viernes, 13 de diciembre de 2013

LOS MAESTROS CANTORES DE NUREMBERG

   


LOS MAESTROS CANTORES DE NUREMBERG
Por Francisco-Manuel Nácher López

         1.- Quienes están acostumbrados a verlo todo desde el punto de vista material encuentran difícil imaginar el plano del espíritu como algo tan consistente y denso como el mundo físico lo es para nuestros cuerpos. No pueden comprobar que el alma tiene un cuerpo etérico con sentidos propios y que, incluso mientras estamos encarnados en cuerpos terrenos, somos almas vivientes de naturaleza espiritual, que compenetran y exceden a ese cuerpo de carne.
         Según el proceso normal, sólo el Ángel de la muerte libera a ese espíritu de su cuerpo físico, cuando está maduro.
         Pero existen técnicas mediante las que el yo superior puede ser liberado del cuerpo físico durante la vida terrena. Lo mismo que los técnicos terrenales trabajan físicamente asistiendo al nacimiento de los bebés, los técnicos de los mundos invisibles trabajan para ayudar al espíritu a nacer en su mundo. Algunos de dichos técnicos son los que llamamos “muertos”; otros, son miembros de determinadas jerarquías angélicas; y otros, son hombres y mujeres Iniciados, que han aprendido a vivir simultáneamente en los mundos de la materia y del espíritu, y desean profundamente compartir esos privilegios con sus hermanos los hombres, ya que los tesoros del alma sólo crecen si se comparten. Cuando comprendemos que el espíritu no es un mero fantasma, sino que tiene un cuerpo-alma y unos sentidos, podemos comprender también qué se quiere decir cuando se nos informa de que en los planos internos hay escuelas para el fomento y divulgación del arte, lo mismo que las hay sobre la Tierra.
         2.- Entre las escuelas de Arte del mundo del alma, la centrada en la conciencia musical, esotéricamente llamada, del “Rayo Musical”, es la básica para todas las otras, porque no hay ninguna clase de arte que no se pueda traducir a música, mientras que la música no puede ser interpretada en el mismo grado por las técnicas de las otras artes. Por eso la Escuela de Música de los planos Internos es de importancia capital. Refleja en su estructura los modelos cósmicos revelados por las estrellas. Su musicalidad la obtiene de Ángeles y Arcángeles, que canalizan hacia ella las armonías entonadas por las Doce Jerarquías Zodiacales, y ayudan a las almas a escuchar la “música de las esferas”, perteneciente a sus propias cadenas planetarias. También la Tierra tiene su propia nota clave y su cósmica voz, de la que extraen su inspiración los músicos terrenos.
         3.- Los músicos del Templo etérico han construído su propio Templo de Iniciación, y cada músico verdadero aquí en la Tierra, contribuye a la belleza de su estructura, sea o no consciente de ello. Y, cuando ha alcanzado el grado de madurez anímica suficiente, que lo coloca en disposición de elevarse, se le envía un emisario de la Fraternidad para instruirlo en las técnicas necesarias y para asistirlo e introducirlo en aquélla como Hermano Lego.
         Siguiendo el modelo cósmico, ese Templo está bajo la supervisión de doce Maestros que, de tiempo en tiempo, envían sus representantes a la Tierra. Pues bien, Ricardo Wagner fue uno de esos representantes.
         4.- En los tiempos bíblicos, los Maestros del Templo trabajaban mediante Escuelas de Profetas, fundadas por Samuel, el gran cantor iniciado de su tiempo. Los profetas reverenciaban a la Madre Sabiduría con sus cantos y danzas, con el fin de provocar el trance de éxtasis mediante el que su alma era liberada del cuerpo.
         Tras Samuel fue David el gran Iniciado de la Escuela bíblica. Los videntes israelitas decían que el Shekinah - para los cristianos “Aya Sofía o Santa Sabiduría - evitaba la tristeza y las lágrimas y que sólo bendecía con su presencia a las almas que se le acercaban llenas de gozo y alegría. También Santa Teresa de Jesús decía que el pesimismo y la piedad son incompatibles. Y San Juan Bosco lo resume definitivamente diciendo que “un santo triste es un triste santo”.
