con
la luz roja no se debía atravesar las calle o no quisieron observarlo,
fueron atropellados, en una especie de selección natural, y los que lo
aprendimos y lo observamos, sobrevivimos. De modo que, la mayor
parte pudieron caminar tranquilos y seguros por la ciudad, con sólo
observar esa regla tan sencilla. Quiere eso decir que habrá también - ya
los hay - quienes se rasguen las vestiduras ante la clonación humana.

Pero no podrán evitarla. Porque el hombre es imparable en su sed de
conocimiento. Es una ley natural que nos empuja al más y mejor. De otro
modo, la evolución se detendría. El problema, pues, se centrará en el
uso que se quiera hacer o que se haga de la clonación.

7º.- Y llegamos al aspecto que nos interesa, desde nuestro especial
punto de vista: ¿Está la clonación de acuerdo con las leyes naturales? En
mi opinión, rotundamente sí. Aunque, como siempre, sus efectos
dependerán del uso que de ella se haga. Por ejemplo, si se pretendiera
emplearla para formar ejércitos mediante la clonación miles de veces de
un soldado muy aguerrido, es decir, de un verdadero salvaje, un
Terminator, el uso, por lo menos en proyecto, sería negativo. Si lo que se
pretendiese fuera clonar sabios o santos, la cosa cambiaría, el empleo de
la clonación, en principio, sería positivo.

8º.- Pero, y ahí está el quid, ¿saldría un ejército de salvajes de la
clonación de un soldado muy aguerrido? ¿O saldría una generación de
sabios o de santos de la clonación de un sabio o un santo? Mi opinión es
totalmente negativa. Estoy seguro de que se clonarán seres humanos. Y
estoy seguro de que los investigadores se van a encontrar que, en
cuerpos idénticos, va ha haber caracteres y tendencias y habilidades y
capacidades y gustos distintos. Max Heindel ya nos aclara que, durante
el Período Terrestre - y no debemos olvidar que apenas hemos
sobrepasado su mitad - el hombre no pasará de dominar la materia física,
pero no logrará crear vida, ni darla a las sustancias físicas por él creadas.

Eso quedará para el Período de Júpiter.

Si no hay dos espíritus iguales, será imposible que haya dos
espíritus iguales ocupando dos o más cuerpos físicamente iguales. Y no
cabe decir que, si todos los cuerpos son iguales, actuarán todos del
mismo modo, puesto que sólo podrán manifestar lo que, según su
constitución, pueden expresar. Veamos algunos ejemplos: Los
automóviles nacen clonados. Todos los ejemplares del mismo modelo
son exactamente iguales. Perfectos clones. Pero a nadie se le ocurre
deducir por ello que el recorrido que, del nacimiento a la muerte -
entiéndase desguace - será igual en todos los casos, es decir, que todos
recorrerán los mismos itinerarios, marcarán el mismo número de
kilómetros, a la misma velocidad, etc. Y otro tanto podríamos decir de
los lavavajillas, los televisores, etc. Y ¿por qué no llevan todos “la
misma vida” y no hacen lo mismo, siendo como son exactamente
iguales? Sencillamente, porque son meros vehículos que maneja un
conductor, en cada caso distinto. Exactamente como el cuerpo físico, que
es un vehículo manejado por un espíritu, cada vez distinto.

Sí ocurrirá, por ejemplo, en el caso de los automóviles, que los
pertenecientes a una serie funcionarán de un modo más parecido entre
ellos y que sus prestaciones serán similares, pero nada más. Cada uno irá
adonde su conductor quiera, a la velocidad que le exija y con las paradas
que decida hacer. Y eso cada día, mientras funcione.

9º.- ¿Qué espíritus renacerán, entonces, en esos cuerpos clonados?
Los que los Señores del Destino consideren que son los apropiados para
evolucionar en ellos. Es lo mismo que ocurre con la fecundación: Se nos
dice que los ángeles colocan el átomo simiente del cuerpo físico del
nasciturus en la cabeza del espermatozoide que fecundará el óvulo. Y,
entonces, los ingenuos, los que quieren a toda costa, negar lo innegable,
dicen: ¿y qué ocurre con la fecundación in vitro? Pues nada: que los
ángeles siguen poniendo el átomo simiente del cuerpo físico del
nasciturus en la cabeza del espermatozoide que fecundará el óvulo.

Porque, lo más que podemos hacer es demorar el plan divino - y lo
hacemos cuando vamos por el mal camino para acabar, tras varias vidas,
aprendiendo la lección, ya que "todo conduce al bien" - pero no
frustrarlo. El plan divino se cumplirá, queramos o no. Y no debemos
olvidar que formamos parte de él. Por eso, a veces inexplicablemente,
falla la fecundación in vitro y por eso, otras, arraigan varios óvulos
implantados y otras ninguno. Todas esas posibilidades, todas esas
decisiones nuestras están ya previstas por los Señores del Destino, que
nos abarcan en su propio ser y de cuyas ideas arquetípicas, al fin y a la
postre, tanto nuestro Dios creador como nosotros mismos, no somos sino
meros ejecutores, aunque nos creamos capaces de desobedecer y no
dejemos de ser libres, dentro del campo de libertad que se nos ha
otorgado.

