viernes, 6 de enero de 2012

LA EMPRESA






LA EMPRESA
por Francisco-Manuel Nácher


Toda empresa, sea de la clase que sea, es una tarea común, es un
proyecto que necesita la aportación de varias personas a distintos niveles.

Pero, no nos equivoquemos: Así como la meta es necesaria, porque para
eso se creó la empresa, los distintos trabajos y labores y esfuerzos, son
necesarios también. Y cualquier labor o esfuerzo que no se realice
oportunamente, es decir, en tiempo y forma, repercutirá negativamente en
el conjunto y, por tanto, se resentirá la obra entera. Lo que no es necesario,
sin embargo, es que esos trabajos o labores o esfuerzos sean realizados por
unos u otros individuos determinados. La oportunidad se da a uno pero, si
falla y no realiza su tarea en la forma debida, como ese trabajo bien hecho
es necesario para la obra final, se le sustituirá y se brindará la oportunidad
a otro compañero. Lo importante, pues, desde el punto de vista de la labor
común, es la obra y no quién la haga, bien entendido esto en el sentido de
que la cooperación humana es más importante que el individualismo
llevado al extremo.

Si estás integrado en una empresa, pues, agradece y aprovecha la
ocasión que se te ha brindado de aportar tu esfuerzo y hazlo de la mejor
manera que sepas. De otro modo te verás sustituído y habrás perdido una
ocasión en tu vida, que difícilmente volverá. Y no estará justificado tu
resentimiento y el echar la culpa a otros, cuando el que falló fuiste tú en el
momento en que debiste dar el tono adecuado. Es siempre más importante
que la empresa continúe y puedan vivir de ella una serie de familias, que tu
medro personal. Y con esa idea debes integrarte en ella. Si actúas con ese
espíritu, tú estarás trabajando para los demás, cierto; pero los demás
estarán trabajando para ti. Y ellos son muchos más.


* * *


DISCURSO DE DESPEDIDA DE F. M. NÁCHER, POR SU
JUBILACIÓN, ANTE TODOS SUS SUBORDINADOS EN LA
DIRECCIÓN GENERAL.

Uno siempre piensa que estas cosas no le van a ocurrir a él; que esto
sólo sucede a los demás. Pero, lo cierto es que todo llega y, aunque se dice
que "no pasan años, sino que pasan cosas", la realidad es que hoy estamos
todos aquí porque han pasado años y han pasado cosas.

Y, llegado a este punto, es preciso darse cuenta de lo curiosa que es
la vida: Una serie de personas, desconocidas entre sí, con diferentes
orígenes, diferente formación, diferentes edades, diferentes aspiraciones y
diferentes experiencias, coinciden en una empresa, conviven, colaboran,
discrepan, discuten, hablan, dialogan y con ello, en una palabra, se
influencian recíprocamente de modo irreversible y permanente. 
Ninguna
de nuestras vidas es ahora la misma que antes de entrar en la empresa. Y
ello no se debe a los papeles o a las máquinas o a los muebles o a las
oficinas o a las normas de trabajo, sino exclusivamente a las personas.
Todos nos influenciamos permanentemente unos a otros, todos somos
maestros y todos somos discípulos. Y esa es la verdadera grandeza de la
vida: Que, al margen del papel que representemos, es decir, del puesto que
ocupemos, estamos influyendo en los demás, positiva o negativamente. De
ahí la responsabilidad de los jefes, cuyos pensamientos, palabras y obras
pueden influir, para bien o para mal, en más personas.
Yo tengo la enorme satisfacción de haber recibido de todos vosotros
una influencia altamente positiva. A vuestro lado he aprendido mucho.

Mucho más de lo que imagináis vosotros e, incluso, mucho más de lo que
yo mismo puedo imaginar. Quiere esto decir que, esté donde esté, y de
modo seguro e inevitable, llevaré siempre conmigo, formando parte de mí
mismo, algo de cada uno de vosotros. Será una palabra, una frase, una
idea, una postura, una imagen, una actitud, una voz, un chiste, un suceso...
no sé lo que será, pero sí sé que todos vosotros, sin excepción, formáis ya
parte de mi vida, como sé que yo también formo parte de la vuestra, espero
que para bien.

Gracias, pues, por lo que me habéis enseñado, por vuestra
colaboración y por vuestra amistad. Y.. hasta siempre.