         Los poetas árabes organizaban sus Escuelas con la misma idea in mente. Mientras la civilización musulmana estuvo en su cénit, la poesía islámica se compuso con el deliberado propósito de llevar al alma al estado de éxtasis. De hecho, los cultos de los derviches de Arabia, hoy en día, son similares a las Escuelas de Profetas de los tiempos bíblicos.
         El Renacimiento europeo fue el fruto de la influencia musulmana, primero a través de España y el sur de Francia y, después, mediante las Cruzadas, que pusieron a los cristianos en contacto con la cultura musulmana en su propio mundo.
         Desde los tiempos de los Druidas, los enviados habían sido cantantes y maestros errantes. Durante la Edad Media, visitaron todas las partes del mundo conocido, y por eso el ministerio medieval estuvo basado en la influencia islámica, especialmente persa. La caída de Toledo en manos cristianas puso a disposición de occidente las bibliotecas musulmanas y ello dio lugar a un cambio de rumbo en la mentalidad occidental. Toledo era célebre por sus Escuelas de Magia y Alquimia. La leyenda asegura que la primera versión de la del Santo Grial se descubrió en un manuscrito de una biblioteca de Toledo. De acuerdo también con la leyenda, el castillo del Grial se construyó sobre una montaña situada en España. Wagner, en su Parsifal, lo sitúa en la frontera entre España y Francia.
         El sur de Francia fue el paraíso de los trovadores o cantantes del amor. Esto llegó a su fin con la sangrienta guerra contra los albingenses, cuando la Escuela fundada por el gran maestro persa Mani fue aniquilada y, con ella, la civilización de la Francia meridional. No se sabe durante cuántos siglos había permanecido la Escuela Maniquea en el sur de Francia, pero súbitamente, floreció en el siglo doce y se extendió, como un incendio, sobre esa zona cálida, amenazando la supervivencia de la iglesia de Roma. Incluso los católicos de la zona se vieron influídos por la presencia de su esotérica religión de Misterios, cuya cabeza suprema estuvo durante algún tiempo localizada en Babilonia y luego en Samarkanda, cabeza que algunos han identificado con el célebre Preste Juan, rey de Santo Grial de la leyenda cristiana.
         Lo cierto es que los trovadores estaban fuertemente influenciados por el colorido cristianismo persa y, cuando la guerra de los albingenses aniquiló aquella civilización de la Francia meridional, se dispersaron por toda Europa, predicando y cantando la rebelión contra Roma. Muchos de ellos fundaron un santuario con el Rey de Alemania y formaron el núcleo del cual salieron, más tarde, en ese país, las principales Escuelas europeas de música iniciática. Desde Wolfram von Eschenbach, cuyo Parsifal muestra influencias arabigo-maniqueas, hasta Wagner, Alemania ha producido más músicos esotéricos que ningún otro país del mundo. Y fueron aquellos trovadores y sus compañeros los Maestros Cantores quienes fomentaron la Reforma, que salió a la luz en el siglo dieciséis, el período en que transcurre la acción de Los Maestros Cantores de Nuremberg. Hans Sachs, el Maestro Cantor que aparece en esta ópera, fue, históricamente, uno de los defensores de Lutero.
         5.- Cuando se envía al mundo un emisario de la Jerarquía, éste establece las organizaciones que estima necesarias para ese período histórico. Por eso, cuando el arte de la música creativa dejó de ser algo exclusivo de los nobles, como en el tiempo de los trovadores y maestros cantores, e incluyó en sus filas a los artesanos, se formaron cofradías para servir como Escuelas y Templos de Misterios. En el siglo catorce, por ejemplo, en Francia, existió el “Consistorio del Saber Alegre”, cuyos fundadores habían sido formados sutil y discretamente y cuyo objetivo era “un deseo de servir a esa excelente y virtuosa Señora Ciencia de modo que pueda proporcionarles el alegre arte de escribir en verso y enseñarles a hacer buenos poemas de modo que puedan hablar y recitar palabras correctas y exquisitas… en alabanza a Dios, nuestro Señor, y a Su gloriosa Madre y a todos los santos del paraíso, para la instrucción del ignorante, la contención de los amantes locos y que puedan vivir en la alegría y la felicidad, lejos de la disipación, el aburrimiento y la tristeza, enemigos de la Ciencia Alegre.” Todos estos objetivos se cumplen magistralmente en la obra que estudiamos.