La conclusión que de todo ello saco es la de que no debemos temer
la clonación, pero sí procurar y esperar que se haga buen uso de ella.

Y, tratando de buscar un propósito a las cosas - puesto que todas lo
tienen, ya que no son sino símbolos de ideas y éstas son proyectos de
futuro - la clonación me parece un medio estupendo para hacer renacer a
una serie de iniciados o de espíritus avanzados que se están viendo
imposibilitados de reencarnar debido a que se ven repelidos por las
bajísimas vibraciones de los que podrían ser sus padres, en el momento
de la concepción. Se trataría de una concepción inmaculada, sin pasión,
sin deseo posesivo, sin búsqueda de placer sensual, sin bajas tendencias.

Otra cosa será la compatibilidad entre las elevadísimas vibraciones de
esos espíritus y la de la sangre y el cuerpo etérico y de deseos y mental
de la madre en cuyo útero habrá que implantar los óvulos clonados.

Seguramente, esa posibilidad de traer espíritus avanzadísimos - que tanta
falta hacen - al nacimiento, se dará cuando la ciencia haya logrado
prescindir, para la gestación y feliz término de los embriones clonados,
de un útero femenino y se pueda éste sustituir por otro artificial y, por
tanto, libre de vibraciones negativas.

Como he dicho al principio, es un tema éste, verdaderamente
interesante y que da pie para pensar mucho sobre él, cosa que todos
debemos hacer.

* * *

sábado, 10 de diciembre de 2011

LA CAÍDA Y EL ASCENSO



LA CAÍDA Y EL ASCENSO
-Francisco Manuel Nácher López-


La Caída consistió en centrar la conciencia en el Plano
Físico, llevados del deseo.

Si ahora, llevados del deseo de elevarnos y espiritualizarnos
y amar a los demás y unirnos a Dios, invertimos las cosas, nuestra
conciencia volverá al Plano Etérico, al Edén. Es sólo cuestión de
saber hacer el arquetipo, desearlo con insistencia y
persistentemente y con gran esfuerzo de voluntad.

Porque:

Cuando la Caída, no teníamos mente y, por tanto, no
sabíamos lo que nos ocurriría; íbamos contra el Plan Divino y,
aunque Jehová no había previsto la intervención de los Luciferes;
la clave estuvo en sustituir el instinto reproductor por el deseo
pasional.

Ahora, tenemos mente, luego sabemos lo que hacemos y por
qué; y lo que nos puede ocurrir; conocemos las leyes naturales; y
podemos ir a favor del Plan Divino.

Por tanto, estamos ahora en mejores condiciones para
elevarnos que entonces para descender.


* * *

martes, 6 de diciembre de 2011

LA CAÍDA



LA CAÍDA
por Francisco-Manuel Nácher


El pecado original no fue más que un cambio de canal en un dial que
contenía muchos. Y lo que ocurrió fue que, lógicamente, al abandonar el
primero, el de la unión con Dios, el del Paraíso, sintonizamos otro que nos
hace concebirnos a nosotros mismos y a la vida y a nuestro entorno, de una
manera distinta. Y con ello nos hemos hecho esclavos de los programas
que esa nueva emisora nos va transmitiendo.

¿Y así hasta cuándo? Hasta que, descontentos con esos programas y
concienciados de sus perniciosos efectos sobre nosotros, tengamos la
suficiente lucidez y fuerza de voluntad para hacer un zapping y sintonizar
de nuevo con la emisora del Paraíso. Es lo que se llama una "conversión".

La conversión requiere, pues, un proceso de reflexión y de decisión
previo, que denominamos "hollar el Sendero". Ligados como estamos, por
mucho tiempo, a los programas de este mundo de las realidades físicas, nos
parece un enorme sacrificio el tener que abandonar los culebrones que
contiene, cuyos argumentos ilógicos nos hemos acostumbrado a vivir
como propios, para pasar a programas más indicados, más elevados, más
gratificantes y más lógicos.

Ese sacrificio, sin embargo, no lo es en verdad; no es más que el
chirrido natural que se produce en nuestro ser al sustituir unos programas
por otros.

