viernes, 3 de enero de 2014

EL PRIMERO



EL PRIMERO
por Francisco-Manuel Nácher

- ¿Qué haces?
- Estoy preparándome las lecciones de mañana.
- ¿Te gusta aprender?
- Sí. Me gusta aprender. Pero, además, soy el primero de la clase y
debo mantener el puesto.
- ¿Por qué?
- Porque me halaga.
- Y ¿lo crees o necesario o, por lo menos, conveniente?
- No me lo he planteado, pero me gusta ser el primero.
- ¿Y a los demás?
- Supongo que también les gustaría, pero no lo consiguen.
- ¿Y supones también que eso es constructivo?
- Hasta ahora ha funcionado.
- ¿Tú crees?
- Siempre se ha hecho así ¿no?
- ¿Y piensas que la sociedad actual es la mejor posible?
- No, por supuesto.
- ¿Qué defecto fundamental destacarías hoy día en la sociedad en que vivimos?
- Quizás.... el egoísmo.
- ¿Y crees que el egoísmo le nace a uno de repente, o piensas más
bien que, como todo, si se fomenta y cultiva, prolifera?
- Creo, lógicamente que, como todo, si se fomenta, crece.
- Y ¿cómo crees tú que se fomenta?
- Pues... no lo sé.
- ¿Te parece exacto decir que se fomenta a lo largo de toda la vida?
- Sí. Me parece la pura verdad.
- Por tanto, ese fomentar el egoísmo comenzará en la infancia ¿no?
- Sí. Lógicamente debe comenzar en la infancia.
- ¿Podrías ponerme un ejemplo?
- Sí. Sé adonde vas a parar, y es cierto: En la escuela. En la escuela se fomenta el egoísmo.
- ¿Comprendes ahora lo erróneo de distinguir entre "el primero" y
"los demás"?
- Sí, lo comprendo.
- ¿Qué te ocurriría a ti si, acostumbrado a ser el primero, perdieras el puesto?
- Pues que me sentiría humillado.
- ¿Dejarías de sentir cierta aversión hacia el que te desbancara?
- Sí. Quisiera o no, sentiría cierto antagonismo hacia él.
- ¿Y crees que eso es bueno?
- A nivel personal, quizá no. Pero, a nivel sociedad pienso que son
necesarios los individuos ambiciosos y que se esfuerzan en ser los
primeros.
- Cierto. Pero ¿crees que son necesarios los que quieren ser los
primeros "a costa de los otros"?
- No veo otra posibilidad.
- Pues la hay. Y bien hermosa. Piensa en alguien que se esforzase por ser el primero, no para enfrentarse a los menos dotados, de inteligencia o de voluntad, sino para ayudarles a mejorar esas deficiencias.
- Ese hombre sería maravilloso. Pero no existe.
- Existen algunos. Cada vez más. Y es la única solución. Porque ¿qué beneficio te reporta ser el primero de clase?
- Realmente he de reconocer que sólo sirve para fomentar mi orgullo y acentuar mi antagonismo frente a los demás.
- Y ¿qué efectos crees tú que produce en los que aspiran al primer
puesto, el no obtenerlo?
- Puede producir dos efectos, según el carácter que tengan.
- Vamos a ver.
- Bien. Si los aspirantes al primer puesto son de carácter fuerte,
estudiarán más y seguirán luchando por conseguir ese primer puesto que yo detento.
- ¿Y eso será bueno para ellos?
- Si lo obtienen, sí.
- ¿Por qué?
- Porque verán satisfecha su vanidad y recompensados sus esfuerzos.
- Y aumentado su antagonismo hacia ti...
- Sí. Porque sabrán que yo intentaré recuperar el puesto perdido.
- ¿Y tú? ¿Qué sentirás tú?
- Pues sentiré una gran frustración.
- ¿Nada más?
- Y cierta aversión hacia mi antagonista.
- ¿Y si no acceden al primer puesto?
- Pues será suya la frustración y se acentuará su antagonismo hacia
mí.
- O sea: Que ambos acabaréis con sentimientos negativos respecto
del otro.
- Sí. Ciertamente es así.