         6.- En Alemania, la Fraternidad de los Maestros Cantores de Nuremberg fue una sociedad similar a la descrita líneas arriba. Nuremberg era célebre como depositaria de la Lanza Sagrada que, junto con el Grial, eran las más veneradas reliquias de la cristiandad.
         La Fraternidad de los Maestros Cantores constaba de tres divisiones generales y cinco categorías, con doce Maestros al frente. Los tres grados eran: aprendiz (estudiante), compañero (neófito) y maestro (Iniciado). Las cinco categorías eran: alumno; amigo de la escuela, que había de conocer algo de la Tabulatura o reglas y un cierto número de tonos y poemas; cantor, que debía cantar sin error un determinado número de frases; poeta, que había de componer nuevos poemas sobre los viejos moldes; y maestro, que conquistaba su título inventando un nuevo tono y un nuevo modo. Había dos clases de concursos: libres y dirigidos. Los personajes singulares tomaban parte en los primeros, que se celebraban en la posada. Los segundos eran convocados en una iglesia los domingos o en determinados festivales. El examen anual para la maestría, de que trata esta obra, se celebraba el día de San Juan, en la sagrada estación del solsticio de verano.
         7.- La evolución humana ha de verse renovada, de vez en cuando, mediante el envío de emisarios que traen nuevas ideas y nuevas concepciones que, una vez asimiladas por el pueblo, lo hacen avanzar. Esos emisarios han de estar plenamente convencidos de lo apropiado de sus enseñanzas y ser capaces de resistir toda suerte de presiones que, necesariamente se habrán de producir, principalmente por parte de sus propios compañeros porque, cuando pasa el tiempo, los innovadores de antaño, se han enquistado en sus ideas y en sus sistemas y se han convertido en conchas vacías, carentes de vida y de contenido e incapaces de comprender y de admitir, y menos aún, de asimilar nuevas aportaciones de otros emisarios. Y constituyen una rémora para aquellos que les siguen, impidiéndoles ver lo nuevo como algo ilusionante y prometedor. Pero, como la evolución no se detiene nunca, tanto ellos personalmente, como sus seguidores y las instituciones que encarnan, acaban por desaparecer, barridos por las nuevas ideas. No obstante, aunque retrocediendo, esas instituciones antiguas, establecidas por Iniciados, a pesar de su atraso y su decrepitud y cristalización, continúan conservando en sus  ceremonias y ritos la vibración que puede ayudar al individuo a descubrir fuentes de poder espiritual.
         8.- Los que continúan como cabezas visibles de esas organizaciones, caducas y estáticas porque han perdido contacto con su impulso espiritual inicial, son los más recalcitrantes enemigos de las nuevas ideas, que ellos consideran siempre como supersticiones o herejías.
         Los elevados conocimientos espirituales que poseían las Ordenes de los Caballeros, como la descrita en Tannhäuser, degeneraron también en convenciones materialistas cuando los artesanos organizaron sus propias Fraternidades de Maestros Cantores con la rígida Tabulatura. Es fácil comprender que, tratándose de algo tan exclusivo y cerrado, se sintiesen sus miembros tentados de olvidar sus propósitos iniciales y se considerasen importantes y buscasen el prestigio o la riqueza. Pero, no obstante, transmitieron a la sociedad verdades ocultas importantísimas y sembraron el deseo de un mundo mejor.
         9.- Wagner utilizó para su obra material histórico. Afirma en una carta que los tonos y los modos que ha empleado son genuinos y que algunos términos usados por los coros están tomados de las obras originales de Hans Sachs, que fue realmente el cabeza de la Fraternidad de los Maestros Cantores de Nuremberg y el autor de miles de poemas, canciones, fábulas y farsas.