Pero, ¿cómo realizar ese cambio de canal, ese zapping espiritual?
Simplemente, considerando que somos uno con todos y actuando en
consecuencia. Eso desarrollará nuestra voluntad, espiritualizará nuestro
carácter y robustecerá nuestra mente, que son los requisitos necesarios para
permanecer en la sintonía apropiada a nuestra felicidad y a nuestra correcta
evolución

* * *

viernes, 2 de diciembre de 2011

EL HOMBRE ES UN SER SOCIABLE


EL HOMBRE ES UN SER SOCIABLE
por Francisco-Manuel Nácher


La prueba incontestable de que el hombre es un ser sociable o,
mejor, gregario o, mejor aún, grupal, estriba en su irreprimible e
intrínseca tendencia/necesidad de compartir con sus semejantes sus
propios hallazgos individuales, sean éstos artísticos, espirituales o
científicos o, incluso, vivenciales. Con el aditamento de que, para
alcanzar esos hallazgos, el hombre se ha tenido que basar siempre en los
de otros hombres que hicieron lo mismo antes que él. Ésa es la causa
última del nacimiento de la palabra, tanto a nivel humano como divino.

De ahí que el Logos nazca del Padre. Y de ahí que la finalidad de la
Creación sea la de compartir. Y, de esa necesidad/deseo de compartir,
por parte de la Deidad, que da lugar a la Palabra por la que todo fue
hecho, es decir, a la Creación, nace la necesidad/deseo de Sus criaturas,
hechas a Su imagen y semejanza y de su sustancia y en su seno, de
compartir.

Pero, si el hombre es una chispa divina, que ha de desarrollar su
divinidad evolucionando, es decir, mediante esos hallazgos que no
suponen sino un extraer lo interior y un asimilar lo que fue interior a
otros, esa evolución “participada” no puede nunca ser totalmente
individual. De lo que se deduce que la evolución humana es, ha de ser,
necesariamente grupal.

Y, si es grupal, está perfectamente explicada la necesidad de ayuda
a los rezagados, como manifestación pura y simple de la necesidad de la
evolución del todo.


* * *

sábado, 26 de noviembre de 2011

LA BOLA DE NIEVE


LA BOLA DE NIEVE
por Francisco-Manuel Nácher


Al nacer, traemos, de vidas anteriores, gérmenes de karma,
facultades, tendencias, virtudes y vicios. Constituyen la materia prima con
la que, luego, a lo largo de los años, vamos construyendo una bola de
nieve, que empujaremos mientras vivimos. Sólo que, si hacemos buen uso
de esos materiales, la bola sale pequeña y no pesa y es fácil de manejar.

Pero, si no, cada día es más grande, ya que continuamente le vamos
añadiendo peso, gracias al karma que producen nuestros actos, nuestros
pensamientos, nuestros deseos, nuestros sentimientos y nuestras palabras.

Y la vida acaba siendo un martirio, un continuo sufrimiento, un estado de
angustia permanente, un peso que ya no podemos arrastrar, una carga que
nos aplasta y, pudiendo haber sido algo maravilloso, pasa a ser indeseable.

Tales son las opciones que tenemos ante nosotros. Y la elección es nuestra.

* * *

EL AMOR - SABIDURÍA


EL AMOR - SABIDURÍA
por Francisco-Manuel Nácher


Casi nunca caemos en la cuenta de que los Grandes Seres que
dirigen nuestra evolución, y a los cuales oramos, funcionan en otros
planos muy distantes y distintos del nuestro, y que hemos de esforzarnos
para comprender cómo será allí lo que aquí denominamos, sentimos y
concebimos de un modo determinado.

Si a un pez de las zonas abisales, a miles de metros de profundidad,
que ha provisto su cuerpo de puntos de luz fosforescente para atraer a
sus víctimas, le preguntásemos qué entiende él por luz, no cabe duda de
que nos respondería con un concepto estrechísimo, aunque suficiente
para él, incomparable con la luminosidad del sol que nosotros
conocemos.

Y, si preguntásemos a una célula de nuestro estómago, qué
entiende por distancia, por dimensión o por velocidad, nos expondría
ideas y conceptos totalmente distintos de los que nosotros manejamos
con esas mismas denominaciones.

Pues hemos de ser conscientes de que a nosotros nos ocurre lo
mismo con respecto a los Grandes Seres.

Y que lo que aquí llamamos amor y lo que llamamos sabiduría, a
Su nivel, ha de ser algo totalmente distinto.

Y, ¿qué será?, ¿a qué equivaldrá, traducido a nuestro nivel?

Lo primero que hemos de tener en cuenta es que esos Seres no
tienen su conciencia centrada en el Mundo Físico ni en el Mundo del
Deseo ni siquiera en la Región del Pensamiento Concreto y que, por
tanto, sus concepciones, sus vivencias, están limpias de todo vestigio
material, emocional, egoísta, separatista o razonador.

Claro que, nosotros, si a lo que llamamos amor le quitamos el
componente emocional e, incluso, el intelectual, no nos queda
prácticamente nada. Es lo mismo que le ocurre al pez abisal con la luz
del sol, cubierta por las sombras de las profundidades del mar, y a la

célula gástrica con la distancia, la dimensión y la velocidad, si reducimos
el mundo al tamaño de un estómago.