- ¿Y crees que es la mejor base para una sociedad feliz el que sus
líderes se envidien y se odien entre sí?
- No. Realmente no es el mejor camino.
- Volvamos ahora a la otra posibilidad que habías previsto para los
aspirantes a desbancarte del primer puesto.
- Ah, sí. La otra alternativa consiste en que, si no tienen suficiente
carácter, dejarán de intentar el acceso al primer puesto.
- Y ¿qué ocurrirá con ellos? ¿Qué sentirán?
- Lógicamente, se sentirán frustrados.
- ¿Y con respecto a ti?
- Sentirán, naturalmente, cierta aversión, puesto que fui el obstáculo
que no pudieron salvar.
- ¿Entonces?
- Veo ahora que, por todas partes, el sistema resulta negativo. Pero
pienso que la sociedad no es lo mismo que una clase. La sociedad necesita otras pautas de conducta. Ha de haber hombres agresivos en la empresa, en el gobierno, en la enseñanza...
- ¿Tú crees?
- Sí.
- Y, ¿por qué?
- Porque nuestra sociedad ha de competir con otras y para ello hay
que ser agresivo y aspirar siempre al primer puesto.
- ¿Dónde está, pues, la diferencia con la clase?
- Fríamente examinado, no hay diferencia. Lo reconozco.
- El sistema que sigue la sociedad, pues, no es bueno. ¿Estás de
acuerdo?
- Sí. Creo que sí. Sin embargo, los animales, que no discurren y no
han podido, por tanto, desviarse conscientemente del "buen camino", nos dan un ejemplo clarísimo de competencia: El más fuerte, el más apto, es el que triunfa y se reproduce.
- Cierto. Pero eso lo hacen los animales que, como tú muy bien has
dicho, no discurren. Siguiendo con tu argumento te diría que los animales deberían renunciar al movimiento para ser como las plantas, que constituyen la oleada de vida siguiente o, como dicen los científicos, el reino inmediatamente inferior en la naturaleza. Y, sin embargo, a lo largo de la evolución, han adquirido la facultad de moverse hacia o de huir de, adquisición importante con relación a su estadio anterior inmóvil.
El hombre, que pertenece a la oleada de vida anterior a la animal, o a un reino superior, como se quiera, ha añadido a las características animales el intelecto. No parece, pues, lógico que, después de ello, no lo utilice y siga comportándose con sus semejantes como si aún fuera un animal.
- Es cierto. Lo comprendo.
- ¿Qué te parece si examinamos un ejemplo bien actual?
- Estupendo.
- Bien. Vamos a considerar, por ejemplo, el fútbol que es, hoy por
hoy, el deporte rey en la mayor parte del mundo.
- ¿Qué pasa con el fútbol?
- Pues pasa que está siendo víctima del resultado de ese sistema
generalizado de luchar contra alguien.
- Vamos a ver.
- A medida que el sentimiento egoísta se ha ido exacerbando en la
sociedad, esa intensificación se ha ido intensificando en la vida, de la que una pequeña parcela la constituye el fenómeno que estamos considerando:
El fútbol:
Primero, la gente iba a jugar al fútbol; luego fue a ver jugar al fútbol; más tarde se crearon las competiciones y la gente iba a ver jugar al fútbol y deseaba que su equipo ganase el campeonato por su mejor juego. Ahora ya, tanto los jugadores como el público, lo único que desean es ganar. Y se mira al contrario como a un enemigo al que hay que eliminar; y se destrozan estadios; y se agreden árbitros; y se vuelcan autocares; y hay que
enjaular al público y a los futbolistas - pues la valla metálica realmente enjaula a ambos -; y hay que llenar los estadios de policías; y hay que escoltar a los jugadores contrarios y al árbitro hasta el hotel... añade a eso el que hay directivos - cada vez más - y hay periodistas - cada vez más - que, encontrando todo eso normal o conveniente, lo fomentan y defienden; y el fenómeno, claro, se realimenta a sí mismo y se incrementa...¿cuál crees que será el final? ¿Crees honradamente que la sociedad del antagonismo nos hace mejores? ¿Crees realmente que si sigue por ese
camino, dentro de cien años va a quedar alguien para luchar?
