martes, 8 de noviembre de 2011

¿CUÁLES SON LAS ENSEÑANZAS ROSACRUCES? - en you tube -



¿CUÁLES SON LAS ENSEÑANZAS ROSACRUCES?
Carta a la Sede Central de agosto de 1989
por Francisco-Manuel Nácher

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El Manual de Instrucciones y Normas y Reglamentos para la Administración de Centros con Carta Patente y Grupos de Estudio de nuestra Fraternidad establece, hablando sobre el Estrado que, quienes desde él hagan uso de la palabra, “deberán limitarse a exponer solamente aquellos temas que sirvan para difundir las Enseñanzas de la Fraternidad Rosacruz”.

Pero, ¿qué alcance tiene ese mandato? ¿cuáles son las Enseñanzas de nuestra Fraternidad? ¿dónde empiezan y dónde terminan?

Con una interpretación restringida, prácticamente literal, parece querer decir que sólo se podrá repetir lo que se contiene en los libros de Max Heindel y de su esposa y tal como en ellos se contiene. O sea que, prácticamente, la actuación desde el Estrado debería limitarse a leer dichos libros.

Pero, enseguida surge la pregunta: ¿Y qué pasa con los libros de Corinne Heline, sobre los que nada se ha dicho oficialmente por la Sede Central? ¿ Y con los de Elman Bacher? ¿Y con lo que se dice en los artículos que aparecen el Rays from the Rose Cross, escritos por probacionistas y aún por estudiantes?

Por un lado, pues, no sabemos dónde terminan las Enseñanzas, puesto que los trabajos últimamente citados, no cabe duda de que se publican por la propia Fraternidad, con el exclusivo fin de difundir sus propias Enseñanzas. Y tampoco cabe duda de que adoptan las más variadas formas literarias: Artículos, poemas, cuentos, parábolas, leyendas, mitos, etc.

Pero, por otro, si admitimos esto, ¿por qué no admitir también los escritos de otros probacionistas que no se publican en dicha revista porque no escriben en inglés? Porque, ¿qué tienen los estudiantes y probacionistas de habla inglesa que no tengan los de habla hispana o francesa o portuguesa, por ejemplo?

Vistas así las cosas, no resultaría posible fijar unos límites, porque lo que para unos podría resultar aceptable, para otros podría no serlo. Es el peligro de las interpretaciones literales.

Hay que tener siempre en cuenta que, en toda ley, se dan, simultáneamente, la mens legis y la mens legislatoris, literalmente “la mente de la ley” y “la mente del legislador”, es decir, por un lado lo que dice la ley textualmente, literalmente, gramaticalmente, y, por otro, lo que el legislador quería decir con esas palabras. De ahí la necesidad de la interpretación, que compagina ambas.

La cosa, pues, no parecería tener fácil solución si no nos fijásemos en dos cosas:

1ª.- Que Max Heindel resume toda su filosofía en la afirmación de que “El servicio amoroso y desinteresado que prestamos a los demás es el camino más corto, más seguro y más gozoso hacia Dios”

2ª.- Que Cristo resume los diez mandamientos de Moisés en sólo dos: “Ama a Dios sobre todas las cosas y a tu prójimo como a ti mismo”. Y no vamos a dudar de que nuestra filosofía lo único que pretende es difundir la doctrina de Cristo.

Con estas dos ideas claras, la única interpretación plausible de lo establecido por el Manual de Instrucciones es la de que está prohibido exponer desde el Estrado todo lo que se oponga a lo enseñado por la Filosofía Rosacruz.

Estaría prohibido, pues, predicar el odio o la apropiación indebida o el egoísmo, o asegurar que no tenemos cuerpo vital o que éste no es importante para nuestra evolución, o afirmar que el infierno existe y es eterno, o pretender que Eva fue realmente formada de una costilla de Adán.

Pero de ningún modo podría estarlo el exponer lo que esté de acuerdo con nuestra Filosofía, sea cualquiera el modo en que se haga.

Y, por tanto, será correcto describir el funcionamiento del cuerpo de deseos, y relatar lo ocurrido en el Gólgota con la sangre de Cristo, y explicar en qué consiste la Inmaculada Concepción, pero será igual de correcto hablar del amor desinteresado, del servicio al prójimo o de la caridad o de la fe o de la devoción con el fin de fomentarlas. Y todo ello se podrá hacer, bien directamente, bien mediante símiles, historias, parábolas, poemas, cuentos, mitos, leyendas, etc. Porque lo interesante no es la forma, sino el contenido. Ya que cada cual tiene unas posibilidades de expresión y unas capacidades de comprensión exclusivas, y cada cual, por tanto, responde a ambas y evoluciona con ambas. Por eso, cada uno de esos trabajos gustarán siempre más a unos que a otros. Pero eso es normal. Y todos estarán dentro de lo que decía Cristo, de lo que dijo Max Heindel y de lo que debemos decir quienes seguimos a ambos.

De otro modo el Estrado se convertiría exclusivamente en una especie de cinta magnetofónica en la que estuvieran grabados los textos de los libros de la Fraternidad. E, incluso entonces, nadie podría evitar que esas palabras, las mismas siempre, cada cual las entendiese de modo distinto, según su personal y exclusiva capacidad.

Está claro, pues, que lo que el texto del Manual de Instrucciones citado hace es prohibir lo que vaya en contra de las Enseñanzas, tanto de Max Heindel como de Cristo, que son las mismas.
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