         10.- El célebre pianista Paderewsky dijo que consideraba Die Meitersinger, “no sólo como la obra más grande jamás compuesta por un genio de la música, sino la más grande realizada por cualquier artista en cualquier campo de la actividad humana”.
         Wagner, por su parte, cuenta que, estando en Venecia visitando a unos amigos y con la partitura de los Maestros Cantores abandonada desde hacía dieciséis años, mientras contemplaba la Asunción de la Virgen, de Tiziano, se vio de tal modo influenciado por el cuadro, que sintió la llegada de una inspiración irresistible y decidió al instante reanudar la obra.
         Su mujer, Cósima, escribía a su padre, Franz Liszt: “Die Meistersinger es a las otras obras de Wagner como El Sueño de una noche de verano de Shakespeare es al resto de las suyas. Su imaginación ha hecho una excursión por el medievo y ha encontrado y traído consigo el noble sendero de la risa para la emancipación del espíritu”. En otro momento, mientras Wagner componía esta ópera, escribió: “¡Si pudiera enviarte la maravillosa música que estoy oyendo! Es como una profunda radiación musical. Uno no sabe si está oyendo la luz o está viendo el sonido”.
         11.- Los críticos han considerado siempre la obertura de esta ópera como perfecta, es decir, libre de todo defecto. La más acabada jamás escrita. Ella sola narra toda la obra. Contiene cinco temas o motivos musicales, dos de los cuales se refieren al pomposo orgullo y a la cristalización de los Maestros Cantores, y los otros tres se refieren al Amor y a los protagonistas, Walter y Eva.
         12.- Los personajes son: Hans Sachs, presidente de la Fraternidad de los Maestros Cantores de Nurenberg y profesor de los aspirantes a la maestría; Walter von Stolzing, mensajero de lo Nuevo y candidato al grado de Maestro; Pogner, un platero, maestro y segundo en el escalafón; Eva, su hija, a la que Walter pretende y ella corresponde, y que representa el divino femenino, sin cuya inspiración el hombre no puede alcanzar la maestría; Beckmesser, el escribano de la ciudad, también maestro, miembro de la Fraternidad y aspirante a la mano de Eva, y que representa la naturaleza inferior que, a lo largo de la obra, se expresa como envidia, celos, falta de honradez e insatisfacción; y David, el aprendiz de Hans Sachs. Hay, además, muchos más personajes secundarios - maestros, aprendices, pueblo, etc.
         Como en todas sus obras, Wagner asigna un motivo a cada personaje: Walter aparece siempre acompañado por el motivo del Amor. El de Beckmesser está compuesto de disonancias, indicativas de su baja naturaleza. El de Hans Sachs es noble, suave, elevado y de acuerdo con su grandeza de alma y su naturaleza tierna y compasiva. El de David es tan brillante como el muchacho. El de Eva es de dulce melancolía, misticismo y amor.
         13.- La obra discurre en la ciudad de Nurenberg en pleno siglo dieciséis. La primera escena del primer acto tiene lugar en el interior  de la iglesia de Santa Catalina, ya terminando el servicio religioso. Se oyen los coros. A la izquierda, apoyado en una columna, Walter, recién llegado a la ciudad, mira insistentemente hacia donde está Eva, que no es ajena a ello y a la que no desagrada. Tras el servicio, Walter, que es un noble que ha decidido renunciar a su rango para cantar, hace investigaciones sobre Eva y averigua que es hija del joyero Pogner, quien se propone darla en matrimonio al ganador del concurso de canto que va a tener lugar al día siguiente, siempre que el ganador sea aceptado por ella. Walter decide en el acto participar en ese concurso. Pero sólo se admite en él a los que ya han alcanzado el grado de maestros y él no lo posee, por lo que se ve obligado a tratar de obtenerlo para poder contender.
         Terminado el servicio religioso, esperando a Eva antes de salir, aparece en la puerta Magdalena, su doncella que, por indicación de aquélla, hace que su novio David, instruya a Walter en las reglas de la composición. Como el concurso abierto para acceder a Maestro va a tener lugar inmediatamente en la plaza de la iglesia y los aprendices ya están montando los palcos y sitiales, David decide, pues, comenzar enseguida sus enseñanzas. Pero, al enterarse de que Walter, no sólo no ha pasado los grados de poeta y de cantor, sino ni siquiera el de amigo de la escuela, ni sabe qué significan, le dice, con desprecio, que renuncie a su sueño.