¿Cómo “quedan, pues, el Amor y la Sabiduría, cómo son en
realidad, si nos elevamos a las alturas de los Grandes Seres?
El Amor-Sabiduría, nota clave de la Segunda Persona de la
Trinidad, Cristo, no es ni amor, tal como los hombres lo solemos
entender y sentir, ni sabiduría tal como los hombres la solemos concebir
y definir.

Ese Amor de Dios, al que los estudiantes de lo oculto debemos
tender con todas nuestras fuerzas es, en realidad, una “comprensión
perceptiva”, un darse cuenta de las causas y procesos que han llevado a
una situación determinada - ignorancia, en el fondo - y, prescindiendo de
toda crítica y, por tanto, de toda influencia astral (emociones,
sentimientos) y mental (ideas, conceptos, razonamientos), comprender e
identificarse con lo que debe ser amado. Eso es el verdadero Amor. Es el
silencio benéfico que lleva la curación en sus alas.

Eso hacía Cristo: no criticar, no condenar, sino comprender e
identificarse con el otro. Y ésa es la base del Perdón: la comprensión.
La verdadera Sabiduría, por su parte, si sublimar es transformar un
sólido en gas sin pasar por el líquido, la verdadera Sabiduría, digo, es la
sublimación del intelecto, de los aspectos superior e inferior de la mente.
Es una mezcla de intuición, percepción espiritual, colaboración con el
Plan divino y apreciación intelectual espontánea del contacto
establecido.

Esa verdadera Sabiduría, por su propia naturaleza, se fusiona con
el verdadero Amor para dar lugar a un sentido esotérico: el llamado
“Amor-Sabiduría” de los Grandes Seres, infinitamente superior a
nuestras concepciones, que no son sino meras caricaturas, deformaciones
e interpretaciones insuficientes suyas.

* * *

jueves, 24 de noviembre de 2011

EL ADELANTO


EL ADELANTO
por Francisco-Manuel Nácher


Según la Ley Natural, lo que se adquiere espontáneamente o con gran
facilidad mientras se es joven, es luego una traba que impide que, al llegar
a edad adulta, se eleve uno por encima de ese nivel de juventud. En
cambio, el que de joven se tiene que esforzar y, además, aprende de los
otros, puede elevar sus conocimientos más allá que sus maestros.

Así ha ocurrido insistentemente con los “niños prodigio” que, en
términos generales, casi nunca han llegado a ser “hombres prodigio”.

Y ha sucedido con las civilizaciones: Han fecundado a un pueblo más
atrasado, pero que luego ha sido capaz de llevar los conocimientos
heredados más allá que sus propios creadores.

Y en el mundo de los descubrimientos científicos, donde cada uno se
ha basado en los conocimientos de sus antecesores y los ha desarrollado
hasta donde ellos no pudieron llegar.

Y, en la vida espiritual donde, de los grandes pecadores han salido
los más grandes santos. Porque los niños son inocentes, pero sólo los
adultos, que ya han vivido y han pecado y se han arrepentido y con ello
han aprendido, pueden llegar a ser sabios o, lo que es lo mismo, virtuosos.

* * *

miércoles, 23 de noviembre de 2011

CUANDO EL HOMBRE NO ESTABA


CUANDO EL HOMBRE NO ESTABA
por Francisco-Manuel Nácher


Resulta casi imposible de concebir una época del mundo en que no
existiera el hombre. Nos parece carente de sentido que hubiera
inundaciones, terremotos y huracanes y, menos aún, primaveras y
atardeceres, sin hombres que los pudieran contemplar. ¿Para qué tanto
esfuerzo y tanta belleza?

¡Hasta tal punto tenemos metido en los tuétanos nuestro papel de
protagonistas del Cosmos!

Y, sin embargo, aquellas primaveras y aquellos atardeceres debieron
existir, y los cataclismos naturales se debieron producir y la aparentemente
inútil lluvia sobre el mar debió ser una realidad. Y todos ellos juntos han
conducido, los viera el hombre o no, al estado actual de la Tierra y sus
habitantes, incluído el hombre.

Pero, ¿existió la belleza antes que el observador? ¿O la belleza es tan
sólo una aportación de éste, intrascendente en la economía de la
naturaleza? ¿Por qué hasta el Renacimiento nadie había caído en la cuenta
de que el paisaje podía ser hermoso? ¿Por qué hasta Kant nadie se había
propuesto contemplar la razón como objeto de estudio? ¿Y, hasta Gustavo
Adolfo Bécquer nadie descubrió en la literatura española la acogedora
intimidad del asonante? ¿Y, hasta Freud, nadie se percató de que la
dimensión inconsciente del hombre era tan amplia y tan definitiva, o más,
que la consciente? ¿Y, por qué hasta Marx nadie había observado la
importancia e influencia de la riqueza en el desarrollo de la historia? ¿Y,
por qué hasta hoy nadie se había apercibido de que lo que no se narra o se
describe o fotografía y, sobre todo, no se televisa, es como si no existiese y
no es tenido en cuenta...?

