miércoles, 1 de enero de 2014

EL PODEROSO



EL PODEROSO
por Francisco-Manuel Nácher

Caminando por la vida, encontré a un poderoso.
- ¿Por qué eres poderoso?
- Porque poseo autoridad y riqueza.
- ¿Crees necesarias ambas para ser poderoso?
- Sí. Con autoridad se obtienen riquezas y con riquezas se obtiene 
autoridad, y ambas constituyen el poder.
- ¿Y no temes perder el poder?
- Sí. Sí lo temo. Si no temiera perderlo, sería feliz.
- Entonces, ¿no eres feliz?
- No. No lo soy por culpa de ese temor que me corroe las entrañas.
- ¿De qué te sirve, pues, ser poderoso?
- Para obtener el respeto de los demás.
- ¿Y para qué te sirve el respeto de los demás si no te hace feliz? ¿No te sería más agradable el amor de los demás? ¿Crees que el que no es poderoso puede ser feliz?
- Supongo que sí, porque no teme perder el poder que no tiene.
- ¿No sabes que casi todos los hombres creen tener algún poder y 
temen perderlo?
- ¿Entonces nadie puede ser feliz?
- Sí. Puede ser feliz el que no desea el poder. Es feliz el que quiere 
ser amado y no respetado. Es feliz el que hace suya la felicidad de los demás y hace suyo el dolor de los demás. Es feliz el que, aunque tenga riquezas y autoridad, no las considera un instrumento para aislarse de sus hermanos, sino un medio para acercarse a ellos, para hacerlos más dichosos, para llenarlos de dádivas, de realizaciones, de ilusiones, de amor y de alegría de vivir.
- ¿No es, pues, el poder incompatible con la felicidad?
- No. No es incompatible. El poder es una energía cósmica y, como 
todas las energías cósmicas, es santa y es de todos los hombres. Y, cuando uno pretende apropiársela, deja de ser feliz y hace desgraciados a sus hermanos, porque las energías cósmicas son parte de Dios y Dios es de todos, porque todos formamos parte de Dios.

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