         Walter, sin embargo, como todos los mensajeros de lo Nuevo, consciente de su propia valía y de sus conocimientos, no se resigna a ser rechazado en base a normas caducas y cristalizadas, así que responde a David que sólo hay una recompensa final: encontrar el “verdadero tono” que case con su verso. Porque sólo la habilidad del Maestro Cantor para casar su verso con su propia nota clave confiere los poderes de Maestro, y sólo el “vivir la vida” los desarrolla, y no la mera afiliación a una organización que se expone a perder su utilidad, negándose a ver la luz y permaneciendo en su propia oscuridad.
         Se reúnen los doce Maestros en la plaza y Pogner anuncia su oferta al vencedor del día siguiente. Walter pide permiso para participar en el concurso que va a tener lugar.
         Se nombra un marcador, un juez, entre los Maestros, que señalará en una pizarra, con tiza, los errores que los aspirantes cometan, bien entendido que quien exceda de siete errores, quedará eliminado. Resulta designado como marcador Beckmesser.
         Es muy significativo que sea precisamente Beckmesser el marcador, ya que representa la naturaleza inferior. Y es precisamente el sometimiento de la naturaleza inferior el requisito esencial para que un candidato obtenga el grado de Maestro, es decir, la Iniciación.
         Walter, sin dudarlo, improvisa una bella canción, sin respetar ninguna de las reglas de la Fraternidad, que ignora completamente y, en la que se refiere a la naturaleza, a las ilusiones de juventud, al motivo que le ha hecho aspirar a la maestría y, finalmente, al amor. Cuando Walter termina la segunda estrofa, Beckmesser exhibe la pizarra llena de marcas de error, lo cual significa su descalificación, con la cual están de acuerdo todos los Maestros.
         Todos menos Hans Sachs, que ha visto en Walter algo nuevo y valioso. La belleza de su canción le ha impresionado. Y, reconociendo en él al genio, renuncia a pretender a Eva, cosa que podía e iba a hacer con la seguridad de ser aceptado. Reflexiona que, si bien la canción de Walter no es aún perfecta, contiene novedades que una escuela como la suya debe meditar seriamente. Se organiza un gran griterío, dirigido por Beckmesser pero, Walter no renuncia a cantar su tercera estrofa y la canta. Y en ella hace una crítica de Beckmesser, apegado a las normas sin mirar el verdadero valor. La plaza se convierte en un tumulto. Pero Hans Sachs sigue viendo claro: Aquella canción a la primavera, lo nuevo, le ha hecho ver que Walter trae un nuevo mensaje que hay que oír.
         Cada ser humano posee su propia nota clave, que está sintonizada con uno de los planetas de nuestro sistema solar. Y uno de los requisitos para obtener el Tercer Grado o Grado del Maestro es la habilidad de sintonizar con la nota musical del propio espíritu interno. Ello requiere sensibilidad y espiritualidad en gran medida y la capacidad para penetrar tan adentro en la meditación que todos los sonidos externos desaparezcan y el oído esté sólo atento a la nota clave del propio ser.
         Hans Sachs es el único de los doce con desarrollo suficiente para reconocer que Walter lo ha logrado y, por tanto, está calificado para ser Maestro componiendo su canción del premio u obra maestra, basada en su propia nota arquetípica.
         14.- El acto segundo se desarrolla, de noche, en una calle de la ciudad. A la derecha, la pretenciosa casa de Pogner y su hija, que hace esquina a un callejón. A la izquierda, en la otra esquina del callejón, la pobre casa de Hans Sachs, que es el zapatero local.
         Los aprendices vivían en aquella época con los maestros. El más avanzado de todos ellos es David, que estudia con Hans Sachs, tanto el artesanado del zapatero como el arte de la música.
         La obtención del tercer grado se premia con una corona, cuya posesión es el sueño de todo aprendiz.