¿No habremos cerrado el círculo y, en la época de los multimedia,
regresado a la situación inicial, puesto que la mayor parte de los
acontecimientos de todo tipo acaecen, sin que nadie se entere ni se
preocupe de ellos ni de su influencia en la evolución de todos?

* * *

¿CUÁL ES LA CAUSA?


¿CUÁL ES LA CAUSA?
por Francisco-Manuel Nácher (1997)


Si la publicidad tiene como fin exclusivo el crearnos la necesidad del
consumo.

Si el alcohol y el tabaco está demostrado que causan verdaderos
estragos en la sociedad.

Si se supone que los políticos son, por lo menos, inteligentes y saben
pensar.

Si todos ellos aseguran que sólo pretenden el bienestar de la mayor
parte de los ciudadanos posible.

¿Cómo es que no prohiben instantánea y terminantemente la
publicidad del tabaco y el alcohol?

¿Cómo se explica que se sancione gravemente a los deportistas que
se drogan y, al mismo tiempo, todos los acontecimientos deportivos estén
patrocinados y sirvan de escenario para, precisamente, anunciar el tabaco y
el alcohol?

¿Y cómo se explica que se sancione a los automovilistas el exceso de
velocidad y se permita la publicidad y la construcción y venta de vehículos
que alcanzan velocidades de vértigo, destinadas inevitablemente a ser
sancionadas?

¿Nos interesan esos políticos?

* * *

CRITICAR



CRITICAR
por Francisco-Manuel Nácher

Está de moda criticar, siempre que por criticar se entienda encontrar
mal lo que hacen los gobiernos, las religiones, los empresarios, las
instituciones, los vecinos y hasta los amigos y parientes, y asegurar que
nosotros lo haríamos mejor. Y, claro, a poco que se piense, se descubre lo
irracional de esa postura: Por un lado, porque carecemos de la información
que los interesados poseen para actuar como actúan y, por otro, porque
nuestra crítica nada aporta para solucionar el problema y sólo sirve para
nuestra autocomplacencia, convencidos como estamos de nuestra
sabiduría, nuestra agudeza y hasta nuestro genio. Pero ¿no sería más
racional, más lógico y más constructivo que, en vez de estudiar y criticar a
los demás nos estudiásemos a nosotros mismos y, comprobado, como
comprobaríamos sin duda, que dejamos mucho que desear, nos
dedicásemos con todas nuestras fuerzas a cumplir fielmente todas nuestras
obligaciones de ciudadanos, de empresarios, de trabajadores, de padres, de
esposos, de hijos, de religiosos, de miembros de asociaciones, clubs, etc.?

¿No funcionaría todo mejor y hasta quizá resultaría innecesaria la crítica?

Es, pues, mejor norma de conducta actuar correctamente y ver en los
demás todo lo positivo, dejando que actúen como creen que deben hacerlo
y opinar y aconsejar sólo si se nos pide opinión o consejo, que meter las
narices donde no se nos ha llamado.

* * *

CÓMO SER HUMANO MEDITANDO


CÓMO SER HUMANO MEDITANDO.
por Francisco-Manuel Nácher


El pensamiento, la facultad de razonar, es lo que distingue
esencialmente al hombre del animal. El animal nace, se alimenta, crece, se
reproduce, percibe estímulos del mundo físico y, como consecuencia de
ellos, siente, más o menos rudimentariamente, y actúa, en uno u otro
sentido, para beneficiarse lo más posible, bien acudiendo a lo que le gusta,
bien alejándose de lo que no. Pero no piensa, no reflexiona, no engendra
ideas ni juicios ni éstos, por tanto, le impulsan a la acción de un modo
racional.

Sabido esto, lo lógico es que nos demos cuenta de que, en tanto
pensemos, en tanto estemos utilizando esa característica humana que es
razonar, es decir, crear ideas, relacionarlas y sacar conclusiones en base a
una lógica y, tras ello, actuar a tenor de ese juicio o conclusión, estamos
"ejerciendo de hombres" en el más exacto sentido del término.

Y, consecuentemente, es lógico también que, sabido que disponemos
para manejarnos en este mundo, de un instrumento tan valioso y tan
privativo de nuestra especie, tratemos de desarrollarlo todo lo que
podamos, con el fin de ser "lo más humanos posible" o, lo que es lo
mismo, "lo menos animales posible".

Decididos, pues, a pensar, tendremos que determinar la mejor manera
de hacerlo.

Como el pensamiento es algo que no nos viene de fuera, del mundo
sensible, sino de dentro de nosotros mismos, y que no es detectable por los
sentidos, para pensar conscientemente, es decir, sabiendo que pensamos,
con el fin de estudiar el pensamiento y hacernos maestros en ese arte, es
necesario que nos encontremos lo más libres posible de esos estímulos
exteriores que nos llegan del mundo que nos rodea y que, recogidos
conscientemente en nosotros mismos, pongamos en marcha el mecanismo
correspondiente.