- Es triste, pero es así. Mas yo no le veo la solución... ¿Es que la hay?
- La hay, ciertamente. La hay y está expresada claramente en todas
las religiones y, especialmente, en los Evangelios de la religión cristiana.
- ¿Cómo está plasmada?
- Así: " Ama a tu prójimo como a ti mismo. No le hagas lo que no te
gustaría que te hiciese a ti. Hazle lo que te gustaría que te hiciese a ti".
- Pero eso es una norma religiosa y, por tanto, difícilmente aplicable
a la vida práctica.
- ¿Tú crees? Eso es una ley natural, lo mismo que la ley de la
gravedad. ¿Qué ocurriría si te pusieses de pie frente a la compuerta de la presa de un pantano repleto, y se abriera la compuerta?
- Pues que sería arrollado por la aguas.
- ¿Por qué?
- Porque la ley de la gravedad haría que el agua tendiese a ir hacia
abajo y me encontraría interpuesto en su camino.
- ¿Y qué pasaría si te interpusieses en el recorrido de una corriente
eléctrica de alta tensión?
- Pues que, al no estar mi cuerpo preparado para ello, me
electrocutaría.
- ¿Por qué?
- Porque, según las leyes naturales, mi cuerpo no puede resistir esas
tensiones y seguir viviendo.
- Y ¿qué está ocurriendo como consecuencia de que la humanidad
está transgrediendo la ley natural que ordena amar al prójimo?
- Veo que tienes razón.
- La ley del amor al prójimo es una ley natural. Ya es hora de que se comprenda que las grandes religiones, lo que han hecho ha sido plasmar en mandamientos aquellas transgresiones de las leyes naturales que podían perjudicar más gravemente la evolución de la humanidad.
- ¿Dice usted que las religiones hablan de leyes naturales?
- Exactamente. Existen muchas leyes naturales que el hombre
desconoce, pero que no por eso dejan de regir y de producir sus efectos.
- Parece lógico.
- Y las religiones, cuyos fundadores han tenido conocimiento de esas leyes naturales, han establecido mandamientos y aconsejado a sus seguidores para evitar que las transgredieran y tuvieran que experimentar  los efectos de la transgresión.
- ¿Tú crees?
- Absolutamente. Verás: Si hubiera habido un decálogo con
mandamientos como: "No te interpondrás ante la corriente de un pantano; no intercalarás tu cuerpo en el recorrido de una corriente eléctrica de alta tensión; no ingerirás venenos; no te asomarás a un balcón de modo que la parte saliente pese más que el resto de tu cuerpo...” ¿qué pensarías?
- Que ese decálogo prohibía lo que se opone a ciertas leyes naturales para evitar las consecuencias de su infracción.
- Pues lo mismo ocurre con los mandamientos de las religiones. El
hecho de que haya leyes naturales aún desconocidas por el hombre no cambia nada. Por supuesto, para los fundadores de religiones son más importantes las infracciones de leyes naturales que puedan retrasar la evolución de la humanidad entera o de una gran parte de ella, y son menos importantes los accidentes individuales. De otro modo estaríamos llenos de mandamientos. Y ya ves el caso que se hace de los únicos diez del Decálogo...
- Comprendo lo que dices. Pero, ¿piensas con ello que cada
mandamiento del Decálogo se refiere a una ley natural cuya infracción tiende a evitar?
- Exacto. Ten en cuenta, sin embargo, que Cristo resumió todos los
mandamientos en uno sólo: "Ama a tu prójimo como a ti mismo". Porque, si uno ama a su prójimo como a sí mismo, no matará, ni robará, ni cometerá adulterio, ni envidiará, ni levantará falsos testimonios y, además, honrará a su padre y a su madre y, en un estadio superior, cumplirá el resto del mandamiento, amando a Dios sobre todas las cosas y, entonces, no tomará Su santo nombre en vano y santificará las fiestas a El dedicadas.
Ciertamente, quien cumple ese mandamiento está cumpliendo todas las leyes naturales y será lo que la iglesia llama "un santo" y la sociedad "un sabio" y yo "un hombre evolucionado"
- Nunca había considerado los mandamientos desde ese punto de
vista.