*

DISCURSO DE DESPEDIDA DEL MISMO EJECUTIVO, ANTE
SUS SUPERIORES, EN LA COMIDA-HOMENAJE QUE LE
OFRECIERON

Cuando he asistido a otras despedidas, me ha sido casi imposible
ponerme en el sitio del que se iba. Ahora sé que eso me ocurría porque no
estaba mentalizado para ello. Y también sé que eso, como todo, lo cura el
tiempo. Hoy sí que lo estoy y me parece casi normal lo que está ocurriendo
aquí.

Sé, y creo firmemente, que todos ( y al decir todos no me refiero sólo
a los aquí presentes, sino a toda la Humanidad e incluso a toda la Tierra)
formamos un conjunto armónico. Cada cual desempeña su papel pero, cada
uno sin los otros, no sería él mismo; mejor dicho, no sería nada. El jefe no
lo sería sin subordinados, éstos no lo serían sin jefe; el maestro no lo sería
sin alumnos; ni el padre sin hijos; ni el blanco sin negros; ni el listo sin
tontos; ni el rico sin pobres. Todos, absolutamente todos, estamos inmersos
en esta inmensa representación que es la vida, en la que cada uno
recibimos algo y aportamos algo al acervo común. Lo importante es que
nuestra aportación, por diminuta que sea, haga aumentar el lado positivo,
el de la rectitud, el de la honestidad, el de la colaboración, el de la
aspiración, el del respeto, el de la comprensión, el de la tolerancia, el del
servicio y, ¿por qué no?, el del amor.

Todos los presentes sois directivos. Con muchos de vosotros he
comentado, a lo largo de los años, mis ideas sobre el particular que, en el
fondo, os son de sobra familiares. Pero, como ya no podré daros más la lata
con ellas, no quiero desaprovechar la ocasión que me brindáis hoy con este
almuerzo para insistir, una vez más, en la idea capital: No creáis nunca que
vuestro papel como dirigentes consiste en que la empresa gane dinero. Eso
es una falacia que se paga siempre, aunque, generalmente, se da uno
cuenta cuando ya es tarde para rectificar. El papel del dirigente, sea en la
empresa, sea fuera de ella, es el de formar profesionales, y más aún,
ahondando en la idea, el de formar hombres y mujeres lo más perfectos
posible, desde todos los puntos de vista: técnico, moral, social, cultural,
convivencial, etc. Si los directivos intentan y consiguen esto, la empresa
funcionará bien y mejorará y sus curvas serán ascendentes; y los
subordinados se considerarán importantes y serán conscientes de su papel
y de la trascendencia de su aportación; se sentirán motivados, solidarios,

colaboradores, responsables; y surgirá la ilusión, sin la cual nunca se ha
hecho ni se hará nada digno de recordar.

Yo consideraría que mi paso por la empresa habría valido la pena si
cada uno de vosotros hicieseis propia esa idea y os esmeraseis por aplicarla
permanentemente en vuestra diaria actuación...

Bueno. Y, satisfecha esa tendencia mía innata a la "docencia", no
tengo más remedio que reconoceros, paradógicamente, como mis maestros.

Todos, en alguna medida, todos sin excepción, me habéis ayudado a
madurar, a contemplar la vida con una perspectiva más exacta, a apreciar
las cosas en su justo valor. Algunos de vosotros habéis vivido e incluso
compartido conmigo esa evolución de las ideas, esa maduración interna.

Pero todos, todos habéis influído en mí.

Ahí reside la grandeza de las cosas. En sí no valen nada pero, en
tanto en cuanto sirven para que las valoremos y, a través de ellas,
valoremos a los demás, son maravillosas herramientas en la tarea de
nuestra propia evolución, lo más importante que cada uno de nosotros
tiene por delante.

A vosotros, pues, os debo casi todo lo que soy. A vosotros os debo
las oportunidades que he tenido y que he sabido aprovechar con diferente
fortuna. A vosotros os debo la ilusión, la asistencia, la amistad, la
colaboración; en una palabra, la enseñanza.

Gracias, pues, por todo ello, que forma parte ya de mi historia, de mi
experiencia propia y, por tanto, de mi vida.

No quiero ocultaros que guardo la secreta esperanza de que cuando,
pasados unos años, os acordéis de mí, quizá ya ni entre los vivos, desde lo
más profundo de vuestro ser os aflore al corazón un regusto de simpatía,
de alegría y de amistad que se traduzca en vuestros labios en una sonrisa
de afecto.

Gracias por todo.

* * *

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