Para ello son precisas varias etapas:

Primera: RELAJACIÓN


Existen numerosos sistemas para explicar el mejor modo de relajarse,
cosa que a muchas personas les resulta poco menos que imposible, con
gran daño para su salud física y mental. En nuestra opinión, el más fácil es
el siguiente:

Una mañana, al despertarnos, en ese momento en que nos
encontramos más en el mundo de los sueños que en éste, cuando aún no
hemos hecho ningún movimiento físico, cuando estamos dudando entre
despertarnos definitivamente y comenzar nuestra jornada, o seguir unos
minutos más en ese estado de beatitud en el que parece que no tengamos
cuerpo y los sonidos exteriores nos llegan mitigados o sin trascendencia o
no nos llegan en absoluto, acordémonos de fijarnos en qué estado se
encuentran nuestros músculos, los de todo el cuerpo. Sin despertarnos, es
decir, continuando en plena "modorra", repasemos, uno a uno, nuestros
miembros: Las manos, los brazos, los pies, las piernas, el tronco, el cuello,
la cara...todo, y démonos cuenta de que ninguno de nuestros órganos está
realizando esfuerzo alguno pero, sin embargo, podemos pensar con toda
lucidez si nos lo proponemos... Nuestra mente, por su parte, se encuentra
también en un estado especial. Tan especial que cualquier ruído fuera de lo
normal, nos produce en el cerebro como una sacudida, un "romperse algo",
un "salir de algo", a veces hasta doloroso y que, si ha sido muy violento,
no se va hasta que nos dormimos la próxima vez. Ése es, precisamente, el
estado que deberemos buscar cuando, en el futuro, deseemos relajarnos. Si
repetimos este sencillo ejercicio de observación durante dos o tres días al
despertarnos, nuestra memoria muscular nos capacitará para, luego,
durante la jornada, cuando pretendamos la relajación, alcanzarla fácilmente
con sólo recordar y reproducir ese estado de abandono de todos nuestros
órganos. Una vez "memorizado" ese estado, es facilísimo volver a él y,
cuanto más lo practiquemos, más fácil nos resultará.

Dominado el sistema para relajarnos, deberemos tratar de mantener,
durante el estado de vigilia, totalmente relajada, aquella parte de nuestro
cuerpo que no haya de actuar en ese momento. Por ejemplo, si estamos
sentados, podemos mantener las piernas y pies completamente relajados, lo
cual favorece la salud, elimina tensiones innecesarias y prepara los
músculos y órganos para actuar debidamente cuando su trabajo sea
requerido. Esto deberá ir extendiéndose a todas las partes del cuerpo. De
este modo tan sencillo, habremos eliminado una gran parte del cansancio
que nos abruma muchas veces, avanzada la jornada, y habremos hecho casi

imposible el nerviosismo, el stress y sus consecuencias más o menos
directas, como las dolencias cardíacas, intestinales, etc.

Segunda: SOLEDAD

Una vez lograda la relajación a voluntad, deberemos elegir unos
minutos cada día para aprovechar su mejor ventaja: Pensar.

Mientras permanecemos relajados, como hemos dicho y como todos
sabemos, los estímulos exteriores, ruidos, luz, olores, sensaciones táctiles,
etc. no nos llegan o lo hacen muy tenuemente. Es la ocasión para
zambullirnos en nosotros mismos, en nuestro interior y, antes que nada,
darnos cuenta conscientemente de que podemos pensar con toda claridad
mientras nuestro cuerpo "yace", simplemente existe, está ahí sin decir
nada. Es una sensación maravillosa que jamás se olvida, el comprobar que,
sin cuerpo, es decir, sin contar con él, sin moverlo, sin recibir sus mensajes
ni reaccionar con él a ellos, somos los mismos de siempre, incluso más
despiertos, más agudos, más inteligentes, más concentrados, más
analíticos, más profundos, más...humanos, porque nuestro pensamiento,
libre del cuerpo, puede funcionar a su gusto, es decir, a nuestro gusto.

Es ése un momento crucial en nuestro camino hacia la
"humanización". Por un momento, somos perfectamente conscientes de
que estamos solos con nosotros mismos; por un instante comprobamos la
posibilidad de nuestra existencia al margen de lo material y
experimentamos lo que significa tener conciencia de sí mismo frente al
mundo y a los demás. Nos situamos frente a nosotros mismos y, sin
embargo, ese encuentro y esa soledad no nos asustan.

Si nos habituamos a dedicar cada día unos minutos a este ejercicio,
pronto nos sentiremos más seguros de nosotros mismos, nos enfrentaremos
a los problemas con más resolución, perderemos el miedo a la vida y, allá
en el fondo de nuestro corazón, empezaremos a adquirir la prueba y la
certeza de que somos inmortales, de que sin cuerpo somos los mismos, de
que, por tanto, nada debe amedrentarnos, y de que acabamos de descubrir
un mundo que nos invita a que lo exploremos porque es un mundo
sugestivo, atractivo, vital, encantado y es sólo y todo nuestro y está a
nuestra disposición siempre que lo deseemos...