- Pues no hay otro. Desde ese punto de vista se dieron. Lo demás son interpretaciones ignorantes o tendenciosas. La religión es la ciencia que enseña a los hombres a vivir a tenor de las leyes naturales - que incluyen, por supuesto, estar bien con Dios, su Creador - y poder evolucionar armónicamente como individuos, como grupos o como oleada de vida.
- ¿Crees, pues que, amando al prójimo como a uno mismo se
solucionarían todos los problemas de la sociedad actual?
- Por supuesto. Si todos amásemos a los demás como a nosotros
mismos ¿piensas que habría guerras, que habría hambre, que habría
miseria, que habría ignorancia, que habría necesidades?
- No, ciertamente.
- ¿Te parece lógico, por ejemplo, que mientras hay cosechas que se
pierden por falta de distribución o porque los agricultores las destruyen al no obtener los precios deseados, haya gente que se muera de hambre?
- No.
- ¿Y es lógico que, mientras millones de hermanos nuestros mueren
de hambre cada año, y he dicho millones, los países dediquen una gran parte de su presupuesto a producir armamento para matar más aún?
- No. Es una aberración.
- ¿Y crees lógico que continuamente haya guerras en las que mueren siempre los hombres que ni las han declarado, ni les beneficia ni les perjudica el problema inicial, pero con los que se ha jugado manipulando su ignorancia y su indefensión?
- No. Es un crimen.
- ¿Qué utilidad piensas que tiene hoy la muerte de quienes tomaron
parte en las guerras Púnicas o la de los Treinta Años? En el fondo, ¿no iban a satisfacer el orgullo o la ambición de determinados gobernantes o grupos de presión egoístas, que anteponían sus propios intereses a la vida de los demás?
- Es cierto.
- Si el hombre es un ser racional, no es lógico que recurra a la guerra para dirimir diferencias. Para dirimirlas, precisamente, está el intelecto.
Pero el problema estriba en el egoísmo.
- Sin duda. Es el egoísmo lo que hay que desterrar. Pero ¿cómo?
- Necesitará, como todo en este mundo, su proceso de crecimiento:
Primero, será necesario que nos convenzamos de su fracaso como medio de evolución. Si logramos tener clara esa idea, lo demás vendrá sólo, porque la mente es creadora.
- ¿Tú crees?
- Sí. ¿Piensas que, por ejemplo, un maestro que haya comprendido
perfectamente que el egoísmo conduce a la humanidad al desastre,
fomentará en clase el antagonismo entre los alumnos o, por el contrario, despertará en ellos el espíritu de colaboración, de ayuda, de estudio, de incremento del saber?
- Es lógico.
- Y ¿crees que esos alumnos, cuando sean adultos, no tratarán, cada
uno desde su puesto en la sociedad en marcha, de introducir la nueva escala de valores en sus propios ambientes?
- Sí. Pienso que lo harán.
- Pues, si eso es así, la humanidad estará salvada. Pero, como todo, ha de empezar por el principio, en la infancia: En casa y en la escuela.
- Pero eso nos lleva a un círculo vicioso: Si son los padres y los
maestros los que han de inculcar a los niños la nueva concepción de la sociedad y ellos no la conocen, ni la comprenden, ni la comparten...
- De ahí la dificultad. Pero hay que empezar. Y cada día que pasa es un día perdido en ese sentido, y dedicado a la destrucción. Y son
precisamente los más inteligentes, los destinados en el sistema actual a ser simplemente "los primeros de clase" los que han de constituir la levadura, con su ejemplo, e introducir el cambio en la medida de sus posibilidades.
- Pero será muy lento.
- No. No será lento porque hay otra ley natural que hace que lo
negativo se destruya a sí mismo y, en cambio, lo positivo, se sume y
aglutine, y aquí llamo negativo a lo que se opone a las leyes naturales. Y como el egoísmo se opone a la ley natural, se destruye a sí mismo - y bien lo estamos viendo - mientras que el amor - el elemento que hemos de sembrar - por estar de acuerdo con la ley natural, es positivo y se suma y prolifera rápidamente.
- Comprendo. ¿Qué hace falta, pues?
- Tan sólo un poco de amor.

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