         Hans Sachs está en su taller y medita los acontecimientos del día. Recordando la canción a la primavera de Walter, dice :”No le va ninguna regla y, sin embargo, es impecable”. Y añade: “está llena de antiguas verdades y, sin embargo, parece tan nueva como los sones de los pájaros cada primavera”.
         Informada por su doncella Magdalena del suspenso de Walter y no estando segura de la ayuda de Hans Sachs, Eva, a la puerta de su casa, no sabe qué hacer. Llega Walter y va hacia ella que, tras un diálogo amoroso, le dice: “¡Tú eres para mí, a la vez, el ganador del premio y mi único amigo!” Y él responde: “Sólo tu amigo, pues no quieren hacerme Maestro, por lo que es en vano mi aspiración a tu mano”. E, indignado con la actitud de los Maestros, propone a Eva que huya con él y escape así al terrible destino de ser la esposa de uno de ellos. Esta es la actitud del verdadero maestro: Haciendo caso omiso de la incomprensión del mundo, no tiene inconveniente en dedicarse a los menesteres más humildes y sabe descubrir en su trabajo un significado que afecta a su vida interior, dignificándola con nuevas virtudes del espíritu.
         La propuesta de huir juntos la ha oído Hans Sachs, que se propone impedirlo por el bien de todos, incluso del arte.
         Beckmesser llega para dar una serenata a Eva pero, sin que él se aperciba, la que aparece en la ventana, por indicación de aquélla, es Magdalena. Su serenata, por otra parte, mezclada con los martillazos de Hans Sachs, que está fabricando los zapatos que el día siguiente ha de calzar el propio Beckmesser, y que resultan, a propósito, extremadamente ruidosos, resulta un desastre.
         La fuerza e influencia de la naturaleza inferior es poderosa y tiene los dedos largos. Y Wagner muestra esa verdad de un modo interesante: Los vecinos se despiertan con el ruído de la música y los martillazos y salen a la calle protestando, en sus trajes de dormir; David, que ve a Beckmesser cortejando a su novia, lo empieza a perseguir a palos. Llegan los aprendices y se forma un gran tumulto. La música de este momento es una mezcla de todos los motivos, que expone los estados de ánimo correspondientes, culminando todo en una serenata inarmónica. Es una forma de decirnos que las diferencias y la confusión en la vida surgen de los desequilibrios existentes en el interior del hombre. Beckmesser, representando la naturaleza inferior, no puede alcanzar a Eva, la naturaleza superior y, en cambio, produce grandes discordancias en su propio nivel de expresión.
         La decisión de Hans Sachs de evitar la huída de los enamorados tiene también un profundo sentido esotérico: A todo neófito de cualquier Escuela de Misterios se le enseña, desde el principio, que los deseos personales deben sacrificarse siempre a las demandas del espíritu.
         La calle recupera su tranquilidad cuando se oye la voz del sereno que se aproxima diciendo: “La once, apagad las luces”. Y el acto termina con la suave melodía llamada “La paz de la noche de verano”.
         15.- El tercer acto comienza con Hans Sachs en su taller y absorto en la lectura de “La crónica del mundo”. Hay un monólogo en el que exclama “Vanidad de vanidades. Todo es vanidad”. Walter entra en el taller y le cuenta un maravilloso sueño que ha tenido y en el cual lograba componer e interpretar una canción perfecta. Hans Sachs le responde: “Extraer y expresar esas maravillas es el trabajo del poeta”. Y añade: “Sigue mi consejo y ajusta tu capricho a la canción de un Maestro”.
         Los antiguos Iniciados bardos cantaban exclusivamente a los planos celestiales y sus poemas sobre los sueños narraban sólo experiencias vividas en los planos internos.
         Con los siglos, este arte se encaminó fue materializando y acabó hablando sólo del amor terreno y de las proezas bélicas.
         Walter viene para hacer volver a los trovadores a su elevado estado inicial. Hans Sachs, viéndolo así, pide a Walter que tome pluma y papel y, primero haga sus reglas y luego las siga. Está, pues, diciéndole a Walter que es un creador de su propio derecho y se espera de él que dé libre expresión a su genio, aunque siempre en armonía con su propio ser interno. Esta es la advertencia de todo maestro espiritual a sus discípulos, cuando están luchando por lograr la identificación de la personalidad con su propio y divino Yo Superior.