Tercera: CONCENTRACIÓN

El tercer paso, una vez dominadas la Relajación y la Soledad, nos
conduce a la Concentración.

La concentración no es más que el hecho de, en estado de relajación,
cuando nos sentimos libres del cuerpo y del mundo y de los demás, traer a
la mente una imagen cualquiera y mantener el pensamiento fijo en ella
tanto tiempo como podamos.

El tema objeto de la concentración no es relevante. Puede serlo un
lápiz, una vaca o una flor y, en un período más avanzado, una cualidad
(por ejemplo, la blancura), una virtud (por ejemplo, la paciencia), o un
sentimiento (por ejemplo, el amor).

Lo que, en todo caso, hay que procurar - y conseguir - es que nuestro
pensamiento no se desvíe, no se salga del objeto estudiado.

No es aconsejable, por sus efectos negativos sobre nosotros mismos,
tomar como tema de concentración vicios, defectos, errores, etc.

Antes de seguir, es preciso hacer una aclaración fundamental y es
ésta: Aunque todos tendemos a creer que nuestro pensamiento es nuestro
propio yo, hemos de convencernos de que no es así. Más adelante nos
convenceremos por nosotros mismos pero, en este momento, es
conveniente aceptar esta verdad como tal verdad: Que el pensamiento, la
mente, la facultad de razonar es tan sólo un utensilio que poseemos, lo
mismo que tenemos las manos o los pies o las orejas o los ojos. Cada uno
tiene su utilidad y su finalidad; pero nuestro pensamiento es sólo un
instrumento que podemos y debemos aprender a manejar, igual que hemos
aprendido a manejar los otros. Y, como ellos, lo usamos cuando queremos
y no lo usamos cuando no queremos.

Cuando somos niños e intentamos andar, nuestro paso es vacilante,
caemos con frecuencia, tropezamos, incluso nos lastimamos; pero, al final,
con el tiempo y con la práctica, logramos andar de un modo aceptable, bien
que unos lo logran más que otros y hay quien llega a atleta y a bailarín, y
quien se queda en un dominio discreto de sus miembros. Y, curiosamente,
ninguno recuerda de adulto todos los golpes, testarazos y magulladuras
que ese aprendizaje para el manejo de sus miembros le costó.

Otro tanto ocurre con la vista (el recién nacido pretende, desde la
cuna, alcanzar con las manos el rostro de su madre porque no calcula aún
las distancias), del lenguaje ( ¡cuántos errores, cuántos ceceos, cuántas
correcciones de nuestros mayores hasta lograr hablar aceptablemente!), de

la escritura (¡cuántos garabatos, cuántas lineas torcidas, cuántos cuadernos,
cuántos esfuerzos hasta lograr escribir decentemente!)...

Y siempre el mismo fenómeno: Cuando ya sabemos manejar nuestro
instrumento, todos los esfuerzos realizados para llegar a ello se nos han
olvidado...pero poseemos el dominio de la nueva facultad. Es el precio que
hay que pagar por aprender, porque en la naturaleza no hay nada, nada,
gratis. Y, el que desea una facultad, un don o una habilidad, ha de pagar
necesariamente su precio porque nadie, absolutamente nadie, puede
adquirirla en su lugar, por muchos esfuerzos que realice, por mucho que
pague o por mucho que lo desee.

Como mantener la atención en un objeto o motivo de los antes
descritos no resulta nada fácil al principio, ya que nuestra mente, nuestra
"máquina de pensar", es inquieta e inestable por naturaleza y le gusta ir de
un objeto a otro, es aconsejable seguir en nuestro ejercicio una especie de
guión que podemos aplicar prácticamente a todos los objetos de nuestro
estudio (el lápiz, la vaca, la flor o cualquier otro) y que podría, más o
menos, ser del siguiente tenor:

- qué es
- de qué es
- cómo es
- para qué sirve
- clases
- historia
- experiencias propias

Suponiendo que hayamos escogido el lápiz como objeto de
concentración, empezaremos preguntándonos: “¿qué es un lápiz?” y, a
continuación trataremos de encontrar la mejor definición que podamos de
un lápiz, bien entendido que una definición debe comprender todos los
elementos esenciales de la cosa definida y ninguno accesorio. Una vez
obtenida una definición satisfactoria, nos preguntaremos: “¿de qué es?” y
empezaremos a enumerar todas las materias con las que se puede construir
un lápiz. Luego seguiremos con la pregunta “¿cómo es?”, y así
sucesivamente, hasta completar la lista, en la que “historia” quiere decir la
del objeto de estudio y “experiencias propias” se refiere a las vivencias que
recordemos como más interesantes en relación con el objeto de
concentración, o sea, del lápiz o los lápices en general. Y recordaremos,

quizás, un lápiz de nuestra infancia o el de un conocido o el o los que nos
hayan llamado la atención.

