lunes, 30 de diciembre de 2013

EL MILAGRO



EL MILAGRO
por Francisco-Manuel Nácher

- ¿Los milagros existen?
- Según como se mire.
- Eso no es una respuesta. O existen o no existen.
- Primero tendrás que decirme qué entiendes por milagro.
- Yo lo definiría como algo extraordinario, algo que no es normal.
- ¿Un monstruo será, pues un milagro?
- Hombre, no. Me refiero a algo sobrehumano.
- Y ¿qué es sobrehumano?
- Algo que está por encima de la capacidad del hombre.
- Es que eso es como no decir nada. Vamos a ver: para un hombre 
primitivo ¿estaba más allá de la capacidad humana el entrar en su cueva, accionar un interruptor y que aquélla se iluminase?
- Para el hombre primitivo, por supuesto.
- Luego, para él, lo que tú haces en cuanto entras en una habitación oscura, es un milagro.
- Pues...sí. Pero yo no me refiero a eso. Me refiero, por ejemplo, a 
resucitar un muerto.
- Bien. Sigamos con nuestro hombre primitivo: ¿Serían milagrosas 
para él las reanimaciones que se llevan a cabo con el electrochoque o con fármacos o simplemente mediante el boca a boca ?
- Supongo que sí.
- Como ves, el concepto de milagro es siempre relativo. Se basa sólo en el conocimiento y manejo de más o menos leyes naturales. Para el que no las sabe manejar será siempre un milagro lo que para el que lo hace no lo es. Y ¿dónde está el límite? La ciencia va avanzando a pasos agigantados. ¿Te parece poco milagro el poder ver, en tiempo real, sentado cómodamente en tu casa, lo que está ocurriendo en el otro extremo del mundo? ¿O el enviar un documento, reproducido con todo detalle y en 
color, a cualquier lugar de la tierra, o hablar con cualquiera desde tu casa hasta la suya o hasta donde se encuentre en ese momento, o pasearse por la luna o volar?...Para nuestros bisabuelos, desde luego, hubieran sido milagros, pero a nosotros nos parecen ya algo normal. Es sólo cuestión de saber cómo se hace y, hasta ya ni eso es necesario, y basta saber accionar unos mecanismos, sin entrar en el meollo científico.
- Es cierto.
- Y siempre habrá quien ve el milagro como algo impresionante, 
extraordinario, inalcanzable, sobrenatural, cuando lo sobrenatural no existe, porque en la creación todo es naturaleza. A propósito de esa idea extraña del milagro, recuerdo un relato muy ilustrativo.
- Vamos allá.
- En un pueblo hubo una inundación. Las aguas alcanzaron tal nivel que los vecinos tuvieron que encaramarse a los tejados de sus casas para no perecer ahogados.
En una de esas casas vivía solo un hombre muy devoto de Dios, con una gran fe. También se había encaramado al tejado de su casa. Entonces llegaron unos vecinos, en un bote de remos, a rescatarlo. Pero él se negó a subir alegando que estaba seguro de que Dios lo salvaría, y rechazó la ayuda que le prestaban. El bote se fue, pues, sin él.
Las aguas siguieron subiendo y, cuando ya le llegaban al pecho, 
apareció una canoa de la Cruz Roja y se le aproximó para salvarlo. Pero él insistió en que, como hombre de fe que era, Dios lo salvaría. La canoa, pues, se fue sin él.
Y las aguas subieron hasta la barbilla. Estaba de puntillas sobre su 
tejado cuando apareció un helicóptero del que descolgaron una escalerilla para que ascendiese por ella. Pero, se negó. Seguía protestando de su fe y asegurando que Dios lo salvaría. Y se fueron sin él.
Las aguas continuaron subiendo y él, naturalmente, se ahogó. Y, 
apenas muerto, ascendió a los cielos. Una vez allí, se dirigió, ofendido, a Dios y le reprochó duramente haberlo dejado morir. Pero Dios, mirándolo con ojos llenos de amor, le dijo: Hijo mío, te he enviado un bote de remos, una canoa y un helicóptero ¿qué más querías?
- Es muy ilustrativo, como tú decías.
- Por supuesto. En esta historia se ven muy claras dos cosas: Primera, esa idea extraña, difusa e inexacta del milagro; ese egocentrismo que nos hace pensar que nosotros somos diferentes y, por tanto, merecemos de Dios un trato distinto, preferente, y que no es más que una consecuencia directa de atribuir a Dios características humanas. Dios no actúa así. Y, la 
segunda, que los milagros nos rodean permanentemente: ¿No es un 
milagro que del amor de dos seres nazca una nueva vida? ¿No son un milagro el amanecer y una flor y un amigo? ¿No es un milagro que las cosas sucedan como suceden y que nuestros problemas se vayan solucionando? ¿O que aquel niño de hace años sea hoy un hombre y, sin embargo, sea el mismo? ¿O que la lluvia haga crecer las plantas y que el  arco iris nos haga guiños desde el cielo y que las nubes jueguen en las  alturas a "tú la llevas"? O que...¿quieres más milagros? ¿Por qué hemos de  pretender y de esperar un milagro fabricado especialmente para nosotros, cosa que, por otra parte, ocurre permanentemente en nuestras vidas sin que 
lo llamemos así? ¿No será que lo que queremos es el milagro que haga lo que a nosotros nos interesa o nos conviene o nos satisface, al margen de lo que, a tenor de las leyes naturales, debe ser? Dios obra milagros permanentemente. La vida misma es un milagro perpetuo. Pero los hace cuando Él quiere y no cuando nosotros queremos. Y así debe ser. Porque Él es quien concibió y creó el mundo, no nosotros.

* * *


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