         El solsticio de verano es uno de los cuatro puntos más importantes en la carrera del sol a lo largo de los doce signos del zodíaco. Como los otros tres, el solsticio de invierno y los equinoccios de primavera y de otoño, es el momento en que las corrientes cósmicas de fuerza espiritual inciden sobre la Tierra con especial potencia. Por eso la Navidad cae en el solsticio de invierno, Pascua en el equinoccio de primavera y San Juan en el de verano.
         Durante el solsticio de verano la Tierra está sintonizada con el signo zodiacal de Cáncer, llamado “la puerta del cielo”. Es una época especialmente propicia para que cualquier estudiante serio pueda hacer contactos en los planos internos y para observar los rituales que acompañan la elevación de los neófitos dignos de ello a la condición de Maestros.
         Por eso la canción del Sueño de Walter, que trata de experiencias celestiales, se produce en esta estación. Y, con la experta asistencia de Hans Sachs, se convierte en una obra acabada e inspirada, que consigue el premio.
         La Canción del Sueño de Walter está dividida en tres partes o estrofas, que corresponden a los tres grados que conducen al Magisterio. Y repasa las experiencias que, en cada uno de ellos, le han conducido a la meta. La primera parte describe la belleza y la luz de los planos internos, como un jardín radiante y que llena el alma de gozo. La segunda habla del luminoso Árbol de la Vida, en el centro del Edén, y de una doncella parecida a Eva, que representa el eterno femenino. Esta doncella le conduce hasta el Árbol de la Vida, a través de cuyas ramas se ven multitud de titilantes estrellas que lo adornan como frutos. El árbol representa el cuerpo alma del Iniciado, cuyos chakras o centros energéticos son radiantes y luminosos gracias al fuego del espíritu. Ese estado no se alcanza hasta que el aspirante ha experimentado procesos de purificación y transmutación que conducen al Matrimonio Místico, en el que el divino Principio Femenino se une al redimido Masculino. Entonces es cuando los centros, ya despiertos, del cuerpo iluminado brillan con todo el fulgor de las estrellas del cielo. La música puede tomar una gran parte en la consecución de este exaltado estado anímico, como Sachs indica a Walter antes de entrar a participar en el concurso.
         El sueño de Walter, como he dicho, tiene tres partes, pero la última, de momento,  no se puede hacer pública. Aún no es Maestro.
         Cuando Walter ha pasado el Segundo Grado en el concurso y es revestido con las vestiduras representativas del cuerpo alma de alguien que está entrando en el Tercer Grado, su mentor observa, significativamente, que ”una palomita le ha mostrado el nido en el que su Maestro sueña”. Estas palabras van acompañadas de una elevación de la música, denotando el exaltado estado de conciencia necesario para la Iniciación. La paloma de que habla Hans Sachs es el símbolo de la Iniciación.
         Cuando Walter abandona el taller de Hans Sachs, acompañado por los acordes del Motivo del Amor, entra Beckmesser y, al ver el manuscrito de aquél, creyendo que es del zapatero, se lo apropia y se va, con la intención de aprenderlo y cantarlo él, ya que Hans Sachas es el mejor poeta de su tiempo.
         Entra Eva, vestida de novia. Y lo mismo hace Walter, con atavíos de coronación, y canta, por primera vez, completa la Canción del Premio. Esto indica la culminación del Gran Trabajo que Walter ha concluído y que sólo es posible en presencia de exaltado Femenino, vestido de blanco, representado por Eva.
         Hans Sachs propone el “Bautismo del Nuevo Modo”. Magdalena y David, vestidos de fiesta, son designados como testigos. Sachs hace de padrino y Eva de madrina. Estos instantes van acompañados por uno de los momentos musicales más impresionantes entre los compuestos por Wagner. Se le denomina El quinteto del bautismo. Bajo la dirección de Hans Sachs, Walter es elevado al Tercer Grado, el de los Maestros, al tiempo que David, un aprendiz de primer grado, es elevado a oficial o compañero de segundo grado. Eva y Magdalena representan el principio femenino o estatus anímico de los grados Primero y Segundo, Maestro y Compañero, respectivamente.