Si, durante el ejercicio, la mente se nos va a otro tema deberemos,
inmediatamente, hacerla volver al que nos interesa. Y obligarla, siempre y
cada vez, a que piense lo que nosotros queremos.

Nos asombrará la cantidad de cosas que sabíamos sobre nuestro
objeto y que, debidamente ordenadas en nuestra memoria por el ejercicio
que antecede, quedarán en ella de modo fácilmente accesible.

Este ejercicio de concentración ha de practicarse diariamente, bien
entendido que para practicarlo deberemos estar relajados. De otro modo, la
concentración resultará imposible. Y bien entendido también que, si
dejamos de practicar un día, habremos perdido el esfuerzo de muchos. La
mente se ha de acostumbrar a ser dominada y a aceptar que tiene un dueño.

Cuarta: MEDITACIÓN.

Es el paso siguiente. Consiste sencillamente en, dominado que ha
sido el anterior ejercicio y capaces ya de conseguir que nuestra mente se
fije en lo que queramos y se mantenga allí, elegir un motivo y,
manteniendo el dominio sobre nuestro instrumento, sin dejar las riendas de
nuestra mente, hacerla incidir sobre el tema, y dejar que ella, libremente,
nos vaya mostrando el por qué, el cómo y el para qué, y relaciones ideas y
juicios, y extraiga conclusiones, y pondere, y distinga lo importante de lo
accesorio, y deduzca las leyes, los procesos, los devenires, las sendas por
las que discurre la realidad, externa e interna...en una palabra, piensa, pero
piense con todo lo que el término supone, siendo nosotros los observadores
silenciosos de nuestro pensamiento pero, eso sí, evitando que la mente,
siguiendo su natural inclinación, se traslade de Herodes a Pilatos, sin ton ni
son, echando a perder todo el posible fruto de nuestro ejercicio.

Para consuelo del lector diremos que, evitando los pensamientos
ajenos y tratando, por tanto, de descubrir nuestras propias verdades, ese
dominio de la mente es posible; y se puede llegar a obtener tal grado de
concentración que se nos borre todo vestigio de todo lo que no sea el
objeto de estudio o meditación; y que eso lo han conseguido y lo están
consiguiendo diariamente millones de personas. Es sólo cuestión de
ponerse a la tarea, porque es una actividad tan gratificante que ella misma

nos pide más y más, y la propia satisfacción es tanta, que el aprendizaje,
una vez pasados los primeros días, es rápido y fructífero.

Es conveniente, sin embargo, llegados a este punto, distinguir entre
"pensar" o "discurrir" y "meditar". Lo primero lo solemos hacer
plenamente conscientes y durante el estado de vigilia, que es en el que nos
encontramos desde que nos despertamos hasta que nos volvemos a dormir.

En él nuestra conciencia está en el mundo físico.

Una vez adquirida la facultad de dirigir nuestro pensamiento a
voluntad, de fijarlo sobre el tema que deseemos y de concentrar nuestra
mente sobre él, no habrá obstáculo que se nos resista porque la mente, bien
dirigida, bien gobernada, puede resolver cualquier problema. Hemos de
adquirir el hábito de decirle interiormente algo así como "hala, vamos" y
que eso signifique - y que ella lo sepa - que no va a poderse zafar de
nuestra orden y que va a tener que trabajar como y hasta cuando nosotros
queramos. Llegados a ese punto, resulta ya fácil la meditación.

En la meditación, sin embargo, no actuamos conscientemente o,
mejor dicho, no debemos actuar conscientemente. Debemos, una vez
planteado el tema, y sin salir de la relajación profunda, dejar poco a poco
que se relaje también la mente y que sea el espíritu, nuestro verdadero yo,
el Yo Superior el que actúe. Él conoce todo lo que la conciencia de vigilia
no sabe, todo lo que ignora. Él puede imaginar, puede visualizar lo que
desee, puede viajar adonde quiera, puede sanar, puede hacer milagros,
puede crear. Sí, porque la mente, en ese estado subconsciente, es creadora
y sus mandatos son obedecidos por la naturaleza. Todos los grandes
pensadores, inventores, artistas, etc. han logrado sus creaciones inmortales
en ese estado subconsciente que unos llaman inspiración, otros genio y
otros estado exaltado de la conciencia, y que no es otra cosa que el
ejercicio de nuestro poder creador.

Y entonces, ¿qué podría decirse para dar una idea de lo maravillosa,
lo potente, lo gratificante, lo edificante, lo positiva, lo evolucionante, lo
asombrosa que resulta la meditación? La persona que medita se distingue
fácilmente de la que no lo hace, porque su juicio es más certero, sus ideas
más claras, conoce el por qué de lo que hace y dice, argumenta con
claridad y sus palabras son firmes, convincentes, rotundas, aureoladas de
autoridad...Por todos conceptos, pues, vale la pena intentarlo y,
haciéndolo, ser más "humanos".

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