sábado, 28 de diciembre de 2013

EL DESEO ACERTADO


EL DESEO ACERTADO
por Francisco-Manuel Nácher

 - Sería estupendo que se me apareciese un genio de esos de 
los cuentos y me dijese que le formulase un deseo en la seguridad 
de que se realizaría.
 - ¿Un solo deseo? Pues lo tendrías difícil.
 - ¡Ni hablar! Lo tendría facilísimo.
 - Pide. Formula ese deseo y lo comprenderás.
 - Riqueza. Porque con la riqueza lo tendría todo: Poder, fama, 
admiración, respeto, influencia, etc.
 - ¿Sólo riqueza? Y, si perdieras la salud, ¿de qué te serviría tu 
riqueza?
 - Riqueza y salud.
 - No. Has dicho sólo un deseo.
 - Salud.
 - Podrías, entonces, ser un hombre completamente sano 
durante toda tu vida, pero llevar una existencia llena de miseria que no te haría feliz. ¿No crees que te arrepentirías más tarde de no 
haber aprovechado mejor aquella oportunidad única de pedir algo 
con la seguridad de que lo ibas a obtener?
 - Sí, claro. Pero, ¿qué podría pedir?
- Eres tú quien ha de encontrar la respuesta.
 - Ya sé: Vivir siempre bien.
 - Pero, ¿qué es "vivir bien?. Eso no es una cosa que se pueda 
pedir, porque no es nada concreto, sino dependiente de tu estado 
de ánimo en cada momento. ¿Vive bien alguien que tú conozcas?
 - No lo sé. No creo. Todos tienen algún disgusto o algún 
problema... Ya lo sé: No tener ningún problema.
 - ¿A qué llamas "problema"?
 - A algo a lo que no me guste enfrentarme.
 - Pues fíjate bien en lo que pides. ¿Es que nunca tengas que 
enfrentarte a algo que no te guste?
 - Sí, creo que sí.
 - Entonces estarías toda la vida huyendo de las situaciones que 
no te gustaran.
 - Bueno, no me he expresado bien. En realidad he debido decir: 
"Que no se me presenten situaciones desagradables".
 - ¿Sería una situación desagradable, por ejemplo, el que se 
murieran tus padres?
 - ¡Hombre, claro!
 - Entonces, ¿qué es lo que, con relación a eso, estás diciendo? 
¿Que tus padres deberían ser inmortales? ¿Que tú no tendrías que 
enterarte nunca de su muerte, ni de la de ningún pariente ni amigo, 
ni de ninguna enfermedad ni de nada desagradable para ti?
- Sí.
 - ¿Y cómo ibas a vivir en sociedad? No te enterarías de nada, lo
cual es imposible, o serías un ser insensible, todo un fenómeno, al 
que nadie querría porque, al no sentir la desgracia o los problemas 
de los demás, nunca acudirías en su auxilio, ni de ti saldría una 
palabra de ánimo, de consuelo, de ilusión...
 - Es verdad. Sería un monstruo. No... Eso no es lo que yo 
debería pedir... Espera... Ya sé.
 - A ver.
 - Pediría "que todo se realizase siempre según mis deseos".
 - No está mal.
 - ¿Que no está mal? ¡Es perfecto! Así, con un sólo deseo lo 
tendría todo resuelto. ¿O crees que si todo se realizaba según mis 
deseos yo no sería un hombre feliz?
 - No lo creo.
 - ¿Por qué?
 - ¿Tú crees que tus deseos son siempre buenos?
 - Claro.
 - ¿No has mandado al infierno nunca a alguien, o a freir 
espárragos o a otros cometidos o lugares peores?
 - Sí, claro.
 - ¿Y qué has deseado, realmente, en ese momento para esa 
persona?
- He de reconocer que, a veces, no he deseado lo mejor.
 - Entonces, ¿qué ocurriría si todos tus deseos se cumpliesen tal
como tú los has formulado y tú enviaras a un amigo adonde 
fuera...?
 - Comprendo que no me sirve tampoco ese deseo formulado 
así.
 - ¿Cómo crees, pues, que deberías formular tu deseo?
 - Honradamente, no lo sé.
 - ¿Ves como no era tan fácil?
 - Ya lo veo, ya. Déjame pensar. ¿Tú crees que hay algo que se 
pueda pedir y obtener y ser feliz con ello?
 - Esa respuesta, y es lo convenido, debes encontrarla tú.
 - Claro que lo sé, pero no acierto a expresarlo. Ha de ser algo 
que me permita ir por la vida sin sobresaltos, sin problemas, sin 
miedos, sin fobias, sin nada negativo. Y yo sé lo que me digo.
 - Entonces dilo. Parece que vas viendo luz...
 - Lo intuyo. Lo presiento... Estoy cerca... Lo sé... Pero ¿qué es 
lo que puede lograr eso?
 - Tú sabrás.
 - Ya está. Ya lo tengo. ¡Y era tan fácil!
 - ¿Y qué es?
 - La sabiduría. Porque, si fuera sabio, comprendería el mundo y 
la vida y a los hombres. Y, si lo comprendiera todo, sería capaz de
no ofenderme y de ayudar a quien no comprendía y yo viviría sin
miedos, sin problemas, sin resabios, sin fobias... y sería feliz.
 - Exacto. Y, fíjate qué casualidad: Eso, Sabiduría, es lo único 
que pidió Salomón, cuando Jehová le dijo que Le pidiese lo que 
quisiera y se lo concedería.
 - ¡Es verdad, Salomón! No había caído en ello. Y está claro, 
porque con la sabiduría se tiene todo lo demás.
 - Por eso precisamente, Jehová le contestó: "Por haber pedido 
Sabiduría y no riquezas, ni honores ni poder, tendrás, además, 
todo eso.”
 - Está clarísimo.

* * *

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