         Una antigua fórmula, describiendo este místico rito de la Unión, dice: “En cada individuo de cada especie hay cuatro elementos que comprenden dos machos y dos hembras; mediante la apropiada unión, obtenemos un ser dual, un individuo nuevo”. Ahí está la clave del Matrimonio Místico o Tercer Grado.
         La última escena de la obra es el concurso de canto. Tiene lugar en un prado de los alrededores de Nurenberg, al que van acudiendo, en barcas, los habitantes de la ciudad, aprendices, etc. Llegan los doce Maestros. Eva acompaña a su padre y ocupa un puesto de honor en primer término. Los aprendices piden silencio y Hans Sachas expone lo importante de la ocasión.
         Beckmesser es el primer actuante. Su tema, adaptado del robado a Walter, es discordante pues, por no estar a nivel, no ha entendido nada y trastoca y malinterpreta las palabras y, a medida que avanza, hace más y más el ridículo. La asamblea ríe de buena gana. El que Beckmesser aparezca como aspirante, compitiendo con Walter, indica el hecho de que las sutiles fuerzas de la naturaleza inferior están con el neófito hasta en las mismas puertas de la Maestría, intentando siempre inclinar las fuerzas acumuladas del conocimiento anímico hacia sus propio fines, vacíos y egoístas. El fracaso de Beckmesser revela la victoria del aspirante, Walter von Stolzing.
         Cuando le llega el turno a Walter, que ya ha pasado las pruebas internas, es dirigido por Hans Sachs para tomar su lugar entre los Maestros. Se coloca frente a los Maestros Cantores y canta su Canción del Premio íntegra, que no hace sino resumir el sendero del progreso para toda la Humanidad. Cada uno de los grados iniciáticos está sintonizado con su ritmo apropiado y los tres están en armonía con la nota clave de la escuela Iniciática representada. Esto se demuestra en la canción de Walter, con las respuestas de los oyentes, que respetan determinados intervalos.
         En las Escuelas de Iniciación antiguas se usaba la música para despertar centros psíquicos, percibidos por la visión clarividente como puntos de luz o ruedas de colores nacarados, en determinadas partes de los cuerpos etérico y de deseos. Cada uno de esos centros de fuerza responde a un determinado tono musical, que varía para cada individuo. Los Maestros de las órdenes Iniciáticas cantaban en coro y su volumen de sonido impartía su vibración al correspondiente centro sensitivo, acelerando así su luminosidad y sus poderes de percepción. En las óperas de Wagner existen, perfectamente discernibles, fragmentos de esas verdades antiguas, ya medio olvidadas, y que fueron incorporadas a ellas con el fin de restaurarlas para el mundo moderno. Este es el mayor valor de la obra de Wagner y el que produce en el ocultista la más profunda fascinación.
         Con el acompañamiento del motivo del Amor, Eva coloca la corona de laurel sobre la cabeza de Walter. Cantan los Maestros Cantores acompañados de todos los presentes.
         Sachs se adelanta para colgar del cuello de Walter la medalla de la Orden, que contiene la imagen del rey David con su arpa mágica. Walter duda en aceptar el integrarse en una orden antigua y cristalizada. Pero el sabio Hans Sachs le aclara que todo lo nuevo se construye siempre sobre lo viejo y que hay que conservar del pasado los elementos que aún tienen valor. Que a lo nuevo hay que incorporar todo lo bueno del pasado. De ese modo Sachs anuncia el renacimiento de ciertos poderes largo tiempo perdidos, y anticipa que la poesía y la música han de ser recuperados por los pioneros de la Nueva Edad.
         De la mano de Eva, Walter es admitido en la Orden en medio de un clímax de color y belleza.
         Terminaré con una cita significativa de Ernest Newman, uno de los estudiosos de Wagner: “¿Podemos llamar comedia a los Maestros Cantores, conteniendo tanto de la quintaesencia de lo bello, de profunda filosofía y de sabiduría verdadera?”


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